Pólvora mojada

La retirada de la parrilla de Aquí hay tomate me sugiere aquella ley física que afirmaba con contundencia: «La energía ni se crea ni se destruye, solamente se transforma». Cualquiera que fuera la energía propulsión de los del Tomate estoy seguro de que no desaparecerá de la programación. Imagino que su desaparición será más bien una metástasis que llevará el espíritu del Tomate a buena parte de la programación de su cadena. Que estaba dando pruebas de agotamiento, lo decía claramente aquella participación o intromisión diaria de Lydia Lozano, que ha acabado siendo más gafe que su admirada Isabel Pantoja. Este ser gritón por naturaleza ha ayudado lo suficiente para espantar espectadores y darles la puntilla. De esta caída de audiencia cabe destacar el crecimiento lento de Amar en tiempos revueltos ; la constancia y fijación de Sé lo que hicisteis con ellos y el desdén esperanzador de programas como Pásalo . Ya ven si hay diferentes maneras de entender la competencia. Se pueden dar muchas explicaciones, pero en Telecinco han visto que debían intentar trasladar en trocitos esa pólvora mojada y hacerla explotar en diferentes programas. La pena es que la retirada de Aquí hay tomate de la parrilla no viniera dada por el rechazo radical de la audiencia. Con casi un 20% de audiencia, lo más fácil es que si no los fueran a utilizar los ficharan en bloque cualquier cadena. Lo que se ha hecho es salvar los muebles para quemarlos en otros programas. Hablando de energía, el otro día, por esas cosas del zapping, me perdí el momento en el que los concursantes de El conquistador del fin del mundo hacían fuego y el mosqueo monumental de Juanito Oiarzabal. Si de verdad la energía se transforma no sé a que esperan sus compañeros a ponerle una batería que, por lo menos, les asegure la luz durante su estancia en ese frío fin del mundo.

Paciencia infinita

Esta semana aparecía la noticia de que habíamos batido todos los récords de visión de televisión: 224 minutos. Preocupa que tengamos casi cuatro horas de media por persona. Hay estudios que indican que la tendencia va creciendo porque la gente mayor vive todo el día de cara al televisor. Jornadas de doce horas, prácticamente las mismas que uno está despierto. La televisión se ha convertido en el gran entretenimiento de la tercera edad. Esto no es malo en sí, lo malo es que esto impida cualquier oportunidad para realizar otra actividad: un poco de paseo, la imprescindible conversación, así sea con la vecina del quinto, con el gato o con las plantas. La soledad y la tele son dos viejas aliadas que confluyen en multitud de hogares convirtiéndose en compañeros inseparables de sus habitantes. Hay espectadores incapaces de apagar el televisor porque les angustia el silencio de su hogar. La tele entonces es el único universo a su alcance. Un universo donde ahora mismo lo que se lleva es la búsqueda del talento. Lo mismo se convierte en escuela de danza, que en residencia de cantantes venidos de cualquier parte del mundo. Con unos han montado Hijos de Babel y con otros Fama, una academia con toda esa liturgia de nominaciones que parece haberse instalado de manera definitiva en nuestra televisión. El talento, dicen querer buscar en Tú sí que vales, del que Javier Sardá se despidió el pasado viernes justo en su precipitada reaparición ante el inminente estreno de Tienes talento en Cuatro. A la vista de estas puñaladas traperas me confirman que lo que tienen nuestros abuelos para pasarse horas ante esta fauna es una paciencia infinita. También es verdad que las siestas delante de la televisión son de órdago. Esas cuatro horas de televisión no las aguanta ni Dios.

Debates y tambor

UNO siente especial ternura porque en TV se siga la fórmula de hacer del debate un espectáculo. Lo intentan en 360º, los bordan a veces en 59 segundos y en Políticamente incorrecto. El problema es que estamos ya en campaña electoral y estos espacios que en mitad de la legislatura eran pura declaración de intenciones, ahora adquieren una actualidad y una importancia que para qué les voy a explicar. Pero al mismo tiempo, los invitados a estos espacios les comienza a entrar una especie de mal escénico y muestran su verdadera cara, ahora que tienen que quitarse las caretas porque les toca vender sin tapujos su mercancía política. Lo que eran programas en los que cabía un poco de entendimiento ahora se convierten en puro espacio electoral sin que la razón encuentre aliados. Los protagonistas lanzan sus argumentos pero el público ya se los conoce. Les pasa un poco como cuando retransmiten La Tamborrada, el Pobredemí y los fuegos artificiales: que no dan para un directo de más de quince minutos porque el espectador enseguida tiene la sensación de que eso ya lo ha visto y cambia de canal. Da igual si el realizador es el Spielberg o que los comentarios vengan de la voz más susurrante de Charlize Theeron. En la Tamborrada como en los mítines hay que estar en vivo y en directo, con los pies sobre los adoquines de la plaza. A uno se le escapa qué hace toda esa gente ahí abajo aunque como ayer en Azpeitia y ya era hora, no lloviera. Pero cada año me llevan la contraria y ahí están. Con sus cámaras intentando planos imposibles por la escasa luz y chocando contra la disciplina de las filas de la formación de los del tambor o con los mitineros de las banderitas. Me solidarizo con los cámaras y a los realizadores que no le den muchas vueltas: que esta noche veremos la arriada de bandera donostiarra aunque estemos ante una aunténtica emisión imposible.

Solitario Gasset

Si ven la carita de acojonados que ponen los bailarines de Fama ¡A bailar! cuando los Rotenmeier de sus profesores les dicen si los nominan seguro que se echan a llorar. No se entiende en estos días ese papel de borde que comienzan a tener todos los profesores de estas academias televisivas. Es como si dieran por hecho que la pedagogía vende más si se adoptan los papeles que interpreten aquella frase de «la letra con la sangre entra». Y hablando de sangre, los de Antena 3 sí que se han dado prisa en hincarle el diente al personaje del delincuente más buscado de los últimos tiempos. Soy el solitario es un ejemplo de reflejos, de que hay mucha televisión que hacer a nada que se eche un vistazo a la realidad. Claro que estas producciones se les nota la factura. No tienen la calidad que se debería exigir a un drama televisivo. De alguna manera se les podría perdonar porque nuestras productoras no están preparadas para hacer un trabajo con unos medios con los que en otros países ni se lo plantearían. Lo que sabe bien de esta iniciativa es, precisamente, el atrevimiento que en televisión, a veces, es más importante que la calidad de la factura.

Hoy jueves es el día en el que algunos noctámbulos nos dejamos horas de sueño viendo Días de cine . Desde hace un mes ya no aparece la figura del conocido por su papel de presentador mosqueado el irrepetible Antonio Gasset; el que durante una década fue la imagen de referencia para buena parte de los cinéfilos. Se ha ido pero el formato del programa sigue intacto. En ocasiones uno tiene la impresión de que se trata de una broma y de que va a volver a aparecer para hacer un corte de publicidad de aquellos que, lo mismo te intentaba atrapar para que no apagaras le tele que directamente te mandaba a la cama con la frase «total, para lo que hay que ver».

Sinceridad comida

Hay semanas que uno siente que poco se puede hacer a fuerza de señalar y subrayar aspectos que harían de la televisión algo, digamos más humano además de práctico. Hay semanas que se siente que a uno le quedan pequeños triunfos. Vamos, que ningún programador va a aparecer diciendo: «Debido a las críticas recibidas y pese a la audiencia millonaria, tenemos que informar que desaparece El diario de Patricia «. Menudo triunfo, ¿no? Pero nada. Todas las semanas ahí aparece en Antena 3 antes del informativo ese engendro de dramas personales y reencuentros. Claro que antes del telediario en TVE está ese otro informativo titulado Gente, cuya presentadora tiene la extraña habilidad de ponerle ojitos a todos los crímenes que la jornada nos ha deparado. Un poco antes de este informativo del terror, aparecen los pizpiretos reporteros de España Directo. Siempre que los veo están probando un plato que algún restaurador tiene que crear en un falso directo. Y llega el momento de probarlo y siempre están buenísimos. Me frustra un poco tanto buen rollo. Siempre espero que el presentador se sincere en directo y diga que lo que e acaba de probar es una mierda. Pero no es eso lo que se lleva en este tipo de reportajes. Es el momento del entrevistado que sabe que tiene una publicidad inesperada y que la ha de aprovechar. Confieso que si yo tuviera que probar esos callos a la madrileña, o ese botillo de León duraría muy poco. Acabaría vomitando en directo. Pero estos periodistas son muy profesionales o tienen poco gusto o son unos tripasinfondo a los que todo les viene bien. Dicen que muy rico cuando lo noticioso sería que dijeran «métete estos caracoles donde te quepan. Están asquerosos». Pero eso no pasa más que en los realities y es posible que de ahí les venga el éxito. Y quizás por esa sinceridad me guste un poco El conquistador del fin del mundo.

Corazón de hielo

EN la televisión de hoy conviven dos maneras de ver el mundo. Están los educados, que saben que su mejor recurso es el de ir por la vida haciéndole la pelota a quienes les toca presentar, y están los bordes, cuyas armas son las contrarias, recuperar la información más hiriente y torpedear constantemente la imagen de quien entrevistan. A ese juego se prestan por ejemplo en el programa ¿Dónde estás corazón?, curioso título para esa cuadrilla de presentadores que, en lugar de músculo cardiaco, tienen un témpano de hielo. El programa arranca como quien no quiere la cosa a eso de las diez de la noche y si alguien se atreve a finalizarlo se acostará en los confines de la madrugada, allá por las tres del sábado. El último personaje que acudió a dejarse despellejar por esta banda de desocupados fue el nadador-espectáculo David Meca. Al tío le hicieron una mierda de investigación que supuestamente demostraba que, en vez de batir récords, lo que hace es montarse en la barca en cuanto se hace de noche y saltar de nuevo justo cuando va a llegar a su objetivo. Como siempre en estos programas no queda claro el papel que juegan los invitados. Si son burdamente engañados cuando confiadamente creían que les iban a hacer un homenaje y reciben todo tipo de puñaladas traperas. Podría ser que la estrategia de quien acude a estas torturas públicas sea de la opinión de que lo bueno e importante siempre es que hablen de uno, da igual que digan que eres un héroe que el mayor de los villanos. Curiosamente, a pesar de verse encerrados en supuestas trampas, ninguno de los invitados abandona el plató, porque lo tienen cogido por los huevos del contrato y no hay manera de irse sin que lo desplumen. En fin, la teletortura también existe. Por lo menos la salvan del horario infantil, que no es lo de menos.

Días contados

La repercusión del caso del futbolista Banega mandando una cana al aire a través de su ordenador habla bien clarito de la importancia que ha cobrado Internet como divulgador de contenidos y también de noticias, sobre todo si son tan especiales como la del exhibicionista jugador del Valencia. Pero es que el mismo día que su proeza saltaba como la pólvora por todos y cada uno de los espacios de televisión, Antena 3 probaba a adelantar en Internet el primer capítulo de Los hombres de Paco, con el resultado de que un millón de internautas fueron testigos de esta primicia. Yo creo que el experimento ha funcionado, ya que muchos de los que se interesaron por este capítulo son espectadores que hace tiempo que cambiaron el mando de la tele por el ratón de su ordenador. Digamos que la primacía de la televisión sobre Internet a la hora de concitar la atención tiene sus días contados. Estas mismas Navidades, sin ir más lejos, se ha producido un fenómeno mucho más espectacular que cualquier estreno televisivo. En centenares de miles de hogares han entrado pequeños artefactos: versiones portátiles de videoconsolas, que están haciendo el furor de pequeños y grandes. En ellas uno puede jugar al fútbol, al tenis, aprender inglés o engrasar los resortes de sus neuronas y acabar conociendo su edad mental. Los artilugios (Nintendos, Wiis, etc.) bajaron el precio porque su gran negocio está en la venta de los diferentes juegos. Una oferta que, poco a poco, se irá especializando hasta alcanzar todos las edades y aficiones. Tiene a su favor la interactividad y que el espectador se convierte en personaje activo. Claro, luego uno deja el juego y cuando toma el mando es como cuando en Cuéntame vemos los seiscientos. La tele se hace vieja a marchas agigantadas y con ella también los que aparecen en ella.

Levanta el culo

La credibilidad en los telediarios parece que pasa por que los presentadores den las noticias de pie. Se busca una comunicación más directa, como quien se encuentra con ellos por la calle y le sueltan: «Ya sabes lo del atentado en Irak, ¿no? «. Al estar de pie parece como que se están despidiendo todo el rato y meten una presión tremenda al espectador. Hay teorías que hablan de que los discursos de pie tienen más fuerza porque pillan al que escucha como más abajo y es aquí donde uno gana en credibilidad; vamos, que uno se cree todo, quiero decir. Hilario Pino y su nueva compañera, Marta Fernández, a la vez de largar de pie, lo que han hecho es retrasar el informativo a las 15 horas, que es lo que hace la mayoría. Una sabia decisión, pues a esas antes competían con Los Simpson . La repetición diaria de estos dibujos está dando unos frutos inimaginables a Antena 3. Hay capítulos que han sido repetidos más de doce veces con un éxito de audiencia incuestionable, para vergüenza, digo yo, de quienes se dedican a ese negocio. Quien haya visto todas las reposiciones del capítulo de ayer, en el que Hommer queda atrapado en la nieve con el señor Burns, conocerá los diálogos de memoria. Esto de toparte a diario con los capítulos de Los Simpson es como aquella sensación de la película Atrapado en el tiempo, donde un periodista encarnado por Bill Murray estaba condenado a despertarse el mismo día en que la marmota Phill debía pronosticar el fin del invierno. El éxito televisivo de Los Simpson es un guiño desesperado que los amantes de la tele lanzan a la espera de que venga algo novedoso. Quince años después de sus estreno esta serie de dibujos animados es una de las pocas revoluciones que el medio ha gestado. Aunque, bien pensado, después de mil años, hacerles levantar el culo a Matías Prats y compañía tampoco es moco de pavo.

http://es.youtube.com/watch?v=MR72lcPNv0k

Efecto mariposa

Aquello de que «cuando una mariposa mueve sus alas en Asia podría estar provocando un huracán en América» en televisión ocurre al revés. El huracán que supone la huelga de guionistas en América no termina de provocar catástrofes en el resto del mundo. Europa depende de la oferta audiovisual de América pero todavía nos llevan una temporada de adelanto y aquí nadie termina de verle las orejas al lobo. Pero no nos engañemos. No hay más que echar un vistazo a los éxitos televisivos para ver que en su mayoría vienen de ese lado del Atlántico. Las principales novedades tienen su origen en una industria que, aunque poco y mal, apuesta por sus guionistas. La huelga de los inventores de historias, de frases, de diálogos es un tema emocionante a nada que le analicemos sus posibilidades. ¿Se imaginan que la serie Friends tuviera que volver al lenguaje del cine mudo y que House transcurriera efectivamente sin más conflicto emocional que el planteado por las imágenes o que CSI sumergiera todo el suspense en el silencio o que la voracidad de los diálogos de Mujeres desesperadas se redujera al estilismo de sus trajes? ¡Menudo desastre! Pero ojo: podría ser la solución a esos programas basados en el cotilleo, en el hablar por hablar. Lo malo es que no sería el final para esos pelmas que siempre están largando mal de la gente tipo María Patiño, Jaime Peñafiel o Lidia Lozano, por poner sólo tres ejemplos. Gentes que no necesitan guionistas porque su incontinencia les basta para hacer 20 horas de TV en directo. De momento, el huracán de la huelga de guionistas en América ha provocado una suave brisa en nuestra televisión. Es posible que alguien se esté frotando las manos. Si las producciones americanas no llegan por aquí ya habrá gente diseñando una programación que ocupe 12 horas de fútbol y otras doce de chismorreos.

Efecto mariposa

Aquello de que «cuando una mariposa mueve sus alas en Asia podría estar provocando un huracán en América» en televisión ocurre al revés. El huracán que supone la huelga de guionistas en América no termina de provocar catástrofes en el resto del mundo. Europa depende de la oferta audiovisual de América pero todavía nos llevan una temporada de adelanto y aquí nadie termina de verle las orejas al lobo. Pero no nos engañemos. No hay más que echar un vistazo a los éxitos televisivos para ver que en su mayoría vienen de ese lado del Atlántico. Las principales novedades tienen su origen en una industria que, aunque poco y mal, apuesta por sus guionistas. La huelga de los inventores de historias, de frases, de diálogos es un tema emocionante a nada que le analicemos sus posibilidades. ¿Se imaginan que la serie Friends tuviera que volver al lenguaje del cine mudo y que House transcurriera efectivamente sin más conflicto emocional que el planteado por las imágenes o que CSI sumergiera todo el suspense en el silencio o que la voracidad de los diálogos de Mujeres desesperadas se redujera al estilismo de sus trajes? ¡Menudo desastre! Pero ojo: podría ser la solución a esos programas basados en el cotilleo, en el hablar por hablar. Lo malo es que no sería el final para esos pelmas que siempre están largando mal de la gente tipo María Patiño, Jaime Peñafiel o Lidia Lozano, por poner sólo tres ejemplos. Gentes que no necesitan guionistas porque su incontinencia les basta para hacer 20 horas de TV en directo. De momento, el huracán de la huelga de guionistas en América ha provocado una suave brisa en nuestra televisión. Es posible que alguien se esté frotando las manos. Si las producciones americanas no llegan por aquí ya habrá gente diseñando una programación que ocupe 12 horas de fútbol y otras doce de chismorreos.