Los anuncios de la tele pierden impacto

MUCHAS veces hemos hablado del peligro de dejar a los chavales a su suerte frente al televisor. Utilizarlo como un instrumento hipnotizador que atrape su atención y dejen a los adultos en paz. Está claro que no nos podemos fiar de las cadenas. Han demostrado demasiadas ocasiones que pasan de códigos éticos y normas de protección del horario infantil. Los chavales se enfrentan al fenómeno televisivo en soledad y muy pronto acaban descubriendo ante él sus gustos, de la misma manera que lo hacemos los adultos. Se educan en soledad. Y no es que todos los contenidos que se ponen en televisión sean agravios para los niños. No. Se trata de que se respete un mínimo con el cual los adultos no tengan que andar con el mando en la mano cambiando de canal cada vez que las cadenas decidan no respetar la ley y se pasen el horario por la entrepierna.

La nuevo polémica la tienen ahora con los derechos de la Fórmula 1. Los de Antena 3 los quieren, pero los de Telecinco les avisan que no es lícito que opten a ellos ahora que se van a fusionar con quien los vende. Ya ven que aquí en el negocio televisivo, la ética se saca a relucir más como una daga que como un ejemplo a seguir.

Y puestos a protestar por la autonomía de las cadenas, insistiremos una vez más en la responsabilidad que contraen al explotar su modelo con la expansión de la publicidad. En esta crisis, en lugar de ver recortada la publicidad resulta que según los últimos estudios se alargan los minutos que dedican a los anuncios y a la promoción. No es que saquen más dinero por ella, sino que la utilizan también para rellenar minutos de programación. La consecuencia es la saturación que provocan en la audiencia. El impacto por anuncio desciende. La tele pierde como soporte publicitario.

El cine americano arrasa en TV

CIRCULAN los datos de un informe que dicen que el 70% de las películas que se ponen en nuestra televisión son producciones estadounidenses. Y no hay más que ver los películas de la sección vecina para asegurarlo de 8 seis de EEUU y 2 españolas (por cierto una de estas es la enésima reposición de ¡Bienvenido Mister Marshall!). La tele apuesta a caballo ganador por la industria americana. Y parece una decisión práctica más que otra cosa. Los programadores se fían de lo malo conocido y repetido que lo esté por conocer. De este modo, el resto de la filmografía mundial nos pasa desapercibido a no ser que alguno de estos filmes les caiga la lotería en forma de premio de algún festival y de esta manera salten la barreras. Se diría que con esta política audiovisual los únicos que pueden autoafirmarse como profesionales del séptimo arte son los americanos. El resto sobreviven como amateur con el público de sus propios países. Y esto que ocurre con el cine pasa con las producciones televisivas. Quizás por eso las novedades no son tantas y la capacidad de Europa para innovar en el cine y en la televisión comience a ser una cuestión de pura casualidad. Las series que triunfan suelen ser una suerte de remaque de productos que ya hemos vistos anteriormente. Da igual que hablemos de Farmacia de Guardia, Los Serrano o Águila Roja. Lo cierto es que a la hora de programar cine en televisión la cosa es pura repetición. Este año Pretty Woman hizo su peor registro en horario de prime time. Y es que después de 15 reposiciones la gente opta por otras cosas. Pero lo que no se termina de entender es el miedo a probar con otras filmografías. Se da por universal la manera de contar historias de la televisión y el cine americano, es decir, se nos pone el sombrero de cowboy en lugar de ir probando entre las novedades de pamelas, bombines o simples boinas.

Esos chicos y chicas del tiempo

EN TVE es como si estuvieran adelantando a enero el fin de curso. Primero finaliza la inflada Águila Roja y hoy acaba Cuéntame con una promoción que insinúa que Mercedes no supera su cáncer. Ambos ejemplos cumplen con nota los objetivos de la cadena, que son ganar de calle a su competencia. El problema es que ninguno de los dos triunfarían de la misma manera si fueran interrumpidos un par de veces para emitir diez minutos de publicidad. Pero inflados hasta la saciedad están los espacios de El Tiempo: 10 minutos interminables que hay tras cada Telediario donde la mayor novedad es el tamaño de las nubes y la precisión de si se trata de cúmulos, serán cirros o vete tú a saber si no estaremos ante estratos. Llevamos dos años de pertinaz sequía moteada de tormentas puntuales y aquí nos hablan a diario con la complejidad de si todo fuera a cambiar de la noche a la mañana. Eso sí que tiene mérito. Ahora, tras su embarazo, ha vuelto , que dirige el equipo de El Tiempo. Y ya se nota su toque. Después de no destacar ningún fenómeno salvo una tormenta que posiblemente dejaría nieve en los Pirineos, ya nos quiso vender la moto. Habló de cambios para la próxima semana. Un vaticinio que nos deja con los dientes largos porque lo que muchos queremos oír a estas alturas del invierno es que nos va a caer una hermosa y comprometedora nevada. Estos espacios comienzan a parecerse a las profecías que anticipan catástrofes del fin del mundo, como ocurre con esa de los mayas que ponen de fecha el 21 de diciembre. Si algo demuestran estos hombres del tiempo es que de tele saben mucho: miren que bien se lo ha montado Mario Picazo con Climas extremos. Del tiempo no aprenderemos, pero el tío, con la excusa, se está recorriendo el mundo. A cambio, eso sí, sale su ducha en directo.

Jorge Javier y los mendigos

http://www.youtube.com/watch?v=SLWuiuMJV5oYA comienzan los vaticinios sobre la identidad del ganador de El conquistador del Fin del mundo. Un rumor que todos los años arranca y afortunadamente su resolución se congela hasta el final del programa. Ayer dieron comienzo los debates que moderará Iñaki López. Un papel en el que está creciendo y para el que le llegan las comparaciones con su homóloga Mercedes Milá en GH. Hay que trazar una línea entre ambos programas aunque los dos se basen en el formato de reality que ha echado raíces en nuestra televisión. En favor de El conquis, su arriesgada apuesta por la naturaleza que hace que el programa shttp://www.youtube.com/watch?v=BoHBq_rvXxgea más abierto y con más posibilidades a la improvisación. Quizás ese toque haga que sea seguido por espectadores que jamás perderían el tiempo con otros concursos similares. Pero es que en este rebelión de los formatos nos encontramos cosas curiosas. Ayer pasé de refilón por Sálvame. El moderador ya saben, qué fuerte, el que se llama Jorge Javier como un galán de culebrón, en su tono habitual entre lo fingidamente serio y la coña absoluta preguntaba por la figura de Manuel Fraga. Tomó la palabra Kiko Matamoros quien intentó un blablablá sobre la figura del ministro franquista del que salió como pudo. Luego se levantó y comenzó un baile que llaman el Chuminero y que le dedica a su compañera de primicias inventadas, la gritona Lydia Lozano. El baile patético tras las declaraciones sobre la vida de la figura histórica de Fraga en Sálvame es surrealismo televisivo que recuerda a la cena de los mendigos de Buñuel en Viridiana. No queda claro si el secreto de Jorge Javier a la hora de elegir y tratar a sus colaboradores es su peculiar olfato televisivo o simple crueldad. Y si el espectador se deja atrapar por lo que dicen o el espectáculo está en el pinopuente emocional que les exige el presentador.