Heidi, en Eibar

NO sabemos cómo reinventarán el barrio de San Genaro en la próxima edición de Cuéntame. Uno se hace una idea porque siempre estuvo bien recreado, pero no todas las series se atreven con los planos de exterior. Más tímidamente conocemos el barrio de Santa Justa como una zona residencial. En Santa Justa está ubicado el caserón donde, desde hace años, tienen sus cuitas y enamoramientos incestuosos la familia de los Serrano que, nadie se lo cree, pero dicen que la que viene será la última temporada. Eso sí, incorporarán para ello nuevos personajes. Ahora por cuestiones de rapidez y para simplificar la producción, a las series las dejan sin la personalidad que les imprimen las calles. Los personajes están aquí o allá, entran y salen, pero nunca van de paseo, ni los realizadores pueden mostrar un paisaje, o un personaje que se aleja. Ejemplo de esto sería Las chicas de oro que nadie se acuerda, ni falta que hacía, en qué ciudad vivían o, por poner otro más cercano: Mi querido Klikowsky . Se cita Eibar, sí, pero no hay planos que nos lo describan. Las acciones trancurren del bar a la oficina y de aquí a los hogares de los personajes principales. Y a los espectadores nos queda imaginar las transiciones. Normalmente detrás de esta decisión suele haber componentes donde se valoran los costes. Pero en muchas de estas series se echa de menos el marco de la ciudad donde trancurre la acción, sobre todo en aquellas en las que ésta aparece citada. Cuando uno visita Nueva York tiene en su memoria a fuego esquinas que ha visto mil veces por las series de televisión. Y si uno viaja por Sierra Morena se acuerda de aquellas escarpadas montañas donde cabalgaba Curro Jiménez. Puestos a elegir algún paraje televisivo donde vivir, me quedo con la cabaña del abuelo de Heidi. Y es que ya ven: ya no quedan paisajes como los de antes.

Simpson y Bea

LAS fiestas y el deporte le dieron a uno la oportunidad de perderse el soporífero recuento de Eurovisión. Esa cacofonía horripilante (Spain cho point ) que se repite cada mes de mayo y que a uno le ponen los pelos de punta. Aunque puestos a repetir los que no tienen ningún pudor son los de Antena 3 con Los Simpson. Esta serie va a batir todos los récords. Se repiten una y otra vez los capítulos y sólo cambian las voces. Al parecer, los dibujos no cobran derechos de autor pero sí lo hacen los actores de doblaje. Al personaje del señor Burns se le conocen 4 voces diferentes y a su amado Smithers ya he perdido la cuenta de cuántas veces le han cambiado la voz. Lo cierto es que, hable quien hable, le pongan la voz que le pongan, Los Simpson concitan día a día una atención que no consigue el resto de los programas que compiten con ellos. Este fenómeno televisivo que consiste en la repetición se sale de toda lógica. Los amantes de la serie conocemos las capítulos de memoria y hay gente que también anticipa los diálogos. Sin embargo, se sigue viendo. Estamos ante una contradictoria ceremonia televisiva, si en tiempos fue la lectura de La Biblia la que servía de refugio hay espectadores que encuentran en la revisión de Los Simpson un reconfortante rincón donde guarecerse y disfrutar.

Y hablando de repetición: Yo soy Bea. Poco a poco vamos viendo los milagros que el guión y la cosmética pueden hacerle a una chica fea. Este cuento del patito que todos los espectadores intuyen que acabará en tía buena y casándose con el hortera de Don Álvaro. Pues bien, dicen que la boda supondrá el abandono de la pareja de la serie pero no el fin de ésta. Está claro que en televisión las series o las mata la audiencia o no hay manera de que dejen de seguir alargando como si fueran churros. El caso es que no imiten a Los Simpson y comiencen a repetirla.

Regates en corto

Ver a los campeones de Liga pasear esa ridícula copa por Madrid tiene un punto ridículo. Como algunas flores, los triunfos deportivos tienen un espíritu tan efímero que pierden el sentido, la grandeza y los pétalos apenas los dejas reposar unas horas. Pero esa correría de los jugadores del Madrid con el copón hortera es una más de las ceremonias absurdas de este deporte que lo abarca todo porque se habla de él en todos los ámbitos de la vida, incluidas, como ven, las columnas de televisión. Publicaba ayer Efe unos datos reveladores sobre la relación que los ciudadanos mantenemos con este deporte. Señalaban que por aquí somos los más supersticiosos. Que antes de los partidos y mientras seguimos por televisión a nuestros equipos, el 69% de los espectadores ponemos en práctica ciertas rutinas con la certeza de que ayudarán a nuestro equipo en su victoria. Existe toda una ceremonia en esto de ver el fútbol que va desde la marca de cerveza hasta el cojín especial que uno puede estrujar en pleno partido. Pero todavía hay más. Un dato significativo que obligaría a Freud a replantearse muchas de sus teorías: siete de cada diez prefieren ver un partido de fútbol al sexo. Con la cantidad de partidos que se emiten por televisión se explicaría también algunas teorías que darían para tesis doctorales. Qué sé yo: la competencia del fútbol y la pornografía o la relación directa entre la emisión de los partidos y el descenso de la natalidad. Claro que tal y como andamos por aquí, entre los coitus interruptus arbitrales y la cantidad de gatillazos futboleros que nos da Osasuna, puede que en poco tiempo a la hora de los partidos, apaguemos la tele y recuperemos las ganas de jugar en terrenos más íntimos, practicando el cuerpo a cuerpo. Dejarnos de jugadas de estrategia y ejecutar con pasión los placajes o, si no hay ganas, en fin, los regates en corto.

Sardá en Coslada

EN la misma semana en que se ha destapado el caso de la corrupción en Coslada, TVE ya tiene pensado hacer una serie sobre el caso, como cuando el alcalde de Fago pero esta vez de manera casi inmediata. Los guionistas trabajarán en tiempo real con la Policía y la justicia. Se inaugura una nueva profesión que puede tener un futuro brillante. Que los guionistas abran líneas imaginarias de investigación es una manera de crear realidad. Basarse en unos hechos generales para luego mandar la historia por donde convenga. El caso de Coslada parece inaugurar para nuestra televisión el manido tema en la ficción americana. Esta celeridad a la hora de hincarle el diente a Coslada habla de la escasez de ideas que asuela al medio televisivo. Que se eche a temblar Telma Ortiz, que como se les encienda la bombilla a estos creativos en quince días lo mismo tenemos serie sobre la querella que ha presentado. A la hermana tímida de Letizia el tiro le ha salido mal y es una pena, pero también lo sería si le hubiera salido bien: la sentencia hubiera conseguido que todos los corruptos se crearan personajes con proyección pública para que nadie informara sobre ellos.

En el panorama televisivo falta también gente con tirón. Es posible que ésta sea la razón de la recuperación de Javier Sardá para la televisión. Si te lo cuentan y no lo ves Dutifrí es el sueño dorado de cualquiera: hacer de tu profesión un año sabático o, no lo tengo muy claro, viceversa. Se ha quitado toda la presión y aparece como poco entregado al juego de viajar por el mundo y, de paso, hacer un programa de televisión o, tampoco lo tengo claro, al revés. Dutifrí tiene alguno de los golpes de atrevimiento de Sardá pero dados con pereza y sin pegada. Uno no sabe si está ante un programa de viajes o lo que hace Sardá por el mundo son bromas en tiempo real, vamos, como los guionistas del caso Coslada.

‘Gente’ y despachos

COMENZÓ la nueva temporada de CQC , uno de los programas que más ha trabajado la información desde el lado gamberro de los acontecimientos. El espacio fue un verdadero chorro de aire puro en los difíciles años de los gobiernos de Aznar. El atrevimiento de aquellos reporteros se agradecía de puro necesario. Fueron momentos difíciles en los que el Partido Popular intentó, hasta casi conseguirlo, el control de la mayor parte de las cadenas de televisión, aunque algunas, Telecinco y EiTB, salieron. El cambio de presentador se presentaba como obligado después de que en la última temporada el programa perdiera en frescura recayendo todo el entusiasmo, no ya en el grupo de hombres de negro, sino en su presentador Manel Fuentes, quien poco le aportó a este formato. Quizás buscando en sus raíces, el primer programa de la temporada contó con la presencia de El Gran Wyoming, conductor del programa en su nacimiento allá por 1996 .

Y un poco antes de aquellas fechas nació Gente. Y estos días se habla del relevo de su directora Alicia Fernández Santolaya. Gente es un engendro imperdonable de TVE que revive lo más bajo del periodismo de sucesos. Al parecer puede tener sus días contados. La pena es que esta buena noticia venga como consecuencia de un cese profesional. Detrás está la guerra solapada entre los que apuestan por una programación hecha por gente de la casa y quienes apuestan por las productoras para ello. Y es una lástima que sean los intereses los que terminen haciendo la televisión. En vez de ser una apuesta de TVE por arrinconar esta mirada marginal de la realidad con la que nos obsequia a diario, resulta que todo se debe a que hay otros interesados y mejor situados para hacerlo. Hay programas que los hacen los profesionales, pero se deciden en los despachos.

El Papa y el fútbol

Hasta hoy los caminos del Señor eran inescrutables, pero resulta que aparecieron Buenafuente y el Follonero y le pusieron un poco de chispa. Esas imágenes de Benedicto XVI recogiendo como un presente la guitarra de juguete de Rodolfo Chikilicuatre darán la vuelta al mundo. Y es que hay que reconocerle a Jordi Evole, el Follonero, la osadía, pero mucho me temo que ese atrevimiento está más que calculado por ambas partes. Unos se anotan el tanto gracioso de llegar con el instrumento, con perdón, hasta Su Santidad y éste mismo se apunta al fenómeno mediático del personaje televisivo. Con las imágenes, Buenafuente mete una goleada a su competencia digna de estudio en las facultades de periodismo. Los que también tienen hechos los deberes son los de Cuatro con sus partidos de la Eurocopa, preparados para delicia de millones de aficionados y pesadumbre del resto. Ahora que las ligas y competiciones europeas llegaban a su fin, aparece esa sobredosis de fútbol internacional. Hay gente que ya está temblando. Lo cierto es que, salvo las tediosas pachangas veraniegas antes de cada temporada, el éxito del fútbol en televisión es algo que se puede comprobar cada vez que se retransmite un partido en el que se juegue algo. En tiempos de crisis el deporte rey fue capaz de convencer a una familia de comprar un televisor nuevo para estar bien preparados para el espectáculo del fútbol. Mientras los aficionados al fútbol descuentan las hojas del calendario para ver esos partidos estelares en Cuatro deberían ir pensando en devolverle el golpe Luciana a La Sexta. Regalarle a Su Santidad una bota o una camiseta firmada sonaría a copia, pero convencerlo para que acepte un puesto de comentarista en la cadena sería un puntazo. Se imaginan a Michael Robinson con el saludo: «¿Qué pasa, Benedicto?»

Repaso al humor

LA manera de hacer humor en televisión está estancada. Más que ir evolucionando, se diría que se recuperan maneras y géneros que estaban en el baúl de los recuerdos. Lo cierto es que hace treinta años lo que se estilaba eran los tíos que contaban chistes. Espectáculos de cámara y micrófono donde lo mismo parodiaban gangosos, leperos y maricones. Una década más tarde llegaron los dúos. Una fórmula que ofrecía más posibilidades para el espectáculo televisivo. Ejemplos como Martes y trece o Cruz y Raya, que hicieron del humor la vía principal de grandes programas con parodias, canciones, personajes cambiantes. Este género todavía persiste, pero está en franca decadencia. En la última década triunfaron los monólogos. Actores capaces de hilvanar parrafadas de media hora con las situaciones absurdas de la vida normal. Aquí El club de la comedia fue una auténtica cantera de nuevos cómicos. Y cuando pensábamos que el tema del humor iba a seguir esta vía algún tiempo: aparece José Luis Moreno con sus Escenas de matrimonio y arrasa. La fórmula se basa más en las comedias teatrales de los treinta y cuarenta, que de cualquier otra referencia. Esta coreografía coral de ofrecer humor en pequeñas píldoras diarias lleva mucho tiempo funcionando en Camera Café y ahora en La Sexta con La tira . Finalmente estaría el humor gris de productora. Una manera clónica de crear las escenas que se repite y repite porque ha demostrado que funciona. Esto hace que uno vea situaciones en Mi querido Klikowsky que parecen sacadas de Aída y viceversa. Quizás a esta manera mecánica de construcción de los guiones le esté llegando su hora y esto explique que el arranque de la nueva temporada de la serie de Txomín sea más de lo ya visto. Con acento vasco o madrileño, da la sensación de que esos gag ya los hemos visto en alguna parte.

Repaso al humor

LA manera de hacer humor en televisión está estancada. Más que ir evolucionando, se diría que se recuperan maneras y géneros que estaban en el baúl de los recuerdos. Lo cierto es que hace treinta años lo que se estilaba eran los tíos que contaban chistes. Espectáculos de cámara y micrófono donde lo mismo parodiaban gangosos, leperos y maricones. Una década más tarde llegaron los dúos. Una fórmula que ofrecía más posibilidades para el espectáculo televisivo. Ejemplos como Martes y trece o Cruz y Raya, que hicieron del humor la vía principal de grandes programas con parodias, canciones, personajes cambiantes. Este género todavía persiste, pero está en franca decadencia. En la última década triunfaron los monólogos. Actores capaces de hilvanar parrafadas de media hora con las situaciones absurdas de la vida normal. Aquí El club de la comedia fue una auténtica cantera de nuevos cómicos. Y cuando pensábamos que el tema del humor iba a seguir esta vía algún tiempo: aparece José Luis Moreno con sus Escenas de matrimonio y arrasa. La fórmula se basa más en las comedias teatrales de los treinta y cuarenta, que de cualquier otra referencia. Esta coreografía coral de ofrecer humor en pequeñas píldoras diarias lleva mucho tiempo funcionando en Camera Café y ahora en La Sexta con La tira . Finalmente estaría el humor gris de productora. Una manera clónica de crear las escenas que se repite y repite porque ha demostrado que funciona. Esto hace que uno vea situaciones en Mi querido Klikowsky que parecen sacadas de Aída y viceversa. Quizás a esta manera mecánica de construcción de los guiones le esté llegando su hora y esto explique que el arranque de la nueva temporada de la serie de Txomín sea más de lo ya visto. Con acento vasco o madrileño, da la sensación de que esos gag ya los hemos visto en alguna parte.

Cuentos chinos

Cuando se mira a los pueblos o a las ciudades desde la altura o se asoma a la ventana de un gran edificio, y se ven esos esqueletos de las antenas que resisten los envites de los vientos sin precipitarse al vacío, uno ve lo rudimentaria que es la tecnología televisiva actual. Dicen que el apagón analógico llegará en 2010. Vamos, que como nos descuidemos nos quedaremos a dos velas si no hemos instalado el TDT. Y a juzgar por el montón de antenas que todavía subsisten da la impresión de que al tema analógico tendrán que ampliarle los plazos. Prorrogar la tecnología de los hierros conectados con el hogar a través del cable. Y es que esto del apagón sí que es asunto curioso. Se modifica por decreto la manera de emitir imponiendo un sistema nuevo sobre otro antiguo que funciona y que el consumidor y las marcas de televisión no han pedido. Buscando precedentes, este cambio es similar al que se hizo con la corriente de 125 a 220 voltios. Algunos recordarán que a la mayoría de los aparatos había que ponerles un transformador para que la corriente no los fundiera. La realidad con todo es que por estos lares no llegan al 10% los hogares que se han adaptado a la tecnología TDT. Y de la misma manera que los espectadores no demuestran ninguna prisa por asumir el tema digital, tampoco las cadenas se están deslomando con sus programaciones digitales. Porque si bien es cierto que hay cadenas que han apostado fuerte por la programación y las infinitas posibilidades de interacción del espectador con la programación, también es cierto que otras apenas han desarrollado programas específicos y no han activado los sistemas de comunicación personales con los espectadores. Y hay cadenas que todavía no cuentan ni siquiera con la herramienta básica de la emisión en digital. Yo creo que la gente piensa que todo eso del apagón es un cuento chino.

Sí al documental

No sé si al rebufo del la novela de Pérez Reverte o por un alarde de exaltación, el caso es que este fin de samana se han producido varios espacios cuya temática giró sobre la rebelión del 2 y el 3 de mayo. Entre todos yo destacaría la producción Los héroes olvidados , dirigido por José Manuel Novoa. Como en la novela de Reverte, aquí también se analizan las verdaderas razones del levantamiento contra el francés invasor, a través de recreaciones del Madrid de la época donde los personajes principales toman vida. El documental permite este tipo de atrevimientos. Y quizás por eso, resulta muy extraño que nuestra televisión no tire más de él y deje de seguir utilizando todas esas imágenes mil veces repetidas de los archivos. La diferencia entre la utilización de las imágenes de archivo y el planteamiento ambicioso de crear unas nuevas que recojan el espíritu de lo que se quiere contar es abismal. Si la televisión tira por la creación de nuevos documentales, querrá decir que irá creciendo, porque se irán creando nuevas maneras de afrontar y resolver los retos del lenguaje de audiovisual. Mientras sigamos recuperando y repitiendo las mismas imágenes del pasado es como si siguiéramos viendo aquella única y miserable televisión en blanco y negro del franquismo. Novoa consigue crear protagonistas entre la chusma borbónica, rescatar el valor de los héroes madrileños frente a la brutalidad de las tropas francesas y, además, los espacios donde ocurrieron los acontecimientos de hace 200 años. Si esto es posible en un espacio que prácticamente ya desaparecido, por qué eso mismo no se puede hacer con otros más reconocibles. Añoro el día en que alguien sea capaz de hincarle el diente al manido tema de la transición sin recurrir a la cacofonía aberrante de: «Españoles. Franco ha muerto» que todo el mundo repite, repite y repite.