Txomín y Zapatero

Más que los concursantes aprendan técnica, lo que han conseguido en Fama ¡a bailar! es a que en cada conexión se ventile algo. Llevamos 112 días en los que su presentadora, Paula Vázquez, ha terminado por romperse las cuerdas vocales. Con esa lectura frenética la verdad es que se ha ganado el sueldo a pulso. Ha transmitido a la perfección eso de vivir al borde de la expulsión. A bailar, lo que se dice a bailar, no han aprendido mucho estos chicos. Salvo alguno que no sabía nada y ahora es capaz de dar un par de giros con cierta elegancia, no les va a salir el truco de convertir en cisnes a esos patitos. De los realizadores, mejor ya lo dejamos. Han conseguido el récord histórico de retransmitir miles de horas de baile sin que se vea una pirueta completa. La dinámica de este concurso hace que tenga un final y que lo aprovechen para meter de rondón Modelos 08. Esa transición la están haciendo tan bien que todo apunta a que en Cuatro vamos a encadenar concursos hasta que la audiencia huya aburrida con tanto secuestro televisivo.

Ayer desembarcó con todas sus naves la familia de Txomín de Eibar. Comenzó la nueva temporada de Mi querido Klikowsky y esto promete. Los actores y los guionistas han ido creciendo y se les nota ese poso que da la experiencia. Ayer les tocó pelearse con el tirón y el talante de Zapatero en ese intento desesperado de TVE de alargar las elecciones toda la legislatura. A este paso los siguientes en hacer una reality show van a ser los periodistas invitados al sube y baja de 59 segundos . Lo programaron en horario estelar. Entre las diez y las once de la noche se produjo el conocido minuto de oro, el momento en que el mayor número de espectadores miraban si al micrófono de Zapatero la habían dado viagra o se le bajaba como a todo el mundo.

Erquicia el breve

«HOY es martes; soy Pedro Erquicia; esto es Documentos TV y me jubilo». Algo así me espero de este donostiarra que hizo famosa su inquietante frase de despedida: «Un programa para espectadores como usted». Una expresión con la nunca sabe uno si le está alabando o, por el contrario, el hecho de ver sus documentales era una torpeza. Supongo que lo que Erquicia ha querido decir siempre fue que los espectadores de sus programas son especiales por su curiosidad y sus ganas de estar al día, pero el puñetero nunca lo ha dejado así de claro. Para los que hemos mamado la tele, Pedro Erquicía es como un tío cercano y barbudo. La voz de los acontecimiento serios de Informe semanal; el sonriente y hierático corresponsal en EEUU que sustituyó al gesticulante y afectado Jesús Hermida. Momento histórico en la televisión ya que se demostró que había vida después de los numeritos de su antecesor.

Este año la Academia de Televisión se ha cubierto en salud. Se ve que están hartos de las críticas que reciben por lo mala que es la retransmisión de la Gala Premios Anuales de Televisión. Este año para la décima edición que emitirá TVE a finales de junio han convocado a todos los académicos a un concurso urgente de ideas para el guión de la gala. Su plan es contratar como guionistas a quien presente la idea más brillante. Los que quieran participar en el concurso no tienen más que mandar un folio resumido a premios@academiatv.es antes del 30 de abril. Claro que, con estas prisas, lo que tienen que hacer es contratar a Erquicia para que se lo escriba: «hola soy Pedro Erquicia y esta es la gala de los premios de la Academia de Televisión y estos son los ganadores». La equivocación está en creer que hay algo más que decir. Maestro Erquicia háganos un último favor y escríbanos ese guión.

Sobera, tú vales

El mundo de la televisión es predecible y además se puede controlar. Hay un montón de aparatos y de personas que lo analizan a todas las horas, los 365 días del año. Quizás por eso hay certezas básicas que nadie logra explicar pero que funcionan y punto. Funcionan los concursos a todas horas, pero no hay nada como ellos a la hora tonta de las comidas. Quizás por eso y no por los encantos de su presentador, Jordi Hurtado, se mantenga después de varios años Saber y ganar como el programa de mayor tirón de la cadena. Una hora antes, Carlos Sobera da su magistral clase diaria de cómo concitar la atención sin saber exactamente cómo, ni por qué. Date el bote cosecha la atención de 1/4 parte de la audiencia con sus preguntas y respuestas y esa manera como despreocupada de hacer el ganso. El caso es que no hay manera de saber si los buenos números de estos concursos se deben a razones humanas o son una respuesta calculada a los formatos presentados. Carlos Sobera cae bien al espectador. Tiene crédito porque intenta sorprender incluso cuando se repite con sus parodias y sus galimatías en acento chino. También es cierto que es capaz de ser brillante, pero eso al parecer se descarta por la saturación laboral que le persigue y que acepta de buen gusto. Ahora ha fichado por TVE y parece que sustituirá enLa lista a Daniel Domenjó, que apenas posee el 13% de la audiencia. Veremos entonces si lo de este presentador es un activo contable o simple cuestión de suerte. Porque esto mismo le pasaba a Juan y Medio. Todo el mundo le reía las gracias hasta que un mal día llegó a los aeropuertos. Descubrió que la vida es dura, aburrida y que perder el avión no tiene ninguna gracia. Hay presentadores que viven del rebufo de sus programas, y programas que subsisten gracias a los presentadores. Sobera: demuestra lo que vales.

Motivo aparente

El título de la película que programó ayer TVE 1 era Sin razón aparente, una de esas en la que Samuel L. Jackson es policía de vuelta de todo pero hace un último esfuerzo deteniendo a un asesino en serie. Vamos, la misma película que viene haciendo últimamente. Me llamó la atención sobre todo por el título, que más bien se correspondía con la presencia estelar y sin razón aparente del especial de 59 segundos, que ayer tenía como protagonista a Esperanza Aguirre. Al parecer, los programadores de televisión se han propuesto estirar hasta el infinito las campañas electorales. Que en vez de ser cada cuatro años duren y duren como les pasa a algunas pilas y a casi todos los políticos. Ayer, TVE seguía en campaña pero, después de dos meses, mi interés televisivo estaba en la resolución de El conquistador del fin del mundo. Un programa que ha conseguido convertirse en un clásico de los concursos televisivos. El mérito de esto además está en que, de momento, lo ha conseguido sin recurrir al exhibicionismo de sus concursantes. Y es que tiene mucho mérito los resultados de este concurso aventura programado en la dura noche de los lunes, donde lleva reinando CSI y donde el resto echa toda la carne en el asador: Antena 3 con Al pie de la letra y La Familia Mata y Cuatro con Tienes talento. Está claro que las cadenas necesitan comenzar la semana en la mejor de las posiciones. Aunque es posible que en la noche de los lunes de futuras ediciones, el final de la competición de El conquistador del fin del mundo, además de soportar las gélidas aguas del canal de Beagle, tengan que entrevistar en plena tiritona y sin motivo aparente a la Esperanza Aguirre de turno antes de proclamarse ganadores del concurso. En fin, mejor me callo que el micrófono-columna que me dejan no cuenta segundos pero se baja hasta abajo y no se oye nada

Puñado de euros

AHORA que Patricia Gaztañaga lo deja, resulta que, a su modo, le toma el relevo Emma García con la dichosa máquina de la verdad en El juego de tu vida. Producido por Boomerang, que es la misma productora, esto ya no es casualidad, que hace El Diario de Patricia. El juego de tu vida es la adaptación de un programa de la Fox que para los amantes de la filología inglesa se titula Nothing but the truth, un concurso basado en la técnica del polígrafo, pero ésta vez aplicada a personas anónimas.

Uno es libre de destrozar su vida cuando quiera, quebrar su reputación en mil pedazos o comprometer a toda su familia por un puñado de euros. Tiene que haber mucha desesperación para que alguien decida echar su currículum a un programa en el que te pueden sacar ante millones de personas la tara mejor guardada que uno lleve dentro. Pero de la misma manera que un concursante puede salir dañado como ciudadano, un profesional de la información tambien queda marcado cuando presenta este tipo de programas que hurgan, sin informar, en lo más íntimo de las presonas. Una vez puesto en evidencia moral un hombre es muy poco y el espectáculo que salga de aquí sólo puede ser pura crueldad. Este tipo de programas hablan muy claro del escaso interés de Telecinco en dignificar su programación y de cómo es capaz de incorporar cualquier formato que le asegure seguir en la palestra. No hace mucho que al director de deportes le pillaban hablando del daño para los informativos que hacían programas como Aquí hay tomate. Si uno echa un vistazo por la programación de esa cadena podría sacar la conclusión contraria. Son los informativos los que desprestigian la especialización de Telecinco en telebasura. Que cierren pronto este espacio. Por el bien de las personas anónimas desesperadas y, claro, por Emma García.

Tienes un amigo

HAY algo en Trancas y Barrancas que no cuaja. Me refiero a ese par de hormigas curiosas que acompañan a Pablo Motos en El hormiguero. Estos personajes se han quedado estancados. Pasados unos meses apenas aportan humor y sus golpes bajos llegan tarde. Frenan el ritmo de Motos. Lo que fue innovación y apoyo en los primeros programas, ahora es puro lastre que frena el ritmo frenético de este presentador. Porque Motos ya ha dejado de imitar a Buenafuente y se adentra en su propio estilo. Y hablando de estilo Buenafuente : Iñaki Urrutia lo intenta, pero le pierden las prisas. Necesita un poco de temple en las presentaciones y dejar que las risas que se oigan sean las del público. Claro que la de ayer fue una noche de humor contenido. De nuevo el fútbol hizo una contraprogramación de las suyas. Una final de fútbol, por muy sosa que sea, siempre concita récord de audiencia. Y eso que la programación no fue cualquier cosa. La versión peliculera de El Internado hizo que los que no siguiéramos mucho la serie nos ahorráramos varios capítulos de la temporada pasada y podamos seguir zapeando los miércoles por ella. Y digo zapeando como quien hojea un libro porque está claro que, quien decida ver a esas horas una serie, sabe que soportará una cuarta parte del tiempo en anuncios. Aunque la verdad es que, de vez en cuando, aquí están los grandes tesoros de la televisión. El spot del desodorante Axe, antisurtidores de sudor y el de Movistar y tus amigos son dos pequeñas joyas que unir a la sorprendente reunión de frikis de la nueva TV de Euskaltel; anuncios tan divertidos que no los pasé de largo al repasar la grabación de Euskadi Comanche o Mujeres desesperadas por ver el dichoso Getafe-Valencia. Y es que hay manías insuperables. El fútbol es mucho fútbol a pesar todos esos que lo babosean a todas horas y en casi todas las cadenas.

A ser millonarios

Cuando se produce una noticia como la de la muerte de Juan Ramón Sánchez Guinot, conocido por su papel de Chema, el panadero de Barrio Sésamo , se corre el peligro de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y en efecto en este caso así es. Para empezar porque aquellas producciones infantiles tenían el mérito de lo exclusivo. Para algunos pecaban de tiernas. Podían gustar más o menos, pero intentaban objetivos imprescindibles para los programas infantiles. Junto con su mujer Chelo Vivares, que daba vida al erizo Espinete, Don Pimpón y los niños bailarines, eran capaces lo mismo de recitar poesías, contar chistes que hacer musicales. Su experiencia de más de cinco años marcó a toda una generación. Prueba de que la imaginación no abunda es que un programa infantil tan ambicioso no se ha vuelto a repetir. Hoy las nuevas tendencias dicen que el mejor consumidor de los programas para mayores son los niños así que: ¿para qué se van a molestar en hacer programación infantil? A los niños se les pone a diario a prueba y resisten sin mayores problemas los programas que asegurarán para el mañana dóciles espectadores. En el antiguo horario infantil consumen a diario dosis de escaqueo, cinismo y tacos en Cámera Café , historias irrepetibles en El diario de Patricia , de Gente todo aquello que nunca deberían hacer. Cuando uno recuerda la declaración de intenciones de Barrio Sésamo con Chema y su mandil cantándonos una canción uno se enternece. Aquel programa los niños de hoy lo aparcarían a las primeras de cambio en busca de contenidos más excitantes. Así que dejémonos de sentimentalismos y pasemos página. Ya que no nos dejan elección, quizás la mejor manera de ir preparando a los niños para su futuro sea la de plantearles todas las tardes la pregunta de Sobera ¿Quién quiere ser millonario? y dejarse de sentimentalismos.

http://www.youtube.com/watch?v=uqQPhuav9AA

Hienas del corazón

Hace un par de semanas que se acabó El ventilador, un programa que se explicaba en la metáfora de su propio nombre. Poner en funcionamiento el artilugio del viento para que el olor apestoso de lo que se hablaba fluyera por el escenario hasta el televisor y, desde ahí, hasta todos los hogares. La programación actual todavía conserva otro espacio que le iguala en lo apestoso y en la franqueza del título. Se llama: ¿Dónde estás corazón? Se trata de presuntos periodistas que se reúnen en torno a una víctima. El trance es como el que les aguarda a las gacelas heridas en los documentales: una serie de ataques implacables de los predadores acabarán con cualquier resistencia que oponga. El programa es despiadado. El moderador conoce lo que han pagado a la víctima y deja hacer las preguntas más despiadadas a sus colegas. No queda claro si el festín de ¿Dónde estás corazón? es para los que hacen el programa o para la audiencia. Lo cierto es que los planos que recogían la actitud del público que estaba viendo en directo el programa contra Pajares no podían ser más ilustrativos. Sus caras eran de bochorno. Testigos más o menos involuntarios de un abuso. El tiempo dirá hasta qué punto estos miserables acabarán siendo juzgados o los estudiarán en las facultades de periodismo. Quien fuera testigo del terrible ataque de estas hienas mediáticas hacia este humorista en horas bajas, sin que le diera asco o se le revolvieran las entrañas, es que ya ha superado el objetivo. Jamás la televisión había caído tan bajo. Estos Patiños y Cantizanos demostraron que son capaces de dilapidar verbalmente a cualquiera que les pongan a mano. El problema es que el público les siga riendo sus gracias. La tele ha demostrado su maldad: ahora conviene que los espectadores digamos la última palabra y saquemos a estos carroñeros para siempre de nuestras pantallas.

Pez en el agua

El quinto aniversario del asesinato de José Couso apareció como una patata caliente que se pasan de mano en mano. No están claras las posibilidades que hay de que algún tribunal acabe sentando a los asesinos del cámara, si el tema quedará atrapado como una más de las injusticias justificadas por el estado de excepción. Lo cierto es que los disparos que salieron del fuego amigo del tanque fueron una advertencia macabra a todos los que nos encontrábamos al otro lado. En la retaguardia de nuestras casas pudimos ver el sacrificio inútil de un trabajador por el capricho de unos asesinos camuflados en traje militar. Ni cinco, ni diez, ni cien años: como ciudadanos y espectadores deberíamos seguir pidiendo explicaciones hasta que los ocupantes del tanque acaben pagando por este crimen gratuito.

Y ya puestos a hablar de gratuidad, la que derrochaba Jesús Vázquez en los comentarios del último casting de OT . El concurso ha hecho que veamos como normales esos momentos en los que se presenta un chico con ilusiones y, de golpe, queda convertido en un personaje popular. La televisión es esa fábrica incansable de famosos que pronto dejarán de serlo. La prueba es que de las sucesivas ediciones del programa apenas unos pocos permanecen. El resto de los concursantes volvió a la rutina de sus oficios. Por más triunfitos que sigan apareciendo, el mercado musical es una mezcla entre jungla y mafia. Además de cantar como los ángeles, estos candidatos a futuros cantantes tendrán que superar pegas impuestas por quienes quieren seguir siendo los que manejan el cotarro de la música. Cuando los vemos tenemos la sensación de que ya hemos vivido esos momentos de emoción extrema que separan el triunfo del fracaso. Y la verdad es que Jesús Vázquez se mueve en ellos como pez en el agua.

Imagen sin danza

La historia de la televisión ha despreciado sistemáticamente la danza. Los bailarines a lo más que llegaron fue a azafatas de Un dos tres , aunque normalmente era al revés: que las presentadoras aprendían tres o cuatro pasos de baile para copiar cualquier coreografía de Broadway. Pero llega Fama ¡A bailar! y todo cambia. Por fin los bailarines pueden demostrar que la tele siempre estuvo equivocada; que la danza cautiva a los espectadores tanto o más que el juego, el amor, o los cotilleos. El problema es que la realización de Fama ¡A bailar! no está a la altura de la danza ni de estas nuevas circunstancias. Cuando muestran las piezas, cuando los bailarines comienzan esa competición frenética en la que se juegan su continuidad en el concurso, vemos que las imágenes más que destacarlos los machacan. Las cámaras se acercan y se alejan de ellos sin criterio, como si lo que primaria fuera sacarlos desenfocados, dejando fuera de plano las piruetas. Es una pena que el programa renuncie a la fuerza que la danza puede aportar al lenjuaje de la televisión. No aciertan en Cuatro cuando resuelven la realización poniendo a bailar a las cámaras cuando lo que tienen que hacer es encuadrar y reforzar los movimientos. Nietos de loszoom de Valereio Lazarov, los responsables de la imagen en Fama hacen que cada coreografía sea un fiasco; donde, más que potenciar el baile, se le oculte con premeditación y alevosía. Ahora que la TV había dignificado el papel de los bailarines hasta convertirlos en estrellas, después de 50 años de tratarlos como a piezas del decorado, va y los graban tan mal que es como hacerles lo mismo: dejarlos en un segundo plano. Llegan los momentos decisivos del concurso. Están a tiempo: que cuiden esa realización para que el espectador sea testigo del resultado impresionante de fusionar en igualdad la imagen y la danza.