Los lunes al sol

La llegada de ¡Mira quién baila! supuso una pequeña revolución dentro del declive general de TVE. Se veía claramente su apuesta por la tele espectáculo, recurriendo a todo tipo de personajes de paja que fueran capaces de bailar al son que les marcaba el reconocimiento público y la pasta. Con este tipo de programas, la tele pública decana de este país abandonaba la posibilidad de que pasáramos los lunes al sol de una programación que apostara por la cultura. En vez de inteligencia un, dos, tres, mambo, en lugar de calidad, cinco y seis chachachá, en vez de novedad ocho y nueve pasos de rap. Ayer cumplieron 100 programas y no les felicitamos abiertamente porque hay detalles muy chungos, como aquél de que emplearan parte de su futura deuda y del dinero público para la nieta del dictador.

Los que sí apuestan por poner un poco de sol y de lumbre en la noche de los lunes son los de ETB 2. Detrás de Mi querido Klikowsky , esa comedia que tiene momentos a la altura de Los Simpson , han ubicado el calor del debate atrevido de Políticamente incorrecto con Estíbaliz Ruiz de Azúa. Claro que la noche de los lunes no es la más indicada para trasnochar mucho. Los que seguimos estos debates sabemos por experiencia que si te dejas llevar hasta el fragor final de las discusiones, te dan las mil y eso es una faena a nada que el espectador tenga que madrugar. Por una u otra razón los programas interesantes, esos a los que los espectadores se acercan con la seguridad de que encontrarán momentos de buena televisión, como pueden ser también qué sé yo: Buenafuente o Noche Hache , ésos, los guardan para el final. No queda claro si porque consideran que en horario estelar fracasarían o todo lo contrario. El caso es que no estaría mal un poco de sol y de inteligencia en la programación ahora que nos llega el invierno.

Joyas o anuncios

Están a punto de llegar esos anuncios, más que dulces, empalagosos, de la Navidad que tienen estilo y entidad propios. El resto del año los anuncios se constituyen en ocasiones en los mejores momentos de la televisión. Breves piezas de imágenes envolventes unas veces y rompedoras otras. Pequeños cortometrajes con mensajes comerciales y excepcionalmente con otros mensajes más universales que te transportan a reflexiones más profundas. Anuncios con eslóganes tan básicos como ¿te gusta conducir?, que se pasan sin saber nunca qué marca es la que hace el anuncio. Ahora el más cañero es el del Seat Ibiza y la canción de Shakira Catch the fever. En realidad, uno no sabe si el entusiasmo con el que cantan los personajes la canción se debe al coche o a la cantante. La fuerza expresiva de todos los que conducen el coche mientras cantan y se contonean hace de este anuncio una pieza positiva que da gusto ver. De alguna manera los espectadores nos identificamos con él, porque capta el momento indiscreto que se produce en el pequeño universo que cada uno tenemos en nuestro coche. Esa manera en la que vocalizan indicaría que quienes compran ese coche saben muchos idiomas; o dan el pego, que es lo que nos ocurre a la mayoría cuando tarareamos las canciones en inglés. Y es que los anuncios de televisión nos acompañan desde nuestra más tierna infancia y forman parte de nuestra culturilla como cualquier canción de temporada. Hay frases que forman parte de nuestra manera de ver la (chispa) vida; canciones como la del Colacao que a algunos, en fin, nos hacen coetáneos de la época colonial. Mientras algunos aprovechan los anuncios para cambiar de canal, a otros muchos nos da por seguir la tanda interminable de mensajes repetitivos para ver si descubrimos alguna pepita de oro que nos compense de tanta basurilla.

Joyas o anuncios

Están a punto de llegar esos anuncios, más que dulces, empalagosos, de la Navidad que tienen estilo y entidad propios. El resto del año los anuncios se constituyen en ocasiones en los mejores momentos de la televisión. Breves piezas de imágenes envolventes unas veces y rompedoras otras. Pequeños cortometrajes con mensajes comerciales y excepcionalmente con otros mensajes más universales que te transportan a reflexiones más profundas. Anuncios con eslóganes tan básicos como ¿te gusta conducir?, que se pasan sin saber nunca qué marca es la que hace el anuncio. Ahora el más cañero es el del Seat Ibiza y la canción de Shakira Catch the fever. En realidad, uno no sabe si el entusiasmo con el que cantan los personajes la canción se debe al coche o a la cantante. La fuerza expresiva de todos los que conducen el coche mientras cantan y se contonean hace de este anuncio una pieza positiva que da gusto ver. De alguna manera los espectadores nos identificamos con él, porque capta el momento indiscreto que se produce en el pequeño universo que cada uno tenemos en nuestro coche. Esa manera en la que vocalizan indicaría que quienes compran ese coche saben muchos idiomas; o dan el pego, que es lo que nos ocurre a la mayoría cuando tarareamos las canciones en inglés. Y es que los anuncios de televisión nos acompañan desde nuestra más tierna infancia y forman parte de nuestra culturilla como cualquier canción de temporada. Hay frases que forman parte de nuestra manera de ver la (chispa) vida; canciones como la del Colacao que a algunos, en fin, nos hacen coetáneos de la época colonial. Mientras algunos aprovechan los anuncios para cambiar de canal, a otros muchos nos da por seguir la tanda interminable de mensajes repetitivos para ver si descubrimos alguna pepita de oro que nos compense de tanta basurilla.

Agresión o cultura

No estoy de acuerdo con la frase de que una imagen valga más que mil palabras. De hecho la mayoría de las imágenes que recibimos al cabo del día no valen nada. Para muestra la agresión sufrida por una niña en el metro de Barcelona y que al agresor lo mandaran de rositas a su casa. Entonces a uno no le queda más que pensar que va a ser cierto que la justicia es ciega, ciega y sorda. La imagen del joven pegando a la niña y la de los pasajeros mirando la escena como si no fuera con ellos la cosa son estremecedoras. Aumenta la tesis de que los ciudadanos vivimos la realidad como si nos la retransmitieran por la tele. Estamos creando una sociedad capaz de asistir como testigos a los crímenes más atroces sin pensar que el asunto nos compete también a nosotros. Si hubieran podido, los pasajeros del vagón hubieran echado mano del mando para subir el volumen de la escena y no perderse detalle, pero, mala suerte, la pantalla de la realidad no ofrece de momento esas tecnologías. La agresión ha dado la vuelta al mundo a través de TV e Internet y la orden de detención ha tardado varios días. En fin, va a ser cierto que la justicia tiene esa venda atada que les cubre los ojos y que no les deja ver la injusticia y que no oye nada por los auriculares de MP4. </p><p> Al que hay que hacer justicia es a Forum, de David Barbero en ETB 2, capaz de traernos de par de mañana propuestas culturales que nos hagan subir un poco nuestro nivel cultural y, de paso, que crezca también la sensibilidad social que la emisión violenta parece habernos quitado. El problema es que o lo grabas, y a esas hora no apetece mucho, o te pones a ver la entrevista que le hizo a Javier Marías que ayer fue a hablar de su libro Veneno, sombra y adiós. Mi hija y yo llegamos tarde al cole. A ver, Barbero: ¿Cómo le justifico a la andereño que la culpa de la falta la tiene la cultura y no la tele?

Pon otra sonrisa

Afirma Rodríguez Zapatero que todo está permitido si se dice con una sonrisa. Ése es más o menos el eslogan de la próxima campaña del PSOE y resulta que coincide con una de las verdades asumidas por los que hacen televisión. La sonrisa es el escudo de los presentadores para camuflar su estado de ánimo. La sonrisa también es la respuesta de los entrevistados que quieren convencer y también de los que acaban de recibir una pregunta como un puñetazo. La rueda de prensa de Hamilton y Alonso previa a los entrenamientos se resolvió, cómo no, entre sonrisas aunque el mundo, al otro lado de la pantalla, era consciente de que eran falsas. Tan falsas como suelen ser estas competiciones de motor donde venden tecnología punta y luego acaban bajándose del coche para empujar y meterlo de nuevo en el circuito. Todavía resuenan en la memoria colectiva aquellos gritos desesperados que le profería a Sainz «arráncalo Carlos, por Dios, arráncalo» su copiloto, Luis Moya, cuando misteriosamente su coche se paró a cien metros de la llegada. Y es que una cosa es el deporte y otra echar carreras con bólidos capaces de consumir un depósito de un acelerón. Lo que queda claro es que la resolución en horario vespertino del mundial de Fórmula 1 va a poner en jaque a todas las cadenas, incluidas las que basan todo su negocio en vender fútbol los domingos por la tarde. Estamos a una carrera de las sonrisas y también de las lágrimas y eso, televisivamente hablando, es oro molido. Vamos, que no tiene rival en la programación que pueda hacerle sombra. Asistiremos a uno de esos picos de audiencia del año con el que todas las cadenas sueñan. ¿Se imaginan a los Telecinco si a eso de las seis de la tarde se les estropea la señal por satélite del premio de Brasil? Ojo con los mosqueos que yo, como Zapatero, la pregunta la hago con la mejor de mis sonrisas.

¡Qué desperdicio!

No sean malpensados: la pelea entre Sogecable y La Sexta por los partidos se justifica porque ambos sueñan con hacer felices a sus espectadores. Nada que ver con el egoísmo, más bien es que ambos quieren cumplir con la ley de interés público. A día de hoy, la guerra del fútbol continúa, aunque las batallas iniciales han dejado paso a otras peleas de trincheras que son más efectivas y la imagen apenas sale dañada. Los que planifican la tele no se creen que haya espectadores que se acercan a ella con cierto afán de conocimiento. En los confines de la noche de los viernes hay un programa concurso titulado ¡Qué desperdicio! , conducido por una resolutiva y simpática Raquel Sánchez Silva. Digo concurso porque al final pagan a los participantes la parte que ellos se ahorrarían en dos meses si modificaran su pautas de recogida y selección de basura. La dinámica es la siguiente: vienen los de Cuatro, echan un vistazo al cubo de la basura, hacen una valoración del contenido y dan un diagnóstico: «Si todos recicláramos como vosotros» -dice con tono severo Raquel- «necesitaríamos 7 planetas como la Tierra para mantenernos». Claro, a los concursantes se les queda cara de delincuentes medioambientales y se ponen manos a la obra: el cartón a un lado, las pilas y la materia orgánica a otro, en fin, qué les voy a decir que ustedes no practiquen ya. Pues mano de santo. En una semana vuelve Raquel y les dice: «Ahora ya sólo necesitamos tres planetas como la Tierra para mantenernos» y se ponen muy contentos por el avance y porque les hacen entrega de un cubo de basura con multidepósitos y lleno de billetes de 10 euros. El programa me cae simpático y hasta me dan ganas de mandar una sugerencia: que vayan los de ¡Qué desperdicio! y que nos digan: ¿cuántos planetas hacen falta para asumir la basura que sale por el cubo de nuestra televisión?

Gris Pirulí


La competición por la audiencia tiene un punto similar a la que se produce en el deporte. Por un lado, las grandes cadenas con todo su potencial de fichajes juegan siempre a ganar y si pueden por goleada. Pero, de vez en cuando, se les cuela algún pequeño o mediano, que tiene la habilidad suficiente como para competir contra su enorme presupuesto y ganarle. Eso hizo anoche por ejemplo ETB 2 con La noche de… con los comentarios de Félix Linares primero y con el filme Ned Nelly, comienza la leyenda que lidera la clasificación con un 18,2%. Y es que la liga televisiva es una competición más dura que la del fútbol o la Fórmula 1. Primero, porque es permanente y lo que vale para un minuto no sirve para el siguiente y, segundo, porque en la tele el que gana no siempre es la mejor programación. Miren si no Escenas matrimonio, que día a día consigue, no sé cómo llamarlo: un minuto de gracia en el que barre, un lapsus en el subconsciente en el que capta la atención de los espectadores o una filtración a través de las antenas que le permite entrar al mayor número de hogares. Y hablando de antenas, la más espectacular y conocida de nuestra televisión es el edificio monolito madrileño del Pirulí, que ahora cumple 25 años y que se construyera con el fin de que los mundiales de fútbol de 1982 no fueran el hazmerreír a los ojos del mundo. La nueva tecnología de este falo gigante y puntiagudo sirvió para que buena parte de la gente se hiciera con una televisión a color. Hoy desde esa torre se difunde las señal de radio y TV para 34 programas de televisión, 14 de radio FM, 18 de radio digital además de servir de soporte para otros servicios de telecomunicaciones. Las bodas de plata del Pirulí es la mitad de la historia de nuestra televisión. Vamos, que la mitad fue a blanco y negro y, la otra mitad, a color, sí, pero bastante gris.

Sueño americano

Mientras el gusano de Bea está haciendo avances hacia convertirse en una crisálida esplendorosa, en la mariposa más bella del lugar, desde la productora de Yo soy Bea nos llegan noticias tranquilizadoras que intuyen el final de la serie: las actrices que la acompañan comienzan a abandonar el barco, señal inequívoca de que éste por fin se hunde. Largarse a Camera Café, eso es lo que va a hacer la actriz Ana Milán, que, para quien no la conozca, encarnaba con solvencia y desparpajo el personaje de Sandra. Aunque seguramente no lograré dar una explicación que les sirva, lo voy a intentar. Se trata del increíble personaje de chica pija que acaba camuflada en chica de la limpieza de la revista de la que es accionista principal, tal es el espíritu que ilustra Yo soy Bea . El personaje de Sandra es ilustrativo de las putadas, con perdón, que los guionistas son capaces de practicarle a un personaje; moldeándolo a su antojo fuera de cualquier límite físico y psicológico razonables. Para empezar, a esta chica le pusieron de mote La Transformer por su afición a las operaciones de cirugía estética. Un buen día a los guionistas les pidieron que había que meterla a trabajar dentro de la revista, que es donde pasan todas las cosas interesantes de esta serie. Claro, allí estaban sus hermanos, que no podían reconocerla y tuvieron que cambiarle totalmente la cara. No hay problema, pensaron los guionistas, esto se resuelve con un patinazo en la ducha, un golpe violento que le destroce la cara. Nada difícil de digerir precisamente cuando la audiencia tenía asimilados los pasos de Cambio radical , aquella casa de los horrores que dirigía Teresa Viejo. A lo que íbamos: Sandra pasó a ser Sonsoles Prieto y, camuflada en señora de la limpieza con fregona, controla a sus pérfidos hermanos. ¡Estos guionistas! Menudo revolcón al sueño americano.

Inescrutable tv

SI algo bueno tiene La 2 de TVE es que se puede permitir el lujo de mantener programas que viven ajenos totalmente a sus resultados de audiencia. Agrosfera, que cumple ahora 510 programas en sus 10 años, es uno de ellos. Esta apuesta aparentemente inofensiva es uno de los únicos escaparates que muestran que el mundo rural existe. Unas veces vemos su problemática y otras nos enseña tipos de vida poco convencionales, que chocan con las sociedades urbanas actuales en las que se basan los programas de televisión. Si no fuera por programas como Agrosfera, el campo sería un concepto alejado y desconocido para la gran mayoría de los espectadores. Los reportajes y personajes en los que se basan este programa de la mañana de los sábados hablan de vidas alternativas, de respeto a la naturaleza, de amor por la grandeza del mundo rural. Conceptos todos que harían partirse de risa a los ejecutivos actuales que ven la tele como un laboratorio donde mezclar fórmulas artificiales de éxito y que ejercen su trabajo con la solvencia de quien se escuda en la feroz competencia antes que como una escenario de sueños. Esta misma competencia será la que ha llevado a TVE a practicar la segunda parte del dicho: quien da primero, da dos veces. Dos veces seguidas dieron la serie Desaparecida. El miércoles, día de su estreno, y la repitieron al día siguiente intentando coger el rebufo de Cuéntame. Decidieron que si el día anterior la montaña no fue a Mahoma, había que llevar como fuera a Mahoma hasta el pico de audiencia que la familia Alcántara ha conseguido después de varios años. Claro que también los hay que ejercen la competencia fratricida, o si no que alguien explique por qué a ETB 1 y a ETB 2 se les ocurre hoy programar Pilotari y Héroes a la misma hora. Va a ser verdad que los caminos de la tv son realmente inescrutables.

Debates de interés


Que Políticamente incorrecto cumpla su octava temporada en la programación de ETB 2 demuestra que, en televisión, el debate puede convertirse en material interesante que, además, despierte el interés del espectador, que es de lo que se trata. A esta conclusión llegaron más tarde en TVE con 59 segundos , que se ha convertido en una de las pocas novedades de la presumible renovación total que los socialistas habían pensado para su televisión pública, y últimamente Antena 3, con su balbuceante 360 grados , de Roberto Arce. Pero volviendo a Políticamente incorrecto nos encontramos que la gran aportación, además del planteamiento atrevido de temas de actualidad, es la representación de los invitados, que abarca un abanico de puntos de vista que no se ve en otras cadenas de televisión. En contra de lo que muchos venden como televisión al servicio de una determinada ideología,Políticamente incorrecto asume una responsabilidad semanal de honestidad a la hora de hincarle el diente a los temas más significativos. Buena parte del mérito lo tiene su presentadora. Estíbaliz Ruiz de Azúa ha conseguido un convincente estilo propio, aunque, también hay que decirlo, basado en una seriedad excesiva que alguien debería moderar un poco, porque la importancia de los debates desde luego no reside en la seriedad con la que se planteen las cuestiones. La programación de los miércoles se enriquece con este espacio que ya es un clásico y un referente en la generación de opinión pública; que sobrevive en el difícil mundo de las audiencias millonarias. Ayer desde los informativos de Antena 3 se jactaban de que 6 millones habían visto el partido de la Champions League . Bien mirado, eso representa a uno de cada ocho, es decir, 35 millones estaban en otros menesteres: hablando con sus amigos, leyendo un libro, viendo una película…