Sueño americano

Mientras el gusano de Bea está haciendo avances hacia convertirse en una crisálida esplendorosa, en la mariposa más bella del lugar, desde la productora de Yo soy Bea nos llegan noticias tranquilizadoras que intuyen el final de la serie: las actrices que la acompañan comienzan a abandonar el barco, señal inequívoca de que éste por fin se hunde. Largarse a Camera Café, eso es lo que va a hacer la actriz Ana Milán, que, para quien no la conozca, encarnaba con solvencia y desparpajo el personaje de Sandra. Aunque seguramente no lograré dar una explicación que les sirva, lo voy a intentar. Se trata del increíble personaje de chica pija que acaba camuflada en chica de la limpieza de la revista de la que es accionista principal, tal es el espíritu que ilustra Yo soy Bea . El personaje de Sandra es ilustrativo de las putadas, con perdón, que los guionistas son capaces de practicarle a un personaje; moldeándolo a su antojo fuera de cualquier límite físico y psicológico razonables. Para empezar, a esta chica le pusieron de mote La Transformer por su afición a las operaciones de cirugía estética. Un buen día a los guionistas les pidieron que había que meterla a trabajar dentro de la revista, que es donde pasan todas las cosas interesantes de esta serie. Claro, allí estaban sus hermanos, que no podían reconocerla y tuvieron que cambiarle totalmente la cara. No hay problema, pensaron los guionistas, esto se resuelve con un patinazo en la ducha, un golpe violento que le destroce la cara. Nada difícil de digerir precisamente cuando la audiencia tenía asimilados los pasos de Cambio radical , aquella casa de los horrores que dirigía Teresa Viejo. A lo que íbamos: Sandra pasó a ser Sonsoles Prieto y, camuflada en señora de la limpieza con fregona, controla a sus pérfidos hermanos. ¡Estos guionistas! Menudo revolcón al sueño americano.

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