De los nuestros

COMIENZAN los rumores sobre bajas y altas justo cuando la temporada televisiva está llegando a su fin. En este sentido hay que colocar el aviso de Buenafuente y su productora de que el año que viene no estarán en Antena 3, aunque, desde luego, no descartan fichar por otra. La fidelidad, está claro, sólo se mantiene si está recogida en el contrato. No creo que ninguna cadena se atreva a utilizar un formato que está dando muestras de agotamiento. Una especie de gallina de los huevos de oro cuya sorpresa inicial del Qué pasa Neng se sigue utilizándo tres años después. Ya les vale.

El gran acontecimiento televisivo de este fin de semana fue la reaparición deportiva de Mikel Goñi. Un pelotari con un poderío físico portentoso que, paralelamente, derivó también a personaje público. Desaparecido en el torbellino que en ocasiones produce la popularidad, hizo que abandonara la pelota y se decantara por cultivar otras facetas de su imagen pública que están a años luz de sus posibilidades como pelotari. El espectáculo audiovisual y sentimental que nos proporcionó ETB el domingo fue grandioso. En el escenario centenario del Astelena de Eibar, el regreso de Mikel a los frontones puede ser un gran documento de oro si en el futuro, el pelotari navarro logra alcanzar un nivel físico apropiado que le ayude a superar los claroscuros de su leyenda. Mientras estos días se oyen las altas y bajas de futbolistas y presentadores de televisión que nos pillan tan lejanos, la reaparición de la figura de Mikel Goñi como pelotari es una gran noticia, porque en ese talento reside su principal valor para el espectáculo y porque además es uno de los nuestros. Televisivamente, la pelota todavía tiene que crecer. Necesita los mejores realizadores y también a los pelotaris con carisma para ser un deporte que pueda, ¿por qué no?, competir de tú a tú con el fútbol.

Superviviente

LO de Juanito Oyarzabal en Supervivientes va para nota. Mucha crítica y mucha crispación pero resulta que semana a semana va pasando la criba y está a punto de meterse en la final. Seguramente con este programa, junto con su breve aparición en El conquistador del fin del mundo, el montañero alavés ha conseguido más popularidad que en sus numerosos años como uno de los grandes de la escalada mundial. Está claro que a Juanito, pese a su carácter agrio, le va la marcha y ha decidido hincarle el diente al tema este de la popularidad. No sé hasta qué punto el carácter le permitirá sacar todo el partido a la idea de personaje que seguramente le están preparando. Porque en la televisión se funciona a golpe de estereotipos. Están acostumbrados a forzar el carácter hacia donde les interesa y la gente se deja hacer. A unos les sugieren el lado cómico da igual todo lo serio que sea en la vida normal; a otros les muestran que lo suyo es ser un cascarrabias y que, televisivamente, de nada sirve que no ejerzan de ello. A Juanito le espera ahora el difícil descenso de esa montaña resbaladiza de popularidad. Un mal paso y todo el circo mediático que le ahora le apoya se le echará encima. Inocentes no saben que, con quien se la juegan, es un hombre capaz de alcanzar las cotas más altas del planeta. Ahora que llega el verano la televisión se infantiliza y las programaciones matutinas llevan más programas específicos para los pequeños. Ya saben: concursos un poco ñoños y dibujos animados japoneses. Este verano y ante el estreno el 11 de julio del último filme de Harry Potter habrá varios programas especiales sobre este personaje. Dicen que en Internet ya han destripado el final de la nueva entrega de la novela. Que hay misteriosas muertes de personajes muy destacados. Mejor me callo que estos de las editoriales lo mismo me empapelan si lo cuento.

Baja el revólver

Sabes que te respeto; que pienso que eres el mejor cazarrecompensas de la historia. Vale, Colorado Jim, te daré toda la información que necesites pero no hace falta que me apuntes; baja el revólver, por favor, y te diré dónde puedes encontrarlos. El primero llegó de las ondas del oeste se llama Miki Puig y forma parte, junto con otros dos forajidos, del jurado de Factor X , son peligrosos porque además de cuatreros que encierran y maltratan al ganado, roban las confidencias de los concursantes y luego las emiten. El otro día, sin ir más lejos, le hicieron a uno cantarle los cuernos a su novia por teléfono. Mala gente, Colorado. No sé cuánta recompensa te darán por él, pero si lo cazas pronto, quizás por este lado del Misisipí nos libremos para el verano de este engendro de personajes que por un minuto de gloria son capaces de abrirse en canal y vender sus propias entrañas. Colorado ,el tal Sardá por el que preguntas es mejor que no vayas a buscarlo. Unos aseguran que estuvo con el Dioni en Brasil y otros aseguran haberlo visto con Boris Izaguirre en Venezuela. Mejor que te olvides de él, Colorado, porque es como perseguir a un fantasma porque hasta hay quien asegura que fue visto en Kenia vestido con un taparrabos por los suburbios de Kibera. No hace falta que me apuntes Colorado a éste del cartel Se busca tienes que ir a buscarlo a la COPE se llama algo parecido a aquel espía Federico, Federico Jiménez Losantos y la última vez que lo vieron iba acompañado de un barbudo llamado Rajoy. Fue cerca de los pastos de Aquí hay tomate. Hablaban como cotillas de los amoríos lésbicos de Encarna Sánchez e Isabel Pantoja. Si atrapas a los dos podrás te darán gran recompensa. Podrías comprar el rancho La Cantora cerca de Marbella. Hay agua y vacas y la ley pasa tarde y de mala gana. Baja el arma, Colorado.

Adiós al fútbol

HOY se acaba la Liga y con ella desaparece el principal personaje televisivo. Para medio país el fútbol se ha convertido en la manera de entender la vida. Cada vez más gente aparentemente normal va por la vida luciendo la camiseta de su equipo como la seña de identidad más clara de su personalidad. Antes uno podía ser idealista, cínico e incluso agarrado; ahora para muchos, lo primero es ser del Athletic, del Alavés (esto comienza a ser una pasión peligrosa), del Osasuna y de la Real. Hoy muchos vivirán la jornada con el culo prieto porque el descenso puede sacarlos del paraíso de la Primera División. La televisión ha tenido mucha culpa en que el fútbol reine sobre el resto de los deportes, colocando a los jugadores en un Olimpo ficticio. Por donde quiera que lo mires el balompié no tiene ningún valor especial que lo distinga. La pasión por el fútbol es similar a la que se tiene por la televisión. Uno convive con ella y la usa como herramienta siempre a mano a la hora de relacionarse con el mundo. Algo falla cuando la mitad de la población cada fin de semana pone toda su fuerza mental en la victoria de su equipo. La televisión debería relativizar esta tendencia e invitar a descubrir otras alternativas además de esa pasión ciega por el fútbol. Para que no ocurra como con Pedro Almodóvar, que mientras en Italia le entregaban la insignia al Mérito de la República aquí aparece como personaje sospechoso en el libro 100 personajes que hunden España de Curri Valenzuela, tertuliana de María Teresa Campos que defendía las posturas de Aznar. Ahora tiene programa propio pero no la vemos porque trabaja en Telemadrid. El libro de Curri es como una botella de licor barato que la mafia editorial cuela en este estado de ley seca para la cultura y la inteligencia, típico de los lugares donde se habla mucho de fútbol y gobierna la derecha.

Destape y lencería

KATE Walsh, para quien no la conozca, es una actriz secundaria de la serie Anatomía de Grey , y estos días hace furor en Internet porque hizo un amago de desnudo en el programa en directo The Showbiz Show with David Spade de la televisión americana. Se quejaba amargamente de que la hubieran elegido en el puesto 52º en el ranking de tías buenas que debe hacer la revista Maxim. Estamos ante el nuevo sistema de reivindicación del destape: esta actriz se arrancó los botones de la camisa de un tirón y resulta que lo que llevaba debajo era una lencería de marca. No ha quedado claro si su queja venía por el lugar tan lejano de la clasificación o por el sistema denigrante de elegir de esta revista, cuyo público objetivo son los hombres. El tema se las trae, porque la reivindicación es legítima, pero cuando uno entra en el manido campo de la televisión, nunca puede estar seguro de que no le están tomando el pelo. Recuerden si no la teta que enseñó Janet Jackson y la repercusión a nivel de censura que aquel acto provocó. La queja de los sectores más conservadores obligó a que todas las retransmisiones se emitieran con unos segundos de retraso. Es decir, para la televisión americana, aquel destape consiguió cargarse la televisión en vivo. Desde entonces todos los programas se graban y se emiten con un pequeño retardo respecto a la realidad. Se desconoce la repercusión que traerá para la televisión el desnudo de lencería que ha protagonizado Kate Walsh. Si a partir de ahora perderá su trabajo o ganará protagonismo en la serie Anatomía de Grey . Puede también que este acto suponga el definitivo despegue al estrellato que la actriz no consiguió con su trabajo. En el mundo de la televisión, en ocasiones el esfuerzo y la fama no están relacionados. En un pispás estás en la cumbre o te mandan derecho al infierno del anonimato.

Jóvenes jubilados

El periodista José Manuel Martín Medem acaba de publicar el libro La Agonía de TVE . En la obra el autor marca como origen de los males del ente los diferentes intentos por parte de los dirigentes políticos por controlar sus servicios informativos, cuyo momento álgido estuvo en el Gobierno Aznar aunque también los pusiera en práctica Felipe González. Esa lacra debería sacarles los colores a los políticos que en este país han sido. El objeto de entretenimiento capaz de entusiasmar a la sociedad aquí se quiso convertir en arma que asegurara la reelección por parte de los gobernantes de turno. Quizás por eso dé un poco de envidia el caso americano donde la TV sigue siendo pionera incluso manteniendo como clásicos insustituibles, aquellos programas que ella misma inventara y luego exportara a todo el mundo. Los intereses políticos nada tenían que ver con el éxito de la programación. Tuvieron claro que sus propuestas deberían interesar tanto a los más ricos como a los más pobres de la sociedad para convertirse en el medio más influyente, como así terminó siendo. Desde sus orígenes, los concursos contribuyeron a alcanzar estos fines. Uno de ellos fue El precio justo, que hasta el final de la década de los 80 no llegaría hasta nuestra televisión con la frase de «a jugar» que Joaquín Prats pronunciara junto con un gesto oscilante de su brazo derecho. Este concurso en EEUU lleva funcionando ininterrumpidamente desde hace 51 años, es decir, los mismos que cumple TVE. Lo estrenó hace 51 años la NBC y luego lo incorporó la CBS con Bob Baker de presentador, que se jubila ahora con 83 años. Jamás nadie se ha planteado que una de las caras más conocidas de la TV fuera a jubilarse. Lo contrario a lo que pretende el lamentable expediente de TVE: a los 50 no se dice si por inútiles o por sobradamente preparados: todos jóvenes jubilaos .

Vías de extinción


En general somos unos cerdos. Eso es más o menos lo que sostienen las doctoras Raquel Sánchez y Yolanda Sanz. Atacaron de nuevo este viernes en Cuatro con su programa Soy lo que como . Una expresión que se puede hacer extensible a otros campos: ¿qué son los que escuchan a Jiménez Losantos?, y la vista: ¿y los espectadores televisivos de las corridas de toros, o los que disfrutan cuando los del Tomate se meten a degüello con Isabel Pantoja? Con todo llegan un poco tarde, porque en su nueva temporada se metieron en las cocinas de los colegios ahora que precisamente a los chavales les quedan dos telediarios para las vacaciones. La novedad del programa la protagonizó precisamente uno de lo cocineros oficiales de Cuatro (ya se sabe que esta cadena ha apostado desde su nacimiento por los temas culinarios), Darío Barrio, aquel que protagonizara el concursoTodos contra el chef. Tampoco conoce todavía lo que serán los espectadores de Soy lo que como . Si su interés es meramente didáctico o son gente que les gusta autoflajelarse y se sienta en el sofá con un bocata de salchichas con bien de mostaza, vamos, de esos que sufren en silencio por sus malos hábitos sin ninguna intención de cambiarlos. Los que llevan una década enviando un mensaje ecológico son los del equipo de El escarabajo verde, con la convincente Elisabeth Anglaril como presentadora. Llevan 400 programas, como hoy, todos los domingos al mediodía. Sería un ejemplar televisivo que sobrevive como esas especies desconocidas que viven en las islas vírgenes sin apenas competencia. Se sabe que existen pero solo unos pocos lo han visto. El programa da sentido a una televisión pública; donde se plantean las cuestiones sobre el futuro de un planeta en peligro cuyos habitantes nacen, se reproducen y mueren delante de una tv sin hacer mucho por protegerlo.

Una de fantasmas

LA tele va de concursos y fantasmas. Ayer sin ir más lejos Paz Padilla estrenó El gong show, un concurso cuya única finalidad es la de despilfarrar un poco del dinero público y horario estelar en buscar un concursante con algún talento. Lo mismo vale los que silban sin mover los labios la Quinta sinfonía de Beethoven, que los que enhebran agujas con los ojos cerrados o los que clavan una imitación a Elvis Presley. Nada que objetar sobre todo si con ello nos ahorran el concurso ese de la vaquilla y Ramón García haciendo gracias. Es curioso, la última vez que vimos a Paz Padilla, sus concursantes eran novios y novias que respondían a sus preguntas mientras les sometían a todo tipo de torturas y vejaciones. Un fracaso en toda regla que demuestra que la Justicia no ve la tele ya que, lo más razonable, es que hubiera sido denunciado de oficio por algún fiscal o algún juez desocupados. Los que sí tienen ocupación en televisión son los fantasmas. La temporada pasada Iker Jiménez los puso de moda y, de paso, se convirtió en el presentador revelación y su programa Cuarto milenio, en toda una referencia sobre los inquietantes y, en ocasiones, terroríficos fenómenos paranormales. Quizás para completar este éxito Cuatro comprara la serie Entre fantasmas, en la que una tal Melinda convive con igual intensidad con su novio que con los fantasmas maleducados que no tienen la conciencia tranquila y van a su encuentro da igual que esté en la cama que en la ducha. Todo un ejercicio de indiscreción que su novio asume con normalidad hasta el punto de que buena parte de los casos acaba resolviéndolos él personalmente. Como el tema les funciona ayer estrenaron la segunda temporada de Las voces de los muertos . Entre eso y el final de la tregua en 59 segundos comprenderán que ayer uno se fuera a la cama un poco acojonado.

Hasta mañana

EN esto de la televisión hay teorías para todos los gustos. Tengo dos compañeras de trabajo que aseguran que la mala programación de la noche del viernes y, en general, la del fin de semana, les anima a salir de juerga con más facilidad que si en la parrilla de tv fueran propuestas interesantes. Yo no es que me lo crea, pero acepto el reto de anotarlo en esta columna porque algo de razón tienen. El problema de la mayoría de los espectadores de televisión es que acabamos tragando con lo que nos echen. Muchos son los que lo dicen, pero pocos son los que apagan la tele para leer un libro o ir al teatro. Estaría bien que la mala televisión fuera el revulsivo definitivo que nos hiciera aficionarnos a la literatura, a la danza, a los conciertos o a cualquier tipo de espectáculo del que uno pueda ser testigo en vivo y en directo. Bien mirados, los momentos que uno vive por ahí cuando sale de juerga tienen perfecto paralelismo con la rutinaria vida televisiva. La charla informal con los colegas en un bar es lo más parecido a esos programas informativos y de debate en los que uno se entera de las cosas cotidianas de la vida y de paso da su parecer sobre alguna de ellas. Luego la noche avanza, y los bares de copas con esa música infernal convierten la charla en un griterío como de Hormigas blancas, y uno mismo se transforma en un Kiko capaz de poner de vuelta y media al resto de la cuadrilla. Y qué voy a decir cuando uno de esos ligones profesionales se lleva de la cintura a la chica que llevabas toda la noche mirando sin atreverte a decirle nada, ese momento memorable que coincide cuando a uno le dan las dos de la madrugada y ha pasado cuatro horas delante de la televisión sin comerse una rosca y decide que ya está bien, que ha llegado el momento de apagar y marcharse a la cama. Hasta mañana.

Vaya racha

ESTE jueves estrenaron la serie El internado, un producto novedoso en apariencia pero que a los diez minutos ha perdido casi todas las razones que despiertan el interés del espectador para volver a verlo a la semana siguiente. La idea de ese mundo aislado con unas reglas propias y una autoridad clara que lo hacen un pequeño universo es buena. Despierta inquietud y un clima perfecto para plantear todo tipo de situaciones dramáticas con un puntito de terror. Pero pasado el primer capítulo el mayor temor que uno padece es a quedarse dormido en el sofá y despertarse a las tantas con algún programa de teletienda. El trabajo de Luis Merlo consiste, sobre todo, en contener aquella pluma irrefrenable que tanto éxito le dio en Aquí no hay quien viva, algo que ni tan siquiera se molesta Amparo Baró que sigue con sus característicos gestos, da lo mismo que El internado no sea precisamente una comedia: ella sigue como si fuera la Sole de 7 vidas. Está claro que no corren buenos tiempos para las series autóctonas. No hace mucho hablamos, mal por cierto, de la que a TVE le ha hecho Valerio Lazarov, aquel realizador yeyé que se hizo famoso por marear al personal con sus salvajes zoom, cuyo protagonista por partida doble es Arturo Fernández; para el segundo capítulo ya andan moviéndolo de sitio buscando un hueco en la parrilla que sea el mal menor para la serie. Y es que si durante unos años los espectadores abrieron su corazón a series de aquí, el proceso se está invirtiendo rápidamente. Se mantienen las ya conocidas, Los Serrano, Cuéntame y Aída que ya tienen a todo el mundo presentado y a lo sumo van matando poco a poco a sus personajes, pero está claro que a la hora de innovar o presentar productos nuevos estamos a años luz de los enganches que tienen la mayor parte de las series americanas. Vaya racha.