¿Alguien lo sabe?

Se quejan desde CCOO de las triquiñuelas de TVE al mediodía para ganarle audiencia al telediario. Dicen que en Corazón de Anne Igartiburu emiten demasiadas imágenes de contenido sexual. El tema no es que lo hagan al principio, no, ni tan siquiera en el ecuador del programa, el problema es que las imágenes las ponen justo antes de que Ana Blanco y Jesús Álvarez nos cuenten su versión de la actualidad y nos hablen de fútbol en los deportes. Claro que presuponer que a esas horas el personal anda a la caza de imágenes calenturientas es echarle algo de imaginación porque digo yo que las comidas no son horas de andar calentando al personal antes de echarse al buche una ensalada y el filete de lomo. Ya si me dijeran a la hora de la siesta, pues qué sé yo, igual. El tema es que según señalan los de Comisiones, primero te enseñan culos monumentales para hacer corro y que luego salgan los predicadores del pico de oro a barrer para casa.

Está claro que la mayor parte de los días por mucho que hayan subido la líbido entre los desfiles de modelos y el cruce de piernas de la Igartiburu, a las tres llega el informativo para rebajar pulsaciones y echar un jarro de agua fría en el calentón de los espectadores a fuerza de atentados y crisis.

El juego es el sistema que utilizan con éxito en ETB 2 para levantar la audiencia, se dice que no es tan descarado como el sexo pero es un truco igualmente clásico. El combate diario entre chicos y chicas con el protagonismo ineludible de Carlos Sobera atrae tanto como esos planos que se abren o cierran sobre el escote de Anne, los guisos de Arguiñano o los Simpson. Ya puestos, los de CCOO debería explicar qué querrá decir eso de que todas las cadenas coincidan en poner su artillería pesada por presentar clientela antes de los informativos.

Me pido la TDT

POCO a poco la tele va tomando aspecto navideño. ¡Horror! Llegan noticias de que se comienzan a grabar los especiales de Navidad. Tiene buena pinta el que en la Sexta va a protagonizar Buenafuente con su inseparable Berto. Uno tiene ya demasiadas Navidades a sus espaldas soportando el mismo espectáculo año tras año. El punto con que esta pareja se acaba riendo de todo, incluidos ellos mismos, vendrá bien este año de crisis en todos los órdenes, en que los espectadores no sabremos si nuestras lágrimas serán por la típica añoranza que caracteriza la Navidad o de rabia porque el horizonte que nos acecha no es muy alentador.

No hace mucho se decía que los espectadores veíamos más televisión en tiempos de crisis. Esto debería hacer pensar a quienes la programan y la hacen; que este medio se lo tienen que tomar más en serio. Algo así como ha hecho TVE al nombrar una especie de jurado como encargado de seleccionar las canciones que puedan competir en Eurovisión. Se trata de tomar de nuevo las riendas después del golazo que les metiera Buenafuente colocando como candidato a su colaborador Chiquilicuatre. Y no sé de qué se quejan. Jamás un candidato había despertado tanta expectación como el personaje desfasado del la guitarrita y el tupé exagerado. Y es que hay gente en TVE que todavía no sabe muy bien si lo que sucedió el año pasado fue algo bueno desde el punto de vista del éxito de público o fue nefasto por la imagen de frivolidad que dieron. Todo es cuestión de gustos y si hicieran una encuesta sobre el representante más friki de Eurovisión puede que se llevaran una sorpresa. Habría muchas posibilidades de que Chiquilicuatre tampoco lo ganara.

Yo me apuntaría a ese especial navideño de la Sexta, la pena es que la TDT se la he pedido a los Reyes.

Punto de arranque

ESTA semana se han escuchado frases heroicas de gente a la que le gusta de verdad la televisión. Decían que se negarían a ver la entrevista de Jordi González a Julián Muñoz. Que no querían ser partícipes de pagar a un chorizo. Luego la Policía ha intervenido y ha dejado las cosas en su sitio. Queda la duda del efecto que el boicot a esa entrevista hubiera significado. El fracaso de la audiencia a ver esa entrevista podía significar un punto de arranque. Que seamos los espectadores quienes mandemos al paro a esa nómina de prevaricadores casados con folclóricas que durante un tiempo adquirieron más interés que cualquier debate del Congreso de los Diputados. Con todo, no sabemos si el futuro de nuestra televisión contará con estos delincuentes ocupando los asientos de los entrevistados mejor pagados. Al fin y al cabo, ellos no son los culpables de que les pongan delante un cheque en blanco. Pero no se explica que a un programa de televisión tenga que acudir la Policía para comprobar si, en efecto, le iban a hacer la entrevista para cerciorarse de que Cachuli iba a cobrar 350.000 euros del ala. No sé quién se hubiera creído a esas alturas los gestos de arrepentimiento de una persona cuyo valor añadido se ha basado en la estafa y el engaño. Pero tampoco se entiende que existan cadenas y personas notables que quieran ganar audiencia en este río revuelto. Se dice que quien está detrás del montaje de esta entrevista es Ana Rosa Quintana como presidenta de Cuarzo, la productora que ha pactado la exclusiva. Hay gente sin escrúpulos para mantenerse en la cima. También les está llegando el día en que los espectadores comencemos a levantarles el dedo corazón. Ese mismo con el que poco a poco vamos echando a toda esta gentuza de nuestro mando a distancia.

Un día para la tele

Hoy se celebra el 20-N, un día histórico en la televisión. El medio entonces no tenía apenas programación matutina. De hecho el programa de mayor duración era uno titulado Carta de ajuste que era como si grabaran una especie cartón como de parchís gris. Aquel día de 1975 apareció el que llamaban presidente del Gobierno, Arias Navarro para pronunciar:« Franco ha muerto». Frase que hizo feliz, digamos que a medio país y que, digámoslo también así, echo a llorar a al resto. Los niños de entonces lo celebramos con alegre unanimidad ya que nos dieron fiesta. Noticia se quedó grabada a fuego en la memoria colectiva; tan a fuego como, qué se yo: los 12 goles a Malta, la marcha de Heidi de la custodia del abuelo, la muerte de Chanquete en Verano azul o, por poner un ejemplo más reciente, el choque en directo de los aviones contra las Torres gemelas en Nueva York. Si en el teatro se repone el Don Juan Tenorio en Todos los Santos, por qué cada aniversario de la muerte del dictador más largo que la historia ha dado, no se iban a sacar productos a la carta como el protagoniza hoy por Fernando Cayo y el peculiar Manuel Alexandre. </p><p>Si hoy la libertad de expresión tiene mucho que celebrar, mañana es el que la ONU reservó como Día Mundial de la Televisión. Se estima que en el planeta hay unas 250 televisores por cada 1.000 habitantes. Claro que, mientras en el mundo rico hay personas con dos y tres aparatos, en algunos países africanos, como Somalia que tanto vemos estos días, apenas cuenten con 2 por cada mil habitantes. El Día de la Televisión nació para que los países intercambiaran programas que contengan cuestiones de la paz, seguridad, desarrollo social o que fomenten intercambios culturales. Si uno mira nuestra programación, hay que joderse lo poco que tenemos que ofrecer al resto del mundo.

Felicidades, maestro

Existe una carencia algo extraña en los diccionarios respecto a los términos y las expresiones del cine y la televisión. Es como si hubiera algún reparo en que palabras del sector pasen al idioma, seguramente porque muchas de ellas proceden del inglés. Pero no siempre es así.

La aparición del pelotari Mikel Goñi en Mi querido Klikowski , por poner un ejemplo, se le conoce con la palabra cameo . Todavía no ha entrado en el diccionario de la lengua, pero ahora que en uno de los sillones de la Real Academia de la Lengua se sentará el maestro José Luis Borau, esto seguramente va a cambiar. Esperemos que se incluyan muchos términos cinematográficos y del mundo audiovisual que están introducidos en el castellano pero que los académicos apartan con recelo. No queda claro si éste viene provocado por el inglés o por un lenguaje que muchos de ellos no controlan y, por lo tanto, temen.

Pero la noticia del ingreso de Borau, creador de filmes de referencia de nuestro cine y de la entrañable serie Celia para televisión demuestra que por fin han comprendido que no pueden seguir marginando la imagen como el lenguaje más importante del siglo XXI. A la literatura le aguarda un brillante futuro pero, seguramente, estrechamente relacionado con los medios audiovisuales en cualquiera de sus expresiones. Unos vivirán las obras literarias del futuro mirando una pantalla de televisión y otros lo harán siguiendo las evoluciones más o menos interactivas en las playstation de última generación que nos aguarden. Como uno de los alumnos de Borau, siento orgullo de ver al narrador visual de historias sentado en el banquillo que Fernando Fernán Gómez consiguiera como escritor. Pero estoy convencido de que la conquista académica de los actores también está a punto de producirse. Felicidades, maestro.

De curvas y fotos

Se nota que los concursantes de El calendario del año tienen bastante claro que para hacer tele hay que sacar todo el humor del que uno es capaz. Sobre todo teniendo en cuenta que por estos lares el sentido del ridículo es uno de los más desarrollados. Ahí también está el mérito de Laila Mohamet, el de convencer al personal de que el tema hay que tomárselo un poco a broma.

Pero para broma de mal gusto, la que les han gastado a los de Sin tetas no hay paraíso. Tenían todo preparado para matar al Duque en el último capítulo y barrer así la audiencia para su casa, pero los chivatos de una revista se lo han reventado. Así las cosas, han rodado algunas variantes más para el final, para no quedar a merced de estos chismosos. La historia del cine y la televisión está llena de finales ambiguos. En el filme Casablanca, sin ir más lejos, manejaron tres o cuatro finales antes de elegir la desconcertante despedida en el aeropuerto. En Médico de familia casan al protagonista Nacho con Alicia, pero por si acaso grabaron otro final en el que Alicia dejaba a Nacho plantado en el altar. Han sido tantas la reposiciones de esta serie que hemos visto los dos. Las muertes y reanimaciones milagrosas de última hora son igual de efectivas. Una busca la lágrima fácil y la otra la sonrisa bobalicona que prepare el final.

Conseguir un final feliz en el concurso del calendario es un tema complicado. Primero, porque unos se fijan más en la fibrosidad de los músculos de los dantzaris de Aoiz y otros no pueden apartar la mirada de la curvas de las monitoras de Bilbo. Si hubiera que encontrar un final feliz a este concurso seguramente tendrían que ir seleccionando un representante de cada grupo hasta componer un calendario con lo mejor de cada grupo. Pero no. Aquí lo que se valora es el todo y punto. Por muy buenas que estén las partes, ya ven, se quedan sin salir en el calendario.

Reinas y vacíos

El hemiciclo del Congreso de los Diputados es uno de los platós de televisión más recurrentes en los informativos de televisión. Esos planos y contraplanos tomados casi siempre desde arriba han sido grabados repletos hasta los topes de fascistas, sirviendo de escenario de tomas de posesión, juramentos reales… El hemiciclo ha vivido momentos convulsos con el secuestro y tiroteo de los guardias civiles golpistas y otros entrañables como las jornadas del 6 de diciembre en el que niños y jubilados se pasean por las instalaciones como si lo hicieran por un museo comprobando que los tiros de Tejero siguen incrustados y visibles en la cúpula. Esta semana hemos visto otra cara de la actividad parlamentaria bajo mínimos. Los graderíos del congreso prácticamente vacíos, como si lo que allí se tratase no fuera con la mayoría de quienes habían sido elegidos para representar al resto de los ciudadanos. Esa imagen pasará a la historia también como uno de esos momentos que nunca debió producirse. Pero desgraciadamente es real y se repite con cierta frecuencia en cada legislatura.

Menos frecuente es el encuentro televisivo entre las dos señoras de la tele a mediodía. La entrevista de Ana Rosa Quintana a su eterna rival Teresa Campos es todo un hito. Las llamadas reinas que conquistaron el terreno baldío de las mañanas donde se mezclan sin pudor noticias de calado con cotilleos del corazón. Horas y horas de programación rellenados de consejos contra el colesterol, debates descafeinados y concursos. Lo curioso de sus respectivas programaciones es que, pese a simular un estilo diferente, sus programas acaban siendo una fotocopia el uno del otro. Ana Rosa y Teresa se han repetido tanto que ver uno de sus programas es tener la sensación de que eso ya lo habías visto antes.

El calvo, a La Sexta

EL domingo presentaron en el programa Minuto y resultado de La Sexta el fichaje del periodista Antonio Lobato. El famoso calvo de la Fórmula 1 cambia de cadena. Su imagen se asocia tanto a esta competición (me niego a llamarlo deporte) que ya está de promoción en su nueva casa. Como si fuera uno de los famosos pilotos, el presentador ha cambiado de escudería televisiva para la próxima temporada, que comenzará allá por el 29 de marzo de 2009 con el Gran Premio de Australia. Tienen cinco meses para renovar totalmente el producto o copiarlo básicamente. En honor a la verdad, en Telecinco han conseguido profesionalizar las retransmisiones hasta límites que nunca antes se habían visto en nuestra televisión. Hubo tantas innovaciones puntuales que corrían a cargo del equipo de la cadena que se hace difícil recordar cómo eran antes las carreras de F-1. Aquéllas que se veían por TVE las mañanas de los domingos, en los lejanos tiempos en los que competían Lauda, Proust o Hakkinen e, incluso, en los más recientes en los que Schumacher arrasaba campeonato tras campeonato con sus ferraris. Hasta que llegaron el denostado Fernando Alonso y la apuesta de Telecinco por hacer de aquel momento historia de la televisión. Porque hay que recordar que el directo ha hecho madrugar y trasnochar a millones de espectadores. Toda una revolución televisiva en apenas cinco años, que, si bien es cierto se ha basado en los triunfos del Fernando Alonso, Lobato y su equipo han puesto cara y todo tipo explicaciones técnicas a la altura de los espectadores. Si alguna actividad ha contado con la divulgación que la tele es capaz de ofrecer, ésa es la Fórmula 1. De ahí están copiando ahora en TVE para hacer algo parecido en la actividad (que no deporte) del motociclismo.

Ni copias, ni galas

Una de las innovaciones televisivas por excelencia de los últimos años ha sido tan sencilla como que las cadenas se copien las imágenes. Unas veces lo hacen para sacarse los colores y otras, por pura envidia. Es cierto que inicialmente sacaban toda la sarta de tropiezos, resbalones y equivocaciones de la competencia. Últimamente se habían especializado tanto que, determinados programas, estaban hechos prácticamente con el material que sacaban de otras televisiones. Algo francamente irregular si no fuera porque estos programas tienen como finalidad aparente el humor. Hace poco un juez dio la razón a Telecinco porque consideraba que estos programas tipo Sé lo que hicisteis… , vulneraban los derechos por el abuso en la utilización de imágenes suyas. Ahora La Sexta asume la sentencia y en pocos días seremos testigos de si este tipo de programas se recicla y comienzan ellos mismos a producir sus chistes o su futuro tiene forma y sonido de cierre metálico.

Lo que nunca termina de irse del todo de TVE es la manía de las galas. La del pasado sábado de la FAO era prescindible en toda regla desde el punto de vista de la recaudación. Si uno ve el elenco de cantantes invitados al evento alucina. Rosario, Marta Sánchez, es decir, las de siempre, más toda la relación de triunfitos aderezados con algún cantante peculiar tipo Falete. Y es que se diría que desde este medio más que saldar necesidades en el llamado Tercer Mundo lo que pretenden es ayudar a que estos cantantes tengan su enésima oportunidad en televisión. Los tentáculos de la industria musical explican muchas de estas decisiones. TVE no necesita de este tipo de artistas para seguir siendo la cadena segundona en la que se ha convertido. Lo llevan claro si el liderazgo lo piensan alcanzar a fuerza de Bustamantes.

Ainhoa Obregón

La tele está llena de mentiras piadosas. En Mira quien baila por ejemplo hay varias. La primera que camuflan con formato de concurso una exhibición de famosos. Despistan como pueden sus honorarios y hablan de supuestas ONG a las que donarán el premio pero no así sus ganancias, que eso sí que sería la bomba. A veces la mentiras vienen en formas de lesión como le ha ocurrido a Anita Obregón que algunos hablan de que su ausencia no fue sino una espantada; una manera de dar una vuelta de rosca a su favor para que una parte mayor de los Presupuestos Generales del Estado fuera para ella. Y al parecer lo consiguió porque ayer se batía en duelo, como si nada, a ritmo de rumba contra Manuel Bandera. En la tele y en Mira quien baila, por seguir con el ejemplo, hay otras mentiras como los pantalones de Terelu Campos bailando hip-hop. Pero entre las trolas peor echadas de la tele está la sonrisa de Ortega Cano mientras intenta alcanzar los pasos inverosímiles del chachachá. Que conste que la mentira es un recurso tan válido en televisión como el maquillaje o la iluminación pero de este programa no hay quien se crea ni siquiera los veredictos del jurado. Sin embargo, la mentira mejor guardada es la que pronunciada por Ana Obregón en una entrevista de TV más en la que afirmaba: «Lo más inteligente es hacerse la tonta» y añade «el día que se me olvida lo paso fatal». Ya ven hay días en los que la programación te permite descubrir mentiras. Y puestos a echarlas yo me pregunto si todo esta tontería de la Obregón no será un subterfugio, una cortina de humo para hacerse con el papel a de Ainhoa en la serie Mi querido Klikowsky que interpreta genialmente Vito Rosado. Como sea así, Vito ya puede comenzar clases intensivas de tango, vals, claqué y lo que haga falta.