Pelotazo musical

ME sigue sorprendiendo el favoritismo que practican en TVE. Unos tipos francamente espléndidos a la hora de regalar lo que no es suyo. Un día se la prestan a Miguel Bosé para que venda su disco y monte un sarao de cuatro horas en prime time con sus amigos. Otro día, y a poder ser siempre en Navidad, se la dejan con todo el cariño a Raphael para que nos amenice la Nochebuena. Ya me gustaría a mí saber quién califica la música de Miguel Bosé como de interés público para darle ese tratamiento, o quién entiende que El Tamborilero tenga una revisión obligada por estas fechas además, claro está, de otras cuatro horas de espectáculo con la actuación del Cantante como nos ofreció de propina el pasado 24. Se habla mucho de la manipulación política y del control que ejercen los partidos, pero ¿quién vigila y controla los pelotazos publicitarios dentro de la programación? Cientos de grupos de música suspirando por una pequeña aparición en televisión que les dé vidilla y a lo sumo consiguen una pequeña referencia en algún programa marginal, de ésos que se emiten a partir de las 2 de la madrugada. Pero llegan estos ejecutivos y nos ponen todo el brutal sistema de telecomunicación del Ente público al servicio de un cantante y, si me apuran, al servicio de su casa de discos. Puede que eso no sea corrupción. Que a Bosé y Raphael, a fuerza de sacarlos y repetirlos, los hayan convertido en estrellas imprescindibles del miserable show business que llevan practicando desde hace cincuenta años. Alguien debería explicárnoslo, ya que al parecer en el Congreso lo único que controlan son los minutos que le dedican a Zapatero para ver luego cuántos hay que darle a Rajoy. Está claro que una vez que tienen atado y bien atado el tema político, lo demás se la trae al pairo.

Moreno y el pánico


Ayer salía en silla de ruedas de la clínica privada Ruber José Luis Moreno, el ventrílocuo más famoso de la tele. Apenas hace una semana fue atacado en su casa por unos seres que querían saber la combinación de la caja fuerte. No sabemos si él mismo se la dijo o fueron Macario, Monchito y Rockefeller los que se fueron de la boca. El caso es que da miedo pensarlo y, hasta cierto punto, me siento culpable. Cuántas veces le deseé lo peor cuando los sábados por la noche mi madre o mi suegro dejaban, como quien no quiere la cosa y siempre a la hora de la cena, un desfile de tangas que se llamaba Noche de fiesta . Aquel patético exhibicionismo era la prueba de que el medio había llegado a la decadencia más absoluta y que la caja tonta tenía sus días contados. Hasta que, una década después de lo que se merecía, aquel festival por donde pasaban todos los cantantes enchufados de turno llegó a su fin. La de calificativos que le he dedicado a José Luis Moreno y ahora siento como que la paliza, en parte, es por mi culpa. Dicen que los hechos son como de película de Tarantino por lo del secuestro y la tortura en vivo en el salón de su casa, pero yo me inclino más por El muñeco diabólico (Dead of Night ), película que vi clandestinamente en televisión un año indeterminado de mi infancia. En ella descubrí de forma clara en qué consistía el pánico; el mismo que me produciría en el cine unos años más tarde el ventrílocuo Anthony Hopkins como víctima de Fats : aquel feo e infame muñeco malévolo. Si la Policía anda sin pistas que rebusque como quien no sabe nada entre los muñecos. Que le analicen el pico a aquel cuervo negro llamado Rockefeller que le decía aquella frase tan premonitoria de «Toma Moreno», no vaya a tener algún resto de sangre. Y a José Luis, que me perdone el atrevimiento; que se recupere y que no tenga prisa en volver a la tele.

Frases lapidarias

En TV se escuchan con frecuencia frases desafortunadas. Unas pertenecen al campo de la publicidad o propaganda, como ese No podemos conducir por ti con el que la DGT nos llama a los conductores redomados inútiles mientras ellos se lavan las manos por todos los accidentes y muertos con los que, al parecer, les estropeamos las estadísticas. Nada hay más raro e inútil que ese afán de los gobernantes por subrayar sus actuaciones. Pero ellos están para mejorar las carreteras y no para hacer frases lapidarias ni fardar de lo bien que conducen. Como lapidario es también el nombre del programa Tengo una pregunta para usted , que deberían cambiarlo por el no menos ampuloso y acertado Y yo tengo una respuesta preparada para usted independientemente de lo que me pregunte . Esa es la sensación que a uno le queda después de ver cómo ha ido decayendo el tirón del listado de políticos que han desfilado y que esta semana llegó a lo soporífero con Artur Mas y, sobre todo, con el campeón andaluz del PP, Javier Arenas. Los espectadores preguntar, preguntan, pero luego los entrevistados leen su guión y se van tan frescos.

Es de justicia decir que los de Cuéntame ya han finiquitado a Franco. Lo que ocurre es que ahora tienen problemas con su apego a la realidad. Al personaje de la fotógrafa amiga de Toni le han puesto el nombre de una fotógrafa que en realidad existió, pero en la serie su padre es un policía corrupto. Claro, la fotógrafa de verdad les ha demandado con toda la razón. Una cosa es basarse en la realidad y otra muy distinta inventársela. Y ya se sabe que la historia casi siempre la escriben los que ganan las guerras. La historia de la tele no queda claro si la escriben los que arrasan en audiencia o los que saben escribir frases lapidarias.

Avelino y Rajoy

«MANDA huevos», que dirían en el Congreso, que Rajoy venga ahora con que en TVE no quiere debates porque no hay pluralidad. Con esa frase seguramente pretenderá ir calentando motores, no ya para ganar las elecciones sino para ingresar en el próximo El club de la comedia o algún programa similar. Después de que el PP negara la sal del debate durante años. Seguramente Mariano junto con Aznar son las dos personas menos indicadas para hablar de pluralidad. Fueron ellos los que crearon en el Ente el caldo de cultivo donde se desarrolló a su antojo aquella enfermedad de TVE que hizo que durante 8 años se negara la realidad así mostrara 150 muertos, o se ninguneara sistemáticamente a la oposición de manera descarada y no se informara de las huelgas que millones de trabajadores le hicieron a aquel gobierno así fueran generales. Rajoy con esa frase más parece perseguir el destino deambulante de Alfredo Urdaci como tertuliano del corazón; o quizás aspire a ocupar la bacante contando chistes verdes sobre Zapatero en Escenas de matrimonio ahora que ha desaparecido Avelino. Puestos a hablar de humor propongo a Mi querido Klikowsky donde semana a semana se van soltando la coleta y su humor alcanza momentos sublimes. Como siga a este paso Txomin se va a convertir en el Hommer Simpson más cachondo de la televisión de carne y hueso. Los guiones están alcanzando una madurez cómica que hacía mucho tiempo que no se veía en televisión. Este grupo de actores está lanzado y como esta progresión siga así, nos aguardan muchas noches de risas aseguradas. No seré yo quien se meta en críticas técnicas pero: a mí me da que eso de grabar toda la acción con muchas cámaras más que dinamizar corta el ritmo, no aporta detalles dramáticos y los planos cuando cambian acaban dando brincos. En fin, cosillas mías.

Humor con perejil

Desde los comienzos de la tele, el humor ha sido uno de los ingredientes principales de la programación. Son tan insustanciales como lo puedan ser el monitor y la antena o el espectador y su sofá. Con intención humorística nacen programas como el Club de la comedia o el recientemente finiquitado El rey de la comedia de TVE. La búsqueda de la risa en el espectador es un ejercicio que no conoce edad. Los payasos de la tele se dirigían al público infantil y acababan atrapando también a los mayores. El humor televisivo contó con parejas legendarias: Martes y trece y Tip y Coll hubieran sobrevivido -y de hecho lo hicieron- también sin la tv porque su espíritu de improvisación e inteligencia nacía del teatro mismo. Otras parejas, sin embargo, tipo Cruz y Raya y Los Morancos, han permanecido durante décadas rellenando la inevitable cuota humorística con que los programadores creían suficiente para su programación. El humor en la vida como en la tele vale su peso en oro o es el perejil en los platos de Arguiñano. Esto lo sabe bien Karlos que lleva ya media vida grabada por las cámaras seguramente porque cree en lo que hace y, por el mismo precio, contando chistes. Hace poco hacía la reflexión de que llevaba varios miles de chistes contados en tv. Ayer homenajeaba entres sus pucheros a Chiquito de la Calzada, el humorista más imitado por compañeros y público de la historia y, sin embargo, desaparecido del circo mediático.

Hay, claro está, otros espacios de humor incierto. Ése lo practican, por ejemplo, los del Tomate cuando envían sus condolencias al torero José Ortega por la muerte de su madre o cuando Jorge Javier acusa a la competencia de cocainómanos. Entonces uno no sabe si va en serio o va a soltar una carcajada a la cámara mientras dice «¡qué es una broma!».