Corazón de hielo

EN la televisión de hoy conviven dos maneras de ver el mundo. Están los educados, que saben que su mejor recurso es el de ir por la vida haciéndole la pelota a quienes les toca presentar, y están los bordes, cuyas armas son las contrarias, recuperar la información más hiriente y torpedear constantemente la imagen de quien entrevistan. A ese juego se prestan por ejemplo en el programa ¿Dónde estás corazón?, curioso título para esa cuadrilla de presentadores que, en lugar de músculo cardiaco, tienen un témpano de hielo. El programa arranca como quien no quiere la cosa a eso de las diez de la noche y si alguien se atreve a finalizarlo se acostará en los confines de la madrugada, allá por las tres del sábado. El último personaje que acudió a dejarse despellejar por esta banda de desocupados fue el nadador-espectáculo David Meca. Al tío le hicieron una mierda de investigación que supuestamente demostraba que, en vez de batir récords, lo que hace es montarse en la barca en cuanto se hace de noche y saltar de nuevo justo cuando va a llegar a su objetivo. Como siempre en estos programas no queda claro el papel que juegan los invitados. Si son burdamente engañados cuando confiadamente creían que les iban a hacer un homenaje y reciben todo tipo de puñaladas traperas. Podría ser que la estrategia de quien acude a estas torturas públicas sea de la opinión de que lo bueno e importante siempre es que hablen de uno, da igual que digan que eres un héroe que el mayor de los villanos. Curiosamente, a pesar de verse encerrados en supuestas trampas, ninguno de los invitados abandona el plató, porque lo tienen cogido por los huevos del contrato y no hay manera de irse sin que lo desplumen. En fin, la teletortura también existe. Por lo menos la salvan del horario infantil, que no es lo de menos.

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