Sardá y Radetzky

Algunos despiden el año como pueden, es decir, un viajecito al Caribe; alquilando una cabaña en lo más recóndito de la montaña donde no se atisbe ninguna luz, a no ser que sea la de la chimenea o la de las estrellas. Los que no podemos hacer eso, nos solemos juntar a cenar y a eso de las doce nos da por encender la tele, más que nada para seguir explicando a las nuevas generaciones que antes de las campanadas vienen los cuartos. En fin, hay un grupo que también enciende la tele con la inconfesable necesidad de asomarse a los escotes de Anne Igartiburu y por fin verle algo. Pero no hay manera. Enseguida enfocaron hacia la torre iluminada buscando el espectáculo imposible: la alegría detrás del juez, reloj no marques las horas. Bueno pues ya hemos cambiado de año. TVE sigue ganando por goleada como cadena favorita para pasar el año, y eso le viene bien al flamante concierto de Año Nuevo, que se ha convertido en un clásico a fuerza de que los músicos ese día se disfracen un poco y hagan bromas (este año se vistieron de aficionados al fútbol, ya que la Eurocopa se celebrará en Austria y Suiza). Entre los distinguidos espectadores japoneses que pagaron a doblón el dar las palmadas a la Marcha Radetzky se podía ver todavía a algún aborigen, y es que la globalización tiene estas cosas. Te inventas un concierto, le das publicidad y luego no hay manera de encontrar entradas.

Del año nuevo, poco que decir todavía. La reaparición de un apático y aburrido Javier Sardá haciendo de juez bueno en el programa que sus cuñaos han hecho para Telecinco, y que se titula Tú si que vales . La típica competición de frikis que busca mezclar en una bolsa de autobús talento, unas gotas de humor, acrobacia, puntería a partes iguales. Ya ven: año nuevo y hasta Sardá ha tirado la toalla de hacer algo nuevo.