Calentón mundial

¿Recuerdan aquella instantánea de Marta Chavarri bajando de un coche y mostrando sus partes a toda la clientela de Interviú e, indirectamente, a todos gracias a aquellos programas de televisión que entonces comenzaban su flirteo con los cachondos del mundo rosa? Pues lo mismo le ha pasado a Ronaldinho. Bueno, lo mismo no, que entre una y otro hay diferencias ineludibles y apreciables. Mientras se juegan los frenéticos partidos del Mundial, los del tomate hacen risas con unas imágenes que les han llegado de Ronaldinho en una juerga que acaba en salida de tono sexual. Una fiesta privada que acabó siendo un divertimento de sobremesa en todas las teles indiscretas del planeta. La realidad es muy tozuda y los jugadores de fútbol no iban a tener patente de corso para mantenerse al margen de ella. Es verdad que lo que le ha pasado a Ronaldinho y antes le ocurrió a la hija de Campos al ser grabados en una discoteca dice muy poco sobre los códigos éticos en los que nos movemos los periodistas. Pero la notoriedad permanente de estos personajes hace que se vea como normal y anormalidad. Una grabación privada de un personaje público no debería airearse así como así. Van en juego ciertos valores que quedan mal si un columnista los escribe pero que son lo fundamental de una sociedad democrática. El hecho de hacer públicas estas imágenes ni va a dañar la imagen del famoso ni dejará de hacerlo. Consigue el efecto llamada inicial. Todo el mundo las comenta y, claro, tanto éxito hace que quienes se pasan el código por el arco del triunfo acaben teniendo razón. Dicen los del tomate que han dividido la secuencia en dos días. Conociéndolos y después de tantos años los conocemos muy bien, tenemos calentón de Ronaldinho como noticia estrella durante todo el verano. A no ser, claro, que pillen o otro más ilustre.

Alonso y Nadal

EL éxito depende del éxito. Pura redundancia, pero así ocurre con los resultados de audiencia en televisión. Sobre todo si se trata de deporte. El pasado domingo fue uno de esos días mágicos en los que en dos deportes, fórmula 1 -suponiendo que conducir un coche sea deporte- y tenis, había dos jóvenes dispuestos a comerse el mundo. El triunfo de Fernando Alonso trajo unos resultados de audiencia a Telecinco inauditos para un domingo por la mañana. El tirón del piloto asturiano queda fuera de toda duda, ahora bien, hay que decir que los responsables de las retransmisiones lo están haciendo francamente bien. Jamás se había innovado tanto y tan rápido en televisión. Desde que Telecinco se hizo con los derechos del Campeonato Mundial de Fórmula 1 todo ha cambiado. De alguna manera, siempre tuvieron claro que deberían estar a la altura de las circunstancias y de la tecnología puntera. Para los no amantes de la fórmula 1, entre los que me encuentro, cuando seguimos cualquiera de las carreras, sentimos la contradicción de quedar atrapados por las imágenes. Da igual si son entrenamientos o un paseo por los boxes, el caso es que la pasión que ponen en la divulgación de cualquier aspecto de la carrera es de lo más interesante que se ha visto en deportes y en la televisión de los últimos años. Si Fernando Alonso es una estrella que incrementa su gloria en casi todas las carreras, Antonio Lobato, el conocido calvo de Telecinco, ha conseguido estar a la altura de la meteórica carrera del piloto. Opuesta pero hermosa fue también la retransmisión del torneo de tenis Roland Garros. Una realización limpia y algo fría que cuenta con el comentario de tenistas profesionales. Entre éstos y el dinamismo del calvo no hay color. Mientras Alonso tiene un aliado en la televisión, Nadal gana y está solo.

Cuiden a los niños

¿Quién es ese hombre que me mira y me desnuda. Cuando le oyes cantar esta letra a una niña de cuatro años no sabes si reír por la ocurrencia o echarte a llorar, coger el aparato de televisión y golpearlo con un bate de béisbol hasta no dejar ni un circuito sano. Nos acercamos sin remisión al verano. Ya se sabe, mal tiempo para la televisión, un medio que no consigue retener a la gente. Tenemos en las playas y piscinas una alternativa más refrescante. De alguna manera la audiencia le pega un corte de mangas a la oferta habitual y se va a buscar la fresca donde haga falta. Pero con el verano llegan los niños a casa y, claro, se supone que la programación infantil debería incrementarse, como ocurre por ejemplo con los sábados. La apuesta infantil se carga a las mañanas pero, ¿qué va a pasar por las tardes para el público infantil? Pues que estarán expuestos a los programas más carcas e impresentables de la televisión. Pues eso, el himno a la pederastia se convertirá en canción del verano. El regreso de Gavilanes con toda esa estética de sombreros de cuero y camisetas de tirantes a punto de estallar por los costados, es un mensaje de tanta fuerza que, o uno coge el bate de béisbol, o directamente se deshace del aparato de TV. Pero no conformes con el éxito de Gavilanes, los de Antena 3 quieren dar una vuelta de tuerca. Ahora presentan Rebeldes una serie de chicas, aunque no queda claro si enamoradizas o en celo permanente en un colegio privado. Esta vez el morbo y la caspa los ocultan tras unos uniformes de colegio pijo. Está claro que esta rebeldía de los personajes se usará para atrapar además de los adolescentes a los más pequeños. Si este verano vamos a dejar a los niños solos frente a la televisión hay que tomar precauciones. Sin exagerar, las mismas que deberíamos tomar frente a un canal pornográfico.[b]

Vaya desmayo

¡Qué sería de los críticos sin el zapping ! Un resumen de imágenes ajenas que en realidad es toda una excusa de todas las cadenas para robarle a la competencia su momento mágico. El zapping nos permite a los que no disponemos de mucho tiempo para perder delante de la cadena, conocer los chascarrillos sin meter muchas horas en el empeño. El lunes los de La Sexta estrenaban programa deportivo, Sport Center Mundial 06 , y va y se les desmaya Julen Lopetegui, copresentador junto con Patxi Alonso. Que La Sexta no está teniendo suerte con lo del Mundial lo dicen hasta sus colegas de emisión de Cuatro. Éstos han puesto en circulación cuñas que más parecen navajas barberas de esas que cortan también la yugular. Resulta que después del acuerdo con Cuatro estos lanzan una campaña pidiendo a la peña que no se antenice. Con esta campaña han descubierto dos cosas. Una que ya sabíamos; la competencia en televisión es ferozmente fratricida y, otra, que es toda una innovación el verbo antenizar, que hasta ahora no existía y que tendrá que ser anotado por los señores académicos para introducirlo en la siguiente edición del diccionario de la Academia. Regresemos al mareo en directo. Lopetegui pudo volver al programa, ha llamado mucho la atención que Patxi Alonso no fuera corriendo hacia Julen para atenderlo. La tele es la tele. Antes del corte dijo que aquello era en directo y luego pasó a publicidad. Unos le acusan de sangre fría y otros de capullo por cortar cuando le había caído la lotería de un desmayo en directo. Pero seamos justos. Al pobre Julen no le habrá hecho ninguna gracia ser el personaje zapeado por excelencia de esta semana. A Patxi Alonso se le hubiera criticado aunque le hubiera hecho el boca a boca en directo. La culpa la tienen esos ladrones de imágenes porque por aquí, y con La Sexta, nadie se hubiera enterado.

Vacas o bailas

ATENCIÓN, pregunta. Nombre de concurso entretenido, un clásico para muchos, conducido por un presentador que dice a todas horas ser de Bilbao y que, para otros, es una pachanga sin pies ni cabeza, presentada por un tipo que habla al espectador como si fuera un niño de cuatro años. Correcto. ElGrand Prix. Se decía que por fin desaparecía. Pese a su relativa popularidad no crearía mayor problema superar el verano sin la vaquilla, los batacazos y las explosiones de patatas calientes repetidas para hilaridad de mocosos y descerebrados. El problema es la alternativa. Se trataba de Empieza el espectáculo, hasta que han dimitido sus responsables. Otra vuelta de tuerca al tornillo de que bailen y canten los famosos. Y claro, entonces, elGrand Prix aparece como el gran programa de entretenimiento que no puede faltar en verano. Conducido por Ramonchu, un comunicador ameno y fenomenal que tiene a gala ser de Barakaldo o por ahí. Desde TVE se han puesto como meta que a todo el mundo le guste el baile. Que aprobemos la asignatura pendiente de baile agarrao sin dar pisotones a la pareja. Si me juran hace tres años que la mayor aportación de esta tv pública sería la de popularizar el mambo, el merengue y la bachata, pues diría que no, que no era posible. La realidad es muy necia. Después de recuperar un poco de credibilidad, eso sí, en los informativos, los nuevos directivos del ente público se han lanzado a la divulgación de estos bailes como si su verdadera vocación estuviera en el un, dos, tres, cha, cha, cha. No se sabe qué será este verano de la audiencia de TVE sin vaquillas ni tortazos, pero si finalmente prospera el concurso Empieza el espectáculo, el nivel de bailes en las verbenas de las fiestas patronales puede ganar enteros. Sus responsables más que bailar lo que han hecho es dimitir. A que vuelve Ramón con sus vacas…

Se ve, no se ve

MIENTRAS los críticos estábamos ocupados echando bilis y buscando metáforas que estuvieran a la altura de la regia muerte de Rocío Jurado, otros estaban haciendo caja. Entre tanto romanticismo va y se cuela de rondón el acuerdo entre La Sexta y Cuatro para repartirse el pastel del mundial. Sin ánimo de querer ser duro con estos dos medios nuevos, tienen que comprender que tanta improvisación suena a cachondeo. Vamos a niño rico que paga el autobús con un billete de 500 euros. Un puro dispendio. Todo el efecto positivo que podía tener el retransmitir un mundial lo dilapidan por no haber calculado que, técnicamente, era imposible que llegaran. Lo que sí ha quedado plenamente palpable esta semana es que los programas futbolísticos más que populistas son directamente barriobajeros. Parece como si intentaran imitar a los periódicos que son los que funcionan. Son programas salseros en los que se confunde imaginación con aportación de ideas absurdas. Pero es tal la cantidad de datos que produce el fútbol; tal la cantidad de aficionados atraídos por este deporte que siguen todas las informaciones como si fueran verdades reveladas. Da igual. Cuando hay liga es la liga, cuando no, el mundial y si esto no es suficiente pues se tira de los fichajes. El caso es que siempre hay gente dispuesta a escuchar todas y cada una de las imágenes que tengan al fútbol como protagonista. La reaparición de Diego Armando Maradona en Maracaná de Cuatro fue un ejemplo de lo poco que tiene que ver el ambiente futbolero con la realidad. De un lado porque el fútbol en directo, es decir, en el campo, es como una juerga total en el que los individuos desdoblan su personalidad como se cuelgan una bufanda. En el tema del fútbol como en los funerales folclóricos, todo vale.

Uve de vergüenza

SORPRENDE el decoro que muestran algunos sobre el tratamiento exagerado de la agonía de Rocío Jurado. Será tema también de tertulias refinadas y, si me apuran, se estudiará en las facultades de periodismo hasta llevarlo a todos los ámbitos posibles. Unos insensatos han convertido la televisión en un producto que ofrece la crónica de una muerte anunciada. Cientos de periodistas cuya misión imposible es la de tomar posiciones ante las tapias de una urbanización, contabilizar el número e identidad de los coches que salen y entran, prestar atención a los movimientos de los visillos, interpretar los restos de las bolsas de la basura y batir el récord de espera. Mano de obra barata utilizada para las conexiones en directo con tal de coger boletos que ayuden a conseguir el pleno de la exclusiva en directo: Rocío ha muerto en nuestro programa. Incluidos los informativos, todos participan en el macabro juego de anunciar en directo la muerte de una folclórica. Los espectadores asistimos a este espectáculo entendiendo que tanto despilfarro de medios será algo normal. Y eso que no hace falta ser ningún experto para adivinar que, como ocurrió con Encarna Sánchez , lo peor, lo más exagerado, las informaciones más escabrosas de todo este espectáculo, están todavía por llegar. La máquina de la verdad vuelve a Antena 3. Ahora se llama La hora de la verdad . Pues puestos a modificar le podían haber llamado La hora de la vergüenz a. Pura pornografía sentimental mezclada con montajes indignos. Confesiones obscenas y mentiras al descubierto delante de un público de millones de personas. La decisión de todos estos individuos de presentar su intimidad de cara a la gente debería estar regulada por la Justicia. Alguien debería velar por los daños irreparables que se infligirán ellos y, lo peor, a sus allegados.

Sopa de Simpson

Ahí siguen a la hora de comer. Repitiendo por enésima vez cada capítulo y siendo corroborados de lunes a viernes por la audiencia. Los Simpson han conseguido convivir con nosotros, forman parte de nuestra familia. Como los balbuceos de los bebés o las cosas del abuelo, uno asimila el capítulo sabiendo toda la acción y buena parte de los diálogos. Comenzó en 1991 siendo una serie de dibujos animados para progres que se ponía a las tantas por la creencia de que esos diálogos mordaces y los mensajes de holgazanería podrían dañar la salud mental de los más pequeños. El tiempo pasa y, quince años después, los Simpson son competitivos. Le pueden a Arguiñano, superan los informativos locales y las noticias generales de Hilario Pino y las dos chicas de Cuatro. Da igual que cada capítulo se haya pasado una media de 20 emisiones, uno se pregunta si lo que tienen los Simpson es una calidad excepcional, con un trasfondo superior a la de los mismísimos libros sagrados, o se trata más bien del estado de ánimo de los espectadores ante la oferta televisiva. Una cosa es que en navidades repongan Mujercitas y en Semana Santa nunca falteBen Hur y otra que en un mes veas repetida hasta tres veces la historia de Homer evitando con su trasero una explosión nuclear en la central de Springfield. Cuando hace unos años se murió el actor de doblaje de la voz de Homer, todos creíamos que llegaba el final de la serie. Las nuevas voces consiguieron que amáramos más las ya desaparecidas, componiendo un espectáculo definitivamente irrepetible. Por más que desde América lleguen nuevas entregas dobladas con nuevas voces, no alcanzan el nivel de los originarios. Cada semana, cuando los viejos Simpson aparecen muy arriba en los índices de audiencia me asalta la pregunta. ¿Habrán venido para quedarse siempre entre nosotros? Encantado de sus repeticiones.

Chutes en la siesta


DESPUÉS de tanta tecnología digital, después de gastarnos una pasta en satélites, va y resulta que, para ver el Mundial, hay que invertir en antenas. Vaya despropósito. Durante años vendiéndonos la idea de que en poco tiempo habría un apagón analógico tras el cual todo el que quisiera ver la tele tendría que depender de la tecnología digital, y vienen los de La Sexta a pedirnos un último esfuerzo. Pon una antena por lo que más quieras, aunque sólo sea para este verano. Lo que también ha perdido enteros es la competición de la bicicleta. Recuerden apenas hace una década. Por estas fechas primaverales la audiencia marcaba hitos históricos. Hubo un tiempo en el que todo el mundo hablaba de ciclismo. Fue tal el éxito de aquellos años de Perico Delgado, Lejarreta, Olano y, sobre todo, de Miguel Induráin, que este deporte se convirtió en un serio competidor de los partidos de fútbol. Uno siente algo de nostalgia cuando estos días asiste al hermoso espectáculo del ciclismo en el Giro de Italia que todas las tardes nos acerca ETB. Una mezcla de tristeza por el devenir de un deporte que siempre tuvo algo de sagrado por estas tierras y que hoy va dando tumbos. Atrapado entre desalmados que saben qué precio tiene este espectáculo. Sátrapas que juegan sin miramientos con la salud de sus corredores. Dicen que en las investigaciones va a salir mucha gente conocida. También dicen que no aparecerán los nombres de todos los implicados. El fraude sigue. Sería injusto que se ocultara que hay otros deportes de elite basados también en sustancias o sistemas de manipulación de la sangre. Por nosotros los espectadores que no se dopen. A esta hora de la siesta que es cuando mejor se vive el ciclismo por televisión, no tiene sentido meterse nada. El público está medio dormido y no se da cuenta a qué velocidad suben el Mortirolo.

Impactos fatales

Las imágenes del rescate de los tripulantes de la embarcación Movistar que estaba de regata por aguas internacionales, pese a su fuerza, chocan frontalmente con esas otras de los cayucos remontados hasta las costas canarias. Evidentemente, la realidad también retrata estos dos mundos. El digamos occidental, que es una apuesta técnica y monetaria por la aventura, y el salto sin red que supone el viaje al primer mundo. Dos realidades paralelas pero que tienden a no mezclarse. Porque tiene algo de injusta la supervivencia, por ejemplo, de los concursantes de la isla de Telecinco frente a la de esos niños famélicos de Zambia que se cuelan, de vez en cuando, en algún documental o a través de los anuncios de alguna ONG. La pelea se está convirtiendo en un género en sí mismo. Un producto capaz de tener autonomía propia. La protagonizada el otro día en Salsa Rosa por Bienvenda Pérez y Bárbara Rey es un aperitivo de lo que nos espera. Hay todo un ejército de conocidos dispuestos a recuperar su fama poniéndose a parir delante de la cámara. Y de las peleas verbales ya se sabe, hay un momento en el que uno puede pasar a las manos. ¿Recuerdan aquel programa que recogía Crónicas Marcianas en el que un hombre era pegado al mismo tiempo por su mujer y su amante? A este paso lo tendremos en nuestra programación en poco tiempo. Aquel famosillo que lleve un tiempo en el dique seco no tiene más que buscarse un par, otro púgil televisivo al que le vaya la marcha y, hala, a insultar. Nuestra televisión padece las mismas irreconciliables enfermedades que la sociedad. Ayer, sin ir más lejos, Lorenzo Milá espetaba a bocajarro el juicio por el caso de una mujer que ahogó a sus dos hijos y luego intentó suicidarse. Hay noticias que son verdaderos disparos. Impactos de los que desconocemos el efecto cuando llegan a los oídos de nuestros niños.