Europesadillas

Alas en mi espalda. Así de confusa es la traducción de la canción ganadora del último festival de Eurovisión. Cuatro horas de retransmisión precedidas de dos largos programas clasificatorios. Lo del sábado con el festival de Eurovisión fue puro cuento de terror. Como aquel relato de Oscar Wilde en el que envejecía el personaje del cuadro en vez del protagonista. El sábado nació el monstruo y, dentro de su fealdad, resultó ser lo más bello de un certamen envejecido por el tiempo y por su inutilidad. Ganaron unos chicos fineses algo traviesos y con afición al heavy metal que, pese a no ser conocidos en muchos sitios, y no me extraña, tienen su pastelito de fama asegurada en su Finlandia natal. Con la originalidad que nos caracteriza, que nadie descarte el próximo año a una de estas flamencas con toda su cohorte de palmeros y taconeadores, que se pasee con su taxi por el escenario El Fary o que acuda Luis Aragonés después del desastre anunciado en el que se puede convertir su selección de niños guapos o rubios. Si para ganar Eurovisión hay que dar miedo, que se preparen, porque aquí material tenemos en abundancia. Nos falta sentido escénico, eso sí, pero tampoco losheavys fineses es que anduvieran sobrados, más bien es que llegaron en el momento justo. De las cuarenta y tantas canciones seleccionadas, la más conocida vía Internet era ésta, así que tampoco es extraña su victoria. Unos hablan del factor sorpresa, otros del efecto vestuario y, los refinados, del in crescendo final en el que al cantante le crecían alas de mariposa. Los escépticos sospechamos que fue la mala leche del público la que se impuso. Vale. Votamos. Nos dejamos una pasta pero que, el próximo año, desaparezca este espectro fantasmal de Eurovisión. Que esta puñalada trapera sea el fin, no sea que la pantalla, un año de éstos, nos muestre nuestra cara desfigurada.

Calienta pantallas

EL éxito en la televisión no siempre llega a las primeras de cambio. En ocasiones hay que ir introduciendo una serie de modificaciones a la idea original que puede que consigan reactivarla. El reality Supervivientes de Telecinco, por ejemplo, no comenzó muy potente. Estaban tan preocupados que estudiaron la posibilidad de cambiar de día la emisión. El simple exhibicionismo y la intimidad vulnerada no pueden con el Doctor House de Cuatro ni con los peliculones de Antena 3. Al parecer, han pedido más madera a los concursantes. Vamos, que tienen que mover ficha y provocar escenas más calientes; provocar momentos más conflictivos o los mandan para casa antes de tiempo como pasó con aquel despropósito de La cocina de mi vida. Otro que ha cambiado es El loco de la colina. El maestro maneja como nadie los trucos de la entrevista pero su realización estaba fuera de lugar. La selección de planos era como un homenaje a las pinturas negras de Goya. Primeros planos largos que intentaban atrapar lo más íntimo, más que el gesto el mohín, hasta el olor corporal de los entrevistados parecían querer tomar aquellos planos. Pero desde hace unos cuantos programas compruebo que Jesús Quintero ha cambiado de realizador. Sus entrevistas son menos agobiantes, por sus planos televisivos corre más el aire. Ha perdido un poco de intimidad pero, a cambio, se puede ver y respirar. El espectador no tiene aquella sensación de viajar en un coche cama o un ascensor. Ahora, con más luz, la cámara se acerca y se aleja. Los entrevistados se saben fotografiados y, en la mayor parte de los casos, hasta coquetean con la cámara. Ponen su perfil preferido, entornan los ojos como si quisieran camelar al espectador y las hay que mueven las pestañas al público como si quisieran hacernos cosquillas en la cara. Una gozada.

Sofá y mando

SI el año pasado el programa revelación fue Vaya semanita, este año ha tomado el relevo Eva Hache. El humor sigue siendo uno de los elementos fundamentales en esas últimas horas del día. Más o menos, a eso de las diez de la noche, se produce la explosión: Vaya semanita en ETB, Aquí no hay quien viva en Antena 3, El Guiñol en Cuatro, Camera Café o Los Serrano en Telecinco, El intermedio en la Sexta. Las risas en la programación televisiva se guardan para la noche, no se sabe si por el bien de la audiencia o, a mala leche, para birlárselas a los niños. Claro que 200.000 de éstos pasan de todo y se quedan hasta las tantas como si la prohibición no fuera con ellos y a sus padres tampoco les importa mucho. La noche es para el humor como las bicicletas para el verano. Al otro lado de la pantalla, en los hogares, las escenas de humor se repiten a diario. Porque, ¿quién es el encargado de apretar el botón correspondiente imponiendo su criterio al resto de los habitantes de la casa? En este punto, allá cada cual con sus decisiones. La lógica indica que existe un acuerdo, que finalmente se pone la cadena del consenso. Pero en realidad nada más lejos de esto. Apretar el botón de tu elección en muchas ocasiones representa todo un golpe de estado, una prueba de fuerza y salirte y, para salirte con la tuya, es necesario dosis altas de astucia. Todas las noches se producen peleas en las que se emplean todo tipo de malas artes para colarse de rondón en un sofá ya ocupado o estirar las piernas si uno llega el primero. La refriega se convierte en algo tan rutinario que, poco a poco, se va llegando a un acuerdo de mínimos. Un poco de humor, un rato de informativos, algo del partido de fútbol. Descartada la tiranía se produce en cada salón un sinfín de combates en losque se compite por hacerse con un buen asiento y lograr el mando.

Sin Mundial

Se cumplen los cincuenta años de TVE. Cuentan que al principio la gente que se hacía con un televisor recibía la visita de todo el bloque para ver las telenovelas, las corridas de toros y el partido de fútbol. Nos encontramos a menos de un mes para que dé comienzo el Mundial de Alemania. Desde La Sexta aseguran que se podrá ver en un 80% del territorio y este inquietante porcentaje no nos asegura nada. ¿Qué pasaría si ese 20% restante concentra al 80% de los espectadores? Está claro que la televisión es un medio proclive al desafío, a resolver los problemas con improvisación. Queda tan poco tiempo y es tal la ignorancia a que está sometido el personal, que uno no tiene claro si lo que pretenden es que cambiemos la afición por el fútbol por el automovilismo. El seleccionador mayor del reino, Luis Aragonés, leyó ayer lunes la convocatoria de la selección nacional de fútbol. Una relación que responde a criterios mediáticos más que a futbolísticos. Desde los medios de comunicación de Madrid se echaba de menos a Guti, Baraja y Morientes. Supongo que porque el rubio de bote que usan algunos daba bastante juego en los anuncios. En los últimos años la selección de fútbol está perdiendo todo el tirón televisivo que en su momento tuvo. Es como si funcionara con otros criterios extradeportivos más relacionados con el marketing que con el fútbol. Faltan veintitantos días para el Mundial. Mientras unos se preguntan si llegarán a tiempo con el tema ese de las antenas para poder verlo, otros aficionados están buscando equipo. De la misma manera que hay gente que en el partido del Barcelona llevará la camiseta del Arsenal, para el Mundial de Alemania hay ya muchos que se están aprendiendo por si acaso la alineación de Serbia y hablando con el pariente de Vitoria, que él sí que ve La Sexta.

Sí, dígame

¿RECUERDAN aquellos programas de vídeos que normalmente vienen de EEUU y que contienen persecuciones de la Policía, atracos a supermercados o escenas de sexo en la playa? Muchas de ellas han sido grabadas por las Fuerzas de Seguridad. Centinelas que portan una cámara de vídeo en una mano y una placa de autoridad en la otra. Buena parte de ese material es confidencial y parece que a nadie le importa cómo, por qué y en qué momento perdió su privacidad para ser producto de espectáculo en un medio de comunicación público. Esta reflexión viene a cuento ahora que el diario USA Today (de nuevo la prensa al servicio de los ciudadanos) destapara el tema de las escuchas indiscriminadas en las conversaciones telefónicas privadas que ha practicado su propio Gobierno. Esta mezquina planificación debería ser la gota que colma el vaso. Que un presidente como Bush defienda su legalidad es un síntoma clarísimo de que esa sociedad corre un serio peligro. Todo indica que la democracia que todavía les queda tiene sus días contados. No estaría yo muy tranquilo, si fuera habitante de este país, de que no vendieran esa información. Si todavía podemos ver esas imágenes en las que coches patrulla persiguen por autopistas y ciudades a algún delincuente, si se venden las imágenes de ciudadanos que conducen borrachos y luego son carne de escarnio público, ¿qué confianza se puede tener en la Agencia de Seguridad Nacional, que miente? Primero niega las escuchas y luego alega que es por el bien de los ciudadanos. Seguramente el valor de todo ese material confidencial de conversaciones privadas, domésticas o de negocios tenga ya un precio. Habría que saber si, junto con las escuchas, también hay imágenes, porque quizás estemos ante el gran negocio televisivo de la década. Quizás todavía el granreality esté por llegar.

¡Vaya mimbres!

HAY una norma no escrita, pero que funciona en nuestra televisión, que otorga todo el protagonismo a los que en un momento fueron conocidos por una circunstancia u otra. Esa misma ley por la que ahora a Fernando Alonso lo visten de bárbaro, le ponen a bailar claqué y lo que haga falta. Pasó lo mismo con los presentadores de informativos. Personajes superfamosos puesto que, día a día, pasan más de una hora delante de millones de personas y que, ahora, venden su credibilidad hasta el punto de que no sabes si cuando te venden una cuenta naranja te están dando una primicia. Luego existen también los personajes con tirón. Aquí el ejemplo más significativo es Anne Igartiburu vendiendo parcelas o adosados o lo que sea ese batiburrillo que venden en Oropesa. Al parecer, la clave está en alargar el tirón del famoso hasta las últimas consecuencias. Los sollozos de Belén Esteban, a Rosa de OT cuya voz prodigiosa ahora resulta que no vale un pimiento y la tienen todo el día ensayando pasos acrobáticos en Mira quien baila. Eso por no hablar de Fernando Romay, un tipo grande donde los haya que lleva décadas intentando triunfar en el mundo de la televisión. Luego están los participantes en concursos como Gran Hermano. Un pequeño trampolín que permite a los concursantes formar parte durante un tiempo limitado de tertulias del corazón. Su mayor mérito es sentarse en una de esas sillas y vender lo que haga falta para seguir sentado en ella. Personajes siniestros como Kiko y Aida, especialmente preparados para sacar los trapos sucios y hacer bazofia televisiva con ellos. Puro equilibrismo el de unos y otros. Unos venden su credibilidad, a otros les basta con hacer su papel y estos últimos que saben que, o muerden, o se van a la calle. Con estos mimbres, claro, tenemos la tv que nos merecemos.

Chivatos en la red

Son estas series que primero se estrenan en EEUU y por aquí hay gente que ya las ha pillado. Si te descuidas, te soplan el final, a través de los canales digitales accediendo directamente a la cadena que los emite dentro de este negocio desleal que es la piratería a través de Internet. Ocurrió hace poco con la nueva temporada del doctor House: la gente iba anticipando las tramas y, claro, no es lo mismo. Buena parte del encanto de la serie reside precisamente en ver cómo House hostiga a sus colegas, cómo estos se devanan los sesos, cómo van descartando esas infinitas combinaciones de síntomas rarísimos hasta descubrir que, milagro, lo que los produce era una que tenía instalada en el cerebro o que la enfermedad fatal era, en realidad, una simple infección de hemorroides. Los nuevos medios de comunicación, y en especial la información que se cuelga en Internet, hacen que las fronteras que antes existían ahora hayan desaparecido totalmente. De alguna manera, el atractivo que mantiene en vilo al espectador no puede ser la sorpresa inesperada de una muerte o una boda, porque eso hoy corre por la red como la pólvora. El éxito de las nuevas series reside en ir haciendo más interesante todo el proceso de la creación de los personajes. Desde Ally Mcbeal esta idea ha ido creciendo y haciéndose más sofisticada hasta llegar a la maestría de CSI, en la que, cada capítulo, es toda una joya de la nueva ingeniería del guión. No basta con crear un personaje y que el espectador lo ame. Hace falta que cada semana se le ponga en aquellas situaciones que lo conviertan en víctima y verdugo de su propio destino. Ocurre lo mismo con el magnífico póquer de Mujeres desesperadas, en el que cada capítulo es como una partida en la que, el espectador, nunca sabe a qué carta quedarse. Eso engancha mejor que una sorpresa y nadie te la destroza vía Internet.

Derecho a Mundial


QUE TVE no posea los derechos del Mundial de fútbol sería algo normal si no fuera porque éstos se han utilizado para promocionar el nacimiento de una nueva cadena. Al parecer, existen ciertas dudas sobre si La Sexta llegará a tiempo de colocar todas esas antenas que le permitan televisar los partidos del mundial de Alemania. Ellos dicen que sí, pero el PP no se fía. No queda claro si su desconfianza nace de las dudas técnicas que le impidan llegar a tiempo, o de que no le pongan sonido al himno y cámara exclusiva a la bandera roja y amarilla. Además, han mostrado su preocupación porque no veamos el Mundial de fútbol gratis. Está bien que estos defensores a ultranza del no intervencionismo del Estado pidan fútbol gratis para el pueblo; que los mismos que sueltan discursos neoliberales propongan la intervención de la autoridad pública y declaren el fútbol, como al oso polar, especie en vías de extinción o, qué sé yo, el casco antiguo de Toledo, Patrimonio de la Humanidad. Pero resulta que detrás del Mundial está también la marca conocida como Selección nacional de fútbol. Todo un chollo al alcance de determinados jugadores que además obtiene un seguimiento mediático impresionante. Al PP le interesa la mencionada costumbre de hacer patria, más que ganando los partidos con buen fútbol, que escuche bien clarito el himno y se hagan planos y fundidos románticos sobre la bandera. Fuera de una Copa de Europa, a la selección no se le conoce otro mérito que el de salir por la puerta de atrás a la altura de los cuartos de final. Pero es que hay que entenderlos. Con el poco éxito que tiene últimamente el festival de Eurovisión, se quedan sin referentes. Sólo les faltaba que el único vestigio nacional que les queda a quienes añoran los viejos tiempos pase al enemigo. ¿Y si esta vez ganan el Mundial? Se quedan con la bandera y sin derechos.

Fuera pelucas

Que después de una vida en televisión nos enteremos de que José María Íñigo llevaba peluquín indica el grado de tomadura de pelo a que este medio somete a los espectadores. Que la televisión es pura mentira lo demuestra también el estreno del programa Odiosas, en el que aparecen siete pimpollos haciendo del periodismo puro teatro y, si me apuran, exhibicionismo barato. Las odiosas chicas juegan a aparentar ser Mae West pero se quedan en una mala mezcla de Carmen Sevilla, eso sí, con una vocalización digna de Boris Izaguirre. El resultado final es una nueva versión de Caiga quien caiga y Noche Hache . Este tipo de periodismo, o lo que sea, llega tarde. Durante el cuatrienio absoluto de Aznar fue la herramienta más eficaz. Los trajes negros de los reporteros de Caiga quien caiga eran como un oasis en medio del desierto y el mal ambiente en que se había convertido la profesión de informar. Una vez más el humor salía en defensa de la libertad de expresión. Pero afortunadamente aquellos tiempos pasaron. Las huestes populares se diluyeron y los caudillos de la manipulación abandonaron la televisión pública para escribir libros y presentar monólogos. Ahora la propuesta de estas chicas tiene la misma carga argumental que la reposición de Blancanieves y los siete enanitos en vísperas de jornada de reflexión electoral. Más que la bola de billar de Íñigo ocultada con tenacidad y perseverancia a lo largo de los años, la que nos descubrió todo fue la entrevista de El loco de la Colina. Rescatada de sus tiempos en Canal Sur con su programa Los ratones coloraos apareció desnuda una stripteaser que leía a Saramago. Recuperar la entrevista por parte de Jesús Quintero es como decir que, de joven, fue revolucionario. Hubiera sido un detalle que la hubiera actualizado. Su osadía se merecía una segunda oportunidad.

Mar adentro

HAY series televisivas que funcionan igual que esos muñecos a pilas que siguen y siguen y siguen, mientras que otros muñecos que salieron al mismo tiempo que ellos se quedan por el camino. Hace poco le cortaron la corriente a 7 vidas, y hay que agradecérselo, pero no porque no continuara siendo un éxito de audiencia, más bien estaba todo el mundo tan aburrido del éxito que prefirieron darle un hachazo a la raíz, y santas pascuas. Es cierto que existe un público fiel a este tipo de series de una familia especial o una comunidad defrikis o simples esperpentos que, por mucho que parezca, no tienen nada que ver con la realidad. Este tipo de series se les dan muy bien a nuestras productoras. Se han especializado tanto que difícilmente van a meterse a crear otros productos. Zapatero a tus zapatos. Como esos muñequitos a pilas, las producciones van apareciendo y luego unas pocas son las que continúan en el tiempo. Esto les ocurre por ejemplo a Los Serrano. Todo el mundo sabe que poseen la audiencia suficiente, que por grandes que se les hagan los niños, y porque algunos lleven diez años en el bachillerato, o por mucho que los bebés sean ya adolescentes, el caso es que a la audiencia le da igual. Digo yo que tiene que salir un alma caritativa, un productor o qué se yo, alguien que sepa aplicar la eutanasia a esta historia. Cada semana veo el tándem imposible entre Resines y Belén Rueda junto con el histrionismo de Jesús Bonilla y el chulapismo desfasado de Antonio Molero y unos niños o ancianos abandonados a su suerte. Todo funciona y entiendo que nadie quiera meter jeringuilla letal a tantos años de éxito. Pero el éxito a veces se fabrica con ideas equivocadas. Es como eso de meter roedores en jaulas y reducir su vida a dar vueltas dentro de una mini noria. Por favor, que alguien los eche Mar adentro .