Si ven la carita de acojonados que ponen los bailarines de Fama ¡A bailar! cuando los Rotenmeier de sus profesores les dicen si los nominan seguro que se echan a llorar. No se entiende en estos días ese papel de borde que comienzan a tener todos los profesores de estas academias televisivas. Es como si dieran por hecho que la pedagogía vende más si se adoptan los papeles que interpreten aquella frase de «la letra con la sangre entra». Y hablando de sangre, los de Antena 3 sí que se han dado prisa en hincarle el diente al personaje del delincuente más buscado de los últimos tiempos. Soy el solitario es un ejemplo de reflejos, de que hay mucha televisión que hacer a nada que se eche un vistazo a la realidad. Claro que estas producciones se les nota la factura. No tienen la calidad que se debería exigir a un drama televisivo. De alguna manera se les podría perdonar porque nuestras productoras no están preparadas para hacer un trabajo con unos medios con los que en otros países ni se lo plantearían. Lo que sabe bien de esta iniciativa es, precisamente, el atrevimiento que en televisión, a veces, es más importante que la calidad de la factura.
Hoy jueves es el día en el que algunos noctámbulos nos dejamos horas de sueño viendo Días de cine . Desde hace un mes ya no aparece la figura del conocido por su papel de presentador mosqueado el irrepetible Antonio Gasset; el que durante una década fue la imagen de referencia para buena parte de los cinéfilos. Se ha ido pero el formato del programa sigue intacto. En ocasiones uno tiene la impresión de que se trata de una broma y de que va a volver a aparecer para hacer un corte de publicidad de aquellos que, lo mismo te intentaba atrapar para que no apagaras le tele que directamente te mandaba a la cama con la frase «total, para lo que hay que ver».