EL FANTASMA

Hace muchos años viví con un fantasma.
Se apagaba cigarros en la lengua
y estudiaba la biblia.

Entraba y salía de casa con sigilo.
Nunca sabía si estaba o si se había ido.

Ahora vivo con una persona viva.

Entra y sale, avisa, sabe cuándo y cómo reírse.
Es todo luz, baña de luz el suelo que pisa.
Tiene mala leche pero sin lactosa.
Es guapo, limpio y ordenado.

Ahora el fantasma soy yo.

UN MEDIOCRE

Siempre he sido
un
mediocre con mucho talento.

O al menos eso me dijeron en el colegio.

La gente corriente
tiene colchones dentro de sus billetes
de tanto dinero que
tienen.

A
mí la verdad
no me faltan billetes
ni tampoco me falta un colchón.

No hago nada malo en la oscuridad.
Busco luciérnagas,
nada más.

Lo que haga el resto me da igual.

Siempre he sido un mediocre con
las necesidades básicas
cubiertas.

NO SÉ HACER NADA BIEN

Se me ocurre todo contigo
pero no puedo hacer
nada.

Camino arrastrando un paraguas robado.
Hace tiempo que no me pasaba.
Hace tiempo que no
robaba.

No puedo atravesar ningún parque.
Los cierran todos por
las noches.

No puedo atajar, no atajo.

Lanzo una botella de champán contra el suelo.
No se rompe contra el suelo de la calle.
Despierto a todo el vecindario.

Es que
no sé hacer nada bien.

NO NECESITO NADA Y LO NECESITO AHORA

Me gusta caminar.
Me gusta caminar por la ciudad.

Cuando camino pienso mejor.
Cuando miro escaparates pienso mejor.

No necesito a la montaña.
O por lo menos por ahora no.

Me gustan las gasolineras del centro
y no me hace falta para nada
un alisado japonés.

No necesito nada y lo necesito ahora.

Sopla una ráfaga de viento.

Un trozo de papel higiénico
revolotea entre cuatro
palomas.

UN BONITO DÍA DE PRIMAVERA

Hoy hace un bonito día de primavera,
o al menos así lo piensan todos los demás.

Lo digo por sus caras de felicidad.

Yo estoy sentado en un banco al sol,
en frente de diez y nueve
motos
aparcadas en fila.

Cruza el metro y me tiembla el culo.
Nunca cruza el cielo el metro.
Sólo los aviones lo hacen.

Me pregunto
quién decidió en el pasado
todas estas cosas, las motos, el metro, los aviones…

PEGAMENTO DE BARRA

Estoy sentado
en un banco de una plaza
de un barrio de Barcelona,
en frente de un parque infantil de madera,
sentado como un viejo que da de comer a las palomas,
como un viejo que regala caramelos a los niños.

Estoy más cerca de ser ese viejo que de mi infancia.

Recuerdo mi infancia y los columpios de hierro.
La barca, el caballito, los botes, el tobogán,
el tren y los balancines.

Y un cartel pintado a mano que rezaba:

PARQUE INFANTIL PARA MENORES DE CATORCE AÑOS

Me recuerdo jugando con mis amigos y recuerdo a los abusones
fumando pitillos, aplastando lagartijas y ligando
con las chicas.

Por entonces yo lanzaba moco líquido por la nariz,
comía pipas de girasol con cáscara
y chupaba pegamento
de barra.