
Hay una mosca durmiendo
en la pared de mi
cocina.
A
trescientos ochenta y cuatro mil cuatrocientos kilómetros,
en el cielo brilla, la luna.
Su reflejo ilumina una carretilla oxidada,
en el suelo de la calle,
volcada.
De un oscuro portal sale un hombre con mochila.
Sale de su casa a horas intempestivas
para un encuentro sexual
casual.
¡Ñam, ñam!
Hay una mosca durmiendo el la pared de mi cocina.
Espera, no duerme.
Me observa.
Se hace la mosquita muerta.