ESTE sábado el grupo de población que odia el Festival de Eurovisión se incrementó notablemente. Ya somos legión los que abominamos de nuestro pasado de puntuaciones, comentarios gratuitos y vaticinios de José Luis Ulibarri. Este año Beatriz Pecker esa voz tan cantarina y hermosa de RNE puso el tema en su sitio. Tenía que ser una periodista de verdad quien diera el tono verdadero a una retransmisión que más parece un fantasma del pasado que otra cosa.
Lo que no tiene ninguna explicación es que una televisión haga una apuesta de siete horas en la retransmisión de un concurso de canciones. La de este año si la comparamos con los excesos de los vendedores de humo de OT fue algo aburrida pero se agradece que alguien agarre el toro por los cuernos: que plasme y no exagere el espectáculo que estamos viendo como si el espectador fuera un retrasado. Lo que se ve detrás de esta apuesta de TVE es algo habitual hoy en la competencia televisiva. Ahora las cadenas toman un acto y hacen girar toda su programación en torno a él. Y a algunos incluso les funciona.
Los resultados de audiencia de Telecinco este fin de semana con la Fórmula 1 han sido nuevamente espectaculares. Hubo momentos en los que el 50% de la audiencia estaba viendo la carrera de bólidos en el circuito catalán de Montmeló debido al fenómeno de Fernando Alonso. Lo que a esta cadena le ha tocado con esta actividad empresarial (me niego a llamarlo deporte) ha sido toda una lotería. Todo correcto si no fuera porque esta misma semana nos enteramos que esto de la Fórmula 1 tiene un dueño y éste, antes de concederles un circuito a los valencianos, les ha dicho a quién tienen que elegir de alcalde. Que se me vayan despidiendo como espectador de Fórmula 1. A estos neofascistas ni agua.
TODAVÍA no hay fecha, pero parece que ya están trabajando en la serie ‘CSI’ a la española. Tendrá como protagonista a José Coronado, que tiene tres años de contrato de exclusividad y ya se ha chupado uno sin dar palo al agua, venga a comer yogures y con la murga de los bífidus activos y todo ese rollo. Que no se apuren los amantes de la serie porque el experimento está funcionando allá donde lo hacen. La prueba de fuego la pasó con nota el CSI italiano y fue un éxito tan claro, que así que luego lo han recreado en Alemania y Francia. Los que también llevan un año de celebración son los entrañables payasos de la ETB Txirri, Mirri eta Txiribiton, que el pasado enero fueron galardonados con el premio Sabino Arana y a los que mañana entrevista David Barbero en su programa Fórum. Este trío ha conseguido en su dilatada trayectoria de más de treinta años y en los últimos en televisión ser la tabla de salvación de muchos padres que no sabían euskera y que durante los fines de semana conseguían que sus hijos tuvieran algún contacto con el idioma a través de la actuación de los grandes actores que son Xabier Otaegi, José Inazio Ansorena y Txema Vitoria, a los que mandamos estas líneas de agradecimiento. También, y ya en plan nostálgico total, despedimos a Kutsidazu Bidea. ETB 1 emitió ya el último capítulo de esta sorprendente, inquietante y muy cercana serie. Una de las pocas apuestas por la ficción con temática local y actual que ha atrapado incluso a quienes no dominamos el euskera a pesar de haber sido testigos de cientos de programas de Txirri, Mirri eta Txibiriton, y es que, a pesar de la gran oportunidad para hacernos con el euskera utilizando la ETB 1 como soporte, nos ocurre como al gran Txiribiton, que en vez de hablar, algunos preferimos hacernos entender a bocinazos.
Hay años en los que el panorama televisivo parece que es siempre el mismo. La programación se repite y las ofertas son como en el tute: sota, caballo y rey. Los reyes son chicos del tomate creando falsas expectativas sobre personajes cuya vida se encuentra masacrada por la atención exagerada de los medios: tipo Pantoja y Campanario; estén en la cárcel, caso de Julián Muñoz; sean duquesa de Alba o se haya maltratado, o no, a la hija drogadicta de un torero, como fue el caso de Carmen Ordóñez. Luego está Yo soy Bea, que después de 200 capítulos sigue más o menos en el mismo lugar en el que la dejó el que ya no quiso ver el segundo, pero da igual, porque es la reina absoluta de la tarde. Esta semana nos hemos enfrentado a dos estrenos de series que suponen una apuesta seria para las cadenas. El estreno es el momento más importante de una serie: en un capítulo se tienen que conseguir la aceptación del público y que sus personajes entren por los ojos al corazón del espectador. Antena 3 estrenó en la noche del lunes Círculo rojo , en horario tan estelar que tendrá que competir, ahí es nada, con CSI Las Vegas . Una serie de 16 capítulos cuyos productores prometen no hacer una segunda parte. María Adánez, Carmen Maura, Emilio Gutiérrez Caba y María Botto forman parte del reparto de esta producción de la misma gente que hizo para Telecinco Motivos personales , y de la que ha heredado el tono de intriga y ese ambiente de altos vuelos. También a la busca del público al que le gusta la ficción pero con actores nacionales, en Cuatro estrenaron Cuenta atrás, una serie policiaca que aprovecha el rebufo de House y cuyo primer capítulo permitió al menos que supiéramos cómo serán esos personajes en el futuro. Eso sí: darle el protagonismo al cantante de El Canto del Loco, Dani Martín, es un ejercicio de equilibrismo suicida para el que, fijo, necesitarán la red.
HAY series en televisión de las que nadie habla pero que concitan la atención de muchos espectadores. Mentes criminales, por ejemplo, es una serie que se basa en la aplicación psicológica a la mente criminal. Un punto de vista original, aunque ya utilizado desde los mismos orígenes de la literatura detectivesca. Lo que no parece psicológicamente aceptable es la salud mental de quien decide, a bote pronto, cargarse una serie que tiene público fiel. Y contraprogramar un especial Pantoja y ocupar toda la programación de la noche del viernes en Telecinco. Una cadena que desde el punto de la mañana comienza a fabricar televisión basura y que ya no hay manera de meterla debajo de la alfombra cuando uno se va a la cama. El que parece por encima del bien y del mal a su regreso a esta misma cadena es Javier Sardá. Aquel que convirtiera las noches en un puro cacareo de famosetes, que lo mismo peleaban en fango; que se desnudaban encima de la mesa; que descuartizaban la honorabilidad de cualquiera. Aquel príncipe de la noche que tan mal llevaba las críticas y que acuñó la frase de Telebasura: tu puta madre vuelve a Telecinco con ese programa bombón que le permitirá pasear palmito por medio mundo. Ay, desde luego en este mundo de la televisión hay gente con suerte. Los hay con carisma como Matías Prats y Jesús Vázquez, que se han hecho de oro leyendo las noticias, anunciando intereses bancarios o presentando tres programas diferentes, pero trabajando todo el año. Y luego está Sardá, que después de un par de años sabáticos vuelve para hacer el cachondo pero cada semana en un lugar del mundo. Se estrena con el Dioni para echar unas risas por los burdeles de Río de Janeiro donde se gastó la pasta. La de Sardá sí que una mente criminal al servicio del espectáculo televisivo. 
LA semana pasada comenzó con la final del concurso El conquistador del fin del mundo en un emocionante duelo entre cuatro participantes (Lourdes, Marijo, Silvia y Josu) que acabó con la ya tradicional travesía a remo por las costas de la Patagonia. Aquel programa aventurero comenzó capitaneado por Mikel Goñi, el pelotari de Oronoz, y el escalador alavés Juanito Oyarzabal y ambos lo abandonaron por razones diferentes. Ahora Juanito repite en Supervivientes de Telecinco. Es como si el programa de la ETB hubiera sido un entrenamiento mediático antes de meterse en el otro infierno del morbo que representa este espacio presentado por Jesús Vázquez y que comenzó, como no podía ser de otra manera, con un espectacular salto desde un helicóptero y con el striptease de Rebecca Loos como aperitivo de lo que nos podrá aguardar si seguimos las andanzas de la isla. Confieso que, pese al prometedor arranque, no he sentido ninguna curiosidad por la suerte de estos nuevos personajes estrella de Telecinco. Con todo, si comparamos ambos formatos, vemos dos estilos televisivos que hablan por sí solos. El conquistador del fin del mundo apuesta por la resistencia física mezclada con la habilidad y otras virtudes como la colaboración, el trabajo en equipo. En Supervivientes el orden de los factores altera claramente el producto hasta el punto de invertir todos los valores. Este año, el concurso El conquistador del fin del mundo tuvo como ganadora a Lourdes Zuriarrain, una chica que trabaja como cartera en Donostia. En la isla de los destapes, a la primera que han echado ha sido a la stripper profesional de Crónicas Marcianas Chiqui Martí, quizás porque no terminaba de desnudarse nunca. En lo que sí coinciden ambos concursos es en el humor de Oyarzabal: este hombre siempre está de mala leche.
Algunos grupos ecologistas nos invitan a participar en lo que llaman Semana sin televisión . Una iniciativa que remarca el carácter consumista del medio y también la condición de beneplácito que este medio ofrece a las grandes multinacionales. Su planteamiento viene a decir que uno, cuando lleva a cabo la acción, aparentemente normal, de sentarse delante de la televisión, ejerce un apoyo personal al sistema capitalista imperante. Yo tengo serias dudas de que la gente apoye o deje de apoyar a la Coca Cola o al Corte Inglés por el hecho de ser espectador del invento. Si esto fuera así la gente debería ir con los ojos tapados en la calle para no dar con los miles de mensajes publicitarios que la pueblan o con tapones cada vez que uno escucha la radio. Pero con todo, esta reflexión de los ecologistas debería servirnos también como recordatorio de que en los hogares no es estrictamente necesario que esté encendida la televisión. Desgraciadamente estamos en muchos casos acostumbrados a ponerla en marcha en el salón mientras nos vamos al baño o a la cocina. De alguna manera, la mejor manera de apreciar la programación televisiva consiste en seleccionar cada programa que vemos como si fuera un libro, un periódico o una entrada de cine. Sería bueno desterrar esa manía de poner la tele pase lo que pase, porque entonces sí que estamos condicionando nuestra comunicación, que es el argumento de los ecologistas en su campaña antitelevisiva que más me convence. Así que ni se trata de echarle la culpa a la tele del calentamiento del planeta y demás catástrofes naturales, pero tampoco deberíamos permitir que los mensajes televisivos consigan acallar la conversación familiar. Que el ruido de la tele no nos impida nunca ver el bosque de sensaciones que tengamos a nuestro lado.
LLEGA el día del regreso. El balance, negativo, como siempre, de las víctimas de la carretera emborronará el mayor desplazamiento anual, que es un verdadero milagro de la física. Estamos ante la emigración más espectacular de la Tierra. Millones de personas se movilizan durante una semana para pasar unas breves vacaciones en la costa o en la montaña. Este fenómeno lo deberían de tratar en un documental, como ésos que echan a la hora de la siesta en La 2, porque deja en nada las migración de las palomas torcaces aquí en la península y se asemeja a esa migración de los ñus en África. El otro día, el director general de Tráfico se explicaba en el programa del sube y baja 59 segundos. A pesar de sus datos catastróficos no hubo ni una pizca de autocrítica. Después de la aplicación de medidas como el carné por puntos e incluso la amenaza de cárcel para conductores temerarios, resulta que los muertos se han ido acumulando en las cunetas como siempre. Los que vemos los documentales sabemos que en toda gran migración se producen bajas. Unas veces por enfermedad y otras por circunstancias de la ruta. De lo que nadie tiene ninguna culpa es de que los de la DGT pongan en marcha campañas agresivas en contra de los conductores y nunca lo hagan sobre sí mismos. Campañas como No podemos conducir por ti hieren la inteligencia y rozan el patetismo. Se diría que están a la altura de programas como Hormigas blancas , que estas semanas destripan el pasado de Ana García Obregón, haciendo especial hincapié en «No podemos operarnos por ti». Tras el enésimo fracaso de la campaña publicitaria de la Dirección General de Tráfico todavía están a tiempo de vestirse de nazarenos e ir a purgar sus culpas a alguna procesión tardía. El resto de los mortales seguiremos el via crucis de las carreteras, al menos sin que nos insulten.
A veces la crítica televisiva consiste simplemente en opinar sobre cuál de las máquinas de la verdad es mejor o si las operaciones de estética que ofrece Yolanda Flores en TNT son menos morbosas que las de Teresa Viejo en Cambio radical . También los espectadores sufren cierta bipolarización en sus preferencias. Una dualidad que les hace decantarse por CSI frente a los que lo hacen por House. Pero poco a poco la noche de los lunes está creciendo otra tendencia hacia el programa El conquistador del fin del mundo. El concurso presentado con voz y mano dura por el siempre sonriente Julián Iantzi está entrando en la fase final. Los participantes que todavía no han sido eliminados (Beni, Marijo, Lourdes, Silvia y Josu) como los boxeadores, están ya tocados física y mentalmente y su resistencia puede verse desbordada en cada situación. Por si fuera poco, al igual que se hiciera en la edición pasada, los eliminados van ingresando en el llamado purgatorio, un lugar difícil sobre todo porque allí se encuentra instalado el carácter imposible de Korta, el famoso patrón de traineras que repite en el concurso tras la marcha del gran Mikel Goñi. Unas horas antes, los contraprogramadores del Tomate elegían una vez más a míster feo, después de que la semana anterior hicieran lo propio con las chicas. Éste es un ejercicio de mala leche. Para empezar, porque entre los candidatos estaba el ganador del concurso. Pero este contrapremio inventado por Jorge Javier Vázquez y compañía tiene su metáfora. La tele es un invento capaz de sacar lo malo, lo peor y lo bueno de sus personajes. Ahí está la mirada del espectador para decidirse con qué cristal mira a cada cual.