LA tele va de concursos y fantasmas. Ayer sin ir más lejos Paz Padilla estrenó El gong show, un concurso cuya única finalidad es la de despilfarrar un poco del dinero público y horario estelar en buscar un concursante con algún talento. Lo mismo vale los que silban sin mover los labios la Quinta sinfonía de Beethoven, que los que enhebran agujas con los ojos cerrados o los que clavan una imitación a Elvis Presley. Nada que objetar sobre todo si con ello nos ahorran el concurso ese de la vaquilla y Ramón García haciendo gracias. Es curioso, la última vez que vimos a Paz Padilla, sus concursantes eran novios y novias que respondían a sus preguntas mientras les sometían a todo tipo de torturas y vejaciones. Un fracaso en toda regla que demuestra que la Justicia no ve la tele ya que, lo más razonable, es que hubiera sido denunciado de oficio por algún fiscal o algún juez desocupados. Los que sí tienen ocupación en televisión son los fantasmas. La temporada pasada Iker Jiménez los puso de moda y, de paso, se convirtió en el presentador revelación y su programa Cuarto milenio, en toda una referencia sobre los inquietantes y, en ocasiones, terroríficos fenómenos paranormales. Quizás para completar este éxito Cuatro comprara la serie Entre fantasmas, en la que una tal Melinda convive con igual intensidad con su novio que con los fantasmas maleducados que no tienen la conciencia tranquila y van a su encuentro da igual que esté en la cama que en la ducha. Todo un ejercicio de indiscreción que su novio asume con normalidad hasta el punto de que buena parte de los casos acaba resolviéndolos él personalmente. Como el tema les funciona ayer estrenaron la segunda temporada de Las voces de los muertos . Entre eso y el final de la tregua en 59 segundos comprenderán que ayer uno se fuera a la cama un poco acojonado.
Autor: Javier Arizaleta
Hasta mañana
EN esto de la televisión hay teorías para todos los gustos. Tengo dos compañeras de trabajo que aseguran que la mala programación de la noche del viernes y, en general, la del fin de semana, les anima a salir de juerga con más facilidad que si en la parrilla de tv fueran propuestas interesantes. Yo no es que me lo crea, pero acepto el reto de anotarlo en esta columna porque algo de razón tienen. El problema de la mayoría de los espectadores de televisión es que acabamos tragando con lo que nos echen. Muchos son los que lo dicen, pero pocos son los que apagan la tele para leer un libro o ir al teatro. Estaría bien que la mala televisión fuera el revulsivo definitivo que nos hiciera aficionarnos a la literatura, a la danza, a los conciertos o a cualquier tipo de espectáculo del que uno pueda ser testigo en vivo y en directo. Bien mirados, los momentos que uno vive por ahí cuando sale de juerga tienen perfecto paralelismo con la rutinaria vida televisiva. La charla informal con los colegas en un bar es lo más parecido a esos programas informativos y de debate en los que uno se entera de las cosas cotidianas de la vida y de paso da su parecer sobre alguna de ellas. Luego la noche avanza, y los bares de copas con esa música infernal convierten la charla en un griterío como de Hormigas blancas, y uno mismo se transforma en un Kiko capaz de poner de vuelta y media al resto de la cuadrilla. Y qué voy a decir cuando uno de esos ligones profesionales se lleva de la cintura a la chica que llevabas toda la noche mirando sin atreverte a decirle nada, ese momento memorable que coincide cuando a uno le dan las dos de la madrugada y ha pasado cuatro horas delante de la televisión sin comerse una rosca y decide que ya está bien, que ha llegado el momento de apagar y marcharse a la cama. Hasta mañana.
Vaya racha
ESTE jueves estrenaron la serie El internado, un producto novedoso en apariencia pero que a los diez minutos ha perdido casi todas las razones que despiertan el interés del espectador para volver a verlo a la semana siguiente. La idea de ese mundo aislado con unas reglas propias y una autoridad clara que lo hacen un pequeño universo es buena. Despierta inquietud y un clima perfecto para plantear todo tipo de situaciones dramáticas con un puntito de terror. Pero pasado el primer capítulo el mayor temor que uno padece es a quedarse dormido en el sofá y despertarse a las tantas con algún programa de teletienda. El trabajo de Luis Merlo consiste, sobre todo, en contener aquella pluma irrefrenable que tanto éxito le dio en Aquí no hay quien viva, algo que ni tan siquiera se molesta Amparo Baró que sigue con sus característicos gestos, da lo mismo que El internado no sea precisamente una comedia: ella sigue como si fuera la Sole de 7 vidas. Está claro que no corren buenos tiempos para las series autóctonas. No hace mucho hablamos, mal por cierto, de la que a TVE le ha hecho Valerio Lazarov, aquel realizador yeyé que se hizo famoso por marear al personal con sus salvajes zoom, cuyo protagonista por partida doble es Arturo Fernández; para el segundo capítulo ya andan moviéndolo de sitio buscando un hueco en la parrilla que sea el mal menor para la serie. Y es que si durante unos años los espectadores abrieron su corazón a series de aquí, el proceso se está invirtiendo rápidamente. Se mantienen las ya conocidas, Los Serrano, Cuéntame y Aída que ya tienen a todo el mundo presentado y a lo sumo van matando poco a poco a sus personajes, pero está claro que a la hora de innovar o presentar productos nuevos estamos a años luz de los enganches que tienen la mayor parte de las series americanas. Vaya racha.
Fundido a negro
Esta semana hemos sido testigos de un fenómeno inaudito. Hemos visto cómo una cadena de televisión de 50 años de existencia se fundía a negro y nacía una nueva. Un fenómeno milagroso, más propio de la astronomía o la biología que de la comunicación. El cierre del canal de Radio Caracas Televisión (RCTV) y el nacimiento de la nueva Teves habla de una lucha indiscriminada de algunos grupos de poder frente al gobierno. Una pelea que Hugo Chaves ha saldado por las bravas mandando a la calle a toda la plantilla y montando como si nada y de manera improvisada otra nueva. Una cacicada en toda regla; un acto de despotismo que atenta con mayor fuerza a la democracia quizás porque la víctima es el medio de comunicación más importante de Venezuela. Pero si extrapoláramos ese decisión hasta estos lares, si por aquí alguien hiciera de Hugo Chaves, tendría un trabajo bárbaro. En Venezuela han sido los informaciones críticas las que han sacado de sus casillas al presidente y éste la ha fulminado. Nuestras grandes cadenas no tienen su razón de ser en la información y tienen un concepto muy morboso del entretenimiento. Si algo ha demostrado la decisión dictatorial de Chaves es que una nueva televisión es posible de la nada. Que Antena 3, Telecinco o TVE podría ahorrarse sus respectivas 6 horas diarias de programación de cotilleos si cada año tuvieran que rendir cuentas sobre el servicio público que prestan a la sociedad. Desde estas líneas no puedo menos que enviar mi solidaridad con los trabajadores despedidos en Venezuela, pero ese fundido a negro de una televisión y el arranque de una nueva cadena me ha parecido muy sugestivo. Que se vayan al negro más profundo los que con estos modelos cada día entregan la televisión a chulos y charlatanes.
Saludos vacíos
HAY imágenes electorales que se repiten con la insistencia de ir haciendo una tradición. Una de las más conocidas por su patetismo es la que acostumbran a ofrecer los del Partido Popular cuando se asoman al balcón, terraza o lo que sea ese descansillo en el que aparece el candidato, a recoger un poco de olor de multitudes. La noche electoral fueron cuatro los que salieron al fresco de la noche. Acebes, Rajoy y los triunfadores electorales en la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón. El abrazo de Rajoy a Gallardón tuvo una consecuencia inesperada: un fuerte tic de repulsa que el alcalde de Madrid no pudo reprimir y que no tapó ni con la mayor y más profesional de sus sonrisas. La cuadrilla de triunfadores saludaba al gentío desde arriba pero hubo un momento como de desasosiego en que dio la impresión de que alguno de los cuatro sería empujado al vacío. Y, hablando de vacío, el que puso en práctica la noche electoral Antena 3 con su montaje del escrutinio electoral. Imagínense un mapa de España de 100 m2 y la Griso a lucir palmito justo en el centro, tanto que yo diría que sus zapatos de aguja pisaban la Cibeles y la Puerta del Sol al mismo tiempo. Un plató exagerado de espacios grandes y fríos donde se oía el eco y se perdían los resultados. Fue tal el despilfarro que, para financiarlo, se pegaron todo el fin de semana promocionándolo cada vez que tenían oportunidad. El resultado de este montaje faraónico en audiencia no pudo ser más descorazonador. La gran parte de los espectadores siguieron a través de la FORTA (las televisiones autonómicas) el devenir de los resultados. Y es que a veces la cercanía y la información precisa valen más que todos los invitados famosos y los derroches innecesarios. En televisión quedan tan mal como las sonrisas y saludos vacíos de los políticos desde el balcón.
La noche X
LLEGA el día X, ése en el que las elecciones municipales y autonómicas crearán un factor sorpresa o más de lo mismo. El día de las votaciones siempre tiene un sabor especial. Buena parte de los ciudadanos se lo organiza en función de la visita a las urnas. Entre los que van a votar, unos prefieren la primera hora de la mañana para tener el resto del día sin complicaciones. Otros hacen de la votación el momento más importante y después lo adornan con un vermú o se van a comer como en las grandes ocasiones y, otros, lo dejan para última hora una vez que han agotado la jornada y votan como último acto antes de volver a la rutina de todos los fines de semana. Y es precisamente cuando se abren la urnas y comienza el recuento cuando la televisión empieza a cobrar importancia. Hasta ahora todo lo dicho en la jornada es pura suposición. Comienza la ceremonia de las cifras. Todo un espectáculo en el que la televisión se muestra, por un día, como verdadero servicio público. Un servicio que no practican precisamente aunque a alguien venda lo contrario programas comoFactor X . El reality de Cuatro poco a poco se va metiendo en los hogares. Va calando y tiene todas las pintas de arrasar a nada que los participantes acompañen. De momento ya están intentando que cualquiera de sus canciones pegue el braguetazo y se convierta en la canción del verano. A los espectadores les va ganando esa oportunidad que están dando a personas mayores e incluso a tipos peculiares a los que se les exprime hasta la última gota de su biografía antes de echarlos sin ningún miramiento. La apuesta de Factor X está en su jurado: Jorge Flo, Eva Perales y Miqui Puig. Es tal su importancia que ni la presentadora Nuria Roca logrará eclipsarlos. Mientras aparece la estrella, disfrutemos de un día de apasionante noche de televisión electoral en estado puro.
Arruinaste el día
HAY días que acaban mal y encima la programación televisiva acaba arruinándolos del todo. Uno se pone a cenar y el capítulo de House aparece toda la tripulación de un avión vomitando al unísono y sin consuelo. Claro que los que llevamos toda la vida soportando los contenidos televisivos tenemos el estómago a prueba de carnaza y de todo tipo de excrementos. Sin ir más lejos a esa misma hora en Antena 3, el dios de la casa, Matías Prats, y su antigua compañera de informativos, Susana Griso, elegían entre 49 criaturas el llamado Español de la historia . Tres mil llamadas hicieron posible la pantomima de que el rey Juan Carlos fuera elegido como el personaje más destacado de este país. Decisiones de este tipo dan más risa que otra cosa, pero programas de esta catadura democrática, con mezcla de espectáculo circense, indican claramente en manos de qué inquietantes personajes están algunos de los medios de comunicación más importantes. No conformes con la experiencia, en TVE están a la espera de hacer lo propio, elegir por televisión al español más destacado pero, esta vez, con un programa cuyos derechos se los han comprado a la prestigiosa BBC, que esto les da muchas garantías. Mientras se dispara la fiebre de los programas de listas, propongo que se vayan especializando. Puesto que ya se eligen a los guapos, destacados y cantantes porqué no ir afinando. Qué sé yo: que hagan programas para saber quién fue el más sucio, rancio, maleducado, golfo, estreñido. Si Su Majestad es el español más destacado, ¿qué les impide elegir al más borracho, jugador y pendenciero?
El realismo de los vómitos del capítulo de House me arruinó la cena. Poco después, la mezcla de nombres y merecimientos de los 49 españoles de la historia acabó destruyendo definitivamente las pocas esperanzas de acabar el día con un poco de optimismo.
La tele no es cine
EL cine se ha convertido en una sección más de los informativos. De un tiempo a esta parte los estrenos aparecen en los telediarios, una sección fija como los asesinatos de género, los deportes y la información meteorológica. Normalmente los días elegidos son los viernes y más parece, por el estilo de películas que sacan, una promoción que una noticia. Porque en estas minisección se habla normalmente de aquellas películas que no necesitan publicidad añadida. Se habla de Spider-Man III o de superproducciones de este pelo, pero ni palabra de películas autóctonas que no tienen muchas posibilidades de campañas publicitarias en los grandes medios. Nuestras cadenas enseguida entran en el juego de los grandes de Hollywood, como si con ellos su informativo se impregnara también de polvo de estrellas, y omite hacer mención a las producciones nacionales que, semana a semana, pasan desapercibidas para el gran público. Luego la crisis del cine y la estampida de los espectadores de las butacas de los cines son un temas recurrente en esos mismos informativos. Y es una pena que desde las cadenas no se trabaje más la notoriedad de las películas, actores, directores y diferentes técnicos cinematográficos. Si se hiciera, si las cadenas de televisión trabajaran en la divulgación de nuestras películas, estarían poniendo los cimientos del resto de la industria audiovisual incluida la televisiva. El problema reside en que pueda que haya demasiada gente que cree que cine y televisión son dos mundos similares. Esto no tiene porqué suceder. Los creadores de tv fagocitan las series extranjeras sin pudor y además con éxito de audiencia. El público del cine es, con toda razón, más exigente: cuando va al cine quiere experimentar la diferencia. Desde luego no se conforma con obras de la misma calidad que la mediocre televisión a la que estamos acostumbrados.
Chatinas a babor
LAS secciones de deportes están sufriendo la política miope de sólo llevar información de aquellos espectáculos que ellas retransmiten en exclusiva. Esto hace que en Telecinco, por ejemplo, apenas se hablara durante la semana pasada de la final de la copa de la UEFA, y sí de las conjuntivitis de algún hermano del tercer mecánico de McLaren. Para los de Antena 3, por el contrario, el mundo giraba en el encuentro entre Sevilla y Espanyol, y ni palabra de motociclismo y Fórmula 1. Quizás por eso a uno le apetezca desconectar y volver al remanso del ciclismo, del que afortunadamente ETB no ha huido. El Giro no tendrá el tirón de hace unos años, cuando los ciclistas eran héroes y no esos deportistas en permanente estado de cuarentena en el que los han colocado, por el vergonzoso e hipócrita tema del doping. Por estas tierras siguen concitando mucha atención. El ciclismo se merece que se le saque del pozo en el que se le ha metido, porque ha demostrado que puede ser uno de los espectáculos televisivos más hermosos. En la tele hay cosas que no cambian así pasen 50 años, que son los que celebró TVE no hace mucho. A este organismo de pasado tan sospechoso le va la marcha y la caspa. A su oferta de rancio abolengo de Cine de Barrio, Amar en tiempos revueltos, Corazón de primavera o Gente, le quieren añadir otra de Arturo Fernández, pero ahora desdoblado. Vamos, que no conformes con darle el protagonismo de una serie le han creado dos personajes: el mismo actor hace de dos hermanos gemelos. A la serie la han titulado Como el perro y el gato y ya me estoy poniendo nervioso de imaginarme a ese monstruo de la escena. Al parecer alguien no supo aplicar correctamente el sistema de jubilaciones anticipadas que tanto dio que hablar y se ha quedado corto. Si no quieren taza, chatines, doble chute de Arturo Fernández.
Vaya paquete
DICEN que TVE se está planteando el tema de Eurovisión porque fue un fracaso; no ya el habitual descalabro clasificatorio sino la pasta gansa que les ha costado cada programa para luego tener unas miserables cifras de audiencia. Pero es que esos engendros que fueron los 8 programas de Misión Eurovisión que presentaba la afonía personificada de Paula Vázquez costaba cada uno 300.000 euros, así que multipliquen qué pasta gansa del erario público para estos gansos. Y es que de un tiempo a esta parte se han hecho un hueco como personajes decorativos ciertos que tienen su propio papel. Se hacen un hueco y luego no hay manera de prescindir de ellos. Son los llamados paquetes televisivos que pueden ser personas tipo Xavier Deltell o Mariano Mariano que hacen de jurado pero sin puntuar en Mira quién baila, los hay que son plantas como el perejil que adorna todos los platos de Arguiñano e incluso a veces, más que trozos, son partes de personas como las piernas de Anne Igartiburu en Corazón de Primavera o los escotazos de Carmen Alcayde en las tórridas tardes de Aquí hay tomate . Y hablando de tórridas tardes las que nos deparan en La 2 con la vela y esa competición aberrante como ella sola que se llama, o sea tío, Louis Vuitton. Al principio el aburrimiento aparecía porque no había aire y aquello era eterno como las siestas de Robinson Crusoe; ahora que hay viento en la popa del Desafío, resulta que el aburrimiento sigue siendo monumental. Pero para paquetes el que montaron en el velero español el otro día: el rey Juan Carlos. Iba vestido de naranja y dijeron que no era publicidad de Orange, ni de la fanta naranja, no, que iba así para diferenciarse del verde del resto de la tripulación. Perdieron de calle la regata aunque ya hay quien dice que, después de aquel bochornoso espectáculo televisivo, la república está más cerca.