Los de Euskadi Comanche en ETB 2 se presentaron y luego parece que se fueron de vacaciones. No ha quedado muy claro si estamos ante un descanso prematuro, una invitación a dejar las risas en periodo electoral o se trata de un sistema Guadiana de promoción televisiva. Sea como fuera, bienvenido de nuevo este espacio de humor y, de paso, una sugerencia a Iñaki Urrutia y sus guionistas: deberían dejar de abusar de la palabra «vascos» en sus monólogos de presentación para no agotarle el significado en la primera temporada. Ayer fue día de reencuentros. Mujeres desesperadas , que parecía iban a dar el salto a TVE 1 pero que finalmente se han quedado de apoyo a la escuálida audiencia de La 2. Y es que lo de este canal es puro misterio. Tan pronto parece que se van a decantar por los programas jóvenes y alternativos tipo Leonart y otro día deciden adelantarlo a la mañana y rellenan ese espacio de la programación con series americanas. Ayer sin ir más lejos, quien quisiera ver las andanzas de Leonart , personaje inspirado en Leonardo da Vinci, junto con Watson, Donna Lisa, Sofía Q y los Tunnings, tuvo que ponerse el despertador a las 7 de la mañana. En su lugar, a las 7 pero de la tarde, hora en la que estaba prevista su ubicación, están colando One tree hill. Una serie muy interesante para los jóvenes pero cuyo horario, en mitad del horario infantil, no le aporta ni a la serie, ni a quien tenga que defenderla en la batalla diaria que se dirime con el mando en el sofá de casa. Y ya puestos en el hogar, señalar esa fragancia que se ha recuperado en los hogares desde que en Telecinco le apagaran El Ventilador a Yolanda Flores. Un programa que, salvo su revelador título, no ha aportado originalidad al cada día más apestoso y chabacano negocio del cotilleo.
Autor: Javier Arizaleta
Los convidados
A la gente lo que le gusta es ser millonario, así tenga que salir en la tele y hacer el ridículo. Ésta es la base de ¿Quién quiere ser millonario? Un clásico televisivo que va adaptándose a los nuevos tiempos pero que siempre es lo mismo. Y es que aparecer en la tele es uno de los hitos de mucha gente. Hay espectadores cuya mayor ilusión es ir a un programa a hacer bulto. Convidados de piedra, los sientan en las gradas y aplauden cuando lo manda el regidor y luego tan contentos vuelven a sus casas a verse, claro, después de haber devorado el kas y el bocadillo de jamón. El público de los programas de televisión es muy variopinto. Los hay que siguen los debates con atención cercana al hipnotismo. Hay otros menos profesionales que no resisten la tensión de sentirse grabados y miran de reojo a los monitores para ver si aparecen; se entusiasman y sueltan un saludito acompañado de sonrisa nerviosa. Luego están esos programas más cañeros, que lo que quieren es un público que se entregue a las bromas; que haga el gamberro y participe aplaudiendo y gritando hasta la extenuación. El público es una especie de mobiliario. Unas veces mudo como los sofás y, otras, más interactivo que los mismos invitados. En programas del corazón, de entrevistas o concursos, al público se le tiene mucho miedo. Se le vigila para que nadie interfiera; que nadie rompa la magia o interrumpa un directo ni saquen una pancarta reivindicando la energía eólica o el acercamiento de los presos. Cuando la cámara capta a esos invitados de piedra al fondo del escenario, me pregunto qué les habrá llevado hasta ese plató. Si la curiosidad por ver cómo es la televisión por dentro o la necesidad de sentirse grabados para luego verse en casa. Cómo se explican todas esas horas, tanta paciencia para que, al final, cuando se acerca la cámara y vas a saludar, te corten en seco.
Los sacamantecas
MUCHO se habla del daño que la tele puede producir en los niños. Hay gente que siente que la televisión es sinónimo de objeto alienante para los pequeños. Lo malo de esta teoría es cuando se convierte en verdad. Estamos asistiendo a la creación de personajes noticiosos en la figura de los niños. Todo el mundo conoce a Yéremi, Madeleine y ahora a la pequeña Mari Luz. Han sido carne de cañón, primero de los criminales que les han secuestrado o asesinado y, luego, de los medios. El resto de los niños sigue creciendo entre todo este revuelo de informaciones en las que los niños son una mezcla de víctimas y protagonistas. La televisión debería cuidarse mucho de caer en el error de convertir estos crímenes en argumentos centrales de su programación. La infancia es una esponja que lo absorbe todo y, desde luego, no se puede permitir que unos hechos execrables, pero aislados y puntuales, sean el centro de todos los argumentos informativos. La notoriedad televisiva que toman estos criminales, no va a hacer sino que se lo crean. Que se vean como auténticos protagonistas de un circo mediático que utiliza obscenamente a los niños.
Quizás porque la televisión también debiera servir para lanzar otro tipo de mensajes, cada sábado me quedo con El conciertazo . Ya un clásico de la televisión después de serlo durante mucho tiempo de la radio. Fernando Argenta se cuela en la programación de hoy como un Don Quijote cuya Dulcinea fuera, precisamente, inculcar un poco de amor por la música en los pequeños. Lo verán como un iluso. Después de las sesiones de crímenes infantiles su entusiasmo por hacer de la música un instrumento positivo que ayude a los niños es encomiable. Lo malo es que, luego, viene el sacamantecas en los informativos a matar niños y, claro, vuelven las pesadillas.
Hasta el canalillo
Hay cierta expectación sobre el talante que demostrarán los políticos en la próxima legislatura. Los cronistas asaltadores de políticos tipo Marta Nebot comienzan a afilar sus micrófonos y a jugarse el canalillo para saber de qué van. Pero no hay pistas fuera de la confirmación de Alonso, ese hombre serio y tranquilo, como portavoz del grupo socialista en el Congreso de los Diputados. Es tan escasa la locuacidad de este político que su elección es toda una declaración de principios sobre lo que nos aguarda. Y es que los programas pendientes de las declaraciones de los políticos están perdiendo la pujanza que tuvieron o, directamente, han desaparecido, como le ocurriera a CQC . El caso de Noche Hache fue un fenómeno interesante pues daba la impresión de que el futuro de la televisión podría estar en la crítica política. Pero nada más lejos de esa apreciación. La política no da personajes con tirón y, salvo que aparezca algún Sarkozy por estos lares, esto no tiene pintas de cambiar. Parece como si Eva Hache se hubiera quedado sola ante el peligro del control político. El humor, desde luego, es mil veces más útil para el espectador para entender la realidad política que cualquier tipo de programa sesudo que analice con lupa los plenos del Congreso. La tele durante unos años se ha adueñado de la imagen de los políticos; los esperaba en cualquier acto para sacarlos de contexto y ver su verdadera cara. Es tal el control que los políticos quieren ejercer sobre su imagen que han decidido no entrar en este juego. Si no existieran estos reporteros que los siguen a todas partes hasta cazarlos en renuncio, habría que inventarlos. Han sido nuestros héroes. Se han atrevido a decirles todo aquello que los espectadores pensábamos. Ahora son una especie en extinción por el nulo interés que despiertan en la audiencia sus personajes políticos.
Nos va el morbo
MUCHOS programas han modificado sus horarios estos días de Semana Santa o han cambiado el presentador oficial por el sustituto. Sin embargo, estas vacaciones han servido para que el programa revelación Fama ¡a bailar! cuelgue el cartel de abierto por vacaciones. Han visto el filón del público infantil y juvenil que estos días anda desocupado y se han puesto las pilas. Venga coreografía por aquí, bailes por allá. El éxito es tan grande que a estas alturas en las que deberían ir pensando en darle carpetazo al concurso resulta que siguen haciendo casting para que el éxito no se detenga. Expulsan a uno y cogen a otro. Esto va para largo. Hacen bien en Cuatro. Un éxito de estas características no es frecuente en televisión. Por fin un concurso en el que los padres pueden descansar dejando a sus criaturas viendo la tele sin que se encuentren con alguna sorpresa desagradable en su horario protegido. Y es que después del éxito de Mira quién baila y ahora de Fama, a uno no le queda otro remedio que reconocer que, en el fondo, todos llevamos un bailarín dentro porque, si no, no se explica. Aunque si nos guiamos por la programación del corazón que Antena 3 y Telecinco han puesto en escena estos días de pasión, en los que los chapas del corazón han seguido dándole a la lengua, nos lleva a la conclusión de que trabajan con la premisa de que, todos los espectadores, llevamos un cotilla dentro y esta gente le saca el lustre a todas horas. Y para rematar la faena ayer asistimos al final de Fago . Como era de esperar no hubo sorpresas porque la historia es de sobra conocida. Vamos, que todo el mundo sabía que el asesino era el mayordomo y a pesar de eso la serie te iba enganchando hasta el final. Y es que los espectadores llevamos dentro un tío pequeño: cotilla y bailarín; al que, en fin, le va el morbo que ni te cuento.
La BBC y Roma
SI algo ha demostrado el reciente interés de millones de espectadores por la Fórmula 1 es que la gente apuesta por caballo ganador. Hace unos años estas carreras apenas concitaban la atención. El ruido monocorde de las retransmisiones invitaba a bajar el sonido hasta que no se oyera nada. Desde que Fernando Alonso hiciera su aparición, este fenómeno ha pasado a convertirse en afición. Esto mismo había ocurrido antes en Francia con Alain Prost, en Alemania con Michael Schumacher y recientemente, en Inglaterra, con Lewis Hamilton. Tantas expectativas ha levantado este piloto que la cadena pública BBC se ha hecho con los derechos que desde hacía 12 años poseía la cadena privada ITV. Los ingleses le han visto filón al automovilismo y no quieren perder la oportunidad de hacer patria. Lo bueno para los aficionados a este deporte es que las retransmisiones no serán interrumpidas por los inmisericordes cortes publicitarios. Cortes que en el pasado mundial hicieron que los ingleses se perdieran aquellos momentos fatales en los que Hamilton desperdició inexplicablemente la oportunidad de ganar el mundial por un error suyo. Y es que la publicidad es una interferencia que condiciona tanto la televisión que acabará con ella. La cadena pública inglesa no renuncia al liderato. De nada sirve una televisión pública sin espectadores. Saben que un evento como la Fórmula 1, como le ocurriera a Telecinco, puede ser el espaldarazo definitivo hacia el liderato. Eso siempre que el resto de la programación esté a la altura. Aquí la BBC también se lo monta a lo grande. Junto con Cuatro, estos días nos han ofrecido los diez capítulos de la segunda entrega de la serieRoma . Las series históricas son una apuesta segura. Y es que por más probaturas que se hagan, hay experiencias exitosas que, simplemente, hay que repetirlas para no equivocarse.
Aznar, lucha libre
Hay guerras perdidas de antemano, como la de obligar a comer pochas a quien no le guste, que Aznar reconozca que se equivocó en lo de la guerra de Irak o que a un niño le gusten los mamporros que se dan en la lucha libre. La opinión publica, unos, y la influencia paterna, otros, se la pasan las criaturas por donde les viene bien. Uno pierde el tiempo si lo que critica es Pressing Catch o si dices que uno de sus púgiles, el gigante Batista, por poner un ejemplo, es un descerebrado. Pero, como en el caso de la guerra de Irak, de la que a diario vemos sus efectos en forma de cuerpos mutilados y destrucción, sin que el mundo sepa a quién reprochar ese vergonzoso negocio de la guerra, en la tele de nuestros niños se nos ha colado de rondón Pressing Catch. Dicen que actualmente es el programa de entretenimiento de mayor éxito del mundo. Emitido en más de 100 países y traducido a 17 idiomas. Buena parte de su éxito radica en todos esos ingredientes que rozan lo delictivo, además de abrazar la estética más hortera y los más bajos instintos. Si alguien hubiera apostado a que, en pleno siglo XXI, el programa más atractivo entre los niños giraría entorno a un cuadrilátero, yo desde luego no gano la apuesta. Un juego de moda que alterna las peleas, los golpes bajos y traicioneros, un espectáculo de esa naturaleza, dudo mucho que aporte algo positivo a un niño. Pero ahí lo tenemos. Sus actores son recibidos como auténticas leyendas de la pantalla. No hace mucho que Pablo Motos, en El Hormiguero, realizó la peor entrevista del año a Batista que, como no supo responder a las preguntas, decidió quitarse la camiseta para mostrarnos sus portentosos músculos como Aznar su desfachatez cuando dice que no se arrepiente de lo de Irak. Puestos a comparar, prefiero para los niños los bíceps y los mamporros, es menos delictivo.
Mentiras piadosas
Puede que, con el tiempo, lo que se estile sea reponer El Código Da Vinci o Harry Potter pero, de momento, se sigue con la tendencia de salvar el vacío de la Semana Santa a fuerza de películas cuyo guión adapta diferentes pasajes de la Biblia. Siempre es mejor eso que asistir a esas retransmisiones imposibles y aburridas de las procesiones. Espectáculo que, visto en directo, puede que tenga su cosilla pero que, una vez grabado, es una verdadera castaña. Un ladrillo similar al que soportan los concursantes de El conquistador del fin del mundo en el llamado purgatorio, ese lugar en el que van cayendo los concursantes descartados para reaparecer de nuevo para sofocón de quienes los echaron anteriormente. Los que sí deben de vivir en un auténtico infierno son los habitantes de la pequeña localidad de Fago. Dicen que los personajes son inventados, pero basados en la realidad. Teniendo en cuenta que el pueblo contaba con menos de 40 personas, no sé yo hasta qué punto les consolará ver a sus alter ego en la pantalla. Y es que mira que han tenido mala suerte. De todas las posibilidades, han optado por el realismo. Los han recreado con mucha mala baba. O son tarados o como mínimo tienen una pedrada en la cabeza de preocupar. Vamos, que no dejan nada a la imaginación del espectador no vaya a ser que entonces se pierda algo. Asusta un poco tanta celeridad a la hora de reconstruir los crímenes mediáticos. Tal inmediatez puede poner en tela de juicio -nunca mejor dicho-, esa decisión pendiente por parte de un juez; dentro de un juicio justo en el que los acusados se hayan defendido y en el que se hayan analizado todas las pruebas. Los crímenes mediáticos, cuando los llevan a la televisión, son como informativos inventados, están repletos de mentiras piadosas y verdades inconfesables. Puro morbo.
Yo no estuve allí
NO se explica que el temporal sufrido en el Cantábrico tuviera tan poca repercusión televisiva. Dio igual que las olas de 20 metros entrarán en las ciudades , arrasarán playas, paseos, coches y viandantes. Millones de daños materiales, puertos cuyos barcos sufrieron desperfectos en más del 50%. El resultado fueron las típicas imágenes de impacto que se ponen al final del telediario para que los espectadores acabemos con una exclamación. Puede que las imágenes las rescaten dentro de 20 años cuando los mismos directivos de TVE se planteen seguir haciendo patria con sus archivos. Hace dos años con la Canción de tu vida , el año pasado con La imagen de tu vida en ambos caso con Jesús Hermida exagerando más de la cuenta los gestos y acentos con los que hablaba de una patria común gracias a aquellas imágenes. Ése es el objetivo también del programa estrenado ayer Yo estuve allí . Una nueva versión del sota, caballo y rey de los acontecimientos sociales que esta peña repite en cuanto tiene ocasión. Las imágenes de la boda de Lolita hablaban por sí solas del daño que hacen con ese favoritismo exacerbado en los espectadores. Todo aquel público arremolinado para presenciar la boda de la cantante es un hecho vergonzoso entonces, ahora y así pasen veinte años. Pero insisten, y de paso a Lolita le dan un bolo para cantar que buena falta le hace. Yo estuve allí es la falta de imaginación de estos gestores de TVE. Le pegan al archivo porque no les da para hacer algo novedoso. Yo estuve allí, sí, como espectador y porque no se permitía otra tele. Que a estas alturas TVE se jacte de tener el archivo más grande que nadie es patético y bastante irresponsable. Se olvidan de que también tiene esa parte del archivo prohibida que nunca ha visto la luz. Como si alguien esperara que los que estuvieron allí ya no puedan hablar de otros daños y el tamaños de otros oleajes.
Mara sin fútbol
El del informativo La 2 Noticias es lo más parecido al cuento de la Cenicienta. Mara Torres va evolucionando mes a mes para convertirse en la mejor entrevistadora. En la temporada electoral ella solita entrevistó a todos y cada uno de los representantes de los partidos, que acudían a este informativo a utilizar su derecho a expresarse en cumplimiento de la Ley Electoral. Eso sí, si algo demostró en todas las entrevistas fue que siempre buscaba el buen rollo. Sus preguntas eligen la dulzura más que la mordacidad. Les pone un toque de buena persona que ya no se estila pero que se agradece. El problema de este informativo, ya lo hemos señalado en otras ocasiones, es que el espectador nunca sabe qué se va a encontrar. Posiblemente esa sea una de las razones para que unos contenidos habitualmente atractivos no consigan la confianza del público, y las audiencias sean muy bajas. Los espectadores de televisión estamos tan acostumbrados a la basurilla que este humus hecho de temas musicales y ecológicos pues, al parecer, nos sienta mal. Es tal la especialización artística de algunas de las noticias que presenta con tono afectado Carlos del Amor que la gente huye despavorida o se duerme. Lo que no se termina de entender con este toque cultural es a qué viene luego con esa sección de deportes, o sea, de fútbol. La enésima repetición de todos los tópicos sobre Raúl y Messi que ya hemos visto en las otras secciones de deportes. Lo bueno de La 2 noticias es que es un informativo que se hace al margen de las audiencias y, en ocasiones, podría pensarse que buscando la huida. Proponen contenidos elitistas que asustan al público pero luego ponen la zanahoria del fútbol para atraerlo. Y al estilo Mara no le pega nada el mismo rollo del fútbol a esas horas mil veces manoseado y repetido.