A veces me
siento mosquito en el ojo,
hundido y rodeado de lágrimas,
nadando a contracorriente,
sumergido entre salados torrentes
que me arrastran sin remedio
hacia una muerte
segura.
A veces me
siento mosquito en el ojo,
hundido y rodeado de lágrimas,
nadando a contracorriente,
sumergido entre salados torrentes
que me arrastran sin remedio
hacia una muerte
segura.
A veces un buen caldo no sale a la primera,
a veces comer mal nos hace feos,
a veces ni todo lo que debe,
a veces ni todo lo que
puede.
Estamos a tiempo no por mucho tiempo,
tu colega vomitando garbanzos
por la ventanilla del coche
y tú sin decir
nada.
Con una
paloma en el hombro
y el pelo lleno de migas
tú también puedes
participar.
El cambio es paulatino, sólo
tienes que bailar, se trata sólo
de bailar.
Si quieres lo explico mejor.
Te quiero preguntar puedo y qué
te quiero preguntar.
¿Puedo?
¿Qué te quiero preguntar?
Hay un teléfono reflejado
en el espejo, te llamo
a ese reflejo pero
no contestas.
Día de lluvia,
pero qué maravilla,
pero qué maravilloso
día de lluvia.
Una cara negra fumando en la puerta de un bar,
un Kleenex manchado de sangre,
una fuga de amoníaco,
una pluma mojada.
En un mundo impío que impide,
un mal que tiene corazón,
prefiero imaginar
el final.
El olor del invierno
es un color.
Hola,
me llaman Txema
y tengo ojos de cordero,
pelo de rata y alma de pollo.
En otoño, disfruto dando patadas
a las castañas y destruyendo
nidos de araña.
Dentro de nada empiezo un curso
de danza contemporánea, me
acaban de toser en la cara,
no me pueden estar
pasando más
cosas.
Quería vivir
debajo de un árbol
pero le obligaron a vivir
debajo de un pino piñonero,
y murió de la misma forma que
muere la hierba debajo de un pino
piñonero.
Incendiaba la noche, secaba sus problemas
en cajas de zapatos, incendiaba la noche,
ya lo he dicho antes pero es verdad,
incendiaba la noche.
Quería formar parte del bosque, quería vivir
debajo de un árbol pero le obligaron a
vivir debajo de un pino piñonero,
y murió brizna de hierba seca,
y en su tumba plantaron
flores de colores.
Estoy sentado en un banco,
cerca de un banco,
cerca de un árbol,
cerca de una
colilla.
¿No me ves?
Estoy sentado en un banco,
cerca de un edificio,
cerca de un trozo
de baldosa.
¿No me ves?
Estoy en la calle Kalea,
cerca del bar
Jatetxea.
No entiendo nada,
no entiendo ni-mi-propia-letra,
una comunidad que se odia,
una comunidad que roba
por ne-ce-si-dad,
son mecanismos del estado,
el dueño está mal moralmente,
el dueño está fa-tal,
qué triste que te registren el bolso,
qué triste que lo haga gente decente,
al corzo muerto se lo llevó la muerte,
al corzo muerto se lo llevó
la corriente,
llevo todo el camino inventando una excusa,
llevo todo el camino pensando qué decir
pero de pronto he decidido
decir la verdad.
La
montaña
era un pueblo amarillo,
la casa nueva una secta donde
vivía una familia de
madera,
y de todos los balcones saltaban las flores,
y de todos los balcones saltaban los
gatos borrachos,
y de la carretera los erizos,
y en la carretera una
furgoneta en
ralentí.
Agua
oscura en invierno,
mi hermana peinando
mi pelo mojado, líneas rojas
en el cuero cabelludo, pelo negro
infestado.
¿A quién quieres más?
¿A mamá o a mí?
Hoy no me ha tocado el sumidero
en el culo, hoy le ha tocado
a mi hermano.
Bañera blanca enorme, jarra
de regaliz, champú
barato.