El tema televisivo va por modas. En unas gana el corazón sobre los concursos y en otras, qué se yo, pueden los programas de humor sobre los debates. El caso es que este año los premios de la Academia de TV parecen los mismos que los del año pasado. Puede ser tendencia o que más vale candidato conocido que genio por conocer. El caso es que Andreu Buenafuente, Pablo Motos y Gran Wyoming vuelven a disputarse, por poner un ejemplo, el premio al mejor presentador de TV que ganara Buenafuente y no fuera a recogerlo, y repiten El hormiguero, Sé lo que hicisteis y Buenafuente . Hay otros que siguen apareciendo pero ya estoy algo aburrido de reseñar la voz engolada de Matías Prats y los empujones con los que remarca las palabras como vocalizando para gentes de pocas entendederas que es el estilo que practica Lorenzo Milá. Los premios de la Academia son para los mismos perros que, además, llevan los mismos collares. Y es una pena porque con su elección anual podrían marcar el norte de por dónde debería ir el medio televisivo.
Afortunadamente hay programas que no dependen de los premios, aunque tampoco les vendría mal que los premiaran. Uno de ellos es Pásalo de ETB 2, un informativo vespertino con debates, que si no existiera habría que inventarlo. Por un lado, por ser uno de los pocos espacios donde la libertad de expresión tiene cita diaria; por otro, por el valor formativo y humano que consiguen los temas tratados desde los puntos de vista más encontrados. No hay que desanimarse, algún día se darán cuenta de ello. De los premios de la academia yo apuesto a que este año no gana Buenafuente, después del plantón estilo Woody Allen que les dio el año pasado. Los dos restantes se lo pueden repartir a cara y cruz. Ya se sabe que los premios son una pura lotería en la que algunos tienen todos los boletos.
HAY un trasvase de espectadores del cine hacia la televisión. De hecho las últimas cifras hablan de que la hemorragia supera los 9 millones que al parecer prefieren esperar a ver los estrenos por la tele a sentir el privilegio de ser testigo del estreno en una sala de cine. Puede que la culpa también sea del mismo cine. Que la apuesta creativa no esté a la altura y los exhibidores tengan pocos argumentos para atraer a la gente hasta los patios de butacas. Porque prueba de que el cine tiene tirón en la tele es que todas las cadenas lo utilizan como producto recurrente y competitivo. Unas veces como espacio fijo como El peliculón de Antena 3, o la Noche de… de ETB2 o en esos momentos donde les conviene improvisar una alternativa para competir y colocan un filme digamos de éxito.
NOTICIAS como la protagonizada por el joven alemán que se ha llevado por delante a varios miembros de su antiguo colegio dan una idea de que las series más macabras se siguen produciendo en la realidad. Así que no es tan descabellado que uno se las crea en la ficción. Estas noticias contribuyen al creciente miedo de algunos miembros de la sociedad a salir a la calle. Sienten que apenas durarían unos minutos. Claro que en la tele también hay mensajes que contribuyen al terror. Es el caso del cantante, o lo que sea en estos momentos, Michael Jackson. La criatura ha pedido visitar a una ex concursante del Gran Hermano británico llamada Jade Goody. Esta mujer padece un cáncer de útero terminal y se ha hecho famosa porque tiene vendida su agonía en varios medios ingleses. Dicen de Jackson que es gran aficionado a GH y, como no pudo hablar con ella, pues pidió que la dijeran que «pensaba a todas hora en ella». No sé si los caminos del marketing son inescrutables o directamente repugnantes. Pero ha debido de pensar que a grandes, males grandes remedios. Es tan baja la popularidad de este cantante, ocultista o lo que sea ahora Michael Jacson que chirría este burdo modo de vampirizar la popularidad de una enferma terminal mediática, que ha decidido crear una herencia a sus hijos a costa de los medios morbosos de la televisión inglesa. 
A veces nos ponen a prueba y estrenan las series a la 1 de la madrugada, como hicieron los de Cuatro con Mad men. Creía que la decisión de llevarla a ese limbo de la noche en el que House ha acabado ya con la paciencia de cualquiera era una manera de camuflar alguno de sus contenidos. Ya saben: violencia, sexo… Pero no. Mad men cuenta la vida de unos ejecutivos de publicidad neoyorquinos, pero ojo como si lo hicieran desde el punto de vista de sus secretarias. Me ha sorprendido esta visión retrospectiva para la tele de hoy, que más parece un homenaje al cine clásico que otra cosa. Parece como si de pronto a alguien se le encendiera la bombilla y quisiera sacar partido al guión de la obra maestra El apartamento del dios Billy Wilder. ¿Se imaginan que por aquí les dé por hacer lo mismo? Que de pronto salieran series con personajes parecidos a los interpretados por Alfredo Landa, Paco Martínez Soria y compañía. Bueno, pues crucemos los dedos y esperemos que se conformen con su cuota semanal de tertulia y descafeinado con galletas María en Cine de Barrio .
La noche electoral parecía diseñada para hacer aficionados a la política y al periodismo. Las elecciones en la CAV acabaron en baile, aunque más que un aurresku aquellas tablas simulaban el baile de San Vito. Fue una noche intensa porque las declaraciones de los protagonistas fueron sucediéndose de manera continuada. Se iban superponiendo como si obedecieran a un guión marcado de antemano. Lo más llamativo era que todos los portavoces tuvieron su momento de explicarse. Desde la comprensible tristeza de Ziarreta y Madrazo, la enigmática aparición de Basagoiti y Oyarzabal que estéticamente más parecía su confesión como pareja de hecho o su salida del armario que la celebración de sus decisivos 13 escaños. Pero el momento álgido fue cuando el último baile de cifras les pilló en directo al PNV. Todos celebraron el escaño de EA como sucede en el Bernabéu cuando el Español le mete un gol al Barça. Lo que más ha cambiado de las noches electorales es el ritmo. Antes los datos del escrutinio iban apareciendo tan lentamente que podías irte a cenar con el 25% y volvías a la hora y llevaban el 30%. Ahora no, ahora te largas a por un vaso de agua del grifo y lo que era una mayoría simple se convierte en absoluta; que es lo que les ocurrió a muchos espectadores en Galicia. Pero el papelón lo tienen los expertos y comentaristas. Tienen que valorar los datos, adelantar los acontecimientos y clavar los titulares pensando que lo que digan vale para cuatro años. Vamos, el arte de hablar sin pronunciarse para no cagarla. Para los amantes del morbo electoral, animarles, porque ya falta menos para las europeas. Claro que, en ésas, no hay manera de que alguien pierda los nervios. Ahí los datos son como si el Everton le mete un gol al Chelsea. ¡Qué más da quién gane en Europa!
Los sábados Telecinco los dedica a La Noria, un programa que presenta Jordi González, donde todos los temas tienen cabida si a cambio hay personajes polémicos que desollar en público, vamos lo mismo que hace un día antes DEC, de Jaime Cantizano. El programa ocupa toda la noche de los sábados desde las diez de la noche hasta las dos y pico de la madrugada, un horario prohibido para mí desde que José Luis Moreno lo anegara con aquellos programas de variedades, artistas enchufados y tangas. Así que tampoco puedo añadir salvo que algún día uno no tiene plan y se tiene que quedar viendo la tele. Este vez eligieron a Mario Conde para el debate y para entretenimiento nacional. El viejo banquero engominado pasó por la cárcel y eso le confiere un morbo que lo habilita para llamar la atención de un público que se conforma simplemente con que le hablen de las desgracias ajenas. Quizás de ahí le venga el éxito a Callejeros, ese formato documental que si no existiese habría que inventarlo. Una ventana que la tele abre y por la que el espectador puede ser testigo, en primera línea, de lo tortuosa y difícil que puede llegar a ser la existencia. Algunos se quejan de que en Callejeros siempre hay drogadictos, miseria y podredumbre. Dicen que la sociedad es más que todo eso. Afortunadamente así es. Pero sigue siendo necesario poner cámaras en esos mundos impermeables a cualquier tipo de ayuda o asistencia social. La labor de estos reporteros puede que en ocasiones se cebe en la constante elección de las lacras sociales para su trabajo, pero también es cierto que si ellos no lo reflejan pocos ciudadanos podríamos hacernos una idea de esta situaciones. Un momento emotivo en cada uno de los reportajes es la despedida. Cuando el cámara graba al personaje y lo deja desvalido en su mundo de miserias pero contento de haber tenido su minuto de gloria.
Adelantan la elección del candidato al Eurovisión porque los prolegómenos no han levantado mayores expectativas. Vamos, que como ya vaticinábamos, Alaska no ha levantado el tema por más que prometiera que iba a quitar la caspa. La caspa del festival de Eurovisión está estratificada, pura roca de granito que solo la erosión y el tiempo podrán con ella. Si alguien estuvo a la altura de las circunstancias ése fue Buenafuente creando y colando en el concurso la figura dantesca de Chiquilicuatre y sus bailarinas. Nada explica mejor la realidad de ese certamen de vampiros que se alimenta de la sangre de las nuevas esperanzas nacionales de una victoria. Ya está bien de personajes televisivos como José Luis Uribarri, que viven retirados en sus transilvanias y que sólo aparecen y cobran vida en estas noches de luna casposa que se inventan en televisión. Y hablando de caspa: ayer se consumaron los 1.000 programas de Ana Rosa. Una celebración que contó con 500 pasteles. Ya ven: le toca a medio pastel por programa y sigue con ese tipazo capitaneando las mañanas.
Cada año percibo más fuerte la decadencia en la ceremonia de los Oscar. No tengo muy claro si el bajón se debe a la crisis del séptimo arte o a la mía propia. El caso es que cada edición resisto menos la ceremonia y últimamente les dejo en las eternas alfombras. El cine ha perdido la pasión que provocaba apenas hace una década y la que tiene es gracias a los incondicionales. Esos cinéfilos cuya afición en muchos casos no se merece el cine actual. Ayer cuando vi en diferido a Penélope Cruz subiendo apenas cuatro escaleras para recoger el Oscar, sentí que ese breve trayecto era la mejor de las metáforas. Todo está preparado y hasta la posibilidad de que alguien se retuerza el tobillo mientras sube al estrado se reduce al máximo. Así que quienes vieron la perfecta ubicación de Pe se imaginaron que iba a ganar. Pero una vez que la actriz estuvo arriba tuve la impresión de que iba a soltar «este Oscar es mío porque yo lo valgo». Lo cierto es que la mayor parte de los espectadores la conocemos más por las noticias del corazón y por esos inconmensurables anuncios L’oreal en los que invita a las chicas a que se gasten una pasta en mascarillas. Los que no valemos tanto nos conformamos con ver sufrir al personal desde el sofá en El conquistador del fin del mundo o Pelotas toda una grata sorpresa. Por fin llega el lenguaje documental a un horario donde hasta ayer teníamos el liderazgo de Mac Taylor haciendo autopsias. Si un bisturí hurgando en las vísceras putrefactas puede conseguir atrapar la atención de la audiencia y ser líder, por qué no va a hacerlo esta propuesta de gente que vale más que el pelo, el Oscar de Penélope y todas los incisiones que, ante las preguntas de Gloria Lomana, Rodríguez Zapatero fue capaz de trazar sobre el cadáver en avanzado estado de putrefacción de la crisis. Por cierto, esta entrevista ¿no la habían puesto ya hace poco?