La sección del tiempo es un espacio fijo que últimamente ha perdido todo el interés. La pertinaz sequía está acabando con estos tradicionales espacios que normalmente acompañan a los informativos o son una continuación de ellos. Este invierno la información meteorológica varía tan poco que parece como si estuviéramos siempre en el mismo día o que la vida en este planeta es un continuo anticiclón; que la lluvia es una invención, una especie de mito del hombre de las cavernas. Ser actualmente el hombre del tiempo es una profesión de riesgo, no ya por el posible fallo en la predicción, sino porque tanto sol repetido ha dejado de ser noticia y el espectador huye despavorido. Lo que se está poniendo de moda son las grabaciones fuera de micrófono. Hablar en público es todo un ejercicio peligroso. No hace mucho que se pirateaba el sonido del micrófono de J.J. Santos poniendo a caldo a todo el que se movía y el pasado lunes cazaron unas breves confidencias de Zapatero a Gabilondo en las que afirmaba que los sondeos iban bien, pero que lo mejor era «mantener la tensión». Éste sí que sabe. Que tenga que venir el presidente a recordarnos que sin tensión no hay televisión. Da igual que hablemos de un programa infantil, del corazón, deportivo, una entrevista a un político en plena campaña electoral o de cultura. Lo de la tensión lo han aplicado muy bien al nuevo programa de libros Página 2, de La 2 de TVE y perdonen la irremediable redundancia. Después de toda una vida de presentadores ególatras tipo Sánchez Dragó y relamidos, se agradece ver a un tipo normal y competente como Óscar López. Que el programa es ambicioso lo demuestra el gran número de secciones que son capaces de meter en la media hora de duración. Lo de «lo bueno si breve dos veces bueno» también es redundante, pero en la tele es dos veces cierto.
Autor: Javier Arizaleta
Nunca pillan
COMIENZO la columna con el ánimo impresionado por estar al lado de estas damas de la muerte en el día del amor patético. Bonita manera que tienen en Cuatro de celebrar San Valentín. En vez de acercarse corriendo a comprar un regalo recurrente, nos meten el miedo en el cuerpo con un Cupido enmascarado y asesino. El cine es el método más recurrente para salir de los apuros de la programación. Cuando quitan de aquí y contraprograman allá, al final siempre hay una película que salva la noche. Porque, en el fondo, los espectadores de televisión lo son potencialmente del cine. Lo que ocurre es que los precios, el sofá tentador y esta maldita sociedad del individualismo están consiguiendo sacarnos de la calle para recluirnos en casa. Y aquí la tele se convierte en ese oscuro objeto de atención; que lo mismo nos alecciona que nos encabrona. Nos da pánico o risa. De esto último se nutre Euskadi Comanche, una apuesta de ETB por mantener alto el pabellón del humor en su cadena. Uno de esos programas que llaman viral porque trabajan en la propagación de ganchos, medias mentiras y verdaderas barbaridades que entretienen de puro exageradas. Puede que al programa le falte algo de ritmo en la presentación, y ojo ya se sabe lo rápido que un espectador dubitativo acaba apretando el gatillo del mando. Porque el humor más que avisarlo se muestra buscando la respuesta en forma de carcajada o, por lo menos, de media sonrisa. A su presentador, Iñaki Urrutia, le quedan un par de programas para coger el tempo e incluso su propio estilo. Lo que van a necesitar es mucho aguante: los miércoles es el implacable día del fútbol. Un sinfín de partidos trascendentales y copas de Europa se van a cruzar en su camino. Claro que peor es no pillar nunca. ¿No?
Causa sin rebeldes
Más física que química es lo que destila la nueva serie de Antena 3 dirigida a un público adolescente y, de paso, para quien quiera mirarles el canalillo o el paquete a esos bombones adolescentes que lo protagonizan. Nada del otro mundo, si no fuera porque el anuncio de promoción, sin embargo, vende de manera simplona otra versión de drogas, sexo y rebeldía. Y ya está bien de que las cadenas no cuiden este temas. De qué sirve que la serie comience a las 22.15 si luego promocionan con todo lujo de detalles sus contenidos a lo largo del horario infantil. ¿Se imaginan que hicieran lo mismo, por poner un ejemplo, los canales pornográficos, y que les interrumpieran los Lunnis con escenas de felaciones? Pero guardemos el látigo moralista y fustiguemos la serie como se merece. Como espectador uno tiene la impresión de que no hay nada en su planteamiento que no se haya visto antes en Al salir de clase o, un poco más recientemente, Un paso adelante . Copias más o menos descaradas de aquellos dinosaurios danzarines de la serie Fama en el pleistoceno inferior televisivo. Qué poco hemos cambiado. De nuevo nuestros creadores se basan en el viejo axioma de que, si no se te ocurre nada nuevo, copia lo antiguo. Ya les vale con la manía recurrente de recrear la adolescencia. Lo que deberían hacer con esa tara es mirársela en el psicólogo; pagar una pasta como todo el mundo y no darnos la chapa jugando a meter en el mismo saco calenturas y rebeldías protagonizadas por inverosímilescuerpos danone . Prueba de que la realidad no es ni mucho menos como la pintan en Física o química está en El conquistador del fin del mundo . Si comparamos el lenguaje y las neuras de unos y otros llegaríamos a la conclusión de que pertenecen a sociedades diferentes e, incluso, a periodos alejados en el tiempo.
Jueces y debates
ESTÁN tardando mucho en aclarar quién, cómo, cuándo y dónde se van a realizar los debates televisivos en la campaña electoral. No tener resuelto este tema indica un estúpido miedo escénico para los supuestamente profesionales del discurso, que muestran un temor ante la posibilidad de que se patinar ante el adversario. Ya se sabe que fue el PP quien rompió con la saludable costumbre, que hasta entonces había sido una práctica habitual, de que los diferentes candidatos salieran a enfrentarse dialécticamente en televisión. Pero si algo chirría estos días es que, mientras se habla de libertad, de debates y toda esa parafernalia habitual sobre la que se sostienen las democracias, otras instancias trabajan para que esta libertad sea conculcada a algunos ciudadanos. Con estos precedentes es cuestión de tiempo que los jueces comiencen en la política y, por supuesto, a dirigir los debates políticos en televisión; retirando la palabra y echando del plató a los invitados que se salgan de sus consignas.
En las pasadas elecciones quedó demostrado que no se pueden ocultar los debates televisivos; que en cada momento hay que sacar los argumentos que cada uno tenga para que los ciudadanos decidan y no hacer del debate político un Guadiana que aparece y desaparece cuando interesa. Mientras se deciden a convocar los debates como si fuera una suerte de lotería entre las televisiones públicas y las privadas, los espectadores vamos anotando qué es lo que se nos quiere birlar esta vez del debate político. Y mientras los jueces se preparan para presentadores de televisión, algún escritor como Sánchez Dragó, aburrido de serlo, se descubre en La noria como el juez de la conciencia. Habla tan mal de tanta gente que se le nota a la legua que es español.
Hincar el diente
Prueba de que el fútbol ha tomado descaradamente los informativos es esa pareja de chistosos que forman Manolo Carreño y su tocayo Lama. Sus informaciones dan por sentado demasiadas cosas, aunque sólo algunas parten de la verdad. Puede que el tema que más interese sea el fútbol; puede que entre el Madrid, el Barcelona , el Atlético y la selección tengan suficiente panorama como para no interesarse por más temas. Pero no tienen razón cuando se creen los más graciosos porque sus chistes resultan ininteligibles, la velocidad a la que hablan hace imposible entenderles y su actitud de desfachatez hacia sus compañeros de informativos y del tiempo roza a diario la falta de respeto. Su tono es una mezcla entre el acento cañí de los chulapos de la Verbena de la Paloma y el grotesco «ja,ja» de los bromas del niño Nelson en Los Simpson . Es posible que este poderío guste a determinado tipo de público pero, en general chirría. Ni son tan graciosos como ellos, imagino, se creen, ni su estilo vertiginoso y radiofónico consigue concitar la polémica como, al parecer de la entrevista con Aragonés, pretenden. A los que sí se les nota ya el rodaje es a Esto no es serio, ¿o sí? Se van afianzando en su espacio y redondeando sus sketches . Lo de anticipar los informativos con un programa de humor es una fórmula que lleva años funcionando en Antena 3 con Los Simpson antes de sus Noticias 1 . El humor es la mejor de las excusas para luego poder hablar de las cosas más serias. Y para comentar con cierto criterio y alejamiento de Euskadi Comanche prefiero esperar a ver el segundo programa. Hay veces que los arranque son tan brillantes que luego no hay manera de que lo que viene esté a la altura. No vaya a ser que, en vez de mejorar como el vino, se acabe secando demasiado el atrevimiento y, como les ocurre a algunos jamones, no se le pueda hincar el diente.
En tono de farsa
La semana comienza con una feroz pelea por la audiencia. Pero no todos juegan con las mismas armas. TVE propone, por ejemplo, Herederos , una serie a la que le pasa como a esos paradores nacionales que tienen buena pinta por fuera pero no hay manera de que se les vaya el olor como a naftalina y franquismo. Ayer acabó la última de las temporadas sin que en ningún momento haya conseguido atrapar por su novedad. Digamos que apuestan por no sorprender más que con el argumento y no con la realización. Todo lo contrario que Física o Química, al que se le ha querido dar tal carácter de novedad a fuerza de crearle un canal y hacer que los chicos se la puedan descargar antes en el móvil. En el nuevo marketing televisivo además de serlo hay que parecerlo y no es lo mismo bajarse la frescura de actrices como Nuria González, Ana Milán y Blanca Romero que enganchar con el perfume a compresa de Conchita Velasco. Claro que el gran muro que franquear los lunes para los conquistadores del fin del mundo sigue siendo CSI; da igual que sea a las diez en Miami que a las mil en Las Vegas. Esta fórmula sigue funcionando a pesar de que tenga mucho ex entre los espectadores, aburridos de tanta pista imposible. Pero para pistas imposibles e inútiles, las de la retransmisión de la final de fútbol americano (Superbowl) en Canal +. Una aceptable realización desde el punto de vista técnico pero que tampoco aporta nada en la comprensión del espectáculo. Un juego espectacular que, visto de esta manera, tiene algo de videoconsola. Los comentarios con acento neoyorquino no hacían sino despachar a cuantos se habían hecho a la idea de entender por una vez el espíritu de una final de las que tanto hablan en las películas. Lo peor es que uno sabe de antemano que no hay sorpresas. Como los Goya, el juego no es en directo y adquiere un tedioso tono de farsa.
Buenos y malos
HAY algo en Esta casa es una ruina que produce un rechazo similar a la declaración electoral de la Conferencia Episcopal. Una desvergüenza que va a lo esencial de las personas, en una zona tenebrosa e imprecisa del ser humano que tiene que ver con la intimidad y el orgullo. Esa celebración exagerada delante de las cámaras por haber sido los elegidos para que les arreglen su choza es hiriente por más reconfortante que quieran venderlo. Saben que pasando el apuro inicial de las cámaras se convertirán en seres doblemente envidiados. Por un lado, la fortuna de tener gratis una casa arreglada y por convertirse, de la noche a la mañana, en los más populares del pueblo. Esa alegría exagerada como en su momento lo tuvo el coche en el Un, dos, tres tiene un punto de patetismo que degrada a quien lo protagoniza y a quien se deja arrastrar por esa aparente alegría. Muchos verán en el programa de Antena 3 una suerte de misericordia feliz para la familia, pero existe también otra parte de la audiencia que lo ve con el mosqueo de quien quiere ser testigo de hasta dónde serán capaces de llegar. Cuando entran en el interior y van enfocando las carencias de la casa en cuestión, parte de los espectadores sentimos como si grabaran nuestras propias miserias. Dicen que en el mundo están los buenos y los malos. Los que tiran la piedra «vaya cocina asquerosa» y esconden la mano «María va a tener la cocina de sus sueños» y luego estamos los malos que acabamos poniéndonos como locos sólo porque su piedra nos da siempre en la cabeza. Lo que les pasa a los buenos en la tele y en cualquier parte es que en el fondo son unos incomprendidos: te arreglan la casa a cambio de que les enseñes la pilila de tu intimidad o los buenos con sotana que afirman en rueda de prensa que hay que votar con total libertad a la P con la P. Y claro, los malos siempre protestamos.
Pólvora mojada
La retirada de la parrilla de Aquí hay tomate me sugiere aquella ley física que afirmaba con contundencia: «La energía ni se crea ni se destruye, solamente se transforma». Cualquiera que fuera la energía propulsión de los del Tomate estoy seguro de que no desaparecerá de la programación. Imagino que su desaparición será más bien una metástasis que llevará el espíritu del Tomate a buena parte de la programación de su cadena. Que estaba dando pruebas de agotamiento, lo decía claramente aquella participación o intromisión diaria de Lydia Lozano, que ha acabado siendo más gafe que su admirada Isabel Pantoja. Este ser gritón por naturaleza ha ayudado lo suficiente para espantar espectadores y darles la puntilla. De esta caída de audiencia cabe destacar el crecimiento lento de Amar en tiempos revueltos ; la constancia y fijación de Sé lo que hicisteis con ellos y el desdén esperanzador de programas como Pásalo . Ya ven si hay diferentes maneras de entender la competencia. Se pueden dar muchas explicaciones, pero en Telecinco han visto que debían intentar trasladar en trocitos esa pólvora mojada y hacerla explotar en diferentes programas. La pena es que la retirada de Aquí hay tomate de la parrilla no viniera dada por el rechazo radical de la audiencia. Con casi un 20% de audiencia, lo más fácil es que si no los fueran a utilizar los ficharan en bloque cualquier cadena. Lo que se ha hecho es salvar los muebles para quemarlos en otros programas. Hablando de energía, el otro día, por esas cosas del zapping, me perdí el momento en el que los concursantes de El conquistador del fin del mundo hacían fuego y el mosqueo monumental de Juanito Oiarzabal. Si de verdad la energía se transforma no sé a que esperan sus compañeros a ponerle una batería que, por lo menos, les asegure la luz durante su estancia en ese frío fin del mundo.
Paciencia infinita
Esta semana aparecía la noticia de que habíamos batido todos los récords de visión de televisión: 224 minutos. Preocupa que tengamos casi cuatro horas de media por persona. Hay estudios que indican que la tendencia va creciendo porque la gente mayor vive todo el día de cara al televisor. Jornadas de doce horas, prácticamente las mismas que uno está despierto. La televisión se ha convertido en el gran entretenimiento de la tercera edad. Esto no es malo en sí, lo malo es que esto impida cualquier oportunidad para realizar otra actividad: un poco de paseo, la imprescindible conversación, así sea con la vecina del quinto, con el gato o con las plantas. La soledad y la tele son dos viejas aliadas que confluyen en multitud de hogares convirtiéndose en compañeros inseparables de sus habitantes. Hay espectadores incapaces de apagar el televisor porque les angustia el silencio de su hogar. La tele entonces es el único universo a su alcance. Un universo donde ahora mismo lo que se lleva es la búsqueda del talento. Lo mismo se convierte en escuela de danza, que en residencia de cantantes venidos de cualquier parte del mundo. Con unos han montado Hijos de Babel y con otros Fama, una academia con toda esa liturgia de nominaciones que parece haberse instalado de manera definitiva en nuestra televisión. El talento, dicen querer buscar en Tú sí que vales, del que Javier Sardá se despidió el pasado viernes justo en su precipitada reaparición ante el inminente estreno de Tienes talento en Cuatro. A la vista de estas puñaladas traperas me confirman que lo que tienen nuestros abuelos para pasarse horas ante esta fauna es una paciencia infinita. También es verdad que las siestas delante de la televisión son de órdago. Esas cuatro horas de televisión no las aguanta ni Dios.
Debates y tambor
UNO siente especial ternura porque en TV se siga la fórmula de hacer del debate un espectáculo. Lo intentan en 360º, los bordan a veces en 59 segundos y en Políticamente incorrecto. El problema es que estamos ya en campaña electoral y estos espacios que en mitad de la legislatura eran pura declaración de intenciones, ahora adquieren una actualidad y una importancia que para qué les voy a explicar. Pero al mismo tiempo, los invitados a estos espacios les comienza a entrar una especie de mal escénico y muestran su verdadera cara, ahora que tienen que quitarse las caretas porque les toca vender sin tapujos su mercancía política. Lo que eran programas en los que cabía un poco de entendimiento ahora se convierten en puro espacio electoral sin que la razón encuentre aliados. Los protagonistas lanzan sus argumentos pero el público ya se los conoce. Les pasa un poco como cuando retransmiten La Tamborrada, el Pobredemí y los fuegos artificiales: que no dan para un directo de más de quince minutos porque el espectador enseguida tiene la sensación de que eso ya lo ha visto y cambia de canal. Da igual si el realizador es el Spielberg o que los comentarios vengan de la voz más susurrante de Charlize Theeron. En la Tamborrada como en los mítines hay que estar en vivo y en directo, con los pies sobre los adoquines de la plaza. A uno se le escapa qué hace toda esa gente ahí abajo aunque como ayer en Azpeitia y ya era hora, no lloviera. Pero cada año me llevan la contraria y ahí están. Con sus cámaras intentando planos imposibles por la escasa luz y chocando contra la disciplina de las filas de la formación de los del tambor o con los mitineros de las banderitas. Me solidarizo con los cámaras y a los realizadores que no le den muchas vueltas: que esta noche veremos la arriada de bandera donostiarra aunque estemos ante una aunténtica emisión imposible.