Prefiero pensar que se trata de una estrella
que pensar que se trata de un avión
lleno de gente trasladando
sus miserias.
Prefiero pensar que si no tienes prisa por morir
la empleada del banco será
más amable.
Prefiero pensar que una sombra en el río
no es lo mismo que una sombra en
la carretera.
Prefiero pensar antes de decir nada
que no piense que
prefiero pensar.
A nadie le importa
que mi nombre finlandés
sea Maila.
A nadie le importan los chicles
. aplastados en las aceras
. en las macetas
. en las escaleras.
A nadie le importan mis versos.
A nadie le importan
mis versos.
Un viejo
de abrigo rojo se detiene por la calle
y observa fijamente
un viejo coche azul.
Pudo ser el número uno pero nunca lo fue.
Se mantuvo en el podio a pesar
de los dolores.
Jamás hizo gran cosa,
jamás hizo lo que más deseaba
en el mundo.
Su vida era la entrada
de una tienda cerrada con valla
y dentro (entre la puerta y la valla) un montón
de basura desperdigada.
Su vida era un paraguas amarillo
abandonado en plena calle.
Su vida era como esas personas
que no saben estar en casa
y por eso van a la
biblioteca,
tornasolada.
La melodía de la zona de mármol me traslada
cerca de un televisor
en blanco y negro.
La melodía de la zona de mármol me traslada
sumergido en tardes eternas jugando
a la videoconsola.
La melodía de la zona de mármol me traslada
en el tiempo como lo hace la lluvia,
como lo hace la hierba
recién cortada.
El cielo arroja
bolas de fuego.
Su calor estimula
el acicalado mutuo.
Seres vulnerables
contemplan el amanecer africano.
Y yo pierdo el tiempo escribiendo un poema
que habla del tiempo.
Y aquí estoy,
esperando mi primera clase de piano,
cerca de un montón de huesos de pollo,
cerca de un contenedor.
No quiero luz natural,
sólo quiero empezar mis clases
y que me dejéis en paz.
Hace muchos años
mi amigo Fernando se rompió los dos brazos
intentando escalar una portería de fútbol.
Se le vino encima.
No la pudo esquivar.
Y aquí sigo,
esperando mi primera clase de piano,
con dos tubos de pasta de dientes en los bolsillos,
cerca de un charco de nieve.
No quiero hablar de su funeral,
sólo quiero empezar mis clases
y que me dejéis en paz.
Hace muchos años
mi amigo Fernando se rompió el cráneo
intentando escalar una portería
de fútbol.
Se le vino encima.
No la pudo esquivar.
A veces imagino que cuento chistes
en la puerta de un tanatorio.
A veces imagino que piso una
mierda de perro y resbalo
entre dos coches.
A veces imagino
con los ojos cerrados y
en medio de una espesa inquietud
que apago de nuevo la luz
dormido.
Cuando la carretera se funde con las nubes
y se congelan las ramas de los árboles.
Cuando dibujas comida en la pizarra
y una calabaza gigante parece un
balón de fútbol gigante.
Cuando los charcos se los lleva el viento.
Cuando no calculas el peso de un trozo de madera.
Cuando se proyecta la sombra de un garbanzo en la sopa.
Cuando lo que de verdad importa
eres tú.
Me dijo que no se quemaban los recuerdos,
que se quemaban los marcos
de las ventanas.
Me dijo que seguía lloviendo en los pasillos,
que no dejaban de crecer
las llamas.
Me dijo todo eso de su abuelo
y de su madre,
y de la lluvia
dentro de
casa.
