Salir en televisión se está convirtiendo en una manera de premio, toda una lotería. Muchos se quejan de la persecución mediática y del acoso permanente al que son sometidos, pero, cuando durante una temporada ningún cámara les persigue, preparan un montaje que les devuelva la atención perdida. La vida del famoso es muy puñetera: o te asedian o te olvidan y entonces dejas de ser famoso. Pura contradicción. La que parece haberle sacado partido a su popularidad no buscada es Ana María Ríos, la gallega detenida en Cancún a la que acusaban de tráfico de armas porque le habían colado en su equipaje munición como para tomar el Distrito Federal. Pues la tía pasó la gorra el sábado por el plató de Dolce Vita. Unos dicen que para comentar su desnudo en la revista Interviú . Pero lo cierto es que esta chica con su detención cogió muchos boletos y ahora parece que no está dispuesta a dejarlos sin cobrar. El negocio es recíproco y bastante burdo. Mientras le preguntan cuánto dinero va a ganar enseñando su cuerpo van mostrando las fotos del reportaje de la revista. En realidad no les interesa nada de lo que diga fuera de mostrarla desnuda. Ocurre lo mismo con Darek, el novio, o lo que sea, de Ana Obregón: llevan dos semanas enseñando unas imágenes suyas siendo manoseado por un supuesto doctor y otras con una bandera de piratas como taparrabos. Hasta ahora nadie se había atrevido a mostrarlas seguramente porque no habían sido publicadas por una revista. Al parecer el sábado lo hicieron en el mismo programa (Dolce Vita) . Yo no estaba allí, así que hablo de oídas. Hay programas a los que se les ha visto tanto el plumero que no se entiende a qué juegan con su teatro y sus engaños. Como los sátrapas en los gobiernos totalitarios, la única esperanza que nos queda es que se mueran de puro viejos.
Autor: Javier Arizaleta
¿Soy lo que veo?
TOMÁNDOSE en serio lo de año nuevo vida nueva, en Cuatro se han inventado un programa titulado explícitamente Soy lo que como. Se estrenó el pasado viernes. Al parecer su pretensión va de buen rollo: cambiar los hábitos alimenticios de la sociedad. Una iniciativa digna de una televisión pública que debería velar porque al menos sus espectadores comamos sano y vivamos muchos años para que sigan chupando del erario público. Pero la iniciativa una vez más ha corrido de una cadena privada. Uno se prepara una de esas opíparas cenas para deglutir delante de la caja tonta y echar la noche sentado hasta las tantas en el sofá y allá le van poniendo al día de las pasadas a las que somete a su cuerpo con esas grasas saturaradas, los azucares sintéticos y todas esas bombas de relojería alimentaria con las que convivimos a diario. En principio, el programa será educativo, como aquel de la Supernanny, que primero ponía a las criaturas a raya y luego se retiraba una temporada y volvía para ver si de nuevo se habían convertido en niños asilvestrados o sus padres habían sido capaces de educarlos con normalidad. Con Soy lo que como después de dejarte un listado de buenos hábitos y la dieta estricta luego se pasan de nuevo para ver qué efectos ha tenido el régimen. Si, milagro, has vencido el trotecillo permanente con el que la mayoría caminamos hacia la obesidad, o se ha producido el cambio y hemos virado el timón de nuestros malos hábitos y nos hemos convertido en defensores de la frugalidad. En una programación repleta de edulcorantes, vísceras y telebasura un programa así debe ser bien recibido. Entre otras cosas, porque una vez resueltos nuestros problemas alimentarios quizás le hinquemos el diente a eso de Somos lo que vemos . Con cuerpo y alma recuperados: ¿Quién aguanta las salsas rosas y los chistes de Arguiñano?
Conquistadores
Quizás lo mire con buenos ojos, pero creo que hay varios aspectos que diferencian El conquistador del fin del mundo de otros programas concurso de encerronas y convivencia. Puede que este cariño a un programa, que de otra manera me produciría repelús, se deba a que los concursantes manejan un acento que me suena, incluidos los tacos y juramentos que son capaces de introducir en una frase. Y cómo no, esa parte de apuesta deportiva tan características de estas tierras. La elección de Juanito Oyarzabal de un lado como capitán de uno de los grupos y del otro, el de Mikel Goñi, puede dar mucho juego. La personalidad demostrada en el primer programa, donde el montañero ejercía de comandante y el pelotari era un colega más capaz de romperse un dedo por ganar una de las pruebas a pesar de tener 39 de fiebre. De momento no sabemos hasta qué punto los concursantes han decidido esconderse detrás de un papel o se muestran tal y como lo harían en la realidad. El concurso es largo y la convivencia dura porque la traición se esconde detrás de cada acto, se encuentre o no la cámara presente. Es posible que Juanito esté más acostumbrado a aguantar las críticas y tenga sus espaldas preparadas para soportar las críticas de sus compañeros. El año pasado se demostró que hasta los mejores actores perdieron su máscara. ¿Recuerdan a aquel bombero que casi llega a la final de buen rollo pero al final le perdió la boca? ¿Y la hermana de Somarriba que su actitud de Bambi le sirvió para ir pasando pruebas? Oyarzabal ya ha demostrado que va a ser todo lo borde que la situación lo requiera, y como esto no es la montaña, puede que sus compañeros se lo pulan a las primeras de cambio. Y de Goñi pues lo mismo: que sus camaradas le pidan menos empuje y más cabeza. El fin del mundo pasa por ir conquistando uno a uno a todos los concursantes.
Mafias de rebajas
Los primeros en ir de rebajas son los cámaras de televisión, que todos los años entran en los grandes almacenes; toman ese plano tradicional y ridículo en el que la gente se aglomera delante de la puerta y luego entra en tropel, corriendo hacia el interior apenas les abren las puertas en busca del artículo con el 50% de descuento. Vivimos en un tiempo de gangas y si miramos lo que está ocurriendo en el mundillo de la televisión es como si ésta estuviera eternamente de rebajas. Repitiendo y repitiendo el mismo programa de televisión. Convirtiendo a los mangantes en las personas más destacadas y de mayor notoriedad por el despliegue de medios que les dedican. Ya me dirán si no cómo se explica que en la puerta de un prevaricador de Marbella haya más periodistas que en la del ganador del premio Nadal Felipe Benítez Reyes, al que, como es lógico, muy pocos en este país conocían, y que lo ganó con su obra Mercado de espejismos. Hagan la prueba y pregunten en su entorno quién conoce a Angela Vallvey, o por su novela Los estados carenciales con el que ganara el Nadal en 2002, y luego pregunten por Kiko el concursante de Gran Hermano , o David Bisbal que se hicieron famosos ese mismo año. La desproporción con la que se tratan los temas en televisión nos está quitando la perspectiva. Hace unos años hubieran hablado del ganador del Nadal como el poeta de Cádiz, la tierra de Rafael Alberti. Hoy sería el coetáneo de Ismael de Gran Hermano , es decir de Cádiz, un lugar indeterminado que se encuentra entre el campo del Sevilla, el Ramón Sánchez Pizjuán, y el penal de Alhaurin de la Torre, donde descansa lo más granado de nuestra civilización a juzgar por las horas que les dedican. En la tv que padecemos siempre estamos de rebajas. Ser un mafioso da caché y es una ganga todo el año.
Magos y cirugías
Ahora que se han ido puedo decirlo con claridad. Los reyes magos como personajes de televisión son de lo peor. No hay quien se aclare. Unas veces te los sacan jóvenes y montados en camello y otras viejos y bajando de un avión, o altivos en una carroza espectacular. Les cambian de traje constantemente, unas veces llevan corona, otras no. Del rey negro hay tantas versiones que como a los niños les dé por preguntar: claro peligro. Estos personajes sobreviven no por la tele desde luego si no gracias a la voluntad del teatro popular que los pone a la misma hora en todos los puntos de la geografía. Lo cierto es que a pesar de los años, estos tres personajes no terminan de cuajar televisivamente como le ocurre a Santa Claus que no hay año que no le hagan una película. Quizás a sus majestades lo que les falte sea aparecer más en esos programas de cotilleos o someterse a una prueba de la máquina de la verdad. Se imaginan: «A ver Melchor, ¿es verdad que en una noche recorres 10 millones de hogares? En fin. A unos la fama les llega encerrándose en un plató de televisión con otros concursantes con la misión de dar a todas horas la nota. Otros se casan con una tonadillera o se afilian a un partido mafioso que opere en Marbella, los hay que son conocidos a fuerza de presentar todos los día un telediario o ir señalando anticiclones y borrascas en el mapa del tiempo. Pero esta semana hemos vivido una nueva experiencia. Nos la presentaba en TNT (son tan falsos que se presentan con las iniciales) Yolanda Flores, otra diva del periodismo de investigación que ha acabado saliendo del armario del cotilleo y compartiendo pupitre con Lecquio y los Matamoros. Esta gran periodista nos presentó a una tal Carol. Una mujer normal a la que le llegaba la ruleta de la fama permutando su operación de tetas. Un trueque de morbo y cirugía por silicona e información. Pura mierda.
Magos y cirugías
Ahora que se han ido puedo decirlo con claridad. Los reyes magos como personajes de televisión son de lo peor. No hay quien se aclare. Unas veces te los sacan jóvenes y montados en camello y otras viejos y bajando de un avión, o altivos en una carroza espectacular. Les cambian de traje constantemente, unas veces llevan corona, otras no. Del rey negro hay tantas versiones que como a los niños les dé por preguntar: claro peligro. Estos personajes sobreviven no por la tele desde luego si no gracias a la voluntad del teatro popular que los pone a la misma hora en todos los puntos de la geografía. Lo cierto es que a pesar de los años, estos tres personajes no terminan de cuajar televisivamente como le ocurre a Santa Claus que no hay año que no le hagan una película. Quizás a sus majestades lo que les falte sea aparecer más en esos programas de cotilleos o someterse a una prueba de la máquina de la verdad. Se imaginan: «A ver Melchor, ¿es verdad que en una noche recorres 10 millones de hogares? En fin. A unos la fama les llega encerrándose en un plató de televisión con otros concursantes con la misión de dar a todas horas la nota. Otros se casan con una tonadillera o se afilian a un partido mafioso que opere en Marbella, los hay que son conocidos a fuerza de presentar todos los día un telediario o ir señalando anticiclones y borrascas en el mapa del tiempo. Pero esta semana hemos vivido una nueva experiencia. Nos la presentaba en TNT (son tan falsos que se presentan con las iniciales) Yolanda Flores, otra diva del periodismo de investigación que ha acabado saliendo del armario del cotilleo y compartiendo pupitre con Lecquio y los Matamoros. Esta gran periodista nos presentó a una tal Carol. Una mujer normal a la que le llegaba la ruleta de la fama permutando su operación de tetas. Un trueque de morbo y cirugía por silicona e información. Pura mierda.
El móvil te apunta
La emisión del vídeo del ahorcamiento de Sadam Husein es un acto criminal tan inadmisible como la misma pena de muerte. Vivimos en un mundo en el que un teléfono móvil se puede convertir en una amenaza para la libertad si no se utiliza con un mínimo de moralidad. Cada vecino se convierte en un reportero que puede grabar nuestras miserias y colgar las imágenes en Internet, hacer de nuestra intimidad algo público y convertir nuestra vida en un infierno. Hay que tener mucho cuidado con este tema y los informativos de televisión deberían mostrar mayor prudencia a la hora de utilizar estas imágenes realizadas por aficionados que, movidos por la notoriedad que creen pueden conseguir en televisión, efectúan grabaciones sin tener en cuenta que es muy posible que quien aparece en ellas no lo desee. Si convertimos a toda la población en periodista de los acontecimientos, corremos el riesgo de transformar el derecho a la información en un camino directo hacia una nueva fórmula de totalitarismo en la que los ciudadanos habremos perdido el derecho a la intimidad. Porque en cualquier acontecimiento o accidente, por muy pequeño que sea, habrá uno o varios teléfonos apuntándonos para llevar nuestra desdicha al mundo. Y puestos a pedir, no estaría de más un poco de sentido común en nuestras sufridas vidas de espectadores de televisión. Deberíamos aplicarnos el dicho de año nuevo vida nueva y cambiar drásticamente nuestra elección televisiva, con el fin de dotarla de un poco más de vida y menos vísceras. Aunque mucho me temo que el año nuevo, televisivamente, nos traerá más de lo mismo, y propongo que la revolución televisiva arranque del mando a distancia. Que el valor del cotilleo y las grabaciones furtivas entre en quiebra total. No hace falta esperar a mañana; comencemos hoy mismo.
Cola de pescadilla
Comienza el año sin la hermosa competencia entre House y El Comisario la noche de los martes. Ambas series acabaron con el año y lo que nos espera será el enfrentamiento de la tercera entrega del doctor cojo con la nueva temporada de Los Serrano . Competencia en estado puro en una franja en la que saltan chispas. Pero no es oro todo lo que reluce. En estas fechas navideñas lo que vemos tiene un regusto a enlatado preocupante. Es como si los especiales de Navidad los hubieran grabado en verano. Lo que abunda son los concursos y las galas benéficas en las que los mismos famosetes de siempre participan asegurando que todo lo que gane en el juego lo destinarán a una ONG. La industria televisiva en este país es famélica. Seguramente su fragilidad se debe a que los únicos fuertes son cuatro productoras que han conseguido el poder que las cadenas les han ido dejando. El recurso facilón de las cadenas es que para poner en marcha un programa de entretenimiento no tienen otra opción que invitar a personajes famosos. De esta manera, son siempre los mismos cantantes de promoción o los que no se comen un rosco los que acuden encantados de plató en plató, de cadena en cadena. Las aguas de televisión rara vez se renuevan, quizás por eso en ocasiones nos lleguen hasta el cuarto de estar ciertos malos olores. Mientras Globo media se bate el cobre cada martes con la potente industria americana que está detrás de House , el resto se dedica a hacer concursos y galas de medio pelo poniendo la excusa de la solidaridad. Como aquellas campañas de sentar un pobre a la mesa, a éstos sólo se les ocurre hacer un programa a la medida de los famosos. No queda claro si esta iniciativa surge para beneficiar a los desfavorecidos o como burda excusa para contratar a los enchufados que todos conocemos.
Caras campanadas
Cada vez hay más cadenas que pasan olímpicamente del estrés de las campanadas y las uvas. Algunos, como ETB 2, emiten cine, La 2; programas de viajes; y Digital + se despide con un concierto de Madonna. Pero el paso de año todavía sigue siendo uno de los momentos estelares de la televisión aunque algunos se empeñen en repetirse, como TVE, recuperando para la ocasión a Ramón García, aquel presentador de las vaquillas que sigue hablando al mundo como si se tratara de un niño tonto. El tema recurrente en los momentos en los que fracasa la conversación familiar suele ser el de adivinar cuál será el último spot televisivo del año. Y claro, aquí hay tantos como canales y la respuesta puede ser variada. ¿Ustedes qué creen?: ¿el anuncio más importante del año es el último o el primero? Unos dicen que en la despedida, la peña todavía está concentrada viendo la televisión y, otros dicen que el de mayor impacto es el primero porque trae un nuevo espíritu que se pega a la marca. En el momento de las campanadas se concentra toda la atención posible para no empezar el año cuando suenen los cuartos y toda esa clásica y aburrida monserga que cuentan los que saltan de año delante del reloj de la Puerta de sol de Madrid. El mayor derroche de estos dos espacios se produce en TVE. El anuncio que cierra el año cuesta 9.000 euros y el que lo comienza paga 6.000 euros pero, ojo, por segundo, así que vayan multiplicando y tendrán una cifra redonda que llevar a la mesa. El truco de marketing consiste en decir que quieren permanecer en el anonimato hasta su emisión pero en un país donde el cotilleo es deporte nacional consiguen que para entonces todo el mundo sepa cuál es el anunciante. No seré yo quien les siga en ese juego. Puestos a brindar, les propongo bajar el volumen y decir tranquilamente: Feliz año nuevo. Urte berri on .
Atado y bien atado
Carmen Caffarel, directora general del Ente, se despedía de TVE dejando «una televisión independiente y saneada». Aseguraba que abandona el cargo «con la conciencia tranquila». A mí, todas estas frases de despedida me recuerdan a aquella lapidaria del «Atado y bien atado». Y es que no sé si es casualidad, pero la salida de Caffarel de televisión deja a la nieta de Franco cobrando un pico cada vez que pisotea a los bailarines en Mira quien baila y, horror, coincide con el regreso al especial de Nochebuena de Raphael. Un cantante que es a la música lo que José Luis Moreno a la televisión. Es decir, dos rémoras cuya presencia nos retrotrae a una manera de entender el espectáculo que roza el patetismo y que debería poner en evidencia a los espectadores que lo soportan. Claro que es de esperar que con el mensaje navideño de su majestad Juan Carlos por aquel canal no quedara nadie.
Con tanta repetición, las llamadas imágenes de tu vida se están convirtiendo en toda una pesadilla. Las repiten y repiten y las vuelven a repetir como aquel villancico de los peces en el río que acababa poniéndote dolor de cabeza. Y luego, por si su celebración no fuera insoportable, atacan con la tortura de la promoción: Cincuenta años, cincuenta coches . Es todo lo que se les ha ocurrido para las bodas de oro. Pero, ojo, no el regalo de 50 coches, sino hacer negocio interactivo, ya saben, llamaditas a líneas 900 y SMS. Está claro que los que dirigen esta televisión ni están a la altura del aniversario ni de una cadena de estas características. Quizás por eso la estén desmantelando hasta hacerla tan pequeña como su propia capacidad. Claro que es posible que el «atado» al que se refería el dictador en su testamento tuviera que ver con la alegre jubilación de su nietísima y que Raphael nos amenizara la Navidad eternamente conEl tamborilero.