Obrigado, el Tribunal Constitucional portugués pone límites a la Europa de los recortes

El Tribunal Constitucional portugués ha declarado ilegal la retirada de la paga extra de verano a los funcionarios y a los pensionistas y las rebajas en el subsidio de desempleo y de enfermedad consignadas en el presupuesto general de 2013 del país, aprobado en el Parlamento el pasado año. Las razones en las que se apoya el tribunal son que esa retirada violaba el principio de igualdad a la hora de afrontar sacrificios. Los altos magistrados lusos no cuestionan la capacidad del gobierno de llevar a cabo sus políticas de ajuste, pero si lo hacen en la proporcionalidad de las medidas respecto a las posibilidades de afrontarlas de los ciudadanos. De alguna manera, en realidad lo que han hecho, es demostrar en una sentencia que si existen alternativas a las políticas impuestas por la troika, Bruselas y por imposición disciplinaria de la canciller Merkel. Hay otra forma de repartir los sacrificios a los que la crisis económica obliga, sin romper la base equitativa de la sociedad, sin que acarreen con la peor parte los más débiles o los que no pueden ni siquiera oponerse a tal injusticia. La decisión del Constitucional portugués sitúa a la Unión Europea ante la encrucijada de seguir desarrollando su programa de austeridad y a la vez hacerlo de manera igualitaria. Claro que la Europa burócrata puede hacer oídos sordos una vez más a lo que la democracia en sus distintas expresiones le están diciendo, pero el riesgo cada vez es mayor y en más Estados de la Unión.

Como es natural el primer riesgo al que se enfrenta esa especie de moderna inquisición económica en que se ha convertido la troika – FMIBCE Comisión Europea – es el contagio que la decisión de los jueces lusos puede producir en otros Estados que optaron por medidas de ajuste similares. Es el caso claro de España, donde los muy similares recortes llevados a cabo por el gobierno Rajoyestán recurridos por los afectados en los tribunales. La presión social en la mayoría de los países del Sur de Europa, los más afectados por sus elevados déficits públicos, pesará como lo ha hecho sobre los togados portugueses. Las legislaciones constitucionales de nuestros Estados democráticos apuestan claramente por el modelo de Estado social de derecho, lo que deja pocas dudas de la interpretación que se debe dar ante los recortes planteados. Ningún ciudadano, por su situación económica, puede verse mermado de derechos en necesidades tan básicas como la salud, la educación o las pagas extras adquiridas como conquistas sociales históricas. Las protestas en la calle se siguen acrecentado a medida que la crisis se alarga y acrecienta su impacto social. Puede que la clase política incapaz de hallar soluciones alternativas se rinda al plan ortodoxo y uniforme decretado por Alemania, pero no creamos que los jueces pueden mirar hacia otro lado cuando se vulneran derechos fundamentales de nuestro ordenamiento democrático.

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Hasta aquí consideraciones de fondo sobre la crucial decisión de los 13 magistrados portugueses. Ahora nos queda esperar las reacciones del Gobierno del primer ministro Passos Coelho, que debe buscar medidas alternativas para ahorrar los 1.200 millones de euros a los que afecta la sentencia del Constitucional. Y, por otro lado, queda también por ver si la troika a la vista de la decisión judicial acepta renegociar los plazos y cantidades adeudados internacionalmente por Portugal, el país rescatado. Pero, no nos engañemos la incógnita más relevante es si el Consejo Europeo y la Comisión son capaces de hacer una lectura coherente de lo sucedido en Lisboa. Facilitaría a todos los Estados afectados por crisis de déficits y deuda, que las instituciones europeas fueran capaces de marcar un nuevo rumbo en los programas de austeridad, poniendo límites en el tipo de medidas a emplear y al peso que sobre los ciudadanos en función de su renta puedan tener. Se trata de reformular los planes de ajustes con una visión más social y menos estadística, una mirada más humana y, sobre todo, más europea. Se debería entender que la solidaridad entre los Estados que forman la Unión y el reparto de los esfuerzos de forma proporcional a las posibilidades de las ciudadanos en cada país, es la única forma de caminar homogénea y armónicamente en el proyecto de la UE.

No es la primera vez que alerto en este blog de los riesgos que tiene perpetuar este camino de pangermanismo insolidario. En los últimos meses hemos vivido tres capítulos especialmente relevantes de rebelión ciudadana y de poderes legales contra las políticas impuestas desde Berlín. El primer severo toque de atención se dio en Italia, en los comicios del pasado mes de marzo. Unos resultados que castigaron especialmente al protagonista impuesto de los planes de ajustes, el ex primer ministro Mario Monti. Con menos de 8% de los votos frente a casi el 20% del Movimiento 5 Estrellas encabezado por el cómico BeppeGrillo. Una crisis política que aún mantiene en vilo cualquier opción de gobernabilidad en el tercer país de la eurozona. Después vino el rescate de Chiprey el esperpento representado ante el mundo con una quita sobre depósitos de menos de 100.000 euros que después ante el plante del parlamento chipriota debió ser retirada. Y ahora llega la sentencia portuguesa de su más alto tribunal. Con toda la legitimidad del sistema democrático que sacralizamos en la Unión Europea, el poder judicial pone fronteras a las medidas impulsadas por Merkel. Tres serios reveses y tres crisis abiertas dos y cerrada en el falso una. Este triste balance unido como he señalado a las posibilidades de contagio en otros Estados, debería también obligar a repensar a las autoridades alemanas sus posiciones.

Negar que hemos avanzado durante los años de la crisis del euro en los mecanismos de salvaguarda de nuestra moneda y de gobernanza monetaria, es absurdo. La crisis nos ha fortalecido institucionalmente, nos ha hecho de la misma forma más fuerte ante los ataques exteriores de los mercados, pero la realidad es que el precio pagado por la sociedad y por los distintos países de la Unión está siendo desequilibrado y dispar. No hemos sido capaces de tejer una red de protección de las familias con más riesgos ante la crisis, de preservar los derechos sociales que tradicionalmente nos han diferenciado modélicamente del resto del mundo. Hemos fallado a los ciudadanos y esa percepción está labrando una tensión en la calle y un deterioro demoledor en los poderes de los Estados y en la clase política. Ha llegado el momento de cambiar de rumbo sin dilación. No podemos permitirnos nuevas crisis. Eslovenia o Hungría ya forman parte de los rumores más malintencionados contra el euro como opciones venideras de nuevos rescates. España sigue representando una realidad endeble que puede tornarse en desastre si el entorno de la eurozona hace empeorar las perspectivas económicas. Demasiados riesgos como para no tomar medidas que logren recuperar la confianza de la sociedad en el proyecto europeo. Necesitamos esperanza, ilusión, visión de futuro y es evidente que las políticas generadas desde Bruselas, hoy por hoy, solo provocan rechazo y estancamiento.

Los magistrados lusos han levantado un muro de vergüenza a las medidas indiscriminadas de recorte. Han dicho basta al desmantelamiento sin más de la protección social. Han sido para los portugueses los únicos capaces de entender sus reivindicaciones y de velar por sus intereses generales. Algo está funcionando muy mal cuando el poder judicial tiene que salir a la calle y ponerse al frente de la manifestación para que el Legislativo y el Ejecutivo entienda que se ha quedado aislado, lejos de aquellos que le votaron y le dieron la responsabilidad para tomar decisiones para salir de la crisis. Nuestros líderes necesitan hacer un ejercicio de escucha activa de sus ciudadanos, de los medios de comunicación, de la voz de la calle. No pueden seguir comportándose como los ilustrados absolutistas encerrados en su lema “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. De no ser capaces de oír las demandas sociales, anticiparse a la insatisfacción ciudadana y ser eficientes en su gestión, serán un simple estorbo o, pero aún, un enemigo que ha secuestrado el poder democrático. Aquellos gobernantes bienintencionados o no que se olvidaron de ser sensibles a los sufrimientos de sus semejantes, siempre han acabado trágicamente o en el mejor de los casos, huyendo por la puerta de atrás de las instituciones. Quien no tome buena nota del contenido de la sentencia lusa puede verse abocado a una triste suerte en menos plazo de lo que algunos esperan.

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El futuro de las pensiones una responsabilidad de todos

La reciente reforma emprendida por el Gobierno Rajoy del sistema de pensiones tiene como objetivo, según sus defensores, impulsar el “envejecimiento activo”. Como eufemismo semántico no está mal, pero la traducción es clara: la sostenibilidad de la Seguridad Social pasa por trabajar y, por tanto, cotizar más años. Si la ecuación la combinamos con ajustes sutiles en los números de años cotizados para el cálculo futuro de la pensión, tenemos la receta perfecta para la supuesta continuidad del sistema que no consiste en otra cosa que en reducir derechos y prestaciones. Obviar la necesidad de aplicar reformas a un sistema que se siente cada vez más presionado por un número de personas atendidas creciente y de contribuyentes decreciente, sería una absoluta irresponsabilidad. Nadie en su sano juicio puede negarse a adecuar las pensiones a la realidad demográfica y macroeconómica. Sin embargo, resulta igualmente inasumible la teoría determinista que proclama machaconamente que la única solución resulta de alargar la vida laboral combinada con el recorte de prestaciones. Ese atajo fácil al que estamos entregados en buena parte de los Estados de la Unión Europea, no deja de ser una forma de rendición incondicional y desmontaje parcial del sistema de protección que articula y vertebra nuestro desarrollada sociedad europea. Sin no somos capaces de adaptar al alza nuestras coberturas sociales, será imposible evitar el derrumbe del edificio de derechos que constituye la UE.

Afortunadamente la realidad es mucho más rica y compleja aunque nos obligue a un esfuerzo colectivo para sostener nuestro sistema de pensiones. Si queremos afrontar el tema con una visión global debemos tener en cuenta factores como: reparto del trabajo, trayectoria laboral, seguridad social dinámica, utilización responsable de las prestaciones, proporcionalidad de renta / prestaciones o colaboración público-privada. Hagamos un somero recorrido por cada uno de ellos.

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Reparto del trabajo: es evidente que el nivel de ingresos de la caja de la Seguridad Social resulta el elemento fundamental para poder garantizar la sostenibilidad en el tiempo de las pensiones. En este sentido, lo que no podemos permitirnos son tasas de desempleo del 50% entre los jóvenes, formados y en edad de trabajar. Su incorporación como fuente de recurso a largo plazo para el sistema es imprescindible. Similar reflexión podemos realizar respecto a la mujer, donde aún quedan porcentajes sustanciales para alcanzar la igualdad de género y que requieren modalidades de contratación que hagan realmente posible la conciliación de la vida familiar. Pero de la misma forma, debemos tener en cuenta que la asistencia social a pensionistas y mayores ha de suponer el cuarto sector de empleo de las economías europeas. Potenciar el empleo social puede representar un vuelco de cotizantes en sociedades donde las enfermedades neurodegenerativas se están convirtiendo en la nueva pandemia europea.

Trayectoria laboral: si comparamos los cálculos de cotización requeridos en los Estados de la Unión para el cobro de las pensiones, nos acercamos mucho al mapa del desarrollo de nuestras sociedades. Así en Alemania se utiliza el concepto de salario medio de trayectoria profesional sobre el conjunto de 40 añ0s de actividad y la edad de jubilación es a los 65 años. Por su parte, en Francia se computa una mezcla de los 10 mejores años de salario con el salario medio de la trayectoria profesional, se precisan 37,5 años de cotización, siendo la edad de jubilación los 60 años. Por contra, en EspañaGrecia o Portugal, se reducen sustancialmente los años de cálculo, a 8, 2 y 5, sobre 35 años de cotización para cobrar el 100% de la pensión y la edad de jubilación de está elevando hasta los 67 años. Desde el punto de vista de justicia social y progresividad no cabe duda a cuál de las tendencias deberíamos optar.

Seguridad Social dinámica: Los cambios demográficos y el propio concepto de familia; la nueva dinámica del empleo y de la economía; el papel de las tecnologías y sus efectos en el mundo laboral y social; estos son fenómenos nuevos que colocan en tensión los principios bajo los cuales se construyó la seguridad social tradicional. Este nuevo modelo debe ser:

Inclusivo: incluye a todas las personas, en especial a aquellas personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad por su situación de pobreza o ancianidad. También aquellos sectores que se encuentran en la economía informal o fuera del mercado laboral. Adecuado: responde a las necesidades y expectativas de la población. Sostenible: todo sistema de seguridad social ya sea que se encuentre financiado con contribuciones de los beneficiarios o con impuestos específicos o generales, debe sostenerse a través de un equilibrio actuaria. Proactivo y preventivo: la cultura de la prevención (por ejemplo, en accidentes laborales y cuidado preventivo de la salud) produce importantes ahorros a la seguridad social y mejoraran la calidad de vida de las personas. Económicamente productivo: el sector social no debe ser una variable de ajuste sino un factor de estabilización y cohesión social y de recuperación económica.

Utilización responsable de las prestaciones: no podemos concebir el futuro del sistema sin introducir como concepto básico del mismo la responsabilidad de todos los actores. Por supuesto de la Administración que gobierna los recursos, pero de la misma forma los receptores de las prestaciones deben ser conscientes de la trascendencia del buen uso del sistema. Evitar los fraudes y el mal gasto de las prestaciones debe convertirse en la garantía inexcusable del futuro de las pensiones.

Proporcionalidad renta / prestaciones: la jubilación debe formar parte de un modelo de fiscalidad integral que realice una acomodación continua de los niveles de renta y patrimonio con los servicios y prestaciones que el sistema concede a los ciudadanos.

Colaboración público – privada: los modelos complementarios con los debidos controles públicos ha demostrado en determinados países componer un fondo compensatorio de enorme utilidad para el equilibrio del sistema. Las mutualidades creadas en Austria y Alemania con fondos sindicales y patronales, así como las fundaciones empresariales de los países escandinavos, son ejemplos probados en este sentido.

La mera enunciación de conceptos como los arriba apuntados, nos demuestran que las pensiones son una responsabilidad colectiva y que su mantenimiento depende de un modelo complejo. Nuestra sociedad envejece por el aumento de la esperanza de vida y por la reducción de las tasas de fertilidad. Europa se enfrenta en las próximas cuatro décadas a su mayor desafío poblacional. Mil millones de habitantes de los que cada vez menos trabajarán para mantener al resto. La estabilidad de nuestras clases medias depende de que seamos capaces de generar una economía social de retorno de riqueza en torno a las prestaciones a mayores. Pero, sin duda, el futuro dependerá de que todos tomemos conciencia del problema y abramos un debate general entre ciudadanos, políticos y agentes sociales, Estado a Estado y de forma coordinada en el conjunto de la Unión. Una Europa sin fronteras no puede aislar los problemas como si fueran responsabilidad de este o aquel país. El reto de es de todos los europeos, convivir digna y civilizadamente requiere un nuevo consenso en torno al sistema de pensiones.

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La vergüenza chipriota o el corralito made in Europe

Después de la tragedia griega, vino el idus de Irlanda, el triste fado portugués y ahora no por menor ha sido más sonada la actuación de las instituciones europeas ante la vergüenza chipriota. El cuarto rescate de un Estado de la Unión o para ser más exactos la enésima intervención en un país para “sanear” las cuentas de sus bancos, se está convirtiendo en el más estrepitoso ridículo internacional desde que se inició la crisis del euro hace ya más de tres años. Europa cerró un acuerdo para rescatar a Chipre, pero a costa de imponer una tasa a los ahorradores que empujaba a las autoridades a decretar un corralito parcial. El acuerdo alcanzado en la madrugada del sábado incluía un impuesto que se parece como una gota de agua a una quita en los depósitos chipriotas. Todas las cuentas de la pequeña isla del Mediterráneo —tanto de residentes como de no residentes— quedarían sujetas a una tasa, que se pagaría solo una vez, del 9,99% para los que superen los 100.000 euros, y del 6,75% para los que no lleguen a esa cantidad. Ya tenemos, pues, nuestro particular corralito montado contra los más pequeños, que visto lo visto en la UE es sinónimo de débil. Los ciudadanos chipriotas tomados como conejillos de indias por los ministros de Finanzas europeos, el FMI y el BCE, esa macabra trouppe llamada “troika”que se pasea por Europa cual cobrador del frac, con un catálogo de recetas de ajustes y recortes, un argumentario de medias verdades y la insolidaridad como seña de identidad.

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Chipre representa una realidad tan exigua en el seno de la UE, que supongo que los líderes políticos pensaron que nunca algo tan diminuto levantaría tanta polvareda. Apenas 9.000 km cuadrado de una isla, con poco más de un millón de habitantes y menos de 20.000 millones de euros de PIB. La economía de Chipre está claramente afectada por la división de la isla en dos territorios. Tiene una economía altamente vulnerable, más estabilizada tras la entrada a la Unión Europea, con una fuerte dependencia del sector servicios, y también problemas de aislamiento con respecto a Europa. En los últimos veinticinco años, Chipre ha dejado de depender de la agricultura (donde sólo la producción de cítricos tiene relativa importancia comercial). Empezó a tener una estructura más acorde con el contexto de la Unión Europea, con una presencia importante del sector industrial, que sustenta la mayor parte de las exportaciones y emplea al 25% de la población. Para el año 2010, las principales exportaciones chipriotas eran los cítricos, patatas, medicamentos, cemento y prendas de vestir. Al mismo tiempo, los principales socios comerciales del país son GreciaAlemaniaReino Unido eItalia, con quienes intercambiaba más del 40% de sus productos. Cerca del 70% depende del sector servicios, y en concreto, del turismo. La ubicación geográfica cerca del Oriente Próximo, provoca grandes oscilaciones de año en año a la hora de convertirse en destino turístico. Con tan poco bagaje macroeconómico, Chipre entró en el euro el 1 de enero de 2008.

Cabe preguntarse por las razones de fondo para esta intervención. ¿Quién está más expuesto a la quita de los bancos chipriotas? Sirva un dato, la exposición de los bancos alemanes en bonos chipriotas asciende a los 6.000 millones de euros. Otro factor determinante son los fondos rusos de dudosa procedencia y dinero cuando menos alegal que se nos ha colado por las rendijas de nuestro burocrático sistema. Cerca del 46% de los depósitos de Chipre eran extranjeros. Si eso no es un paraíso fiscal es que Chipre no es una isla. Pero no es el único territorio en la UE que ha hecho de sus bancos refugio del blanqueo de capitales, los casos de LuxemburgoAndorraMalta o Gibraltar están bajo sospecha de constituir pseudo-Estados caribeños en pleno corazón europeo.

Hacer un corralito  a los blanqueadores de capital no solo es loable, sino imprescindible si queremos de verdad sanear nuestro sistema financiero. Nada que objetar, ni siquiera la nocturnidad de la medida. Pero hacerlo en el rostro de los inocentes ciudadanos chipriotas resulta insultante. Por pocos que sean tienen los mismos derechos que un vecino de Baviera o de la Ile de France. Saltarse a la torera las garantías de depósitos hasta 100.000 euros establecidos por la UE, no solo es ilegal sino que constituye un precedente que genera alarma en millones de personas en otros países acosados en estos años por precios abusivos en los mercados de deuda soberana. ¿Qué pueden pensar españoles o italianos después de cumplir con los requisitos impuestos por Bruselas para reducir su déficit y ver desmantelados buena parte de los derechos de su Estado del bienestar? ¿De qué habrán servido los cientos de miles de millones de euros públicos entregados incondicionalmente a la banca europea, si de la noche a la mañana nuestros ahorros pueden volatilizarse a manos de unos dirigentes que no son capaces de defender el interés general y los ahorros de la clase media europea?

Habría titulado este post como un episodio más de la crónica del IV Reich que gobierna Europa. Pero respeto tanto la sabiduría de mi maestro profesional y su consejo de no aludir un término que puede considerarse ofensivo y desproporcionado, que he preferido omitirlo. No provocar tensiones innecesarias en la opinión pública, sin embargo, no quiere decir que perdamos el espíritu crítico con lo que está sucediendo en la UE. Alemania tiene perfecto derecho a defender un modelo de política económica de austeridad ultraortodoxa., en defensa de sus intereses nacionales, si en el Consejo con sus votos y los de otros Estados que piensan como ellos, les concede la mayoría suficiente. Son las normas del juego instituidas por el Tratado de Lisboa. Se podrá estar o no de acuerdo, pero si se disiente solo queda la salida del club. Otra cosa bien distinta es marcar las cartas de la partida para hacernos trampa a todos. Algo a lo que las autoridades germanas haciendo uso de su poder económico y político se han acostumbrado con la inestimable complicidad del Banco Central Europeo. Lo hicieron con los test de estrés, una parodia hecha a medida de sus bancos. Lo hicieron cuando sus maltrechos bancos precisaron ayudas públicas y lo contabilizaron como deuda privada, cuando ahora pretenden que España lo asuma como déficit público. Lo repitieron en la intervención de rescate en Grecia, siendo sus bancos de nuevo los más expuestos a la quita, al aumentar los montos de ayudas que pagaremos entre todos. Y nos vuelven a engañar en Chipre, sin dar siquiera la cara al negar que ha sido su ministro de Finanzas, Wolfang Schäuble quien impuso en el Eurogrupo  al FMI y al BCE los intereses sobre depósitos de menos de 100.000 euros. La Comisión Europea en nota de prensa oficial ha dejado muy claro quiénes han sido los responsables de tal despropósito.

Tan indigno y vergonzante está resultando el episodio chipriota que todos los protagonistas desmienten su participación en el desaguisado. Lo negó la cancillerMerkel que culpó al gobierno chipriota, éste a su vez culpó a la troika y ésta al BCE, quien finalmente recurrió al malo oficial de la película, el FMI. Éste ni ha podido defenderse, dado que su directora está demasiado ocupada en su país al ser investigada por las autoridades galas. Algo ya tradicional en un organismo dirigido en sus tres últimos mandatos por imputados por delitos penales varios –RatoStrauss Kahn y Lagarde -. La vergüenza chipriota no ha dado a su fin, sigue el corralito, el parlamento chipriota ha votado en contra de las condiciones del rescate y la troika les ha amenazado con la quiebra, lo que podría significar su salida del euro. El mundo nos mira sin entendernos mientras vamos dando lecciones de civismo y urbanidad en el exterior y dentro dejamos a los pies de la miseria al pueblo chipriota. Europa muere a manos de políticos pigmeos sin perspectiva de cambio y entre los europeos la germano fobia y los populismos siguen ganando adeptos.

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Una Europa de saldos en venta

El emir de QatarHamad bin Jaliga al Thani, compró la semana pasada un total de seis islas griegas ubicadas en el mar Jónico por el precio de 8,5 millones de euros. Europa está en venta, sin anuncios expresos, de la peor de las formas maneras, a precio de saldo y al mejor postor. La crisis económica, la insolidaridad entre socios y la falta de liderazgo e ideas políticas, nos ha abocado a contemplar sobre nuestro paisaje la llegada de toda clase de especies carroñeras.  Y lo más grave es que los oportunistas compradores provienen de allende nuestras fronteras y, en muchos casos, se jactan de incumplir nuestras normas y ni siquiera de mostrar el mínimo respeto a los derechos humanos.

En España, la creación de la Sareb (Sociedad de Gestión de Activos Inmobiliarios), el mal llamado “banco malo” supone una tardía rendición incondicional ante todo tipo de fondos de inversión de dineros de todo tipo de pelaje y condición, de cuya procedencia legal mejor no preguntar. 300.000 millones de € en activos inmobiliarios muchos de los cuales nunca deberían haber visto la luz, pero acompañados de tantos otros de indudable valor, que de la noche a la mañana han visto reducida su tasación un 70% de su precio contable. Suelos muchas veces en lugares envidiables perfectamente válidos para ejecutar proyectos de transformación del tejido productivo del país.  Sectores innovadores, centros educativos, clusters empresariales o instalaciones sanitaria o de asistencia social podrían haberse visto beneficiadas de este excedente de activos, si se hubiera trabajado desde las administraciones públicas de manera coordinada en la búsqueda de financiación ad hoc. Nadie ha hecho su labor y ahora nos encontramos con la única salida posible: la venta a saldo y al mejor postor, con la aberración del proyecto Eurovegas de Alcorcón como mascarón de proa de la subasta puesta en marcha.

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En Atenas, MadridRoma o Dublín, equipos de especialistas en distressed assets(activos rebajados de precio por la crisis) pululan por las sedes de empresas al borde de la quiebra rastreando en las cenizas de la crisis en busca de valor. El deterioro es tan tremendo que incluso empresas potentes no pueden financiarse. Los bancos desinvierten, dejan de refinanciar, es el momento de las “financiaciones especiales y flexibles” que han puesto su radar en Europa y España es el país de la periferia europea que más volumen de negocio les ofrece. Son momentos excelentes para compradores globales de distressed assets. La capitalización bursátil de empresas no financieras y bancos se sitúa un 25% por debajo de las cumbres eufóricas de la burbuja, tras dos años de miedo escénico en la zona euro.

El euro empieza a depreciarse de forma acelerada tras perder el 20% de su valor frente al dólar en tres meses. Inversores internacionales esperan hambrientos la venta de activos bancarios –principalmente créditos a empresas– que Morgan Stanley calcula que pueden ascender a tres billones de dólares. Los inversores no sólo son fondos de Wall Street y la City. Llegan multinacionales y fondos soberanos desde China y otros países asiáticos en busca de empresas energéticas o de infraestructuras y logística, que, desde Lisboa a Atenas, están siendo subastadas a precios bastante inferiores a lo que se consideraba su valor. Tres empresas de energía europeas han sido vendidas en los últimos meses a inversores chinos, la última de ellas, una participación del 21% en la eléctrica portuguesa EDP, adquirida el mes pasado por la china Tres Gargantas (Three Gorges). La empresa de bienes de equipo china Shandong acaba de comprar al fabricante italiano de yates de lujo Ferretti.

A estos fondos hay que unir las nuevas ofertas de empresas privatizables a precio de ganga por gobiernos con necesidad urgente de vender, desde una eléctrica portuguesa, una playa en Rodas o un parador en un palacio castellano. Se buscan joyas en sectores como logística y transporte, alimentos y turismo. La crisis está creando una amplia gama de oportunidades con precios de activos muy deprimidos y los fondos de private equity han aumentado su presencia. A medida que crece la desconfianza de la gente y el entorno se vuelve negativo aumentan las oportunidades de comprar empresas buenas a mejores precios. Las gangas están al orden del día y perpetuar la crisis se ha convertido en un objetivo a largo plazo de esa especie nueva de tiburones financieros. Existen en la actualidad fondos llamados de “situación especial”, creados desde el inicio de la crisis que cuentan con más de 1.500 millones de euros para invertir en activos en apuros en España, Italia e, incluso, Grecia. En España el objetivo está puesto en empresas de tamaño bastante grande en todos los sectores, desde materiales de construcción a alimentos o comercio al por menor. No se trata de inversiones a largo plazo, sino claramente oportunistas, buscan la especulación ante la enorme carencia de financiación que asola Europa.

Los fondos buitre que se perciben como salvadores en empresas asfixiadas y atemorizadas, no son sino operaciones forzadas, tanto en las privatizaciones como en las ventas de activos bancarios. Es evidente que si se hubiesen condicionado los rescates a los bancos a la concesión de créditos a la economía productiva, no sería necesario vender activos en apuros a precios de saldo. Así las cosas, a los ciudadanos nos sigue quedando como la opción última el recurso del pataleo. Estamos asistiendo a un fenómeno que no por reciente deja de tener valor. La presión social y su propia crisis, ha situado a los medios de comunicación en una suerte de reanimación de su papel como elemento fiscalizador del poder político.  Si la prensa se reconcilia con el ciudadano tenemos todos una oportunidad para frenar esta especie de mercado persa de chollo al que puede verse convertida la Europa empobrecida. En la denuncia de los expolios radicará la defensa de lo público.

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Crónica del IV Reich: la democracia derrota a Merkel en las urnas de Italia

La democracia, esa tozuda herramienta de libertad que nos donaron los griegos clásicos, impone tarde o temprano su ley cuando se permite hablar a los ciudadanos. Y como siempre conduce los caminos de los pueblos hacia destinos inéditos porque la voluntad de las gentes no suele ser diseñable y programable. Cuando el Presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, encomendó a Mario Monti la formación de un gobierno el 13 de diciembre de 2011, tras la dimisión de Silvio Berlusconi, se abría un periodo de gobierno tecnócrata impuesto desde Bruselas vía Berlín, que instauraba una fórmula política de baja calidad democrática. Tras un año de ajustes y recortes presupuestarios calificados de programa reformista, siguiendo al dictado las políticas de austeridad que la canciller Merkel impone a Europa, los italianos han sido llamados a las urnas para decidir su futuro. El resultado ha sido calificado de ingobernable por las mismas autoridades de la ortodoxia económica que impusieron la solución Monti y que claman por ampliar la excepcionalidad para que nada ponga en riesgo sus planes de control del déficit. El dictado expresado en forma de voto por los italianos es el fruto de ese esperpéntico experimento de 12 meses de ejecutivo gris ajeno a la realidad de la calle. El nuevo mapa político de Italia rezuma la rabia de unos ciudadanos confundidos y atónitos ante el desmantelamientos de muchos de sus derechos, sin que tales medidas se hayan producido de la mano de un gobierno elegido por ellos. Se han revelado contra la política o mejor dicho, contra los que no permiten que se haga POLÍTICA.

Probablemente lo más ridículo de esta trama es el hecho de que el primer ministro en funciones asumiera el reto de presentarse a las elecciones tal vez pensando que los italianos valorarían su espíritu de servicio público y seriedad en la gestión y que ha cosechado un triste 10% de los votos que a punto ha estado de colocar a los democristianos como fuerza extraparlamentaria. Monti se ha encontrado con la horma de su zapato. Como es lógico, un pueblo sumido en la crisis económica, vapuleado por la pérdida de renta per cápita y con el encarecimiento feroz de la deuda, no ha sido capaz de entender este camino a ninguna parte, por mucho que el rictus del mandatario pío, sea adusto y compuesto. Su discurso tenía demasiado tufo a sumisión a las órdenes de Ángela Merkel como para ser creíbles. Su juego oportunista de enfrentamiento alcabaliere demasiado obvio para tener tirón, sobre todo, cuando de por medio había auténticos actores profesionales de la comedia, como el propio Berlusconi y su corte de bellinas o el mensaje populista y facilón de Beppe Grillo. Competía con monstruos de la escena y encima el guión era una adaptación de las obras wagnerianas que nos interpreta la jefa de gobierno alemana con su coro de Walkirias.

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Monti es sin duda el gran derrotado, pero por supuesto, no el único. El pírrico ganador de los comicios, el socialdemócrata Pier Luigi Bersani no ha sido capaz de armar una alternativa sólida frente a opciones aparentemente tan endebles como un Berlusconi en las últimas y un movimiento improvisado. Este filósofo de la Universidad de Bolonia, que realizó su tesis doctoral sobre la historia del cristianismo, centrado en la figura del Papa Gregorio el Grande, huele a lejanía y desprende un aroma de élite envarada que no conecta con las preocupaciones mundanas del pópolo. Es evidente que Italia es demasiado compleja y críptica como para permitir que la composición de la Cámara y del Senado se simplifique en algo que se aproxime al bipartidismo. La República nacida de la caída del fascismo y de la posguerra mundial ha vivido instalada en la plácidez endémica de las crisis políticas y las mociones de censura. Gobernar en Italia es más arte que otra cosa y, por ello, se precisa la magia de un artista como en su día le pareció a los italianos ser Berlusconi y que nunca les inspirará Bersani. La izquierda enrolada en el Partido Democrático tiene la difícil de tratar de gobernar en solitario, pues, la coalición con Monti no suma suficiente y el endemoniado ofrecimiento de Berlusconi de gobierno de concentración nacional solo les llevaría al descrédito entre sus votantes.

Lo de Berlusconi también es una derrota si lo medimos en términos del personaje que lo ha sido todo en Italia, que sigue dominando los medios de comunicación, pero que se arrastra patético buscando sorpazo y se queda a las puertas. Su final es tragicómico como lo ha sido su vida política. Pero como siempre algo gana en este postrero acto de su particular obra teatral. Sigue jugando al escondite con la Justicia evitando una sentencia condenatorio en el rosario de procesos que tiene en curso y por los cuales en cualquier país democrático nórdico estaría ya entre rejas. ¿De él qué podemos esperar en las negociaciones para la formación de Gobierno? Declaraciones grandilocuentes de su amor a la patria, mientras por debajo de la mesa sus hábiles correlegionarios tratan de mantenerle el estatus de inmunidad. Tiene secuestrada a la derecha italiana y mientras maneje cámaras, periódicos y columnistas, su necesaria sucesión al frente del Pueblo de la Libertad o como quieran llamar al enésimo proyecto derechista es inviable. Su discurso antieuropeísta, dando la espalda a esa Europa que le forzó a abandonar el gobierno que legítimamente alcanzó en la urnas ha calado en una población que solo percibe noticias negativas de las decisiones de Bruselas, pero no ha sido suficiente para dale de nuevo la opción de ponerse al frente de Italia.

El que no hay duda es el gran ganador de estas elecciones es Beppe Grillo y suMovimiento 5 Estrellas. Cómico que trabaja en el cine, la televisión y el teatro, es también blogger y su blog cuenta con el mayor número de visitas entre los blog de lengua italiana, siendo una de las páginas web italianas más visitadas con más de 160.000 accesos diarios. Sus muy documentadas críticas a la corrupción de la clase política italiana le han valido una gran popularidad y el temor generalizado de ésta, tanto de la derecha como de la izquierda del espectro político, por su demoledor efecto mediático, lo que le valió ser censurado y silenciado en todas las televisiones italianas. Sin embargo, su relato de los hechos ha llevado a Grillo incluso a hablar en el Parlamento Europeo, sin ser miembro del mismo. El 14 de junio de 2007 Beppe Grillo lanzó la idea del V-Day o Vaffanculo Day, una jornada de movilización pública para la recogida de las firmas necesarias para presentar una ley de iniciativa popular para introducir las preferencias en la actual ley electoral e impedir la oportunidad de presentar candidaturas al Parlamento a los destinatarios de condenas penales o a aquellos que ya han completado dos mandatos. Su capacidad de aportar innovación en la política es indudable. El V-Day, que continuó la iniciativa promovida por Beppe Grillo Parlamento Pulito(Parlamento limpio) desde 2006, se llevó a cabo en muchas ciudades italianas el siguiente 8 de septiembre, la fecha elegida para evocar el estado de confusión que vive el estado, como en la misma fecha de 1943, cuando tuvo lugar la Proclamación de Badoglio. Se reunieron 336.000 firmas, muy por encima de las 50.000 necesarias para la presentación de la ley de iniciativa popular. Para la ocasión, Michele Serra acuñó el término «grillismo». Tras el éxito obtenido, el 25 de abril de 2008 se organizó la V2-Day, un segundo día de movilización encaminado a la recogida de firmas para tres referendos. El 29 y 30 de septiembre de 2007 en Lucca varios miembros del meetup Amigos de Beppe Grillo y de listas cívicas locales, impulsados por un debate abierto en la red y en la estela de la anterior reunión de Perugia, definieron las líneas políticas para la constitución de listas cívicas. El 10 de octubre, Grillo dio indicaciones sobre cómo crear las listas cívicas.

El MoVimiento 5 Estrellas (MoVimento 5 Stelle, M5S en italiano) es un partido político italiano que se autodefine como una «libre asociación de ciudadanos». Tiene su origen en el Movimiento de Liberación Nacional (Movimento di Liberazione Nazionale). El M5S se da a conocer como un partido populista, ecologista, anti-euro y parcialmente euroescéptico, al menos de los planteamientos que dirigen hoy la UE. Aboga por la democracia directa, el libre acceso a Internet y condena abiertamente la corrupción. Las cinco estrellas del nombre designan las políticas fundamentales del partido: agua pública, transporte, desarrollo, conectividad y medio ambiente. Su irrupción en elecciones generales ha supuesto la ruptura del mapa de la política tradicional italiana y se ha convertido en el eje sobre el que seguro girará el futuro de Italia. Supongo que Grillo es el personaje que encarna todo lo que más puede incomodar a la gran derrotada de los comicios: la canciller Merkel. En el fondo el cómico con su sátira mordaz de la situación ha puesto de manifiesto lo injusto de unas políticas que solo benefician a unos pocos bien por ser ricos o por ser de países ricos y que está destruyendo el tejido social europeo. No es un héroe, no es un ejemplo para sentar a la mesa del domingo con la familia y los niños, pero es el personaje de esperpento que probablemente necesitemos en Europa para darnos cuenta del desastre al que estamos encaminando un proyecto tan bello como el de la construcción europea. Grillo gana, Merkel pierde, tal vez estemos ante la primera gran batalla perdida por el IV Reich.

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Obama quiere ser el presidente USA más europeo

El reciente anuncio del inicio de negociaciones entre la Unión Europea y los EE.UU.para alcanzar un acuerdo comercial birregional constituye probablemente la noticia económica más importante desde el inicio de la crisis desencadenada con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008. Y no me cabe ninguna duda que esta voluntad de las dos principales potencias comerciales mundiales tiene todo que ver con la vulnerabilidad que sus economías vienen mostrando en este lustro de dificultades. Una oportunidad para el encuentro que probablemente no se habría producido de no contar la Casa Blanca con un inquilino decididamente europeísta y en su segundo mandato con la responsabilidad de pasar a la historia. De la misma forma que no sería imaginable un acercamiento franco por parte de la UE de no ser por la ola de recesión que recorre sus Estados miembros. Los dos colosos asediados por sus problemas interiores y conscientes de la insoportable presión de competitividad que ejercen en un mercado globalizado las grandes potencias emergentes, han decidido montar su particular “OTAN económica”.

El presidente Obama utilizó el enorme poder simbólico del discurso ante senadores y congresistas del Estado de la Unión para anunciar la puesta en marcha de negociaciones para una Asociación Trasaltlántica UE – EE.UU. con el no poco ambicioso propósito de proporcionar un impulso a las dos principales economías del mundo. Y fue más allá al reconocer con total humildad que “el comercio libre y justo a través del Atlántico puede suponer la creación de millones de empleos bien remunerados para los estadounidenses”. Atrás han quedado, pues, los tiempos en que las todopoderosas escuelas de negocios norteamericanas lanzaban duras diatribas contra el “bunker europeo” y dudaban de la viabilidad de la UE o de su moneda el euro. Las palabras de Obama formaban parte de un discurso que bien podrían haber pronunciado cualquiera de nuestros dirigentes europeos en defensa de nuestro modelo de Estado del bienestar. Alto contenido social en materia de educación y sanidad y fuertes dosis de protección social componen un lenguaje político que acerca más aun el planteamiento de marco de convivencia entre las dos orillas.

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La importancia del acuerdo de alcanzarse, se visualiza a través de las cifras. Juntos la UE y los EE.UU. representan cerca de la mitad del PIB mundial (47%) y alrededor de un tercio de los intercambios comerciales mundiales. La economía de la UE supone 12,6 billones de euros, mientras que la de EE.UU. 11,5 frente a los 5 billones de China o los 2,3 de Japón. Cada día se comercian entre las dos regiones productos y servicios por valor de 2.000 millones de euros en un espacio hoy en día repleto de limitaciones normativas y barreras arancelarias. ¿Alguien se atreve a aventurar una cifra futura con un acuerdo sólido de libre comercio entre ambos? No cabe duda que el comercio ha sido la herramienta histórica que más ha hecho en la humanidad por la libre circulación de las ideas y que más ha contribuido al conocimiento mutuo entre las personas. Facilitar al máximo las transacciones entre Europa y Estados Unidos va a suponer,  sin duda, un nuevo tipo de relación y de colaboración entre las dos sociedades más desarrolladas del mundo.

Las negociaciones se centrarán en el acceso a los mercados, la reglamentación y las barreras arancelarias y normativas, pero tendrán una enorme importancia los acuerdos que se establezcan en materia de propiedad intelectual y de seguridad alimentaria o de protección mediambiental. Ni que decir tiene que en temas de tan enorme calado como los apuntados, hoy en día existen notables diferencias de planteamientos políticos y legislativos en los dos espacios. Pero probablemente en recorrer el camino más progresista en ellos está la base del éxito del acuerdo. No se trata de rebajar garantías para el ciudadano con el fin de comerciar más. Debemos aspirar a hacerlo mejor, a ser más europeos en aquello que Europa hace mejor y más estadounidenses en lo que ellos nos mejoran. Lograr la confianza del consumidor a largo plazo en esta relación será el elemento más gratificante para todos.

Una negociación de tan enorme calado no estará exenta de proporcionales dificultades y más aún si pensamos en las consecuencias que para las grandes potencias emergentes puede tener. Este aspecto externo del acuerdo debe ser tenido en cuenta desde el principio con un planteamiento abierto y globalizado del comercio mundial. Sería tan absurdo como ilegítimo que el mayor bloque comercial del mundo actuase a la defensiva como una especia de blindaje ante los supuestos ataques de los tigres asiáticos o latinoamericanos. El acuerdo debe servir para poner las bases de un mercado mundial de comercio más libre, pero sobre todo, más equitativo. Europa y Estados Unidos deben fijar reglas claras de comercio que fomenten el desarrollo de los más necesitados, de la misma forma que deben controlar que ese progreso se fundamente en la competitividad de empresas que produzcan respetando la propiedad intelectual y con normas laborales dignas. Blindarnos del plagio, el trabajo infrahumano o el que atenta contra la sostenibilidad medioambiental del planeta, no solo es un derecho de europeos y estadounidenses, sino una obligación con el resto de la humanidad. Encerrarnos en un club de ricos para tratar de recobrar posiciones neocolonialistas sería repetir delitos de conquista de otros siglos.

Es cierto que la UE y los EE.UU. llegamos urgidos y necesitados a la mesa de negociación. Tal vez por eso el acuerdo desde bases muy realistas sea más posible que nunca. La verdad es que abrirnos al Atlántico una vez más puede ser la mejor fórmula para Europa de abandonar sus fantasmas interiores, los disensos más profundos en el diseño de construcción de la UE. Sin ir más lejos el acuerdo Transatlántico deja en una posición realmente incómoda al Reino Unido tras el anuncio de su premier David Cameron de realizar un referéndum sobre la permanencia o salida de la Unión de los británicos en 2017. Tal vez para entonces ese debate sea estéril y se zanje definitivamente la esquizofrenia británica entre una región y otra. De cualquier forma, los espacios de democracia y respeto de los derechos humanos más grandes del mundo se van a sentar a hablar para colaborar más y mejor. Una noticia que no puede ser sino bienvenida, pero que debe seguirse con luz y taquígrafo dada su trascendencia para no traicionar a la postre las bondades intrínsecas que el acuerdo debe tener.

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Presupuesto UE 2014 – 2020: la increíble Europa menguante

Los líderes de la Unión Europea siguen acostumbrándonos al ridículo espectáculo de sus interminables citas contrarreloj para arreglar problemas que llevan meses encima de la mesa. Cualquiera diría que vivimos en el siglo XIX y que de nada sirve que puedan hablar unos con otros en el día a día como para no conocer perfectamente las posiciones enfrentadas y las alternativas de consenso. Pues no, parece que nuestros dirigentes le han tomado el gusto al género de suspense y necesitan 26 horas seguidas de reuniones, sin dormir apenas, y con pausas bilaterales continuas, para alcanzar un acuerdo relevante. Esta vez les tocaba en suerte un asunto no menor: el presupuesto de los 27 – el 1 de julio seremos 28 con la incorporación de Croacia -, la expresión en cifras de las intenciones de la Unión Europea para sí y para el resto del mundo. Las dificultades para su aprobación han hecho necesario un Consejo Europeoextraordinario dado que las posiciones se enquistaron en una doble matriz diabólica: norte/sur, ajustes/crecimiento, Merkel/Hollande y para colmo, el ultimátum en forma de referéndum del Reino Unido. Todo un reto, por tanto, para la cumbre de Bruselas que se ha saldado como casi siempre, in extremis, al borde del precipicio y con la solución menos mala, pero no buena. Podría decirse en forma metafórica que Europa camina firme hacia su futuro como el síndrome del “increíble hombre menguante”.

En 1956, Richard Matheson, uno de los grandes guionistas de Hollywood, escribía su novela llevada al cine un año después por Jack Arnold, “El increíble hombre menguante”. En el film, su protagonista pasando un agradable día en un barco prestado se ve envuelto de repente en una especie de niebla radioactiva y es cubierto por ella.  Sin saberlo, ésta le provoca problemas de estatura y peso. Pasan los meses y descubre que todo su cuerpo está empequeñeciendo, por lo que es sometido a multitud de pruebas, con las que llega a la conclusión de que la niebla es la causante de su cambio de tamaño. En poco tiempo, su cuerpo se ve reducido a pocos centímetros, lo cual cambia su carácter y su vida. La trama de la película se convierte en el intento de Scott Carey – el protagonista – por trata de superar los problemas que acarrea su pequeño tamaño, antes desconocidos para él. De esta forma, el autor nos enfrenta a la inevitable pregunta que se hace el hombre frente a la adversidad: “¿Quién soy?”. La solución del protagonista es reinventarse ante su nueva realidad, sobrevivir a pesar de todo. Scott Carey comprende la necesidad de trascender sus creencias, obligado a adaptar su mapa mental y enfrentarse a los peligros desde una nueva dimensión. ¿A que nos suena el guión a lo que nos está sucediendo en el último lustro en la Unión Europea? Esa enfermedad repentina que aqueja Europa ante una crisis económica y monetaria impredecible y de desconocidas consecuencias, ha convertido a sus gobernantes en unos personajes menguantes que están empequeñeciendo a su vez a Europa. Europa disminuye de perfil en sus cuentas, en sus planteamientos políticos y en su presencia internacional.

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Dicho esto, los europeístas convencidos debemos adaptarnos a la circunstancia y seguir trabajando por el proyecto común del mayor espacio de libertad y progreso que sigue existiendo en el mundo. Por eso debo reconocer que Herman van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo, ha logrado seducir a todos. A los ‘amigos del mejor gasto’, con un presupuesto por primera vez más reducido que el anterior y con un recorte de 93.000 millones de euros respecto al texto de la Comisión, y a los ‘amigos de la cohesión’, con un fondo para combatir el desempleo juvenil y compensaciones en agricultura y las regiones. En concreto, el presupuesto europeo contará con 34.000 millones menos que en el período 2007-2013 a repartir entre 28 Estados miembros. Conciliar las posiciones de Reino Unido y Alemania, en sus ambiciones de recortes y a Francia y España, en sus deseos de poner en marcha políticas de cohesión para la creación de empleo y los fondos para la agricultura. No obstante, el documento contempla un recorte adicional de 13.000 millones de euros respecto a su plan de noviembre, situando el tope de los compromisos en 960.000 millones.

Si lo miramos conceptualmente, es decir, partida a partida, política comunitaria a política comunitaria, la realidad es compleja. Mientras que han aumentado en 34.000 millones de euros la partida de competitividad y crecimiento respecto al actual marco financiero, lo que asegura que se salvará el programa de intercambio Erasmus y dará aire a la iniciativa de apoyo al transporte, la energía y las telecomunicaciones “Conecta Europa”,  en cambio, si se compara con la propuesta de la Comisión, la reducción es de 39.000 millones y el dinero destinado al plan europeo de infraestructuras se queda en 30.000 millones de euros, 20.000 millones menos de lo esperado. La política de cohesión ha sufrido un nuevo tijeretazo que ha dejado los fondos en 325.149 millones de euros, 55.000 millones menos que en el texto del Ejecutivo comunitario y 30.000 millones por debajo de lo establecido en el marco actual. Para no cebarse con ‘los amigos de la cohesión’, el recorte a la agricultura fue más moderado, de 17.000 millones. Disminuyen los cheques, no así el británico, y España, que se mantiene como receptor neto, recibirá una compensación para desarrollo rural de 500 millones de euros.

Por otro lado, el desempleo se hace un hueco en el presupuesto. Los Veintisiete han aprobado un plan de 6.000 millones de euros para combatir el paro juvenil en las regiones más afectadas por esta lacra, como España, donde ya roza el 56%. De ese monto la mitad correspondería a dinero nuevo y los otros 3.000 millones procederían del Fondo Social Europeo. En cuanto a los gastos administrativos, la partida que nutre los salarios de los funcionarios europeos, y que en noviembre se libró de la quema, sufre un recorte de 1.000 millones de euros, que ha servido para calmar los ánimos británicos. Se mantiene la propuesta de la Comisión de reducir un 5% el personal, a cambio de incrementar el número de horas laborales. Aunque los sueldos no se rebajarán, sufrirán una congelación de dos años. Así las cosas, se abren siete años de presupuesto recortado, cicatero, pero también es cierto que con una clara intención de cambio de prioridades. La agricultura con precios garantizados pierde peso; las infraestructuras de los países del Este tendrán que esperar; el empleo se cuela entre las políticas de fomento europeas; la investigación, la innovación, eficiencia energética o la educación, se salvan de la psicosis de la tijera. La administración como gran perceptor de los fondos y ayudas ven mermado su poder, para dar paso a la interlocución más directa de la Comisión con las empresas. Y esa todopoderosa maquinaria funcionarial de Bruselas, deberá aprender a vivir de forma más austera, aunque sus ratios de eficiencia población/funcionario, sea la mejor del mundo.

No hablar de vencedores y vencidos en estas cumbres y más cuando se discuten los dineros que se deben poner en los próximos siete años sería infantil aunque lo cierto es que mejor nos iría si habláramos más de Europa y menos de nuestros intereses nacionales. El teórico gran vencedor David Cameron, se lleva como él mismo dijo la decisión de recortar por primera vez en la historia lo que la tarjeta de crédito europea puede gastar. El perdedor más claro, el presidente de la Comisión Europea, Barroso,  que pierde la batalla en cuantía, aunque no en calidad de las políticas. Merkel como casi siempre se ha salido con la suya en su obsesión austera y se alía con los británicos en su cruzada. De los grandes, Francia es la peor parada y Hollande a su soledad en su operación militar en Malipara luchar contra los yihadistas islámicos, añade otra derrota en sus pretensiones de lanzar políticas de reactivación económica desde los sectores públicos. España se lleva una de cal y otra de arena, seguirá siendo receptor neto y recibe 1.000 millones para la lucha contra el empleo juvenil, pero pero pierde los 1.000 millones de euros para las Comunidades Autónomas que planteaba la propuesta de noviembre. La última palabra, sin embargo, la tiene el Parlamento Europeo que en los próximos tres meses debe ratificar las cuentas. Hoy por hoy, los principales grupos del europarlamento, popular, socialista, liberal y el de los verdes, se han manifestado enormemente críticos con unos presupuestos que consideran debilitará el crecimiento y la competitividad y “conduce a la UE a un déficit estructural”. Veremos si los representantes de todos los europeos son capaces de ejercer su responsabilidad sin plegarse a las presiones de sus partidos nacionales. En el juego de enmiendas se pondrá de manifiesto el protagonismo que el Parlamento Europeo al que le queda un año para ir a elecciones quiere tener. Estaría bien que los gobernantes tan preocupados por salvaguardar su cuota de poder tuvieran que aceptar correcciones significativas de aquellos a los que hemos elegido para hacer más grande la Unión. La democracia es la mejor medicina para combatir la enfermedad menguante de Europa.

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Cumbre UE América Latina Caribe: síntomas de optimismo de dos socios estratégicos

Más de 1.100 millones de personas, más de un tercio del PIB mundial, por tanto, muchas miradas del mundo estaban puestas en la cumbre birregional CELAC – UE, celebrada entre los días 26 y 27 de enero en Santiago de Chile. Sesenta y dos jefes de Estado y de gobierno de uno y otro lado del Atlántico se reunían por primera vez como dos entidades supranacionales, por un lado la ya madura, por no decir vieja, Unión Europea y por otro la recién nacida, de apenas tres años de vida, CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Todo grandes magnitudes bajo el lema no poco ambicioso de “Alianza para un Desarrollo Sustentable: Promoviendo Inversiones de Calidad Social y Ambiental”.La grandilocuencia alejada de la cruda realidad que millones de ciudadanos de las dos regiones aún viven por desgracia. Pero al fin, la forma de hacer política de las últimas décadas ha encontrado en esto de las cumbres una especie de bálsamo fotográfico de la relación multilateral, que consiste en que todos somos buenos y nos llevamos muy bien, sonrían ustedes y saluden que les vamos a hacer la foto. Por detrás está la trastienda de los cuchillos largos, la de la letra pequeña de los acuerdos, la de las negociaciones a cara de perro de las delegaciones diplomáticas y, en el fondo, la de las estrategias de las potencias por el control de los bloques regionales. Todo ello se ha vivido en Santiago de Chile y uno ha tenido la suerte de participar como elemento activo en virtud del trabajo para la Fundación EULAC y como enviado especial informativo de Aquí Europa y Euractiv. Y desde esa doble condición les cuento las impresiones de la cumbre y lo que puede depararnos a futuro en la relación de Europa y Latinoamérica.

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Creo que el marco de relación entre las dos regiones lo definen tres ideas fuerza:

1.- Mayor simetría de la relación: la situación provocada por la crisis económica ha dando un vuelco sustancial al tipo de relación entre ambos. Ahora la UE está en recesión mientras América Latina Caribe está creciendo. Para Europa, Latinoamérica se ha convertido en un lugar de oportunidades y como nuevos indianos buscamos mercados para nuestras empresas y nuestros productos. Por su parte, América Latina ha hecho muchos deberes tradicionalmente reclamados por el mundo ortodoxo económico en reducción de déficit, pagos de deuda internacional, saneamiento de sus sistemas financieros y, por supuesto, respeto de los derechos humanos y profundización de la democracia. Cada vez nos parecemos más y, ante todo, cada vez tenemos los mismo problemas y las mismas aspiraciones. Se habla de igual a igual.

2.- La alianza es de socios estratégicos: aquí se ha producido también un cambio radical. La UE, salvo España y algo Italia y Francia, no giraba su mirada hacia América si no era para mirar al gigante del norte. Ahora ha abierto diálogos bilaterales múltiples como los acuerdos de asociación existentes con ChileBrasilMéxico, y los recientemente firmados con Centroamérica, Colombia y Perú. Y América Latina que se ha venido debatiendo en la última década entre su vieja relación de amor odio con EE.UU., y el ensimismamiento momentáneo ante el coloso chino, se ha decantado por reencontrarse con la vieja Europa, con aquellos que un día cruzaron el Atlántico y cambiaron las vidas del planeta a descubrir para las dos regiones un nuevo mundo. Como es lógico aquel proceso de conquista, 500 años después se escribe en clave de diálogo pacífico y de confianza mutua.

3. Europa se muestra como una unidad homogénea y América Latina Caribe aún muy diversa: La UE se presenta como una entidad articulada con instituciones engrasadas que salvo en política exterior común donde aún es muy joven el SEAE, en política económica y sectoriales no hay discusiones entre Estados porque el motor de la Comisión y la coordinación del Consejo Europeo hacen el trabajo previo. Sin embargo, los miembros de la CELAC tienen que debatir cada punto y cada tema de las negociaciones. Además su alto grado de diversidad en tamaños, situación social, fuentes de recursos y planteamientos ideológicos. Si Europa tiene en los cimientos de la construcción de la Unión el eje francoalemán, América Latina adolece de un entente fuerte entre las sus dos grandes potencias, México y Brasil. Ambas compiten y se desafían. Y la existencia de los ALBA, liderados por la impronta bolivariana de Chávez y el populismo justicialista de laArgentina de Cristina Fernández, provoca un polo de continuo desazón para países estables como Chile o una Colombia empeñada en un decidido proceso de pacificación y crecimiento económico.

En este contexto, ¿qué podemos esperar de la declaración y el plan de acción 2013 – 2015 de esta cumbre? Lo cierto es que el ambiente que reinó entre los mandatarios era de moderado optimismo. Por primera vez en los últimos cinco años, jefes de gobierno salen sonrientes de un encuentro multilateral y nos hablan de un futuro prometedor. Ya no todo es la crisis. En palabras del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, “la gran conclusión de esta cumbre es que vemos a Europa saliendo de su crisis, con mejor futuro, hay luz al final del túnel y vamos por el buen camino. Lo que es bueno para Europa es bueno para América Latina y viceversa”. Y respecto a los contenidos concretos la UE se lleva de Santiago de Chile una apuesta declarada por garantizar la seguridad jurídica de las inversiones, en clara alusión a los procesos de expropiación vividos por empresas españolas e italianas en Argentina, Venezuela y Bolivia. Mucho enfoque de sostenibilidad medioambientaly de la energía; el foco se pone en la  inclusión social en las inversiones de uno a otro lado; compromiso para evitar el proteccionismo, un especial toque de atención a Brasil;  enérgica condena del terrorismo y apoyo a las conversaciones de paz del gobierno y las FARC en Colombia; se introduce la igualdad de género y la lucha contra la violencia contra la mujer y las niñas; el mayor intercambio de información en la lucha contra el narcotráfico; la redefinición de las políticas migratorias, ya que ahora los europeos también emigran y, por último, se dan cita para la próxima cumbre bianual, en Bruselas el año 2015.

No es la panacea universal, no podemos esperar que de estos encuentros surja como por generación espontánea una comunidad más estrecha de oportunidades para los ciudadanos. Pero si es cierto que a diferencia de las anteriores cumbres de Lima y Madrid, en Santiago se ha puesto de manifiesto una voluntad férrea de estar mucho más cerca, de compartir mucho más entre las dos orillas. Un espacio que ya no solo habla castellano, que incorpora al inglés, al francés, al italiano o al alemán de un lado y que no puede prescindir del portugués del otro. Un espacio muy diverso pero firmemente convencido de lo que nos une. Queremos ser más de mil millones de personas que respetan el medio ambiente, que buscan la igualdad social, que velan por las identidades culturales de sus pueblos, que se gobiernan en democracia, que fomentan las inversiones productivas y que están en contra de todo tipo de violencia. Es muy difícil encontrar un bloque birregional que pueda establecer diálogos sinceros sobre estas bases en el mundo que no sean los que hoy componen la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.

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El mal ejemplo europeo de la intervención en Malí

Entristece constatar una vez más que la Unión Europea es un pigmeo político en la escena internacional, sobre todo cuando toca pasar de la diplomacia comercial a acción exterior de defensa. El gigante económico se encoge y avergüenza si las decisiones suponen costes que las opiniones públicas de sus Estados no están dispuestas a asumir. Ante las amenazas que rodean a escasos miles de kilómetros las fronteras de nuestro bunker del bienestar, cada cual mira para otro lado evadiendo la responsabilidad de una tarea común. Acogiéndonos al bochornoso pasado colonial de cada uno, encasquetamos las misiones a la antigua potencia de ocupación como si los siglos de emancipación no contaran para nada. El último mal ejemplo no lo está granjeando la intervención militar unilateral francesa en la república de África occidental de Malí. Más pruebas de incoherencia política, deslealtad entre socios y vulneración de las normas internacionales, resulta difícil de encontrar.

Que la política de defensa y seguridad no constituye un pilar común de la UE y que simplemente se queda en declaraciones de deseos futuribles inalcanzables en la práctica, es una realidad conocida. Pero, sin embargo, algunos nos las prometíamos felices cuando con la rúbrica del Tratado de Lisboa, los líderes europeos decidían dar un paso de gigante creando el SEAE (Servicio Europeo de Acción Exterior) y ponía al frente de este monstruo diplomático a la británica Catherine Ashton. Tener una sola voz en el contexto internacional y en el día a día de los conflictos mundiales parecía suficiente garantía para avanzar en el hasta ahora arduo objetivo de tener capacidad de reacción y protagonismo activo como la gran potencia que se pretende ser. Y debemos reconocer que en materia comercial y de intercambio y transferencia de conocimiento y tecnología la nueva diplomacia europea rinde a buen ritmo. Ha sido capaz de agilizar negociaciones estancadas durante décadas, ha abierto mercados de economías emergentes e incluso se puede reconocer que en las crisis internacionales más recientes como lo ha sido el fenómeno de la llamada primavera árabe, ha logrado evitar la tradicional cacofonía de los Estados miembros.

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Pero, ¿de qué nos valen tales avances si en intervenciones como la de Malí quedan al descubierto todas nuestras miserias políticas? Si analizamos el caso con un poco de frialdad, nos daremos cuenta de que reúne todos los requisitos para justificar una acción de intervención internacional y, visto desde la estricta óptica europea, tales argumentos se duplican en razones. En primer lugar, la amenaza es cierta y declarada, la ofensiva de las milicias yihadistas busca ocupar un territorio clave en la geoestrategia de la región africana y desestabilizar al vecino del norte, Argelia. Muchas de las reservas energéticas y de materias primas cuyo suministro es básico para las economías europeas, está en juego en la zona de conflicto. Desde el punto de vista humanitario, como nos ha demostrado el reciente secuestro y posterior tragedia en víctimas de la planta de gas en In Amenas, proteger la vida de ciudadanos europeos que desarrollan su actividad profesional en estos países es una obligación de la UE. Y, por supuesto, interponer un contingente militar cualificado en la zona bélica es fundamental para tratar de evitar las masacres indiscriminadas que estos grupos extremistas pueden llevar a cabo entre la población civil.

Francia le amparan poderosas razones para intervenir en Malí, las mismas con las que debía haber convencido a sus socios europeos para alcanzar un acuerdo conjunto que presionara a la comunidad internacional para llevar a cabo una misión de Naciones Unidas que contara con todos los requisitos de legalidad necesarios. Es evidente que en este caso el enemigo aprovecha los tiempos empleados por la diplomacia internacional para progresar en su ofensiva y con ello incrementar gravemente el riesgo para Europa. Pero la misma agilidad con que se ha puesto en marcha la operación militar gala, no se ha empleado para reunir de urgencia a los jefes de gobierno europeos en consejo extraordinario. Cabe también, por tanto, censurar la conducta del presidente Van Rompuy tan ágil en algunos momentos de la crisis del euro urgido por la Alemania de la cancillerMerkel y tan poco sensible a las solicitudes de la Francia del presidente Hollande.

De la actitud del resto de socios mejor ni hablar porque ralla en la indecencia. Sirva como ejemplo límite de indignidad la del gobierno español que por boca de su ministro de Exteriores, García Margallo – con más motivo ex eurodiputado él – narró con todo lujo de detalles los enormes riesgos que la ofensiva yihadista suponía para los españoles, para a continuación detallar la ingente ayuda deEspaña en la operación en Malí concretada en el permiso concedido a la aviación gala en el espacio aéreo español y la participación de una aeronave de transporte del ejército español. Con socios así casi no hacen falta enemigos y desde luego cuando empiecen a repatriar cadáveres de militares franceses caídos en la zona de conflicto, sus familiares no podrán olvidar la enorme generosidad con que el resto de los europeos les estamos ayudando a combatir.

Haber cedido el papel de gendarme mundial a Estados Unidos no solo nos resulta muy caro, sino que se está demostrando que ha sumido a nuestras sociedades en un letargo idílico de pacifismo avestruz. Un tic mimético en todos los Estados miembros salvo el Reino Unido, tradicionalmente movilizable en defensa de lo propio, que impide vislumbrar el riesgo si este reconocimiento lleva parejo el sacrificio nacional en vidas humanas. Somos cada vez más un niño gigante, una especie de crío mal educado que no para de crecer sin querer abandonar su infancia. Así nos ve el mundo, sumidos en esa paradoja de una población avejentada que no es capaz de madurar y ocuparse de las responsabilidades que el contexto internacional nos depara. Tal vez nos sigue pesando demasiado nuestra memoria trágica de haber sido causantes de dos guerras mundiales y cientos de guerras civiles en nuestra historia como para ser conscientes de que la seguridad del mundo nos necesita.

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El falso debate de lo público y lo privado

Llevamos demasiado tiempo asistiendo a un debate que la crisis económica ha promocionado a primera linea: la dicotomía entre lo público y lo privado. Que la debacle del modelo sobrefinanciador fomentado en tiempos de bonanza ficticia es manifiesto, no parece dejar lugar a dudas. Si todo valía para incrementar el endeudamiento a cambio de darle a la maquinita del consumo, no lo iba a ser menos un Estado que dirigido desde la izquierda o la derecha solo pensaba en cómo administrar crecimientos por muy insostenibles en el tiempo que estos llegaran a ser. Sin embargo, habrá que poner de manifiesto una vez más que la deuda como problema, al menos en la Unión Europea, primero fue privada y después, cuando hubo que acudir al rescate de una banca irresponsable, se convirtió en pública.

No es, pues, aceptable centrar el debate del modelo público basándonos en la actual crisis porque para el Estado se trata de algo más coyuntural que endémico estructural. Sería más lógico avanzar en la reflexión del modelo público que queremos diseñar y poner en marcha para poder legarlo a nuestros hijos y para garantizar el Estado del Bienestar, los derechos proclamados por la Unión y, el progreso equitativo de nuestras sociedades. La obligación de “reiniciar el Estado” debería provenir de una idea de conquista más que de defensa y, lo que es más importante, la ley del karma de los ajuste imperante en ningún caso puede servir de señuelo para un cambio encubierto de modelo de Estado privatizado.

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Sentadas estas bases conceptuales, el primer problema con que se encuentran los ciudadanos europeos en sus distintos países a la hora de afrontar reformas del modelo de los servicios del Estado son los protagonistas políticos que deben llevarla a efecto. Por supuesto que si pudiéramos participar de una convivencia de consenso entre los planteamientos de derechas y de izquierdas el acuerdo de redifinición sería casi idílico, pero la realidad nos dice que los intereses de deconstrucción de derechos adquiridos es demasiado fuerte y la debilidad de las posiciones progresistas demasiado evidente. Así las cosas parece necesario analizar previamente las posiciones políticas enfrentadas. La derecha política, económica y social nunca ha encontrado una oportunidad mejor que la actual para hacer valer sus planteamientos, casi sin necesidad siquiera de expresarlos. Después de décadas de batalla neoliberal proclamando el reinado de un Estado anoréxico y unos servicios del mismo bulímicos, parapetados en la supuesta menor cuantía de los costes privados y la mayor eficacia de su gestión, se encuentra hoy con el regalo inesperado de una crisis que bajo el dogma de fe de la insuficiencia de recursos y la imperiosa necesidad del ahorro público, externaliza sin mediar palabra la mayoría de los servicios, de forma tan cotidiana como silenciosa. No se les puede negar la coherencia en los planes que vienen de la Escuela de Chicago y que tuvo en Margaret Thatcher a su prinicipal heroína europea, como tampoco su grado de coordinación con las ofertas de las empresas privadas adjudicatarias de los servicios y la sintonía con grupos sociales y religiosos que aplauden sus iniciativas en sectores claves como la educación o la sanidad. No cabe duda de que en el último lustro van ganando la batalla de calle y con escaso desgaste político.

Enfrente una izquierda desnortada, desarbolada y sometida a la hipnosis del lenguaje de la austeridad. Sin capacidad de elaborar un discurso alternativo, vive a la defensiva tratando de aferrarse al pasado sin empuje suficiente para transitar el presente y afrontar el futuro. Presa de la eurosumisión germánica acude a viejas recetas keynesianas, que el propio genial autor consideraría hoy desfasadas. Su desconcierto es tal, que predican a la vez la necesidad de realizar recortes en servicios y derechos cuando gobiernan y se lanzan a las barricadas dialécticas cuando pasan a la oposición ante las mismas medidas. Ese doble lenguaje del progresismo trasnochado produce en los ciudadanos un juego de frustración que causa un perjuicio perverso en ellos, por tratarse de los teóricos conquistadores históricos de derechos sociales. Traicionar sus principios y no encontrar nuevas fórmulas de compromiso y avances sociales está lastrando los apoyos de una izquierda que se debate entre el seguidismo bipartidista y el inconsciente flirtreo con el universo antisistema. Supongo que la mayor de las deslealtades de esta izquierda desmemoriada reside en la comodidad de la alternancia asegurada. Esperar pacientemente unos años para volver a ocupar el poder y acomodar a sus gentes en despachos oficiales, sin otra actitud que la dulce espera, se ha convertido en una suerte de profesión política de grandilocuentes líderes del progresismo.

Lo verdaderamente relevante de la situación en la que nos encontramos tiene que ver con la esencia de fondo de los conceptos público y privado traído a un contexto de la segunda década del siglo XXI, en plena era de la globalización y en una civilización digital como la actual. De nada nos sirve la definición de la esencia de las cosas que fueron, porque el fenómeno ha variado sustancialmente y  esencia y fenómeno constituyen una unidad y así como no puede haber esencias puras, que no aparezcan, tampoco hay fenómenos carentes de esencia. Definir hoy lo público y lo privada requiere una clara redefinición de ambas entidades que me temo que ni la derecha, ni la izquierda política están dispuestas a realizar ancladas como están en el automatismo ideológico de sus posiciones. La primera dificultad estriba en el reconocimiento de las fronteras difusas que hoy existen entre lo público y lo privado. Nosotros mismos a escala individual tenemos cada vez más, un ámbito de actuación público impulsado por la redes sociales y la nueva participación en los debates públicos y un territorio privado clásico. ¿Cuáles son por tanto los principales atributos de la titularidad? Tradicionalmente lo ha sido la propiedad, desde que Marx definiera la dialéctica materialista como eje de las actuaciones humanas. Pero la realidad que se impone es la del uso, la de la capacidad que tenemos de servirnos de las cosas y, respecto a las herramientas de protección social del Estado, la accesibilidad y utilización de los servicios públicos por parte de los ciudadanos. Ello no quiere decir que no deba importarnos la titularidad de los derechos, sino bien al contrario, doy por sentado que deberíamos partir de la base de que todos ellos son incuestionablemente públicos. Pero ¿cuántos derechos se quedan en vanas declaraciones de principio sin efectos reales, por no poner el énfasis en su practicidad a la hora de disfrutarlos?.

Sería necesario dejar claro que en este debate el coste de los servicios no es lo importante, sino que es la sostenibilidad del ejercicio del derecho lo verdaderamente relevante. Y que la eficiencia tiene el valor necesario de garantizar el ejercicio del derecho y nada más o nada menos. La definición de prioridades es la clave: a qué queremos destinar los recursos que siempre serán limitados y por qué optamos en cada momento para que equitativamente todos los ciudadanos accedan a los servicios públicos pactados entre todos. Ese catálogo define ideológicamente las aspiraciones políticas, en definitiva por qué y por quiénes optamos. En este camino yo reivindico la capacidad de lo mixto, la fortaleza de la colaboración público privada.Seguir sacralizando posturas maniqueistas según las cuales para unos lo público es intocable y todopoderoso o lo privado es más eficiente y rentable, solo conducen a un enfrentamiento que en nada repercute en el beneficiario último de los servicios que no es otro que los ciudadanos.  Un procedimiento donde todos cedemos a la parte privada algo tan trascendente como la prestación de un servicio público, requiere reglas de transparencia reforzadas desde la licitación a la atención a las personas pasando por los métodos de gestión de los recursos empleado. Fiscalizar la concesión y, sobre todo, evaluar el grado de satisfacción del usuario en todos los estadios del servicio. En el fondo, lo único que debería ocuparnos en este debate es la capacidad óptima para dar sentido a los derechos de los ciudadanos con servicios de calidad. Lo demás, debates estériles.

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