Puestos a pedir al 2013… ¡valores!

Puestos a pedir y por pedir que no quede, uno se atrevería a desear que el 2013 venga cargado del recurso más escaso con que hoy en día cuenta Europa y de forma singularmente crítica España: puestos de trabajo. Pero si les digo la verdad, tengo la fundada sospecha de que si no fuéramos capaces de cambiar conceptos más profundos de nuestra sociedad, como tantas otras veces, el ciclo económico asolaría los tiempos de crecimiento y el empleo generado en épocas de bonanza. Nuestros problemas tienen mucho más que ver con la esencia misma de cómo entendemos la vida que con frías y manipulables estadísticas macroeconómicas. Si consideramos la economía como el tótem sagrado al que adorar, bien seamos ricos con afán de seguir haciendo acopio de dinero y propiedades o seamos pobres urgidos por encontrar el mendrugo de pan para subsistir, seguiremos errando en la fórmula de convivencia.

Por ello mejor haremos pidiendo a este Dosmil13 una profunda regeneración de los valores individuales y sociales. La trascendencia de convivir conforme a unos valores compartidos tiene mucho que ver con el deseo común de mejora y de compartir proyecto vital, algo que define las sociedades pacíficas y las diferencia de aquellas en las que predomina el conflicto y el enfrentamiento como única vía de resolución de problemas. Todos podemos tener en la memoria ejemplos en naciones, Estados o entidades supranacionales como es la Unión Europea donde la inspiración y con ello la asunción de valores sociales por la comunidad ha permitido las mejores etapas de progreso, mientras que por contra resulta doloroso el recuerdo de los pueblos que flaqueando los principios, la violencia y la injusticia social se ha adueñado del paisaje.

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Existe un punto central que es cómo queremos llegar a ser en el futuro, en un estado mejor. Para poder pasar de un estado actual a un mejor estado es necesario que se comprenda primero que para hacer mejoras tenemos que fundarlas en ciertos puntos claves. Son los valores esas claves o fundamentos que dan sentido y coherencia a nuestras acciones. Por tanto, cabe preguntarse qué valores esenciales en el proyecto europeo están fallando. Y podríamos considerar imprescindibles para el marco de convivencia la honestidad, la lealtad, la identidad cultural, el respeto, la responsabilidad, la solidaridad y la tolerancia. Les propongo examinar si más allá de palabras huecas, vacías de tanto uso fatuo, reconocemos los conceptos de estos valores y nos vemos capaces de cumplirlos.

LA HONESTIDAD es una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo a como se piensa y se siente.

LA LEALTAD es un valor que básicamente consiste en nunca darle la espalda a determinada persona, grupo social y que están unidos por lazos de amistad o por alguna relación social, es decir, el cumplimiento de honor y gratitud.

LA IDENTIDAD CULTURAL es el conjunto de valores, orgullos, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento que funcionan como elementos dentro de un grupo social y que actúan para que los individuos que lo forman puedan fundamentar su sentimiento de pertenencia.

EL RESPETO o reconocimiento es la consideración de que alguien o incluso algo tiene un valor por sí mismo y se establece como reciprocidad, como algo que es mutuo.

LA RESPONSABILIDAD es un valor que permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de sus actos.

LA SOLIDARIDAD se refiere al sentimiento de unidad basado en metas o intereses comunes.

LA TOLERANCIA, define el grado de aceptación frente a un elemento contrario.

No resulta complicado analizar la peripecia vivida en nuestras sociedades,  azotadas por una tan cruel como confusa crisis económica, para llegar a la conclusión de que la mayoría sino todos los valores que hemos establecido como mecanismos de fortaleza moral, se han desdibujado y han sido apartados de la voluntad colectiva. Los comportamientos individuales inducidos por la falta de valores de las personalidades de referencia – líderes políticos, empresariales, sindicales o culturales -, se han prestado al egoísmo del “sálvese quien pueda”. Y ahora tras cuatro años de equívoca austeridad parcial que desmantela la protección pública para promover desigualdades sociales, empezamos a recoger los lodos de aquellos barros de deterioro de la convivencia en valores comunes. Hoy ya Europa vuelve a mostrar su peor rostro de injusticia, similar al que promovió la revolución burguesa contra la aristocracia o las revueltas obreras contra la burguesía. El amargo hedor en las calles a miseria vuelve a recordarnos que una sociedad sin valores convierte al hombre en el peor enemigo de su especie. Tal vez por eso sea más recomendable que nunca releer el magnífica descripción del drama humano que plasmó Víctor Hugo en Los Miserables – o para quien goce más del arte cinematográfico de la versión de la obra bajo la extraordinaria dirección de Tom Hooper en estos días en cartel -. Solo os dejo un breve fragmento para que juzguéis si dos siglos después no están tristemente de actualidad:

“El ser humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos, y al infortunio para todos los que transitan por este camino. Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido. La luz del día se funde con la sombra y la oscuridad entra en sus corazones; y en medio de esta oscuridad el hombre se aprovecha de la debilidad de las mujeres y los niños y los fuerza a la ignominia. Luego de esto cabe todo el horror. La desesperación encerrada entre unas endebles paredes da cabida al vicio y al crimen… Parecen totalmente depravados, corruptos, viles y odiosos; pero es muy raro que aquellos que hayan llegado tan bajo no hayan sido degradados en el proceso, además, llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico. Ellos son “Los Miserables”, los parias, los desamparados”.

Empecemos, pues, por lo básico para construir un nuevo edificio de convivencia: recuperemos el discurso de los valores.

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Unión Europea 2013: la hoja de ruta oficial para salir de la crisis, juzguen ustedes mismos

La Comisión Europea, esa especie de híbrido legislativo-ejecutivo que rige los destinos de la Europa unida desde hace más de 50 años, ha presentado alParlamento Europeo, la cámara representativa que codecide en el 60% de los casos, la hoja de ruta para el 2013. Define el obejtivo principal bajo el ambicioso epígrafe “Para devolver a la UE un crecimiento sostenible” y enumera más de 50 medidas al efecto. Ni que decir tiene que lo que el Colegio de Comisarios tratará de poner en marcha debe ser refrendado por el Consejo Europeo y, que por tanto, en la práctica serán los jefes de Gobierno los que corrijan, impulses o frenen cada una las políticas que la Comisión quiera implantar. Sin embargo, no cabe duda que del edificio Berlaymont de Bruselas saldrán las líneas maestras y las intenciones europeas para tratar de salir definitivamente de la crisis en el año que ahora empieza. Y, en todo caso, perder unos minutos en conocer las propuestas de la Unión nunca viene mal teniendo en cuenta el escaso interés que ponen los gobiernos de los Estados miembros en difundir las políticas comunitarias, no vaya a ser que de tener éxito alguien pueda pensar que los 27 líderes – en enero ya 28 con la incorporación de Croacia – son meros medio estorbos para el proceso de construcción europea. Vaya, pues, el resumen del programa de trabajo 2013 de la Comisión y como digo, juzguen ustedes mismos si nos encamina por la senda adecuada.

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En ese programa de trabajo se anuncian 50 nuevas iniciativas, que se presentarán durante 2013 y los primeros meses de 2014, con las que se abordarán problemas concretos en siete áreas clave para fomentar el crecimiento y conseguir que se reactive el mercado laboral:

HACIA UNA AUTÉNTICA UNIÓN ECONÓMICA Y MONETARIA

La UE tiene que hacer frente al círculo vicioso de un excesivo endeudamiento del sector privado, una deuda soberana insostenible y la debilidad del sector bancario. Europa carece de unos servicios financieros totalmente integrados, con un solo mecanismo de supervisión para los bancos y una normativa común para controlar a las instituciones financieras. La Comisión Europea se propone completar los mecanismos de gobernanza económica en la UE:

  • Presentar nuevas leyes para garantizar la estabilidad, la transparencia y la protección de los consumidores.
  • Propuestas para mejorar la política de cohesión.
  • Medidas para luchar contra el fraude y la evasión fiscal.

MÁS COMPETITIVIDAD A TRAVÉS DEL MERCADO ÚNICO Y LA POLÍTICA INDUSTRIAL

El Mercado Único europeo tiene que seguir adaptándose al potencial de empresas y consumidores en una Europa sin fronteras. Se necesitan nuevas normas que acompañen a los cambios tecnológicos, un marco para las políticas de energía y medio ambiente y fórmulas para resolver los problemas de las PYME, sobre todo, el acceso a la financiación y las cargas administrativas. Las propuestas de la Comisión incluirán:

  • Iniciativas para reducir los costes de las empresas en áreas como el IVA y la facturación
  • Propuestas legislativas para facilitar los negocios y alianzas público-privadas, reducir costes y hacer que sirvan como motor para sectores claves del crecimiento
  • Medidas para actualizar y simplificar la circulación de productos en el mercado único

CONECTARSE PARA COMPETIR

La competitividad, el crecimiento y el empleo requieren infraestructuras asequibles, accesibles y eficientes. La economía digital junto a las redes de energía y transporte plantean un importante reto a Europa para construir una posición competitiva global, que hoy se ve frenada por los enfoques nacionales y diferentes barreras. Las iniciativas de la Comisión irán encaminadas a:

  • Modernizar el transporte y la logística en Europa para ayudar a las empresas a ahorrar tiempo y energía y reducir emisiones contaminantes
  • Eliminar obstáculos a los pagos electrónicos
  • Apoyar inversiones en redes de alta velocidad
  • Aumentar la cobertura y capacidad de la banda ancha

CRECIMIENTO PARA EL EMPLEO, LA INCLUSIÓN Y LA EXCELENCIA

La sociedad europea se enfrenta a una triple amenaza de alto desempleo, aumento de pobreza y riesgo de exclusión social, pero Europa tiene activos suficientes para superar esa situación si se aplican adecuadas políticas activas de empleo y políticas sociales sostenibles que aprovechen las posibilidades de crecimiento en sectores clave como la economía verde, las tecnologías de información y la atención sanitaria y social. La Comisión Europea actuará en los siguientes campos:

  • Mejorar el rendimiento de los servicios públicos de empleo y de trabajo en red entre las agencias nacionales de empleo
  • Invertir en protección social para un crecimiento inclusivo apoyado por los fondos de la UE
  • Establecer un marco institucional adecuado para gestionar las pensiones de jubilación
  • Reducir obstáculos a la movilidad laboral
  • Aplicar la revisión de la directiva sobre cualificaciones profesionales para evitar restricciones innecesarias

APROVECHAR EL POTENCIAL DE RECURSOS DE EUROPA PARA COMPETIR MEJOR

La Unión Europea no explota suficientemente su potencial para ser más innovadora, productiva y competitiva utilizando menos recursos y reduciendo los daños al medio ambiente. Faltan marcos legislativos para planificar e invertir en la transición a una economía baja en emisiones de carbono, el transporte, la energía y la agricultura. La Comisión va a presentar propuestas para cubrir estas lagunas:

  • Dar continuidad a los objetivos de energía y clima para 2020 con un marco de referencia hasta 2030
  • Nueva estrategia para la adaptación de Europa al cambio climático
  • Revisar la legislación sobre residuos para que el reciclado contribuya al crecimiento y se creen nuevos mercados
  • Adaptar el marco político de la UE para la calidad del aire

CONSTRUIR UNA EUROPA SEGURA Y PROTEGIDA

La UE tiene que proteger los derechos de los ciudadanos frente a nuevas amenazas y, a la vez, eliminar obstáculos a la libre circulación. Para conseguir este equilibrio entre seguridad y movilidad hay que hacer frente a la lucha contra la delincuencia y la corrupción, el control de las fronteras exteriores y el respeto por los derechos fundamentales. La vigilancia debe acentuarse para garantizar la seguridad desde los alimentos o la energía nuclear hasta la cooperación en la lucha contra la dimensión transfronteriza del crimen. La Comisión presentará propuestas para:

  • Establecer una Fiscalía europea para luchar contra delitos que afectan al presupuesto de la UE
  • Lucha contra el tráfico de armas de fuego
  • Mejorar la cooperación judicial en materia penal y civil
  • Revisar la legislación sobre seguridad nuclear
  • En 2013, Año Europeo de los Ciudadanos, garantizar que los ciudadanos de la UE puedan ejercer sus derechos fácilmente

PROMOVER LA PRESENCIA DE EUROPA COMO ACTOR GLOBAL

Los intereses de la UE y el compromiso con los valores de la democracia, el Estado de Derecho y los derechos humanos dependen, en gran medida, de lo que ocurre más allá de sus fronteras. La UE es el mayor donante de fondos para la cooperación y es el socio comercial más grande del mundo. Estos elementos tienen que servir para ganar mayor impacto e influencia. La dimensión exterior es fundamental para promover el crecimiento y la competitividad. Por eso la Comisión Europea ampliará sus esfuerzos en el plano multilateral para mantener la ambiciosa agenda de la UE en la política de ampliación, consolidación de la estabilidad económica y financiera, promoción de las buenas relaciones de vecindad y cooperación regional más estrecha en áreas como el comercio, la energía y el transporte. Se trabajará además en presentar posiciones coherentes de la UE ante las grandes conferencias internacionales sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio y Río+20.

Si habéis sobrevivido al lenguaje político de los tecnócratas de Bruselas y aún queréis profundizar en las medidas propuestas, os dejo el vínculo al texto completo del Programa de trabajo de la Comisión Europea 2013:
http://ec.europa.eu/atwork/pdf/cwp2013_e…

 

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Lo que perdimos en 2012

Concluye el cuarto año oficial de la crisis económica que salió a la luz de los medios de comunicación con la caída de Lehman Brothers el 14 de septiembre de 2008. Entonces nos resultaba difícil entender que estaba pasando, todo parecía quedar en un juego de gigantes de Wall Street envuelto por la avaricia incontenible de los brokers financieros. Pocos se atrevieron a pensar que detrás de aquellos titulares a cinco columnas en los periódicos salmón se escondía un crack auténtico del sistema capitalista en su moderna versión neoliberal. La globalización y la presión de los Estados emergentes – ChinaBrasilIndia,Turquía… en conjunto cerca del 40% de la población mundial – en su proceso de crecimiento estaban detrás de una crisis que empezó siendo financiera y ahora es claramente sistémica. Son ya cuatro años de caída de todas las tasas macroeconómicas en el mundo desarrollado o por ser más claro, del mundo rico. Un mundo que se para a toda velocidad, que ha encontrado la inercia perfecta para autodestruirse a los ojos atónitos del resto de la civilización pobre. Tanto asustamos los ricos en nuestra autoproclamada recesión que los pobres tratan desesperadamente de evitar nuestro parón para no ser presa de de nuestra inactividad. Pero la única realidad palpable que han dejado estos cuatro años, largos y precipitados, es la desigualdad creciente entre pobres y ricos en todo el planeta, incluso y de manera especial en los países más ricos. La miseria se está globalizando y cada vez resulta más difícil hablar de ricos y pobres en función de la latitud de la Tierra en la que estemos.

El 2012 será recordado por todos como el gran año de los ajustes, el de los recortes generalizados de los Estados del Bienestar que Europa consagró como mejor sistema para no caer en tentaciones fascistas o comunistas, para darle sentido a la libertad y a la democracia en un espacio de social y de derecho. Nunca antes se había puesto tanto en duda la arquitectura de ese diseño político como en estos últimos doce meses. Bajo el dictado uniformador de la Alemaniade Ángela Merkel, las instituciones europeas han impuesto medidas de enorme sacrificio para las clases medias de los países más afectados por la crisis. El sustrato básico que soporta el crecimiento armónico de las sociedades europeas se ha visto brutalmente afectado. Y todo ello con el único afán de saciar a unos mercados empeñados en poner en riesgo la supervivencia del euro y que pusieron todas sus armas de destrucción masiva en el escenario de la deuda soberana de los Estados con mayores desajustes de sus cuentas públicas. En vez de acudir unánimemente a la defensa de un sistema, en vez de articular políticas verdaderamente europeas salvaguarda de la Europa social, ha imperado el reino de sálvese quien pueda y que palo que aguante su vela. Se aprobaban medidas de unión fiscal y bancaria en Bruselas por los líderes de los 27, pero la detrás de ellas subyacían severos programas de recortes que complican sobremanera la convivencia en los Estados de la UE en dificultades.

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La Europa de los pueblos, de sus ciudadanos, de los derechos en definitiva se construyó sobre dos pilares de protección: la educación y la sanidad. Haciéndolos universales y gratuitos, todos reconocimos el derecho a la igualdad de oportunidades y el amparo ante situaciones de necesidad independientemente de la renta per cápita. La presión demográfica de una Europa envejecida nos llevó a añadir paulatinamente el pilar de la asistencia social. Esa conquista legal que supuso en el caso de España la promulgación de la ley de Dependencia no era sino el reconocimiento de una realidad. Sin embargo, la crisis se ha encargado de desmantelar lo que aún ni siquiera había llegado a construirse. Pero nos guste o no, la presencia de una población mayor afectada por enfermedades de senilidad y el reconocimiento de los derechos de los discapacitados y el cuidado de enfermos crónicos no desaparece por la crisis, sino que se acentúa la necesidad de atenderlos. Si la educación, la sanidad y la asistencia social están viendo en serio peligro de sustentarse los pilares de recursos económicos y humanos que los han venido sustentando, no es menos arriesgado el cercenar las esperanzas de futuro al recortar los presupuestos destinados para la investigación. La ciencia y el conocimiento son la mejor inversión para garantizar esa Europa social que es la verdadera protagonista del Nobel de la Paz que acaba de recibir la Unión Europea. Europa se diferencia de Estados Unidos en el modelo social de protección y, sobre todo, en el enfoque de su inversión en investigación. Mientras que la Administración norteamericana se ha caracterizado por priorizar sus inversiones en la industria militar, Europa lo ha hecho en áreas de innovación y mejora de la calidad de vida de las personas. De ahí que el frenazo a este tipo de proyectos suponga una auténtico drama para toda la humanidad.

Ahora que el año concluye, el presidente del Consejo Europeo Herman Van Rompuy, nos alegra el turrón manifestando solemnemente que “que 2012 es el año que ha marcado el punto de inflexión para la superación de la crisis del euro y que los esfuerzos realizados en estos meses darán sus frutos. Los gurús de las macroeconomía nos empiezan a hablar de una ligera recuperación a finales del próximo año y los gobiernos se apresuran a atisbar los primeros brotes verdes de sus respectivas economías. Están empezando a concluir su programa de ajustes, a anunciar el final del quinquenio negro y a alumbrar la llegada del señor crecimiento para el 2014. Un años más de sacrificios y estaremos al otro lado del río pasada la tempestad. Curiosa manera de cegar nuestra consciencia, como si no supiéramos que lo importante no es ya que se recuperen las tasas de crecimiento, sino el estado en que habrá quedado la sociedad y su entramado de derechos para entonces. Pretenderán hacernos creer que han acertado con sus medidas plagadas de recortes de derechos porque han sacralizado los cuadros macroeconómicos y tratarán hacernos olvidar los verdaderos índices de progreso de una sociedad, los que afectan a cada persona, a cada familia, en su auténtica circunstancia y no los que estadísticamente equiparan a millones de seres anónimos. Es seguro que en el plazo incierto de uno o dos años, las cifras oficiales lanzadas por las autoridades serán más positivas que las actuales, pero lo que es aún más evidente es que para entonces los niveles de desigualdad se habrán disparado y que los mecanismos que corregían las injusticias sociales se habrán desmantelado.

Es por ello que es ahora que empiezan a hacernos creer que todo va a ir mejor, cuando debemos cuestionarles a qué coste se va a producir esa recuperación y si nos vale la pena aceptarla. Un año más de reformas puede suponer un cambio de modelo definitivo – probablemente el objetivo alcanzado, si no buscado por los poderes del mercado – y la implantación de una suerte de Estado neoliberal europeo al estilo de Estados Unidos. Europa sigue suponiendo la última barrera real para la instauración de un nuevo orden internacional económico en el que primen los intereses economicistas, las rentabilidades a corto y el individualismo más egoísta. Molesta el euro porque detrás de nuestra moneda está el Estado del Bienestar, ese ejemplo de vida en común que bien defendido y promovido anhelan muchos pueblos de la humanidad. Algo que va directamente contra los intereses dictatoriales de los grandes entramados económicos que provocaron el inicio de esta absurda crisis. No sé si estamos aún a tiempo de frenar el deterioro de nuestro sistema social, ni si seremos capaces de recuperar muchos de los derechos asolados en estos cuatro años, pero lo único que se me ocurre hacer es compartir la necesidad de consciencia en estos momentos de tsunami que está viviendo la calle.

Corremos un serio riesgo de enfrentamiento social, el que se produce cuando la miseria se instala y cada cual ya solo mira por garantizar el pan propio y el de los suyos. Las redes de solidaridad se han puesto en entredicho y además no tienen recursos para ayudar a la legión de necesitados que se agolpa en las esquinas. Millones de niños por debajo del umbral de la pobreza, decenas de millones de jóvenes sin empleo y de mayores sin pensiones para subsistir,  componen un paisaje de miserables que el gran Victor Hugo ya dibujó en el universo urbano europeo. En 2012 hemos perdido muchas cosas, sobre todo, la ilusión y la esperanza, nos hemos instalado en la resignación de la crisis, en la aceptación del desastre y con el paso del tiempo, la protesta cada día se ha hecho menos colectiva y más individual. Cada vez protestamos menos contra los que nos imponen la injusticia y más por lo que el de al lado tiene. La bronca se está haciendo más tribal y la sociedad cada vez más insensible al dolor del vecino. Por eso se hace imprescindible recuperar la conciencia social, la memoria histórica de lo que fuimos capaces de construir juntos y lo que estamos perdiendo por incapacidad de organizarnos mejor contra quienes enfundados en intereses particulares nos venden pseudoverdades dogmáticas. Se impone la obligación colectiva de trabajar por un nuevo contrato social, que si precisa de reajustes en nuestra forma de vida y de consumo de recursos, sea alcanzado mediante el diálogo y la negociación entre desiguales, no desde la imposición de los fuertes a los débiles. Y en este empeño necesitamos lo primero reiniciarnos, resetear todos nuestros prejuicios y, después, precisamos recuperar el valor de las ideas y del pensamiento, el único verdadero motor capaz de cambiar el mundo.

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Crónica del IV Reich: Una Unión Bancaria Europea a la germánica

Siguiendo con la monótona serie de post dedicados a narrar las gestas de AngelaMerkel en las instituciones europeas, toca explicar uno de los más flagrantes ejercicios de egoísmo antieuropeísta que hasta la fecha habíamos vivido. En el Consejo Europeo de junio de este año, hace ya seis meses, los líderes europeos presionados por la crisis del euro y de la deuda soberana de algunos de los miembros de la moneda única alcanzaban un acuerdo para la puesta en marcha de la Unión Bancaria Europea, probablemente en la única escena de los últimos años que suponía un revés para los intereses de Alemania en su particular diseño y modo de entender la Unión Europea. A regañadientes pero Merkel aceptaba un acuerdo que no le satisfacía ni en los procedimientos, ni en los tiempos de implementación. Le gustara o no, quedaba obligada a cumplir un acuerdo de Consejo, pero la Canciller se apresuró a las pocas semanas del encuentro en Bruselas a dejar claro que Alemania no aceptaba lo pactado y cambiaría la letra y la música de la Unión Bancaria en posteriores reuniones. Y dicho y hecho que para eso es la más fuerte y la que manda. Ha llegado diciembre y ha impuesto su criterio en casi todos los postulados, pero principalmente en dos cuestiones básicas: el control del BCE sobre las entidades financieras deja fuera a las cajas de los länders alemanes y la aplicación del organismo de supervisión bancaria del Banco Central no será efectivo hasta marzo del 2014, nada más y nada menos que casi dos años después de tomada la decisión. Lo cómico es que luego quieren nuestros gobernantes que les tomen en serio los mercados.

Para llegar a un final feliz para Merkel, como casi siempre se han agotado los plazos hasta la extenuación de los asistentes. Improvisación y una reunión de más de 14 horas han sido necesarias para que los ministros de Finanzas de laUnión Europea hayan logrado por fin cumplir con el mandato que les dieron los líderes europeos en la última cumbre y dejar cerrado el marco legislativo sobre el que se construirá el supervisor bancario único. De esta forma en la reunión del Consejo Europeo de invierno los jefes de Estado y de Gobierno de la UE podrá presumir de haber logrado el primero de los objetivos impuestos para avanzar hacia una verdadera integración europea. El acuerdo sobre el nuevo Supervisor Bancario Europeo sienta las bases legales para poner en marcha esta nueva institución, cuyas tareas de control bancario recaerán sobre el Banco Central Europeo (BCE), y que supone el primer pilar de la Unión Bancaria. Sin embargo, los ciudadanos europeos deberemos esperar a marzo de 2014 para que el supervisor entre en funcionamiento, un condicional que causa grave perjuicio a los países más acosados por la prima de riesgo de los mercados de deuda, sobre todo, a España e Italia, pero que de refilón podría extender su presión también aFrancia.

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El acuerdo supone una clara victoria de Alemania frente a las tesis defendidas por otros países de la eurozona -España y Francia, por ejemplo- desde que se iniciaron las discusiones. Finalmente el BCE sólo tendrá capacidad de actuación directa sobre los bancos cuyo tamaño sea superior a los 30.000 millones de euros en activos. El ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, había impuesto esta condición para dar su visto bueno definitivo a los documentos legislativos que regulan este nuevo organismo. De este modo las pequeñas entidades financieras germanas, muchas de ellas de carácter público, se escaparán del ámbito de supervisión del BCE y seguirán siendo controladas por las autoridades nacionales. En la práctica supondrá que el Eurobanco tendrá competencia de supervisión directa sobre alrededor de 200 de los 6.000 bancos que hay en la Eurozona. Eso sí, el acuerdo especifica que podrá intervenir directamente cualquier entidad en caso de que se detecten problemas en su funcionamiento y suponga una amenaza para el sistema financiero europeo. El ámbito de actuación del supervisor europeo será todos los países que componen la eurozona más el resto de estados de la UE que libremente quieran adherirse a la Unión Bancaria. El Ejecutivo comunitario espera que todos los países de fuera del euro se sumen al mecanismo de supervisión única, excepto Reino UnidoSuecia yRepública Checa.

Las competencias de control que adquiere el BCE le permitirán conceder y retirar fichas bancarias, investigar instituciones, imponer sanciones a las entidades que no cumplan con los estándares fijados e intervenir directamente su gestión e iniciar el proceso de liquidación si fuera necesario. Los supervisores nacionales continuarán su tarea de control ‘in situ’ de los bancos y tendrán competencias directas sobre las entidades más pequeñas. Otro de los puntos conflictivos de las negociaciones era cómo garantizar que los países que no forman parte del euro tenían una representación equitativa en el órgano de dirección, ya que los Tratados europeos estipulan que en última instancia sólo pueden tomar decisiones los órganos ejecutivos ya establecidos y en los que sólo participan los países de la eurozona. El compromiso alcanzado estipula que tanto en estas decisiones como en las que atañen a la Autoridad Bancaria Europea (EBA) se fijarán sistemas de votación que tengan en cuenta de forma equilibrada a los países del euro y los que no comparten la moneda común. Este acuerdo supone una de las mayores transferencias de competencias nacionales al nivel comunitario de los últimos años y sienta las bases para que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede), el fondo de rescate europeo, pueda recapitalizar directamente a las entidades financieras sin necesidad de que el dinero pase primero por el estado miembro, como ha sido el caso de España.

Resumida la crónica de una nueva imposición alemana a la Unión, queda por esclarecer algunas de las consecuencias básicas del acuerdo para los demás. En el caso de España, entre 15 y 16 bancos españoles, que representan más del 90% del sistema financiero nacional, quedarán bajo control directo del Banco Central Europeo (BCE) como supervisor único de la eurozona. El Banco de España ya puede descansar en paz porque sus funciones quedan muertas y enterradas. Lo peor de la historia es que el sistema de cajas de ahorro en España ha sido brutalmente demolido en medio de la crisis financiera, sin que ninguno de los gobierno responsables de la catástrofe, primero el socialista y luego popular hayan sido capaces de salvar entidades de fuerte implantación local y muy necesarias para el desarrollo económico territorial. Los ciudadanos hemos perdido competencia en el sector y las pequeñas y medianas empresas acceso a crédito implicado en la zona y de cercanía. Todo casualmente confluye ahora con la aparición del nuevo organismo que prácticamente controlará la totalidad de la banca española. La segunda nefasta consecuencia, al menos para los que somos firmes creyentes de las herramientas europeas monetarias y fiscales armonizadas, es el abandono que parece definitivo de los eurobonos. A quien sigue imperando la máxima merkeliana de que cada uno se busque la vida mientras a ella le siga beneficiando el diferencial con el bono alemán. Y finalmente, el plazo que Alemania ha impuesto para la entrada en vigor de la Unidad Bancaria le permite sanear su maltrecha banca, endeudada en dudosos riesgos en los países más afectados por rescates, sobre todo, Grecia y dificulta a países como España e Italia la restructuración del sector financiero y la posibilidad de que el crédito vuelva a fluir.

Lo que no podemos es negar que la nave va, como diría Fellini, la Unión sigue dando pasos irreversibles de cesión de soberanía o de instituciones compartidas. Cada vez más y con la crisis a más ritmo, somos más Europa y eso a los ojos del mundo resulta innegable. Pero la cuestión es la forma en que se está produciendo ese proceso y el dibujo que va perfilándose. El famoso dilema entre una Alemania a la europea o una Europa a la alemana cada vez deja menos lugar a dudas. Ese ejercicio de soberbia e imposición está dejando huellas en los países más perjudicados por la crisis y los recortes sociales. Un surco de antigermanismo que rompe en dos la UE haciendo saltar de nuevo las filias y las fobias en torno a Berlín. Hemos pasado del acervo comunitario donde se fraguaban las decisiones de comisión en comisión y en una salsa condimentadas entre todos a la decisión ponderada donde a la larga el más poderoso impone unilateralmente sus criterios. Por otro lado, la Alemania de Merkel está monopolizando las propuestas de salida a la crisis bajo la tesis incontrastable porque no permite margen a otros experimentos de que es la única política posible. Lo grave es que mientras Europa recorriendo esta senda de austeridad camina firme hacia la recesión, al otro lado del Atlántico la administración Obamay la Reserva Federal sigue lanzando programas de reactivación con dinero barato –  para mantener los tipos a cero, la Reserva Federal imprimirá el equivalente a 65.000 millones de euros al mes para comprar bonos del Tesoro e hipotecas – con el objetivo de bajar la tasa de paro de 6,5%. Europa avanza, pues, pero lo que no sabemos si es por el camino equivocado.

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La Unión Europea al rescate de los jóvenes ninis

Hay días y propuestas que llegan desde Bruselas que me reconcilian con el espíritu europeísta y demuestran la fuerza que la unidad y la colaboración tienen cuando las instituciones funcionan. La Comisión Europea por boca de su titular de Empleo, Laszlo Andor, ha lanzado un grito de apoyo en forma de propuesta a los millones de jóvenes que en el espacio europeo – el más desarrollado del mundo – ni estudian, ni trabajan. No alcanzo a imaginar un drama superior para una sociedad que la de arruinar su futuro, la misma forma de fracasar que condenar a sus jóvenes a no tener esperanzas de progreso. Frente a la monótona cantinela de no tener otra política, que lo único que esconde es la incapacidad para proponer ideas y propuestas para solucionar problemas, la Comisión ha alzado su voz para establecer un ambicioso programa de medidas de “garantía juvenil”. Es evidente que la competencia de estas políticas residen en los Estados miembros y que pese a que el comisario se ha comprometido a dotar el plan de fondos de ayudas, la voluntad de ponerlo en marcha de establecer los imprescindibles mecanismos de colaboración residen en los gobiernos nacionales. Pero al menos ahora sabemos que Europa quiere luchar contra esta lacra y se retratarán aquellos políticos en sus países que permanezcan varados al pairo ante tan tremendo problema.

El desafío no es fácil, la magnitud del drama se ha acrecentado en la última década, no solo en cuantía sino también en la extensión de los países afectados. Aproximadamente siete millones y medio de jóvenes de entre 15 y 24 años ni trabajan, ni estudian, ni siguen ninguna formación. Debido a la crisis económica es mucho más difícil encontrar empleo. La proporción de jóvenes parados es de más de uno de cada cinco y, en Grecia y España, de más de uno de cada dos. En toda Europa, aproximadamente el 30% de los jóvenes en paro están sin trabajo desde hace más de doce meses. En 2011 eran 1,6 millones, cuando en 2008 habían sido 900.000. El coste de no integrar en el mercado laboral a la generación nini supone una pérdida semanal de 3.000 millones de euros. En total, 153.000 millones por año o el 1,2% del PIB europeo, 15.700 millones solo en España, el 1,47% de su PIB. Y esto además de los costes estructurales del desempleo para la economía y del aumento del riesgo de exclusión y de pobreza resulta humanamente inaceptable. Para ayudarles, la Comisión propone un paquete de medidas, entre ellas una recomendación para que los países de la UE introduzcan un programa de garantía de empleo y formación para jóvenes de hasta 25 años. Con estos programas, los países de la UE garantizarían que todos los jóvenes tuvieran una oferta de trabajo, un aprendizaje o un periodo de prácticas en un plazo de cuatro meses desde que acabasen los estudios oficiales o se quedaran en paro. La Comisión apoyaría los programas nacionales ofreciendo financiación de la UE y creando redes de intercambio de ideas sobre las mejores maneras de dar empleo o formación a los jóvenes.

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Frente a los que proclaman muchas veces la inutilidad de este tipo de programas públicos o su vertiente meramente utópica, Bruselas ha puesto de ejemplo países que ya los han implementado con éxito. Finlandia y Austria ya tienen programas de garantía de este tipo. Tales programas supondrían un gasto de dinero del contribuyente –unos 21.000 millones de euros–, pero que no llega ni con mucho al coste que representa dejar a los jóvenes en el paro. En el caso finlandés, con una tasa de paro juvenil del 18,9%, el 83,5% de los jóvenes que buscaron empleo en 2011 lo encontraron dentro de los tres meses posteriores a su inscripción en la oficina del paro gracias precisamente a una garantía que será relanzada a comienzos de 2013, para que tanto los menores de 25 años como los licenciados recientes menores de 30 reciban una oferta en un plazo de 90 días. Según las previsiones del gobierno de Helsinki, entre 2013 y 2016 destinarán a este objetivo 60 millones anuales. No es el único modelo en el que se ha fijado Bruselas para hacer sus recomendaciones. En el caso de Austria, con un desempleo juvenil que roza el 10%, el sistema cuenta con dos herramientas para dar salidas a los trabajadores menores de 25 años. La primera, una garantía de formación para aprendices de hasta 18 años que no han encontrado empresa para que puedan seguir formándose en centros financiados por el gobierno, y, la segunda, una garantía de empleo y formación destinada a jóvenes de entre 19 y 24 años inscritos en la oficina del paro a quienes se ofrece trabajo en empresas privadas. Mientras tanto, en países como Dinamarca, que dedican un 40% del fondo social europeo a los jóvenes, no existe una garantía pero sí se reconoce el derecho de los menores de 30 años a ser entrevistados en una oficina de empleo en un plazo máximo de un mes tras enrolarse en la lista del paro. Es evidente que poner la prioridad en las políticas activas de empleo y, sobre todo, hacerlo en el ámbito juvenil lo primero que requiere es voluntad real, un deseo que se expresa en medidas y que cada caso requiere su propia especificidad.

La UE está trabajando para reducir el desempleo juvenil y de aumentar la tasa de empleo en línea con el más amplio objetivo de la UE de lograr una tasa de empleo del 75% para la población en edad de trabajar (20-64 años). Las acciones clave que ha puesto en marcha son muy variadas y de muy diversa índole:

– Juventud en Movimiento es un conjunto amplio de iniciativas políticas en materia de educación y empleo para los jóvenes en Europa.

– Iniciativa Juvenil de Oportunidades incluye acciones para reducir el desempleo juvenil.

– Tu primer trabajo EURES tiene como objetivo ayudar a los jóvenes para cubrir puestos de trabajo en toda la UE.

– Paquete de Empleo de los Jóvenes es el seguimiento de las acciones en materia de juventud establecidos en el más amplio paquete de empleo e incluye: Una propuesta a los Estados miembros a establecer una “garantía de juventud”; una segunda fase de consulta de los interlocutores sociales de la UE para la evaluación de la calidad para las prácticas; el anuncio de una Alianza Europea de Aprendizaje y las maneras de reducir los obstáculos a la movilidad de los jóvenes; programa de convalidaciones de título de la UE.

– Panorama es una herramienta de información en toda la UE sobre recopilación de las necesidades de cualificación, la previsión y la evolución del mercado de trabajo.

A la vista de tan amplio plan y de la última llamada de atención lanzada por el comisario europeo de Empleo, lo primero que tendríamos que preguntarnos es por el grado de conocimiento que los europeos y, en especial los jóvenes, tienen de estos programas, de estas ideas puestas en marcha para resolver su problema de falta de trabajo. ¿Por qué se silencian en los países miembros de la Unión estas iniciativas en vez de promocionarlas y potenciarlas? La segunda pregunta tiene que ver con el escaso grado de colaboración entre los propios socios de la UE para colaborar más a la creación de ese espacio común de trabajo que debería representar Europa para sus ciudadanos. Pero de la misma forma deberíamos preguntarnos todos nosotros, sin acudir exclusivamente a las responsabilidades que sin duda tienen nuestros representantes políticos, qué hacemos por hacer valer nuestros derechos como europeos y porqué no hacemos pleno uso de los mismos para demandar empleo o formación en otros Estados de la Unión.

Sentirse europeo es ante todo sentirse libre en movilidad para trabajar o colaborar en su conjunto y si no pensamos ya en esos términos no culpemos a nadie, sino a nosotros mismos, del fracaso de la idea de Europa. En la práctica de nuestra vida diaria, más allá del uso del euro y de no tener que pasar fronteras – y eso solo en los países de la zona euro y del espacio Schengen – seguimos siendo más alemanes, franceses o españoles que europeos. En una palabra, estamos pagando el precio de una Europa con estructuras políticas y administrativas muy caras, sin sacar rentabilidades suficientes a la unidad. Nuestros jóvenes no pueden esperar más a a ser verdaderos europeos, hay que ayudarles ya, no podemos esperar a que pase la crisis y la economía se recupere. Cuanto más tiempo permanezcan los jóvenes sin empleo ni experiencia laboral mayor será el riesgo de que estén apartados del mercado de trabajo cuando la economía vuelva a crecer. Pero, lo que es peor, menos creerán en Europa y más calarán los postulados aislacionistas y xenófobos.

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Cataluña o la dificultad de surfear un tsunami

Algunos se empeñaron en presentar la elecciones anticipadas en Cataluña como una especie de prereferéndum del referéndum sobre el derecho a decidir de los catalanes. Demasiado rebuscado para una sociedad que está harta de que la utilicen políticamente para intereses particulares muy alejados de los problemas cotidianos de los comunes mortales. Pero el caso es que el órdago montado entorno a la manifestación de la Diada del pasado septiembre provocó un tsunami social de imprevisibles consecuencias que ha derivado en un enloquecido mapa político a la vuelta de los comicios. Siete fuerzas políticas en un Parlament mucho más fragmentado que el saliente de las elecciones de 2010, donde resulta difícil realizar análisis certeros de lo que la sociedad catalana demanda de sus políticos y mucho más complejo aún extraer conclusiones del camino a seguir por unos y otros partidos. Está claro que eso de subirse a la ola en el momento en que ésta te permite surfearla y llegar en pie a las arenas de la playa, en política no es tan fácil como alguno quiso creer. Supongo que Mas de uno estará pensando que la improvisación no es buena consejera cuando lo que se le está planteando a un pueblo es su independencia mientras tiene serias dificultades para llegar a fin de meses y los servicios sociales básicos, léase educación o sanidad, ven en riesgo su viabilidad a base de recortes.

Todo adelanto electoral, se quiera o no, es una crónica de un fracaso porque el mandato de los electores es conformar mayorías que hagan posible la gobernabilidad el tiempo para el que han sido elegidos. Este es el primero de los errores cometidos por el president Mas cuando convocó los comicios a mitad de legislatura, sin aparentes motivos capaces de ser comprendidos por la ciudadanía. La necesidad de un pacto fiscal que garantice la financiación de Cataluña en el Estado español no era argumento suficiente, toda vez queConvergencia i Unió había logrado la aprobación de sus presupuestos en Cataluña con los votos del Partido Popular y, además, en los 30 años de democracia esa reivindicación ha sido una y otra vez aparcada por CiU a cambio de mejoras en la cuantía de la financiación desde Madrid. Se trataba, pues, de encontrar objetivos de más amplio calado capaces de movilizar a Cataluña hacia una mayoría absoluta de Artur Mas. La gran manifestación de la Diada convenció al president de la necesidad de un salto cualitativo en la oferta electoral nacionalista. La independencia ya no era solo un credo futurista de los convergentes sino que se convertía en el adn existencial. Liderar un proceso social que se creía mayoritario se convirtió en el centro de todas las miradas y en el escenario de todas las batallas. El plebiscito nacionalistas/constitucionalistas estaba servido y no era la primera vez que ocurría en el Estado español, pues, elPNV ya vivió similar circunstancia con el lehendakari Ibarretxe y su frustrado plan de asociación con España.

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Mas acudía a las urnas alentado por unas encuestas tan erróneas que su responsable ha dimitido al amanecer del día después de las elecciones, seguro de mejorar el resultado de 2010 que aunque no alcanzara la mayoría absoluta le permitiría gobernar otros cuatro años de manera holgada y formular la propuestas independentistas sin las prisas ni las presiones de Esquerra Republicana. La táctica se imponía a la estrategia y las necesidades eran más que las virtudes. Por medio una campaña durísima contra su persona con todo tipo de insultos y descréditos incluidas tremendas acusaciones en la cloaquera prensa madrileña de cuentas en Suiza y Liechtenstein de él, su familia y de la del ex president JordiPujol. A nadie debiera sorprenderle este tipo de juego sucio cuando lo que está hipotéticamente en juego es la escisión de una parte de un Estado. Que España defendería su posición inamovible de una, grande y libre para los que se sientan exclusivamente españoles es algo que tendría que haber tenido más que calculado CiU cuando tomo el decidido camino independentista. De otra forma, tal vez el problema es que ni estaba trazada adecuadamente la hoja de ruta, ni las consecuencias de su fracaso en algún punto y cuando alguien pisa el acelerador en una cuestión tan sensible no basta con tener plan B,, ni siquiera plan C.

Es difícil saber qué motivos han llevado a los catalanes a castigar a CiU y especialmente a Artur Mas tan severamente, pero yo me atrevo a apuntar cuatro cuestiones:

1.- La credibilidad de la oferta independentista de Mas y CiU era menor por ser la marca blanda nacionalista que la de ERC de siempre defensora de esta vía rápida. Por tanto, puestos a ser independientes muchos debieron pensar que apoyando a Esquerra lo serían más rápido.

2. Los tremendos recortes del govern de Mas en materias de amplio calado social pasan la misma factura que a todos los gobiernos que los han llevado a cabo y han pasado por las urnas. En otras palabras, la apuesta por la independencia no sirve de bálsamo milagroso para perder la memoria de los derechos atacados.

3.- El portazo dado con contundentes declaraciones de los miembros de la Comisión Europea, con su presidente Barroso al frente, a los afanes de Mas de ser Estado de la UE, han dejado en evidencia la falta de un trabajo previo clave ante las instituciones europeas al modo que lo han venido haciendo en los últimos años los mandatarios escoceses dirigidos por Alex Salmond. El temor a quedarse fuera, en tierra de nadie, también ha supuesto un duro revés para los intereses del president.

4.- La dura campaña de desprestigio ha podido calar por que en los entornos de CiU la corrupción ha estado presente en sucesivos y diversos casos de financiación ilegal y enriquecimiento personal ilícito en buena parte de su historia. Llovía sobre mojado y hacia falta poco que demostrar para que la siembra de rumores se convirtiera en una media verdad.

Sea como fuere, lo importante ahora es tratar de vislumbrar el incierto futuro que depara la política catalana. Hay que empezar por decir que con este resultado realmente no ha ganado nadie. Mal hace Madrid pensando que se ha frenado el afán independentista cuando según como quiera hacer uno los números pero en el menor de los casos el apoyo a la independencia de las fuerzas del nuevo Parlament superaría el 70%. Pírrica victoria creer que con esos ratios se ha frenado la voluntad popular que una y otra vez le está diciendo a España que quiere marcharse. La trampa permanente, unas veces recurriendo al Tribunal Constitucional para replantear un Estatut votado por los catalanes o al Congreso de los Diputados para dar portazo a cualquier propuesta de pacto fiscal, está totalmente agotada y de seguir en ese empeño lo único que está logrando el gobierno central es acelerar la suma de voluntades independentistas. Pero también hacen mal los más radicales nacionalistas catalanes en alardear de estos resultados. Deberían recordar que gobernaron durante ocho años en Cataluña en un govern tripartito presidido por el PSC – Partido de los Socialistas de Cataluña – y acompañados por ICV – Iniciativa per Catalunya y los Verdes – y la escasez de logros hacia la independencia fue manifiesta, así como su balance de gestión económica poco edificante.

Con un PSC en caída libre, con guerras internas y asolado por la corrupción, el único socio que le queda Artur Mas es ERC que seguro tratará de controlar el camino independentistas de CiU desde fuera del gobierno y que asumirá el liderazgo de la oposición catalana contra las políticas de ajuste que Mas pretende seguir llevando a cabo. Más que un amigo, pues, pueden convertirse de la noche al día en el peor enemigo. Claro que la otra opción todavía suena peor, ya que consistiría en acudir con el rabo entre las piernas a Moncloa para rogar al presidente Rajoy apoyo en el Parlament como ya sucediera en la legislatura anterior. El descrédito sería supino y Mas habría firmado su sentencia de muerte política. Por tanto, a Convergencia i Unió solo le queda la opción de aceptar el apoyo en la investidura de ERC y tratar de gobernar a duras penas, haciendo equilibrios que se antojan imposibles entre fuerzas antagónicas que pretenderán a cada paso debilitar al president Mas para provocar su definitiva caída. De fracasar el intento, mucho me temo que podríamos estar en la antesala de unas nuevas elecciones anticipadas en breve plazo con un candidato convergente nuevo como último recurso para tratar de salir del laberinto en que ellos mismos se han metido y han metido a Cataluña.

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La identidad del ladrillo: compre una casa para ser español

La ocurrencia la define el diccionario de la lengua española como la idea inesperada, pensamiento original o el dicho o hecho gracioso e ingenioso de una persona. Expresado así no parece semánticamente contener maldad alguna el término, pero lo cierto es que las más de las veces el ocurrente no tiene la más mínima gracia y el problema es que por tener una oportunidad ante los focos mediáticos, son muchos los protagonistas políticos que se lanzan a provocar titulares agarrados férreamente a la feliz ocurrencia. Y como en todo, aquello que si cae mal a la audiencia dan en llamar “globo sonda”, tiene su graduación y es más o menos perdonable según la trascendencia del hecho que aborda la ocurrencia de turno. Esta vez ha tocado sobre un tema fundamental, que afecta a los derechos básicos de la persona, su identidad o en términos más prosaicos, su nacionalidad. Ha sido el Secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, el encargado de largar la propuesta “original”, como suele ser tradicional en un desayuno informativo de esos que a base de croissant y horario temprano, nadie pregunta y todos escuchan boquiabiertos con la legaña puesta. En un intento por dar salida al ingente stock de viviendas hechas y por hacer sin comprador que asola la economía española, este audaz e intrépido libre pensador propone al mundo mundial que por la compra de un piso se le conceda la nacionalidad, eso sí siempre que se rasque el bolsillo al menos con 160.000 euros.
En una palabra, lo que está estudiando el gobierno Rajoy es la compra de derechos, una especie de subasta de pisos con DNI en primera línea de costa. Eso sí para que no parezca raro esto de vender la dignidad, se nos pone como edificantes ejemplos de nuestro entorno, los casos de Irlanda y Portugal, rescatados ambos y que también han compartido la miseria humana de considerar patriota a cualquier  ciudadano que ponga sus dineros en su suelo o arcas. La oferta de adquisición de nacionalidad a cambio de ladrillo va dirigida según palabras del propio ocurrente a ciudadanos chinos y rusos deseosos de adquirir en propiedad una vivienda en las cálidad costas españolas, pero que sin permiso de residencia y por qué no ya nacionalidad en toda regla, se ven privados de disfrutar debidamente de su inversión realizada. Pobres, pobres no parecen los destinatarios de la ocurrencia, porque los millones de pobres en China y en Rusiabastante tienen con pensar en sobrevivir a la hambruna y la miseria como para pensar en el pisito en Benidorm. Parece evidente, salvo para el peor ciego que es el que no quiere ver, que la oferta tiene a sus demandantes en fondos de inversión de dudosa procedencia en países cuando menos cuestionados por su escaso respeto a los derechos humanos. Al menos el presidente español podría haber tenido la deferencia de ofrecerle la ganga inmobiliaria a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, presente en la rueda de prensa de Moncloa donde Rajoy ratificó estar estudiando la ocurrencia.

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El Partido Popular que tiene entre sus credos la defensa a ultranza de la unidad nacional de la España indivisible, nos propone convertir la península en una peculiar “Tierra de patriotas”, una suerte de reinvención identitaria más basada en la creencia y el compromiso con la ferralla y el encofrado, que en valores democráticos y cívicos. Una especie de libre versión moderna de la conquista del Oeste y de los pioneros de Estados Unidos o el nacimiento de la nación australiana y neocelandesa a manos de delincuentes deportados de las islas británicas. Como las mejores películas de vaqueros o de la mafia siciliana reinando en Chicago. Claro que tampoco es novedad esta faceta del PP de renovar su credo nacional, pues, ellos de la mano del ex presidente Aznar extinguieron el servicio militar obligatorio y apostaron por un Ejército profesional de inmigrantes mercenarios de bajo coste. Está claro que para algunos el inmigrante, antes que una persona con sus derechos, es un recurso que según su renta per cápita puede alcanzar la nacionalidad en un día o se le niega la asistencia sanitaria más básica. Dígame cuanto dinero tiene en su cuenta corriente y le diré cuántos derechos tiene.
Lo que repele aún más de la medida es que la Unión Europea, ese espacio ejemplar que debería ser de respeto de los derechos de las personas, esté mirando a otro lado cuando legislaciones de sus Estados miembros conceden privilegios a golpe de talonario. Cuando el derecho de asilo se está denegando en algunos países europeos a personas de huyen de tragedias de todo tipo, bien sean bélicas o por hambruna, alguien en Bruselas tendría que alzar la voz de la dignidad contra políticas que tras la búsqueda de inversiones, lo que hacen es especular con la miseria humana y nos cuelan de rondón el concepto como destino solo para ricos. Cabe destacar que ciudadano europeo es toda persona que ostente la nacionalidad de un Estado miembro de la Unión Europea. La ciudadanía de la Unión fue creada por el Tratado de Maastricht en 1992 y los ciudadanos de la Unión son titulares de los derechos y sujetos de los deberes previstos en el Tratado. La importancia de la ciudadanía de la Unión radica en el hecho de que sus ciudadanos gozan de derechos auténticos al amparo del Derecho Comunitario Europeo. Los derechos principales que confiere la ciudadanía con arreglo a la Parte 2 del Tratado CE son los siguientes: Derecho a circular y residir libremente en el territorio de los Estados miembros; Derecho de sufragio activo y pasivo en las elecciones al Parlamento Europeo y municipales del Estado miembro en el que resida; Derecho a la protección de las autoridades diplomáticas y consulares; Derecho de petición ante el Parlamento Europeo; y Derecho a dirigirse al Defensor del Pueblo.
Si en la política actual preocupa la falta de ideas, más debería preocupar la industria de la ocurrencia, en este caso fruto de la “Factoría FAES“, la Fundación vinculada al PP cuyo máximo impulsor fue José María Aznar, tratando de remedar el modelo alemán de la Konrad Adenauer. De sus filas han salido buena parte de los actuales dirigentes de nivel medio del Gobierno Rajoy, expertos en fabricar conceptos ocurrentes que la mayoría de las veces al trasladarse a la realidad suelen quedar en meras cortinas de humo o falsos debates. La necesidad de aportar ideas a los problemas que la sociedad debe afrontar debería ser tomado con más rigor por aquellos que están llamados tarde o temprano o ejercer responsabilidades de dirección de un Estado.
Parece que España ha optado por inducir a sus jóvenes mejor formados a coger la maleta de la emigración, a la par que abre las puertas de par en par a la nueva versión de la inmigración ilegal. Mientras la inmigración del hambre muere en pateras en el Estrecho, les ponemos pisos de 120 metros cuadrados y terrazas con vistas a ese mar de la tragedia a nuevos ricos de lejanas tierras. Hemos inventado el ciclo de exportar supuestos talentos e importar presuntos delincuentes. Lo alucinante del caso es que a los ocurrentes no se les caiga la cara de vergüenza de salir a contarlo. Y luego se extrañan de que millones de ciudadanos en CataluñaEuskadi, Galicia y Canarias quieran perder esta nacionalidad española de mercenarios.

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De huelgas generales

Es muy probable que haya más de 40 millones de razones para secundar la convocatoria de una huelga general en España y en buena parte de los países de las Unión Europea. Cuarenta millones de quejas en forma de paro, de aquellos que desde hace cinco años sufren, sin conocer aún el motivo, el desmantelamiento de derechos básicos a base de recortes y que han visto caer su poder adquisitivo año a año a manos de una crisis que empezó siendo financiera y hoy parece sistémica. Lo que si es seguro es que hay al menos 5.778.100 razones, la de los parados de la última encuesta de población activa en España que salvo el gesto de manifestarse no pueden hacer huelga porque carecen de un puesto de trabajo y lo que es peor, de esperanzas a corto de encontrarlo. Pero que el personal tenga un cabreo mayúsculo y que se suba por la paredes ante las políticas que aplica el gobierno al dictado de las consignas de la canciller Ángela Merkel, no quiere decir que entienda que la huelga general es el mejor cauce de presión para sus quejas. Sobre todo, si a base de convocarlas los sindicatos pierden fuelle y la sociedad se agota en clamar sin recibir respuesta alguna.

El primer problema con que se encuentran las organizaciones sindicales que llaman a un paro general es poner cara al adversario. En principio se tira del recurso fácil de convertir al gobierno en el centro de la protesta. Razones de índole política seguro que no sobran dados los sacrificios a que está obligando a los ciudadanos. Pero la realidad es que el conjunto de la queja social es mucho más amplio, se extiende a otros estamentos que en una huelga general se parapetan tras los rostros del Ejecutivo. La clase política entera está puesta en tela de juicio por la calle, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) se han convertido en el tercer problema para los españoles, después del paro y los temas de índole económico domésticos. Los grandes partidos sufren un desgaste cada vez mayor por su incapacidad para buscar respuestas a la crisis y, especialmente, por aceptar sumisos las recetas monolíticas de Bruselas. Y no es menor la percepción de enemigo que la gente ha desarrollado de la banca. Primero como perceptores de cuantiosos fondos de ayudas públicas que en nada ha revertido en la situación de pymes y familias en forma de crédito fluido. Pero más recientemente el rostro helado de las entidades financieras ha agriado el panorama con un aluvión de desahucios y miles de personas sin techo fruto de su intransigencia ante la extrema necesidad. El enemigo, por tanto, es el sistema y una huelga no canaliza adecuadamente el descontento general porque el mensaje no llega a todos sus destinatarios correctamente.

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La segunda grave dificultad a la que se enfrentan los sindicalistas es su paulatina pérdida de credibilidad. Aquellos sindicatos de clase que fueron perdiendo su sentido tras los procesos de reconversión industrial de la década de los 80, dieron paso en los 90 a sumisas organizaciones adaptadas a los tiempos de bonanza y adaptadas a los nuevos tiempos de la formación continua como única fórmula de financiación y de ser cautivos de los gobiernos de turno. Su independencia y capacidad de acción fueron mermando a la vez que su liderazgo social desaparecía. Fueron perdiendo sector a sector su verdadera representatividad a base de negociaciones con la patronal y fotos con los gobiernos. Demasiado salón y poca calle, demasiada imagen en los medios y poca actividad entre los trabajadores. Sus cuadros más funcionariales que nunca perdieron el pulso de las fábricas, de los servicios, para refugiarse en la función pública y en los transportes como último bastión para tratar de demostrar su fuerza. Pero la realidad es que cuando la crisis se les echó encima y se quisieron recuperar el tiempo perdido, muchos ya no creían en ellos y el riesgo de convocar movilizaciones sin ser secundados por una mayoría se acrecentó gravemente.

Ahora que los líderes sindicales son conscientes de que o se ponen a la cabeza de la manifestación o pasarán a los libros de historia y a las salas de los museos, tratan de demostrar desesperadamente que siguen vivos y palían la falta de respresentatividad y de movilización antes aludida con imágenes mediáticas de impacto ligadas a los movimientos sociales de los indignados que llevan meses tomando la calle. Su batalla es colarse en la agenda de los medios, en un titular de periódico, en una crónica de radio o en corte de informativo de televisión. Viven de la imagen y eso les fuerza endémicamente a sobreactuar buscando extraños y muchas veces incómodos compañeros de viaje en grupos antisistema y tribus urbanas diversas. Una desubiación demasiado obvia para el común de los mortales que les pasa factura a cada nueva huelga convocada. En la misma encuesta del CIS antes citada, los españoles se mostraban dispuestos a manifestarse en las calles ante lo que consideran una injusticia del sistema para con ellos, pero la huelga ocupaba espacios muy poco relevantes entre sus voluntades. De la misma forma que pertenecer a una organización sindical para una inmensa mayoría no tiene ya sentido.

Nadie es capaz de articular nuevas formas de presión ante tanto sinsentido. Nadie le pega donde le duele al responsable y culpable de tanta atrocidad que lleva a millones de personas a vivir en la miseria y a cientos de miles a quedarse sin hogar. La gente se suicida desde los balcones y se tira a las vías del tren desesperadas sin una brizna de luz que les ampare el futuro. Mientras las protestas caen en saco roto, la política es inútil en el servicio para que fue creada: el arte de hacer posible lo necesario. No se presentan alternativas sean reformistas o revolucionarias, desde dentro o desde fuera del sistema. Las ideas brillan por su ausencia porque nadie las valora, nadie escucha y todo el mundo prefiere seguir al colectivo en sus fallos. Más vale acompañado aunque por camino equivocado que la soledad del individuo que busca soluciones.

Así las cosas, asistimos al ritual de la huelga general como una rutina de normalidad en el contexto actual de la crisis. Todo es absolutamente previsible en la liturgia de enfrentamiento entre piquetes y fuerzas del orden, el número de detenidos clásico cercano al centenar, la silicona en las puertas de unas cuantas entidades bancarias, los servicios mínimos que se cumplen y las valoraciones de seguimiento que rondan el 90% para los sindicatos y el 10% para el gobierno. ¡Y viva la objetividad! Al día siguiente unos recogen sus banderas rojas y otros se quitan los escudos antidisturbios y vuelven al día a día como si tal cosa. El gobierno a sus ajustes, los sindicatos a sus fondos de formación y la gente, la que como diría el poeta cantautor Serrat, la que siempre está detrás, seguirá a lo suyo a lo que nadie se ocupa, porque:

Detrás de los himnos y de las banderas.
Detrás de la hoguera de la Inquisición.
Detrás de las cifras y de los rascacielos.
Detrás de los anuncios de neón.

Detrás, está la gente
con sus pequeños temas,
sus pequeños problemas
y sus pequeños amores.

Con sus pequeños sueldos,
sus pequeñas campañas,
sus pequeñas hazañas
y sus pequeños errores.

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Desahucios: el falso dilema entre ser justos y cumplir la ley

Según un informe elaborado por vocales del Consejo General del Poder Judicial, en los últimos cuatro año son 350.000 los desahucios producidos por la crisis económica. Si queremos que nos abrume más aún esta cifra podemos calcular que ya son 517 los desahucios de media al día o lo que es lo mismoalgo más de 21 cada hora o que cada 167 segundos hay una familia en España que tiene que abandonar su vivienda. Esta es la cruda realidad del rostro helado de una situación económica que primero nos dejó a millones de trabajadores en paro, que ha situado a una de cada cinco personas bajo el umbral de la pobreza y que ahora les convierte día a día en una legión de homeless sin esperanza en la vida. Podemos tratar de negar la realidad o podemos mirar hacia otro lado cuando lo que vemos no nos gusta, pero el cerco de la miseria se está cerrando entorno a nosotros sin que seamos capaces entre todos de aportar soluciones solidarias inteligentes. Hace tiempo que cuando supimos que venían mal dadas, la mayoría optó por tirarse al monte, por sacralizar las posiciones individuales del sálvese quien pueda y poner tierra de por medio con el problema ajeno. Ahora que las calles empiezan a recordarnos página a página el drama de Los Miserables, solo nos falta un Víctor Hugo contemporáneo que nos reedite el clásico dilema de la ley entre la justicia y honestidad. Tal vez por ahí debiéramos a empezar a recuperar la ética de nuestra sociedad venida a menos.

Que el problema proviene de los felices años del ladrillo resulta una obviedad. Que la responsabilidad de la situación es compartida entre todos los actores que hicieron posible aquella juerga, ya no hace falta repetirlo. Que en última instancia el desahuciado no puede apelar al engaño como único argumento para justificar su irresponsabilidad de llevar una vida por encima de sus posibilidades, también es reseñable. Que durante la última década anterior a la crisis todos fuimos partícipes de una cadena de errores compartidos con tal de vivir mejor, es la única verdad. De ahí que acuda al término honestidad para tratar de dilucidar en primera instancia cómo salir del entuerto en que nos hallamos inmersos. La honestidad es una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo a como se piensa y se siente. En su sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas; en otros sentidos, la honestidad también implica la relación entre el sujeto y los demás, y del sujeto consigo mismo. Dado que las intenciones se relacionan estrechamente con la justicia y se relacionan con los conceptos de “honestidad” y “deshonestidad”, existe una confusión muy extendida acerca del verdadero sentido del término. Así, no siempre somos conscientes del grado de honestidad o deshonestidad de nuestros actos. El autoengaño hace que perdamos la perspectiva con respecto a la honestidad de los propios actos, obviando todas aquellas visiones que pudieran alterar nuestra decisión. Por eso convendría preguntarnos, ¿qué grado de engaño hemos admitido todos en la circunstancia que nos rodea? ¿Hemos sido honestos en nuestro trabajo, lo hemos sido socialmente con la realidad que conocemos? Ya sé que suena a religión maniqueísta pero nada más lejos de mi intención convertir el doloroso tema de los desahucios en un juicio moral, simplemente trato de que busquemos una solución justa que inspire la imprescindible reforma de la rígida ley hipotecaria que hoy día nos rige.

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Dos son los bienes a preservar en la actual circunstancia provocada por los desahucios en masa: el primero y, por supuesto, más importante, el drama humano que acarrea y el necesario auxilio a las familias afectadas. Cualquier otro planteamiento está fuera del Estado social de derecho que nos hemos dado y, por tanto, es automáticamente denunciable. Pero el segundo, imprescindible para la supervivencia del sistema de convivencia consiste en salvaguardar el funcionamiento de las entidades financieras que si bien es cierto que han contado con ingentes cantidades de dinero público para sanear sus balances, también lo es el hecho de la necesidad de garantizar los ahorros a las familias y los créditos a las empresas. Si de la noche a la mañana decidiéramos cambiar las reglas del juego por el que se suscribieron cientos de miles de hipotecas y condonáramos dichas deudas con bancos y cajas, el sistema entraría de forma automática en quiebra técnica por lo que conviene meditar la reforma de una ley que tiene aspectos y derivadas muy complejas. El comportamiento de las distintas entidades afectadas denota una forma de enfrentarse al problema. Mientras algunas han aplicado tratamientos jurídicos estrictos sin meditar en las consecuencias sociales de su decisión y el impacto en su propia imagen corporativa, otras se han adelantado tratando de instrumentar soluciones al mismo. Además, debería quedar claro que los desahucios de bancos rescatados no son equiparables a los de entidades que han afrontado la crisis sin necesidad de ayudas públicas. En todo caso, estamos ante la necesidad de un plan de contingencia que realoje a las miles de familias que se están quedando sin hogar. En estas circunstancias la primera demanda de los afectados es de información y de capacidad de negociación con sus acreedores, las iniciativas de arbitraje y mediación por parte de la Administración deberían estar ya en funcionamiento en las distintas Comunidades Autónomas que son las competentes al efecto.

El realojo cuando se ha producido el tremendo trance del desahucio pasa a ser la segunda necesidad perentoria. Dado el parque de vivienda construido en España que actualmente no encuentra comprador, difícilmente sería explicable a esta sociedad que no seamos capaces de emplear estos pisos vacíos para reubicar a familias sin techo. La fórmula del alquiler social combinado con la dación en pago parece hoy por hoy la solución más sensata. Es evidente que estamos hablando de soluciones transitorias, pero gracias a ellas podemos resolver dramas inmediatos que requieren pronta actuación. La mayoría de las familias que no pueden hacer frente a hipotecas cuya cuantía se fijó en tiempos de bonanza pueden disponer de rentas básicas para pagar alquileres de pisos que aunque mermen su calidad de vida resuelven la emergencia que supone verse en la calle y arriesgarse a la desestructuración de una familia. En poner en marcha estas herramientas de urgencia deben implicarse sin pausa alguna las Administraciones local, autonómica y central y las entidades financieras, la mayoría de las cuales son acreedoras de las hipotecas de los desahucios, propietarios de los pisos en venta y los únicos capaces de poner en le mercado nuevas promociones de vivienda.

Si queremos de una vez por todas trabajar en soluciones al problema creado por el sector inmobiliario en España deberíamos partir por reconocer el enorme desajuste que existe entre la demanda y la oferta del mismo. El problema no lo suponen los pisos vacíos que pueden ir absorbiéndose anualmente por la incorporación habitual de demandantes de vivienda nueva. El agujero negro de nuestra economía que lastra los balances de los bancos no es otro que el suelo con el que se han cargado y que ni siquiera está en disposición de ser promocionado. Con cinco millones y medio de parados y una crisis de confianza endémica en nuestras posibilidades de crecimiento parece imposible reactivar la venta de pisos, por lo que el alquiler se ha convertido en la única fórmula de colocación de activos inmobiliarios. Si la vivienda de protección oficial está perdiendo a pasos agigantados su posición ante la caída del precio medio de la vivienda, es el momento de que su lugar de promoción social lo ocupe el alquiler con nuevas fórmulas y precios asequibles a las situaciones de inestabilidad económica que viven las familias medias españolas. El obstáculo principal para dinamizar el alquiler es que en nuestro país sus propietarios se encuentran totalmente atomizados, no existen empresas profesionales que intermedien adecuadamente entre los buscadores y los propietarios, por los precios oscilan de manera arbitraria. Promocionar el alquiler es ya una necesidad para navegar los peores años de la crisis.

Cambiar la cultura de la propiedad por la cultura del alquiler nos acercaría a una forma de vivir a la europea. En Europa el ratio proporcional de ambas formas de uso de una vivienda es de 60 a 40 por ciento a favor de la propiedad, mientras en España es de 85 a 15 por ciento. Tenemos un 25% menos de viviendas en alquiler que en los países de nuestro entorno. Ese lastre genético por el que nos vemos obligados desde muy jóvenes a invertir nuestro futuro en la hipoteca de un piso, en un mundo globalizado y en movilidad, es un lastre para el desarrollo de nuestra sociedad. El disfrute de una vivienda tiene más que ver con la capacidad que en cada momento tenemos de pagar por su uso que por la propiedad de un activo cuyo valor ya no está claro que mejore con el tiempo. La enfermedad del ser humano de acumular pertenencias en vida para transmitirlas a nuestros descendientes ha generado la mayor parte de los conflictos sociales, bien haríamos, pues, en poner más interés en la creación de riqueza y en generar en nuestros entornos felicidad vital que en atesorar herencias para cuando ya no estemos aquí. Un piso por muy hogar que llegue a ser, no es más que el derecho de todo ser humano a vivir dignamente, poco sentido tiene que pretendamos convertirlo en un valor eterno acumulable de generación en generación. El único bien y es inmaterial que vale la pena transmitirlo cuidadosamente de unos a otros es el conocimiento y tiene muy poco que ver con el suelo, el hormigón o el ladrillo. El problema de un desahucio, por lo tanto, no está en lo que perdemos como pertenencia, sino en la vulneración de un derecho básico que estamos entre todos obligados a preservar.

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Consejo Europeo de otoño o la monótona crónica del IV Reich

La verdad es que desfilar al paso de la oca marcado por la inflexible jefa del regimiento, día tras día, semana tras semana y Consejo Europeo tras Consejo Europeo, ya cansa. Levantar la pierna hasta la altura del ombligo y mantener el equilibrio unos segundos para realizar el cansino movimiento mecánicamente, ya duele. Escuchar cómo marca el ritmo en perfecto alemán, eins, zwei, eins, zwei, auf der linken Siete, auf der rechten Siete, ya agota. Que pase revista mirando el brillo de las botas de sus exhaustos soldaditos Estados miembros, repase la abotonadura de los raídos uniformes de países con déficti y nos caiga su sempiterna bronca por no hacer los deberes de austeridad, ya aburre. Pero lo que resulta verdaderamente insoportable es que la Canciller Merkel reduzca la concepción de construcción europea a los intereses de unos cuantos millones de alemanes cortoplacistas y, sobre todo, que no tenga ni idea a que charca conduce a su sumiso ejército de ocas tristes y desconsoladas. Si al menos supiéramos que el IV Reich nos ofrece la tierra prometida y que Merkel es capaz de lograr que las aguas del Rhin se abran en dos para encontrar el maná después de esta horrible travesía del desierto que está resultando la crisis del euro, podríamos plantearnos si debemos escucharla, pero el monólogo que ha impuesto en las instituciones europeas cada vez convence a menos y empieza a granjearse las fobias antigermánicas de muchos.

El Consejo Europeo de otoño celebrado esta semana en Bruselas ha vuelto a certificar la crónica de unas conclusiones anunciadas: se hace lo que dice Alemania y si se decide lo que no quiere Alemania, entonces se retrasa su cumplimiento o ni siquiera se cumple. Bajo el pacato argumento del que paga manda, Merkel nos quiere hacer creer que todo el proyecto de construcción europea de más de 50 años recientemente premiado con el Nobel de la Paz, se reduce a la contribución actual de sus sufridos súbditos germanos para cubrir las coyunturales deudas de algunos Estados de la Unión Europea. Se le olvida a la líder teutona que este invento de unirnos para no matarnos tiene su origen en el holocausto por ellos provocado de la mano de unos dementes gobernantes nazis. Se le olvida que en un sano ejercicio de reconciliación europea todos aplaudimos la caída del muro, ese disparate de la humanidad. Se le olvida que durante los años de sacrificio para lograr una reunificación de las dos alemanias todos miramos para otra parte cuando ellos incumplían sistemáticamente todos los criterios de convergencia para poder instaurar el euro. Se le olvida para colmo, que el endeudamiento de países como Grecia o España se debe en gran medida a la intervención de los bancos alemanes alentando la fiesta consumista, en el caso español del ladrillo, porque les producían notables beneficios en sus balances. Y se le olvida todo esto porque le conviene ahora aprovecharse de las miserias de otros y al sentirse fuerte sacando tajada del empobrecimiento de millones de personas en Europa, prima el egoísmo cicatero de unos pocos sobre el interés general de 500 millones de habitantes.

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Pero me temo que de nada sirve tratar de hacer recordar a quien no tiene memoria y a quien saca ventaja del olvido. Más práctico sería que tratáramos de adaptarnos a la circunstancia de modo realista y ver la mejor forma de salir de esta situación airosamente. Que Alemania crea empleo cuando los demás lo destruimos o que paga su deuda a seis puntos menos de interés que nosotros no es más que el resultado de cuatro años de crisis donde el poderoso ha impuesto sus normas a los demás. La pregunta es bien simple: ¿es posible lograr un cambio de fuerzas en el conjunto de la Unión sin hacer peligrar su integridad? Si somos capaces de unir esfuerzos sin romper los vínculos de nuestras instituciones para torcer el actual rumbo marcado desde Berlín aún tenemos la oportunidad de hacer posible por más décadas el sueño europeo. No podemos permanecer estáticos como inválidos quejándonos sistemáticamente de las decisiones germánicas convirtiendo la UE en una suerte de juicio maniqueo de buenos y malos. Resulta tan pueril culpar de todo lo que nos sucede a Alemania, por más que su política cicatera sea perjudicial, como pensar que la Unión es un mundo idílico ajeno a intereses nacionales. Necesitamos reaccionar tenemos que movernos y rápido, no podemos acudir a una cumbre más con la crónica de la derrota escrita en ella.

España ha perdido las dos batallas que planteaba en este Consejo. La imposibilidad de aplicar la recapitalización directa de la banca española supone de facto aumentar el déficit público si queremos que el crédito vuelva a fluir en la economía productiva, o eso, o dejamos caer a un 30% de las entidades financieras. “No va a haber ninguna recapitalización directa retroactiva”, dijo tajante Merkel y con ello condenaba a los españoles a nuevos sacrificios. ¿Cuántas nuevas humillaciones puede soportar la dignidad de los ciudadanos griegos, portugueses, españoles y pasado mañana italianos o franceses? De la segunda derrota ni se habló, pues, si no podemos rescatar a la banca sin condiciones adicionales, es preferible aparcar para más adelante la opción de flexibilizar los plazos de cumplimiento de reducción del déficit público impuestos por Bruselas. De momento Rajoy vuelve de la cumbre con 40.000 millones menos o con un punto más de déficit, si lo queremos medir en meros datos cuantitativos. Pero lo más importante es que vuelve a España dejando la sensación a sus ciudadanos de su debilidad, de su incapacidad para ser comprendido y ayudado.

Condenados a dedicar todos nuestros esfuerzos a pagar la deuda contraída, el camino del empobrecimiento y de la venta de nuestros activos parece irreversible. Una senda por la que ya han transitado otros Estados miembros y por el que podrían acabar la mayoría de los países de la Unión. Esa reflexión que ya es bastante unánime, a la vista de las declaraciones previas al Consejo del presidente Hollande y los silencios expresivos del primer ministro Monti, debe conducir a posturas comunes, a alianzas inteligentes para cambiar el rumbo de las políticas europeas. España e Italia, ambas al borde del precipicio, suman más de 100 millones de habitantes hartos de perder calidad de vida culpados de pecados que nunca cometieron. El apoyo secundario – pues nadie puede pensar en la ruptura del eje franco-alemán que dota de solidez a la Unión – de Francia a una iniciativa de mayor integración económica y política supondría el espaldarazo definitivo para que desde el Parlamento Europeo y la Comisión se pongan en marcha medidas de reactivación de Europa por las que clama el mundo entero. Por más que Alemania parece hacer oídos sordos a todos, la rueda se ha parado en la UE, la actividad se viene abajo y ello está produciendo el efecto consabido en una economía mundial globalizada. China se frena a la misma velocidad con que puso en marcha su desenfrenado crecimiento sobre todo porque Europa no compra sus productos. Estados Unidos, más allá de su proceso electoral coyuntural, mira cada vez con más preocupación nuestras broncas internas y ha lanzado severas críticas a la política blindada de Merkel de austeridad, recortes y ajustes. El mundo pide ya a Europa que reaccione y si aunque Alemania no nos siga en primera instancia, tenemos la obligación de ser responsables en conjunto de nuestro protagonismo universal.

La Unión Europea es una realidad mucho más fuerte de lo que perciben sus ciudadanos, la fuerza de su unidad se construye cada día mediante normativas que nos obligan a trabajar juntos. El entramado construido es ya una amalgama de intereses cruzados, de movimiento continuo de mercancías, capitales y personas imparable. Nos jugamos demasiado como para ponerlo en riesgo plantándonos inopinadamente ante Alemania y romper el espacio que tanto nos ha costado construir. Actuar con la sutileza que la situación precisa supone negociar y dialogar entre todos, algo que requiere más diplomacia discreta, paso a paso en cada mesa en cada tema. Europa no puede seguir siendo un monótono desfile al paso que marca Alemania, pero evitarlo es cuestión de ser responsables cada uno de nuestras políticas y de colaborar sinceramente para cambiar su actitud. Si nos limitamos a las grandes declaraciones, las apariciones en medios de comunicación de los líderes reprochando a Merkel su comportamiento y después nos los mismos jefes de gobierno vuelven a sus países con el rabo entre las piernas, la credibilidad de la Unión ante sus ciudadanos se vendrá abajo, más aún de lo por los suelos que ya se encuentra. Sigue habiendo una oportunidad de disolver el IV Reich basta con reaccionar a tiempo.

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