Europa en recesión, enhorabuena Frau Merkel

Tras dos años de drástricos recortes presupuestarios e inyecciones mil millonarias de euros a la banca para calmar a los mercados, Europa ha acabado con el tímido crecimiento que venía registrando, oficialmente su eurozona – el buque insignia de la economía de la UE – ha entrado en recesión y según las previsiones para todo el año 2012. La política de austeridad y equilibrio de las cuentas públicas a cualquier precio marcada al paso germánico por la Canciller Angela Merkel con la complicidad estatutaria del Banco Central Europeo y del presidente galo Nicolás Sarkozy, ha obtenido sus primeros resultados. Eso sí, los contrarios de los deseados salvo que pensemos con toda la mala fe posible que estamos en una trampa de empobrecimiento de los activos de la mayoría de los países para ejercer un control efectivo francoalemán de Europa.

Pero hoy no toca ese tipo de reflexión que aunque algunos califican de política ficción la tozuda realidad se empeña día a día a ponernos la mosca detrás de la oreja. Hoy el problema es que, con la motivación que fuera, la política ultraortodoxa liberal de Merkozy y Draghi nos ha llevado a todos al borde de la congelación. Algunos aún marcan dígitos ceranos al medio punto, casos como el de los promotores del desastre, Alemania (0,6%) o Francia (0,4%). Y otros padecemos el rigor mortis de temperaturas bajo cero, aquellos afectados por los rescates,Grecia (-4,4%) o Portugal (-3,3%) y los atacados por el mal de la prima de riesgo,Italia (-1,3%) o España (-1%). La media de la zona euro plácidamente estancada como las fétidas aguas de un mar muerto al 0%, en una palabra, ni frío ni calor, simplemente inactivos. Tampoco había que ser muy listo para darse cuenta que si aplicas elementos correctores severos al consumo y a la demanda interna de Estados cuya población en conjunto suma cerca de 120 millones de personas, todos los países del euro se verían afectados. De eso se trataba cuando hace más de 30 años nos empeñamos en la construcción de un mercado único europeo para todos. ¿O pensábamos que solo funcionaría en opulencia y ciclo alcista y que podríamos levantar muros en las fronteras cuando asomara la crisis a alguno de los territorios comunes?

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Como ocurre con las epidemias y los aviones, nuestra crisis no es encapsulable al antojo de los más ricos, acaba afectando a todos por moneda común y por balanza comercial intracomunitaria. Lo que le afecta al vecino termina por dolernos en nuestras propias carnes. Tal vez creyó Alemania cuando analizó la crisis europea de bonos nacionales que la política del castigo al socio indisciplinado le serviría para garantizar su alto ritmo de crecimiento. Y tal vez por eso se opuso hasta la saciedad a la aplicación de soluciones de consenso y a flexibilizar las penas a los pecadores. Había que ejemplarizar y cortar el problema de raíz no fuera a ser que los derrochadores sureños se comieran los abnegados ahorros del disciplinado y sufrido pueblo alemán. A los griegos les cortamos uno a uno la mano izquierda para recordarles de por vida que no deben meter la mano en la caja o vivir por encima de sus posibilidades – como es natural el que decide los posibles de Grecia son los bancos alemanes y ahora toca que no como antes tocó que si -. No son los griegos ni peores ni mejores que hace diez años cuando fundamos el euro. Seguro que mienten como entonces o dicen las mismas verdades de aquellos días. Pero les ha caído encima el castigo de los intransigentes dioses teutones y, por si fueran pocas sus tragedias, dado que con una mano no saben hacer los deberes, les acabamos de cortar la mano derecha. Tenemos ya un pueblo manco de las dos manos al que pedimos que trabaje haciendo encaje de bolillos. Como es natural los bordados son horrorosos y no hay quien venda una pieza: resultado, un país en bancarrota, sin ninguna posibilidad de crecer.

Lo peor de la cosa es que aunque nuestros ilustrados dirigentes aceptaran haberse equivocado y cambiaran de políticas para afrontar la recesión que ya padecemos, me temo que no nos queda suficiente margen de maniobra. Cualquier política poskeynesiana sensata no sería de aplicación, pues, hemos derrochado nuestras reservas para inversiones públicas en los cuantiosos fondos monetarios que ha precisado una banca privada al borde de la quiebra. Y encima ni con esas tenemos un sistema financiero drenado que proporcione créditos a nuestras pymes – el verdadero tejido empresarial europeo -. Asimismo, si optáramos por una reforma fiscal en profundidad como escudo protector de nuestro modelo de Estado del Bienestar, el paulatino desmantelamiento que del mismo ya se está produciendo y los escasos recuedsos que detentan por una crisis larga nuestras clases medias europeas, la harían ineficaz. Por último, ni la innovación, falta de recursos suficientes de mercado, ni la economía social, sin presupuestos públicos de magnitud para sostenerla, nos ofrecen esperanzas de crecimiento a corto plazo.

En el fondo los europeos volvemos a padecer nuestro mal endémico: la desconfianza en nosotros mismos o mejor dicho en el vecino, porque cada uno de nosotros seríamos un pueblo ejemplar si no fuera por pérfidos objetivos del de al lado. La única esperanza que nos queda, en mi humilde parecer, es que instalados todos en la ruina dejemos de tener celos unos de otros y nos demos cuenta que atar o amordazar al deudor de nada sirve para cobrar la deuda. Las deudas hoy ya son de todos los europeos sumidos en recesión y, por ello, las soluciones deben ser de todos y para todos porque ya nadie tiene nada que ganar por el camino que íbamos, ni nada que perder por explorar nuevas sendas. Démosle, pues, la enhorabuena a Merkel por habernos traído hasta aquí y podernos replantear las cosas, y marquemos un nuevo rumbo si es preciso con nuevos timoneles más jóvenes y más aventurados. Algo evidentemente se está empezando a mover cuando 10 jefes de gobierno instigados por CameronMontihan empezado un movimiento rebelde contra los planteamientos de Merkel y Sarkozy y, por otra parte, ambos dos se enfrentan a procesos electorales en los que las encuestas no les auguran resultados victoriosos, el uno de inmediato en abril y la otra el próximo año. Puede que los tiempos de Merkozy estén tocando a su fin.

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Yo Mariano, imperator del PP

Está reescribiendo Mariano Rajoy con su biografía política una libre versión del “Yo Claudio” de Robert Graves, uno de los grandes best sellers del siglo XX.  La historia narra con simpatía la vida de Claudio, cuarto emperador romano, desde su nacimiento hasta que se convierte en emperador, y al hacerlo trata cínicamente la historia de la dinastía Julio-Claudia y el Imperio romano, desde el asesinato deJulio César en el año 44 a.c. hasta el asesinato de Calígula en el año 41 d.c. Se centra en las intrigas familiares (asesinatos, destierros y alianzas) y en cómo el protagonista, Claudio, aparentemente menos dotado, llegó a convertirse en gobernante del Imperio. La novela está narrada en primera persona por el propio Claudio, ya emperador, quien evoca su infancia y juventud. El histórico Claudio fue mantenido alejado de la vida pública por su familia, los Julio-Claudios, hasta su repentina elevación a la edad de 49 años. Esto se debía a diversas incapacidades, incluyendo tartamudeo, cojera y varios tics nerviosos, lo que le hacía aparecer como un deficiente mental a sus parientes. Así fue definido por los eruditos durante la mayor parte de la historia, y Graves usa estas peculiaridades para desarrollar un personaje simpático cuya supervivencia en una dinastía asesina depende de la presunción incorrecta de que es un idiota inofensivo. Vista la trayectoria política y el carácter del presidente del Partido Popular y del Gobierno de España, ¿quién no diría que Rajoy es una moderna versión del emperador Claudio?

Se presentó Mariano Rajoy en Sevilla en el 17º Congreso del PP con los avales de los mejores resultados de la historia del partido en todos los ámbitos territoriales. Tiene más concejales que nunca, gobierna más autonomías que nunca y ostenta la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Para un ejército político – pues así se diseñó por su fundador, Manuel Fraga – como el Partido Popular ¿qué más se le puede pedir a su líder? Y seguro como estaba elpopularis imperator de su reelección por aclamación se dejó llevar por sus sentimientos y realizó una auténtica confesión personal en un discurso que apelaba a la cohesión interna del partido, del “prietas las filas”, con tono ciertamente sectario, como si fuera del partido nada existiera ni fuera relevante. “El partido es lo que importa, lo que nos sostiene, lo que nos unifica, nuestra estructura, nuestra referencia. Y hoy lo necesitamos más que nunca, porque tenemos más cosas en qué pensar, más problemas que resolver, más tareas que coordinar. El partido es nuestro manantial de ideas, nuestra fábrica de proyectos, lo que articula y da coherencia a nuestra política en todos los niveles de la Administración.Y también coherencia moral, porque es de donde emanan nuestras normas de conducta, nuestros valores, nuestro código moral, el que todos compartimos, el que nos identifica como miembros de la misma aventura política.”

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Y respecto a su bagaje como trabajador del partido no dejó lugar a dudas: “Estoy con vosotros desde el año 1977, hace 35 años. He hecho de todo: militante de base, Presidente de Junta Local, presidente de la Junta Provincial de Pontevedra, Secretario General en Galicia, Vicesecretario Electoral Nacional, Vicesecretario de Organización, Secretario General y Presidente del Partido. He recorrido todo el escalafón y sé, por tanto, lo que es un militante de base, y en qué consiste ser concejal, y presidente de diputación, y alto cargo autonómico, y ministro, y vicepresidente del gobierno. Ahora estoy empezando a descubrir en qué consiste ser Presidente de Gobierno (…) Algunos dicen de mí, no sé si como elogio o como crítica, que soy un hombre previsible, que piensa las cosas y que maneja los tiempos. Lo de ser previsible lo tomo como un elogio político, porque significa que conmigo es fácil saber a qué atenerse. Manejar los tiempos me parece una forma elemental de prudencia, pero eso de “pensar las cosas” me choca que se mencione. ¡A qué extremos habremos llegado en España para que esto pueda llamar la atención! Conmigo, desde luego, no temáis que se hagan las cosas sin pensar”. Nuestro particular Claudio, con sus personales tics, sus originales dificultades de dicción, rodeado de sus poderosos cónsules y valerosos centuriones, llegados de todas las legiones desplegadas en todos los rincones del imperio, sacaba a relucir la simplicidad de su via simplicissimus para dirigir a sus huestes de nuevo a la victoria.

Llegó a la dirección del partido Rajoy gracias a la nominación personalista de su antecesor José María Aznar. Le eligió por descarte entre los discípulos que le rodeaban en el PP y en el gobierno. No era aparentemente el más eficaz, a eso le ganaba Rogrigo Rato, no era en apariencia tampoco el más brillante, para eso hubiera tenido a Alberto Ruíz Gallardón – hoy rendido al imperator Mariano como su leal ministro de Justicia – pero probablemente sí era el que podía pasar desapercibido. Esa forma de no hacer ruido, de lidiar los toros políticos como a destiempo, tomando decisiones cuando nadie se entera, le ha convertido en un líder gaseoso, que levita sobre los problemas y le hace posible alcanzar su particular mirvana político: guardar el equilibrio. Dice de sí mismo que su única virtud reside en el sentido común, algo que suele sacar de quicio a amigos y enemigos, a colaboradores y adversarios. La realidad es que heredó un partido hundido en la derrota electoral del 14 de marzo de 2004, tres días después de la masacre terrorista en los trenes de Madrid. Asediado por la división interna y acusado de debilidad por los medios de comunicación editorialmente más cercanos al PP, tuvo que realizar una dolorosa travesía del desierto en la que no faltaron insultos y descréditos de muchos de los suyos, incluido el desaire que le regaló el propio Aznar en el 16º Congreso de Valencia celebrado solo hace cuatro años. Aguantó contra viento y marea, fue alejando a los aznaristas del poder y colocando a su gente en la dirección. Se sentó pacientemente a la puerta del PSOE para ver caer al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero y a todos su alcaldes y presidentes autonómicos con él. Más por errores enfrente que por aciertos propios, le fue llegando el éxito y el poder hasta tirunfar el pasado 20 de noviembre y convertirse en el inquilino de La Moncloa, casi sin querer.

Volviendo al símil de Claudio conviene recordar que su poca actuación en el terreno político que representaba su familia le sirvió para sobrevivir en las distintas conjuras que provocaron la caída de TiberioCalígula. En esta última conjura, los pretorianos que asesinaron a su sobrino lo encontraron tras una cortina, donde se había escondido creyendo que lo iban a matar. Tras la muerte de Calígula, Claudio era el único hombre adulto de su familia. Este motivo, junto a su aparente debilidad y su inexperiencia política, hicieron que la guardia pretoriana lo proclamara emperador, pensando tal vez que sería un títere fácil de controlar. Pese a sus taras físicas, su falta de experiencia política y que lo considerasen tonto y padeciera complejos de inferioridad por causa de burlas desde su niñez y estigmatizado por su propia madre, Claudio fue un brillante estudiante, gobernante y estratega militar, además de ser querido por el pueblo y ser el hombre más poderoso del mundo conocido. Su gobierno fue de gran prosperidad en la administración y en el terreno militar. Durante su reinado, las fronteras del Imperio romano se expandieron, produciéndose la conquista de Britania. El emperador se tomó un interés personal en el Derecho, presidiendo juicios públicos y llegando a promulgar veinte edictos al día.

Rajoy ha demostrado su habilidad para dirigir al partido a la victoria en todos los terrenos – municipal, autonómico y estatal -, políticamente ha acabado con su enemigo anterior, interior y exterior. Es un gran jefe militar de “lo político” capaz de sobrevivir en la jungla partidista sin mudar el gesto. Ahora ya ha sido entronizado como emperador de los suyos. Pero le ha llegado la hora de la verdad, la de gobernar a todos, la de enfrentarse a los verdaderos problemas de los ciudadanos, la gran asignatura de la Política, con mayúsculas la del arte de hacer posible lo imposible. Y lo debe hacer en el escenario de la mayor complejidad que hemos vivido en nuestra reciente historia. Convendría por ello que olvide su capacidad militar para desde la decisión civil tratar de solventar la difícil situación que viven millones personas y familias asoladas por el paro. Conviene que salga de su bunker pepero y se dé una vuelta por las calles cada vez más pobladas de mendigos y por los hospitales o las escuelas cada vez más empobrecidas en sus recursos. Sería muy de agradecer que además de haber logrado el reconocimiento de los suyos en un ejercicio de autobombo, pompa y circunstancia endogámica, sirviera para preservar el Estado del Bienestar que entre todos hemos hecho posible y que la especulación devoradora de unos pocos, con la complicidad de la clase política gobernante, se está llevando por delante. En fin, sería todo un detalle que además de imperator del PP, Mariano Rajoy Brey se dedicara algún día a gobernar pensando en la gente, en toda la gente, sea de aquí o de allá, piense en azul o en rojo, hable una lengua u otra. En esa estación término aún le seguimos esperando. No sea que nos obligue a recitarle cada cierto tiempo, como nos sucedió con sus antecesores:  ¡oh, César, recuerda que eres mortal!

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La reforma laboral española “modélica y valiente”… para Merkel y ¿para los españoles?

Conviene recordar, para aquellos que claman sistemáticamente por una mayor flexibilidad del mercado de trabajo como si de la panacea universal se tratara, que una reforma laboral no crea empleo y si acaso su función es proporcionar condiciones para que contratar sea posible. Son el crecimiento, la demanda interna, la capacidad exportadora, la productividad o la competitividad de una economía las verdaderas claves del incremento de ventas y de beneficios que lleva aparejada la contratación de personal en las empresas. Por tanto, de entrada llama la atención el empecinamiento de los gobiernos españoles y de las autoridades europeas en apresurarse a plantear una “agresiva” – en palabras del ministro de Economía Luis de Guindos – cuando las reformas estructurales, antiespeculativas y de lucha contra el fraude fiscal aún ni siquiera han empezado a enunciarse. Acometer parcialmente reformas sin poner el énfasis en el cambio del modelo productivo solo puede deberse a un intento de calmar a los socios comunitarios, especialmente, a la todopoderosa canciller Merkel o para satisfacer las necesidades de las grandes empresas. Ninguno de los dos motivos justifica la extrema urgencia de una reforma que llega apenas un año después de la realizada por el gobierno de Rodríguez Zapatero y que tan escaso éxito, por no decir nulo, ha tenido.

Realizada la crítica anterior, no es óbice para reconocer las causas objetivas que hacen necesaria una reforma del marco legal del mercado laboral en España. La principal tiene un rostro muy concreto, la generación perdida de jóvenes que se están viendo obligados a emigrar ante la imposibilidad manifiesta de encontrar trabajo. Con más del 40% de la tasa de paro juvenil España es el país de Europa líder en esta estremecedora estadística. Duplica la media de paro de la Unión Europa en menores de 25 años, es decir, en personas que acaban sus estudios universitarios, jóvenes que han realizado formación profesional o lo que es más grave, los “ni-ni”, aquellos que ni estudian, ni trabajan. El futuro que deben representar está más que cuestionado y sus expectativas para los años venideros no parecen ser mejores. Ante este drama generacional y colectivo de nuestra sociedad, solo cabe conceder el valor que le corresponde a un puesto de trabajo. Si los legisladores fueran capaces de convencer a los trabajadores de la riqueza infinita que hoy en día supone poder trabajar cuando el empleo se ha convertido en un bien tan escaso, probablemente cambiarían las mentalidades de quienes acuden a su lugar de trabajo mecánicamente para cubrir una jornada laboral y cobrar un sueldo a fin de mes. Esa transformación de la cultura del trabajo tendría mucho que ver con la relación empresa – trabajadores, pasando de un criterio de conflicto a uno cooperativo, diseñado desde el reconocimiento de ambas partes de que la negociación colectiva actual está obsoleta. La capacidad de innovación o la eficiencia en el uso de los recursos en una empresa está directamente relacionada con el clima laboral de la misma. De ahí que resulte imprescindible que cada cual se conciencia para buscar los niveles de excelencia lógicamente exigibles en su nivel de responsabilidad. La verdadera reforma laboral empieza por uno mismo, empieza porque empresarios y trabajadores se pregunten si están haciendo todo lo posible para trabajar mejor, para crear más riqueza y desarrollar el negocio.

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España es uno de los países europeos que más reformas laborales ha acometido en la última década. La reforma de la reforma de la reforma ha concebido un mercado laboral español que lleva demasiadas legislaciones yuxtapuestas sin encontrar un camino estable para el mercado de trabajo. Y es así precisamente porque el foco no se ha puesto en el verdadero problema. Los tecnicismos contractuales se han impuesto a las visiones estratégicas, se han cambiado fórmulas contractuales una y otra vez tratando de ajustarlos a las situaciones del mercado, sin entrar de lleno en los procesos formativos y en los esquemas organizativos que afectan a los niveles de productividad y, por ende, de competitividad en su entorno de mercado. Esas reformas estructurales que tienen más que ver con la forma de trabajar española, que huye del concepto colaborativo y que desprecia la colaboración en cluster empresarial, son las que desde hace años se hacen imprescindibles para crear empleo sostenible. Seguimos poniendo el ojo y la bala en el despido, como si abaratarlo fuera la única manera de convencer a un empresario de que contrate. Una cosa es que el sistema drene, es decir, que permita la entrada fluida de trabajadores en él y otro que lo convirtamos en la bañera que tratamos de llenar y a la que no ponemos tapón.

En todo caso, ya que nos han cocinado un plato de comida rápida, otra reforma laboral express, me aventura a comentar las principales medidas de la misma:

Condiciones de despido no objetivo, es decir, improcedente: la indemnización pasa de 45  a 33 días por año trabajado y su tope de 42 a 24 mensualidades. No es retroactivo, esto es, computa dualmente. La antigüedad anterior a la reforma se contabilizara sobre 45 días y 42 mensualidades y la que surja a partir de ahora sobre 33 días y 24 mensualidades. Dadas las actuales circunstancias económicas, podría calificarse como el mal menor que los trabajadores estarían dispuestos a aceptar, mientras que a los empresarios les parecería si fuera la medida principal de la reforma, insuficiente a todas luces. Por tanto, no produce ni frío, ni calor a los actores del mercado laboral.

Condiciones de despido por causas objetivas: 20 días por año trabajado y la justificación para su aplicación por parte de las empresas no será otra que poder demostrar la bajada de ingresos o pérdidas en los últimos 9 meses del ejercicio. Sin paliativos y si en el trámite parlamentario no se establecen severos mecanismos de control, esta medida es un auténtico coladero para fraudes y despidos masivos. Permitiría cambiar trabajadores caros de mediana edad (entre 45 y 60 años) por jóvenes mileuristas. A ella se añade la capacidad que se les concede a las empresas para llevar a cabo un ERE – Expediente de Regulación de Empleo – sin necesidad de contar con la autorización administrativa. Un traje a la medida para las grandes compañías y que extienden además a las empresas públicas.

Cambio de condiciones de trabajo: se conceden amplísimos poderes a las empresas para cambiar las condiciones en que un trabajador ejerce su labor tanto por causas organizativas, de producción… en suma, de todo lo que el empresario estime oportuno. Cambiar horarios, ubicación o puesto, supone alterar radicalmente la vida de una persona y eso viola claramente los más mínimos derechos de los trabajadores.

Contrato de emprendedores: se establecen subvenciones y bonificaciones para fomentar el empleo joven. Volvemos a caer en la trampa de crear empleo no por necesidad del mercado sino por convertir en un negocio el contratar.

Temporalidad: se impide la concatenación de contratos temporales buscando el fomento de la contratación indefinida. Nada que objetar si no fuera porque la realidad actual del crecimiento de nuestra economía hace imposible a los empresarios planificar su masa laboral sobre contratos indefinidos, más bien requieren ligarlo a la demanda o su capacidad de venta o de realizar proyectos.

Podemos concluir que si la reforma se aborda por los agentes sociales, especialmente los empresarios, por su lado más “agresivo”, se logrará el abaratamiento del despido que favorece a las grandes empresas que podrán cambiar empleados “caros” maduros, por jóvenes a bajo coste. Habremos aumentado el paro y además, lo habremos hecho en su segmento de población más sensible, clases medias que soportan la protección familiar de sus mayores con bajas pensiones y de sus hijos sin empleo. A corto un absoluto desastre y a largo una apuesta sin garantías de éxito, ni de ofrecer una perspectiva ilusionante a nuestros jóvenes. Para Merkel una reforma “modélica y valiente”, seguramente porque no afecta a sus trabajadores alemanes y para los españoles un motivo más de preocupación. Enfrente una oposición política disminuida, unos sindicatos sin apenas credibilidad social y unos ciudadanos atemorizados.

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Al borde del éxodo, el último acto de la tragedia griega

Europa lleva casi dos años asistiendo al drama de Grecia, de su bancarrota, de su primer rescate, de sus baldíos intentos de ajustes y recortes, de sus huelgas generales, de su larvado estallido social, de su segundo rescate y, finalmente, o al menos así parece, a la decisión final de si se quedan o se van de la eurozona y, porqué no, de la Unión Europea. El problema de la decisión que finalmente adopte el eurogrupo no es otro tan egoísta como el posible contagio que producirá en el resto de Estados del euro que se encuentran en dificultades – Irlanda yPortugal, ya rescatados, EspañaItalia con elevados déficits y altas primas de riesgo en su deuda pública -. Del sufrimiento al que se está sometiendo a base de medidas de empobrecimiento de las rentas familiares y de desmantelamiento de la asistencia social a los griegos, de eso ya ni hablamos. A nadie o casi nadie en Bruselas les importa la suerte a que abandonamos a más de 11 millones de habitantes, al territorio que en su día alumbró la cultura y la civilización clásica y, en la actualidad, a un enclave geopolíticamente crucial en el escenario mediterráneo y, por ello, en la relación con Turquía y Oriente Medio. Así de pacatos y cortoplacistas se han vuelto nuestros políticos obsesionados por el vil metal.

Es Grecia presa de su propia paradoja. Allí se creo la tragedia griega que hoy en forma de pesadilla irónica viven sin máscaras, ni teatros, en plena calle. De ahí que me permita la licencia de recordar que la tragedia helena está estructurada siguiendo un esquema rígido, cuyas formas se pueden definir con precisión. Se inicia generalmente con un prólogo, que según Aristóteles es lo que antecede a la entrada del coro. Las características generales son que se da la ubicación temporal y se une el pasado del héroe con el presente, pueden participar hasta tres actores, pero sólo hablan dos y el otro interviene o puede recitar un monólogo. Se informa al espectador del porqué del castigo que va a recibir el héroe y en esta parte no interviene el coro. Verdad que nos suena: el héroe el pueblo greigo, dos actores, MerkelSarzoky, con el monólogo de la Canciller, con el coro del eurogrupo. El castigo se anunció tras el primer rescate. Prosigue lapárados, que son cantos a cargo del coro durante su entrada en la «orchestra». En esta parte se realiza un canto lítico, donde se dan danzas de avance y retroceso. En la realidad que vivimos, se escenificó con las primeras huelgas y violencia en las calles de Atenas, mientras su clase política trataba de dar pasos hacia adelante y hacia atrás sin alcanzar acuerdos.

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Luego comienzan los episodios que pueden ser hasta cinco. En ellos hay diálogo entre el coro y los personajes o entre personajes; es la parte más importante por ser la dramática por excelencia y expresa el pensamiento e ideas del personaje. Entre los episodios se hallan los estásimos, que son intervenciones del coro en las que se expresan las ideas políticas, filosóficas, religiosas o morales del autor. Aquí nos encontramos tras dimitir Papandreu y forzar la UE un gobierno de coalición presidido por el tecnócrata Lukas Papademos. Por último, el éxodo es la parte final de la tragedia, hay cantos líricos y dramáticos; el héroe reconoce su error. A veces es castigado con la muerte por los dioses y es allí donde aparece la enseñanza moral. A punto estamos de dictar esta trágica sentencia contra el pueblo griego y con ello condenarnos eternamente a la derrota del proyecto europeísta.

Volviendo a la cruda situación conviene analizar qué está exigiendo la troika de acreedores –Comisión EuropeaFMIBCE – al gobierno griego. El acuerdo sobre Grecia se basa en tres pilares. El compromiso de nuevos ajustes sociales por parte del Gobierno y los partidos políticos griegos, un acuerdo con la banca por el que acepte unas pérdidas o quita de la deuda de hasta el 70% de su inversión en Grecia y la aceptación por parte de la UE y el FMI de conceder un segundo paquete de ayudas que podría oscilar entre 130.000 y 145.000 millones de euros. El capítulo de recortes es especialmente traumático para un país que empieza su quinto año de recesión y que está cada vez más próximo a la explosión social. Los ajustes que se debaten ahora, muchos de los cuales son compromisos anteriores no aplicados aún, incluyen una reducción de gastos sanitarios de 1.100 millones; recortes en Defensa y en la Administración local, de 400 millones en cada caso; reducción del salario mínimo en 22% (pasaría de 750 euros brutos a 586 en 14 pagas), reducciones del 15% en las pensiones complementarias y aplicación del acuerdo anterior de eliminar 15.000 empleos del sector público.

La encrucijada a la que se está sometiendo a Grecia es tan simple como quedarse en el euro para sufrir décadas de pobreza e inestabilidad social o salirse y pasar a ser los parias de la Unión. Además, desde el punto de vista jurídico comunitario, no está regulada la salida del un miembro del euro, mientras que sí lo está cuando se sale Unión Europea, por lo que la caída de Grecia podría suponer que el Estado heleno se viera expulsado del club europeo. Hecho que podría convertirle en un oscuro objeto de deseo de potencias hostiles a los intereses europeos, dado el caos social que produciría quedarse en tierra de nadie en el escenario internacional.

El éxodo griego, de producirse, tendrá indudables efectos sobre la imagen de la Unión Europea y su ya tocada credibilidad en los mercados financieros. Así lo reconocía el ministro de Economía español Luis de Guindos al manifestar que «si Grecia va a la quiebra, puede haber contagio». El temido efecto dominó sobre países con sus cuentas públicas cuestionadas alarga su sombra sobre el continente. De ahí que todos debamos ser muy conscientes de la trascendencia de cualquier decisión que se tome sobre Grecia porque del final de la tragedia griega depende en gran medida el futuro de Europa.

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El PSOE se sube a la patera para su travesía del desierto

Supongo que la tarea que les correspondió a los delegados territoriales del Partido Socialistaen su 38º Congreso no resultó nada fácil. Elegir secretario general como el mal menor cuando todo o prácticamente todo se ha perdido – en los ayuntamientos, en las Comunidades Autónomas y en el Estado – es como optar entre morir por eutanasia o con cuidados paliativos. Y no quiero parecer tremendista, pero es evidente que las dos opciones que se presentaron, por mucho esfuerzo que quisieran hacer formal, eran dos caras de la misma moneda: lo malo o lo peor. Alfredo Pérez Rubalcaba se presentaba acreditado por una amplia experiencia de gestión en los gobiernos de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero, pero con la losa a sus espaldas de la derrota el pasado 20 de noviembre, la más sonada de la historia socialista. Frente a él, Carmen Chacón – otrora Carme cuando era catalana del Partit dels Socialistes de Catalunya – una incógnita a futuro pero heredera también del derrotado zapaterismo, del que es imposible dudar que es hija predilecta.

Con una oferta así, no es de extrañar lo ajustado del resultado, la tensión vivida en los días anteriores y los temblores de piernas que muchos compromisarios socialistas debieron sentir al meter la papeleta en la urna entre fortísimas medidas de seguridad para evitar pucherazos. El miedo se adueñó del sevillano hotel Renacimiento – el nombre del escenario no se escoge con más guasa ni a posta – y entre acusaciones mutuas de coacciones y juego sucio, llegaron los discursos de los candidatos dejando claras las intenciones de ambos. Rubalcaba ofrecía un tránsito lo más seguro posible para travesía del desierto y Chacón pretendía, sin perder un segundo, poner rumbo a la tierra prometida cruzando desiertos y montañas hasta llegar al oasis y degustar el ansiado maná del poder. Uno garantizaba flotar una patera para cruzar el estrecho que separa la muerte segura de un partido bajo mínimos en cuotas de cargos electos y la otra una expedición en galeras por mares desconocidos y horizontes lejanos en pos de tesoros de incalculable valor pero de ubicación incierta. Y como era natural, en un ejército diezmado y derrotado, triunfó la triste realidad de Alfredo Pérez Rubalcaba ante la onírica y volátil figura de Carmen Chacón.

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De ideas para qué hablar, cuando lo que toca es poner al mando a las personas que dirijan el naufragio. Entregados a la cita latina – Primum vivere deinde philosophari -, los socialistas han decidido primero vivir y luego filosofar. Tienen primero que reconstruir el partido federación a federación de un partido con un ERE en marcha dado el alto número de cargos que han perdido su cargo y con ello su puesto de trabajo. Tienen que recoser cada girón que en los territorios ha supuesto un enfrentamiento cainita entre dos bandos alineados a muerte cada uno con su candidato a secretario general.  O mejor dicho, los vencedores aplicarán su concepto de integración cortando a cuchillo la cabeza de los derrotados que es como se suelen debatir las diferencias personales en el seno de los partidos políticos.

Por delante tres años – hasta las próximas elecciones municipales y autonómicas – para recuperar el crédito perdido en la sociedad española, el apoyo dilapidado por no reconocer primero la gravedad de la crisis y después en un giro copernicano de sus políticas, aplicar las recetas más duras y ortodoxas del centro derecho europeo. En ese difícil navegar de la patera en las turbulentas y frías aguas del estrecho, en algún momento tendrán que reparar en la necesidad de lanzar una propuesta socialdemócrata y europeísta, desde un pensamiento renovado, capaz de afrontar los retos de la globalización y el diálogo con Estados emergentes que claman por su derecho a ser protagonistas en la toma de decisiones del mundo. Algún día, mejor pronto que tarde, deberían pensar en salir de las posiciones meramente defensivas del Estado del bienestar, para hacer una ofensiva de conquista de derechos, recuperando el discurso tradicional de la izquierda europea de trabajar por el progreso sin mirar al retrovisor. Deberían ponerse a la labor de ser alternativa, aunque solo sea porque deberían recordar que no solo de pan vive el hombre, si es que aún quieren ser útiles a la sociedad y no seguir siendo un mero centro de colocaciones plagado de nepotismo.

Además tendrán la responsabilidad de ser el principal partido de la oposición al recién nacido gobierno del Partido Popular. Eso para bien y para mal, es decir, para alcanzar acuerdos en cuestiones de Estado – que suelen interpretar como sinónimo de apaño – y para fiscalizar con contundencia la acción del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Y no sé la verdad si la patera y sus tripulantes darán a basto a tanta tarea como tienen por delante o caerán exhaustos por la borda antes de pisar tierra. De momento hay que reconocer que han optado por la vía más realista que se les ofrecía, lo cual dice mucho de su capacidad de supervivencia que avalan los más de 130 años de existencia del partido contra viento y marea, dentro y fuera del mismo. No tienen un líder indiscutible, ni ilusionante. Rubalcaba es un dirigente para los tiempos que corren, para tratar de evitar un naufragio en medio de una tempestad. Ni nada más, ni nada menos.

Con todo le queda el reto de no ensimismarse en la turbulencia del oleaje, tratando de buscar un horizonte cierto para cuando la tormenta amaine. Porque por mucho que sus problemas internos le ocupen gran parte de su trabajo, fuera seguirá habiendo un Estado plurinacional que demanda nuevas fórmulas de convivencia con legítimas reivindicaciones de pueblos con identidad, realidad económica y culturas propias. Fuera seguirá habiendo una sociedad que anhela soluciones a sus demandas de quienes dicen representarles. Porque como nos cantó Serrat,

Detrás de los héroes y de los titanes,
detrás de las gestas de la humanidad
y de las medallas de los generales.
Detrás de la Estatua de la Libertad.

Detrás de los himnos y de las banderas.
Detrás de la hoguera de la Inquisición.
Detrás de las cifras y de los rascacielos.
Detrás de los anuncios de neón.

Detrás, está la gente
con sus pequeños temas,
sus pequeños problemas
y sus pequeños amores.

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El Gobierno Rajoy o el Ejecutivo naftalino

Tiene el gobierno Rajoy una edad media de 55 años, es decir, según se mire es un equipo de veteranos experimentados o un grupo de viejos carcas. Es evidente que los años de vida son una medida relativa, porque el enfoque con que afrontas problemas y oportunidades depende de cómo se han vivido y de cómo se está dispuesto a vivir los años que te quedan. Conozco jóvenes anímicamente avejentados y personas mayores irreductiblemente juveniles. Sin embargo, un hecho es cierto: tras décadas en que primó la juventud de los gobernantes en La Moncloa – así ocurrió con la llegada de Felipe González, después con Aznar y, sobre todo, con Zapatero – ahora Rajoy ha impuesto la moda “retro”.  Muchos de sus ministros son casi sexagenarios y fueron altos cargos o miembros de los gobiernos aznaristas, hace ya más de 10 años. Se me antoja que tienen demasiadas referencias al pasado, que sus análisis se basan más en la experiencia vivida que en la prospectiva de futuro. Conducir mirando al retrovisor es una práctica imprescindible cuando se pretende adelantar pero puede desviar en exceso la atención de la carretera y de la trazada más conveniente en una curva peligrosa. Y me temo que la tremenda crisis económica que atravesamos requiere más destreza con la mirada puesta hacia adelante que estar preocupados por lo que hemos dejado atrás.

En este primer mes de gobierno, los ministros de Rajoy han acudido en fila india al Congreso de los Diputados a exponer sus principales proyectos para la legislatura, curiosamente a excepción hecha aún del titular de Economía, Luis deGuindos que lo hará el próximo 7 de febrero, como si necesitara más tiempo para aclarar las ideas cuando la suya es la máxima responsabilidad del Ejecutivo. Del roll show de los ministros nos han quedado un rosario de reformas legislativas cuya parte más novedosa consiste en la componente remake de regreso al pasado. La mayoría han elegido como arcadia política, los primeros años de las década de los 80, cuando muchos de ellos eran unos rebeldes veinteañeros de centro derecha que vestían abrigo loden y trataban de ligar por la madrileña calle Serrano. Supongo que el recuerdo de aquellos joviales años les retrotrae a idílicos paisajes sociales de una España que aún era en gran medida el reflejo de una dictadura y que también estaba lejos de su incorporación a Europa. Una libre versión de las coplas de Jorge Manrique y de “como a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”.

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A saber la crónica de la regresión la inició precisamente la vicepresidente SorayaSáenz de Santamaría, una de los miembros más jóvenes del Gobierno que, sin embargo, hizo gala de sentirse contagiada de la moda centrista reformista. De forma sorpresiva anunció la reforma de la Ley del Consejo General del Poder Judicial, por medio de la cual actualmente los consejeros son elegidos por los jueces y por los miembros del parlamento. Su propuesta: volver a antes de 1985 y que todos los miembros del Consejo los elijan los jueces. La razón argumentada: la justicia está muy politizada, como si el PP no se hubiera aprovechado de la circunstancia y como si las asociaciones de jueces fueran independientes de la política y si tuvieran más capacidad de representación de la que tienen los partidos políticos. Le siguió el turno el ex alcalde de Madrid y flamante ministro de Justicia, Alberto Ruíz Gallardón y a él le correspondió el principal desfile de modelos retro del Ejecutivo. Primero con la insinuación de una revisión de penas para delitos especiales convertibles en cadenas perpetuas, medida que obliga a esforzar más si cabe la memoria, pues, nos sitúa en tiempos de la dictadura franquista – veremos como salva la constitucionalidad de tal ocurrencia -. De similar corte el anuncio de la introducción de una tasa para ejercer el recurso en segunda instancia, de tal forma que consagra el principio de la justicia para el que se la paga o se la puede pagar. Y cómo no, la guinda de su comparecencia no podía faltar la reforma de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, devolviéndonos a los supuestos y no a los plazos, otra situación anterior a 1985.

Después llegó el titular de Educación, José Ignacio Wert para poner el reloj de las escuelas en hora, en la hora del Partido Popular. Confirmó lo ya anunciado por el presidente en su discurso de investidura en su deseo de añadir un año más de bachillerato a los alumnos de enseñanza secundaria. Volvemos a los tiempos del PREU del bachillerato clásico, es decir, a la educación modelo UCD, anterior a la reforma de José María Maravall, el primer ministro socialista de Educación de Felipe González. A él debemos la LODE, Ley Orgánica del Derecho a la Educación que universalizó la gratuidad de la misma. Y para no incumplir el programa electoral de los populares, el ministro Wert anunció la desaparición de la asignatura inventada por Zapatero, Educación para la Ciudadanía, que apenas va a durar cinco cursos. Según el ministro las clases impartidas han servido para ejercer el adoctrinamiento político de los chavales. Será que el nacionalcatolicismo en el que fueron educados todos los ministros de Rajoy era aséptico y neutral o será que en los colegios concertados católicos no se imparte doctrina alguna.

El postre de las comparecencias regresivas lo ha puesto la ministra de Sanidad, Ana Mato, cuyo anuncio de llevar a cabo una ley de Servicios Básicos lo dice todo. Básico es sinónimo de mínimo, por lo que podemos temernos que el Estado va a establecer los umbrales de una atención sanitaria y la Comunidad Autónoma que quiera mejorar sus prestaciones que se la pague, una vez más si puede. Podría decirse que el Gobierno se declara en huelga de salud y nos declarará los servicios mínimos a prestar. Lo del copago de momento que ni que sí, no que no, queda para próximas citas según se pongan de feas las cuentas públicas de cara a los presupuestos que deberán aprobarse en primavera. Y para no perder la costumbre de sus antecesores en sus comparecencias, cumplió otro compromiso programático de derogar medidas llevadas a cabo por el gobierno Zapatero. En este caso respecto a la dispensación de la píldora del día después. Según la ministra se han encargado un informe sobre los resultados desde su implantación y conforme a los datos que aporte se decidirá si se mantendrá la libre dispensación o se requerirá la receta médica. En una palabra, que como todos sabemos uno encarga el informe para que diga lo que el que paga espera y, por tanto, cualquier madrugada de amor juvenil desenfrenado deberá acabar en urgencias para que un médico de guardia extienda una receta.

Tanta conmemoración de tiempos pretéritos, sin ser baladí, tendría escasa relevancia si en la materia que protagoniza el drama de la crisis, el empleo, hubiera sido abordado ya con medidas de fomento de la actividad económica. Sabemos ya que el proceso de marcha atrás en el tiempo incluye también pérdida de derechos, de prestaciones del Estado del bienestar y subida de impuestos. De lo que no tenemos ni idea es de cómo el gobierno piensa reducir la espantosa cifra de 5.300.000 parados que también nos trae recuerdos de principios de los 80, de una economía escasamente internacionalizada, desmantelando industrias, con la banca en quiebra, inflación desatada, con más de tres millones de parados y tasas de desempleo superiores al 20%. Volvemos a donde estábamos en una especie de viaje a ninguna parte, sin un liderazgo capaz de poner la vista en el horizonte y tomar el rumbo del crecimiento. El olor a naftalina que inunda las primeras decisiones del Ejecutivo Rajoy nos retrotrae 30 años atrás en un somnoliento ejercicio del día de la marmota. Seguiremos esperando una brizna de frescura y de valentía para encarar el futuro, aunque cada vez esté más convencido de que los vientos que vienen de Madrid como los de Dinamarca huelen a podrido.

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