Cuentos chinos

La serpiente informativa de verano de este año ha venido en forma de crisis bursátil china. Paradojas de la globalización que transmite temores a los mercados internacionales desde un parqué bursátil de una economía planificada comunista. Este mundo de contradicciones que convierte en segunda economía mundial a China, el capitalismo colectivizado que mientras trata de sacar de la pobreza a miles de millones de chinos, hace archimillonarios a cientos de millones de ellos. Sabido es que el dinero es lo más cobarde que pisa la tierra, probablemente por la necesidad de dar espíritu de conservación a un material tan perecedero como convencional, pues, las tumbas de los faraones atestiguan lo inútil de enterrarse rodeado de oro. Sin embargo, la realidad atestigua que el pánico es consustancial a los movimientos compulsivos de compra venta de valores. De ahí,  que convenga analizar con sosiego lo que en torno a la economía china está sucediendo. Y mi principal inspirador en esta materia es el colega periodista argentino afincado en Miami, Andrés Oppenheimer, autor hace unos años del libro “Cuentos chinos”, verdadero compendio de antecedentes de lo que acontece en el Lejano Oriente – por cierto recomiendo también su último libro “Crear o morir”, sobre las claves de la innovación -.

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Cuando uno quiere saber la verdadera trascendencia de un problema económico, yo siempre recomiendo preguntarse sobre la estructura económica en la que se mueve. China hoy se ha convertido en un elemento de enorme complejidad tanto por su estructura económica, como por lo que representa en la estructura económica mundial.  Convertida en la gran fábrica de producción de bienes de consumo mundial, la exportación es el gran mantra chino, dado que su capacidad productiva es inversamente proporcional a la capacidad de compra de su población.  El gigante chino, pues, necesita niveles de crecimiento sostenidos por encima de 2% en los países de la OCDE para mantener su maquinaria de producción exportadora al tono que precisa su PIB para tratar de sacar a los chinos de los actuales 7.500 dólares anuales (el nivel de renta de Botsuana). Pensar que China puede en la actualidad y a medio plazo cubrir sus déficits exportadores con consumo interno es absolutamente irreal. Por tanto, para China es básico que EE.UU. y la Unión Europea salgan definitivamente de la recesión y generen mayores demandas de productos de consumo.

De fondo, China tiene un problema mayor estructural, su enorme déficit energético, que le obliga a depender del precio del petróleo y a generar en su suelo centrales nucleares, una tras otra a toda velocidad, con el riesgo que comporta para la seguridad. Para la industria china, la aportación de las renovables es insignificante y resulta impensable que como ha logrado  EE.UU. el fracking, la eólica o la solar generen cuotas de energía significativas en China. A ello se añade el problema del impacto de la industria china en el planeta como principal agente contaminante mundial. Sus sistemas de producción, como sucede también en el ámbito de los derechos laborales, distan mucho de los empleados en el mundo desarrollado – basta con tomar nota de los últimos accidentes en sus plantas químicas, saldados con cientos de víctimas -. El desafío de sostenibilidad universal que representa el cambio climático es inabordable con los métodos y ritmos de producción chinos, no solo por ellos mismos, si no por el efecto contagio que produce en el resto de países emergentes. A China no le queda otro remedio que asumir los patrones de comportamiento de EE.UU. y de la UE, si quiere ser un jugador de primera en el contexto mundial, pero hoy por hoy eso supondría un coste en desaceleración de su economía impagable.

En gran medida, esta guerra de modelos que se está librando entre las tres grandes economías mundiales (EE.UU., UE y China), tiene su centro en la batalla monetaria. Las actuaciones de Mario Draghi al frente del BCE y las medidas de Unión Bancaria adoptadas a lo largo de la crisis por la Unión, han configurado un nuevo orden monetario mundial, donde el dólar y el euro, cercanos ya a una paridad cero, se intercambian el papel de moneda refugio o de moneda idónea para la exportación, según los vaivenes del mercado cambiario. Sin embargo, el yuan se comporta en este contexto como una moneda inexistente, y China pese a sus controles y disciplina económica marcada desde el Partido Comunista, vive en la imposibilidad de hacer efectiva una política cambiaria y monetaria efectiva. En fin, su dependencia de la capacidad de venta de sus productos fuera, su déficit crónico energético y la inexistencia de una moneda de referencia, convierten a China en un gigante con pies de barro, que a fuerza de tratar de caminar por el lodo, arrastra ya sus rodillas por el fango.

Esta situación que tanto Washington como Bruselas creen tener controlada, no está libre de riesgos de considerable gravedad. La principal es la reacción que las autoridades chinas tengan ante la vuelta de tuerca de controles de exportación a sus productos que los grandes mercados les impongan. Como telón de fondo nada más y nada menos que la negociación del Tratado de Libre Comercio entre EE.UU. y la UE que puede significar ante terceros el mayor bunker de productos y de patentes del mundo. Ambas áreas pueden mostrarse al mundo autosuficientes lo que significaría la ruina para China. En este panorama hasta la fecha los mandatarios chinos han optado por aplicar grandes dosis de pragmatismo y paciencia, sabedores de sus debilidades. Sin embargo, dados como son a la aplicación de políticas keynesianas como conversos desde el comunismo al capitalismo internacionalizado, podrían copiar el modelo estadounidense de gasto desmedido militar y de desproporcionadas tasas de déficit público. Si los chinos deciden dar a la máquina de hacer dinero sin pensar en las consecuencias globales de su decisión podrían estar abocándonos a todos a un desastre en cadena. De ello de momento, también nos libra que su inflación parece estar razonablemente controlada.

Deberíamos, pues, ser todos más conscientes de lo que nos jugamos en esta guerra de posiciones con China. No asumir que su papel en la economía mundial es ya y será determinante es no querer entender el mundo en que nos movemos. Pero también conviene salir de la ensoñación a que a muchos ha sometido el gigante por su dimensión y exponer claramente los cuentos chinos que han sido más fruto de intereses exteriores que de los propios mandatarios chinos, de natural herméticos, pero que nunca han alardeado en exceso de sus fortalezas. Si no son conscientes de la necesidad imperiosa que tiene de aportar investigación e innovación a sus productos, generando más patentes y desarrollando centros de enseñanza de vanguardia, China no saldrá de su laberinto exportador del segmento bajo de bienes de consumo. Toca negociar el nuevo estatus de China en la economía global, tenemos que sentarnos con los dirigentes chinos y hacerles ver que nadie pretende frenar su legítimo crecimiento y el progreso de una población que merece vivir, como todas las personas, en los estándares de bienestar occidentales. Y eso tiene mucho que ver con la colaboración mutua, pero también con los cambios que necesariamente deben producirse en China, empezando por la democratización y el respecto pleno de los derechos humanos, la transparencia de sus procesos económicos y regulatorios o las normas de seguridad en el trabajo. Dejémonos, por tanto, de cuentos chinos y bajemos todos a la realidad de este mundo global que nos obliga a la economía colaborativa más que a la meramente competitiva.

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Algunas verdades griegas

Conocer el desenlace final de la tragedia griega solo está al alcance de su autor. De ahí que pretender predecir a dónde nos llevará la convocatoria del referéndum del próximo domingo 5 de julio en Grecia, se me presume cuanto menos osado, algo bastante alejado de mis múltiples defectos. Pero sí creo que las declaraciones apocalípticas que estos días escuchamos por parte de unos y de otros, con visiones tan antagónicas como maniqueas, conviene sosegar el debate poniendo encima de la mesa una serie de verdades poco cuestionables sobre el pasado, presente y futuro cierto de Grecia y su transitar por la zona euro.

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Por tanto, con un carácter atípico de lo que suelen ser mis pesados posts, aquí os dejo algunos datos y hechos que por simples pueden arrojar algo de luz sobre el laberinto griego:

  • Los Gobiernos del resto de Estados de la eurozona y, por extensión, de la Unión Europea, que no comparten aprobar una quita o restructuración de la deuda griega, son tan democráticos y legítimos como el gobierno deSyriza y representan a más de 500 millones de ciudadanos, frente a los 11 millones que pueblan el territorio heleno.
  • Grecia solicitó voluntariamente su ingreso en el euro y fue firmado por su tan legítimo gobierno de entonces como el de ahora y ratificado por el Parlamento de Atenas. Similar trámite se siguió con el Tratado de Lisboa que rige actualmente la relación de los Estados miembros de la UE. En este sentido, nadie ha obligado antidemocráticamente a nada a Grecia.
  • La deuda de Grecia asciende a 550.000 millones de euros, lo que supone una deuda per cápita de 50.000 euros, es decir, cada griego debe esa cantidad a los distintos acreedores de su país. Eso en un país donde la renta per cápita media al año se sitúa actualmente en los 25.000 euros. Es decir, la deuda griega todo el mundo sabe que es impagable, lo que no quiere significa que pueda ser condonada.
  • Los acreedores actuales son por este orden, 141.100 millones al Fondo Europeo de Rescate, 27.000 millones al BCE, 25.000 millones al FMI. También hay créditos bilaterales (52.800 millones), bonos (67.500 millones), letras del tesoro (15.000 millones) y otras vías de financiación (13.000 millones). Por tanto, Grecia fundamentalmente debe al resto de los ciudadanos europeos, no ya a sus bancos, ni al FMI.
  • Una quita de deuda sobre un Estado de la zona euro recaería directamente sobre el conjunto de la moneda y su posición en los mercados internacionales, haciéndole perder de forma automática credibilidad y valor.
  • El problema de la economía griega no es su deuda, con ser gravísimo, sino su incapacidad estructural y sistémica de crecer y crear empleo. Solo por poner un ejemplo, en 2011 el porcentaje de pensionistas se elevó a 25.3 por ciento y el sistema de pensiones griego ha tenido problemas para financiarse, estimándose que cada año requiere de 450 millones de euros más al año para cubrir sus obligaciones.
  • Los principales promotores de la deuda griega fueron los bancos alemanes y su gobierno federal que concedieron cuantiosos préstamos a una economía y unas autoridades poco solventes y sin el control y fiscalización necesarios. Uno de esos auditores de las cuentas griegas fue nada menos que el actual presidente del BCE, Mario Draghi, en su anterior cargo de máximo responsable de Goldman Sachs en Europa.
  • La caída del Gobierno Papandreu mediante una intervención externa de la canciller Merkel, acabo con el programa de reformas no austericidas y concluyó con la imposición de Lukas Papadimos como primer ministro, un tecnócrata a la medida de las políticas de ajuste de la troika. Entonces en uno de estos post ya señalé que se trataba de un golpe de Estado encubierto que tendría graves consecuencias.
  • La hipotética salida de Grecia del euro tiene consecuencias más graves geopolíticas que económicas para la UE.
  • Un no o un sí en el referéndum solo afecta a la posición negociadora del Gobierno de Tsipras. El no le refuerza y obliga a Bruselas a reabrir las negociaciones y el sí le aboca a la dimisión. De hecho, nadie en Grecia votará por la salida de su país del euro.
  • El lunes 6 todos seguiremos teniendo la imperiosa necesidad de alcanzar un acuerdo que garantice una vida digna a los ciudadanos griegos y con ello, que haga creíble el euro y, sobre todo, el proyecto europeo de libertades.

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“Fondo Juncker”: el milagro financiero de los panes y los peces

Han coincido esta semana en el Europarlamento de Estrasburgo dos intervenciones de alta resonancia, aunque de muy distinto perfil. Las palabras delPapa Francisco y el plan para el relanzamiento del crecimiento europeo del nuevo presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Les une la misma doctrina, pues, el político luxemburgués es socialcristiano y, sin duda, algo de acto de fe hay en el planteamiento del Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas, ya bautizado como Fondo Juncker. Que Europa está estancada y que dicho estancamiento está destrozando empleos y gran parte del tejido productivo de las pymes, no es ninguna novedad. La monocorde respuesta dada a la crisis financiera mediante ajustes presupuestarios ha supuesto la caída drástica de la inversión en la UE. Ese déficit neto inversor se cifra desde el inicio de la crisis en unos 270.000 millones de euros, cerca de un 20% desde 2007, es decir, unos 50.000 millones de euro anuales, de ahí que la Comisión se plantee ahora un plan que debería recabar en torno a 300.000 millones de euros para estimular la economía europea. Y para ello se tira de la vieja teoría keynnesiana de generar inversión pública como multiplicador del crecimiento, aunque con el especial aditamento del paso del plan por una suerte de ingeniería financiera que es una suerte de milagro de los panes y los peces.

¿Pero realmente qué pone Europa de su bolsillo público?. Pues bien Bruselas usará 16.000 millones del presupuesto europeo y 5.000 millones del Banco Europeo de Inversiones para cimentar el Fondo Juncker, un plan inversor que confía en levantar dinero en los mercados y entre el sector privado hasta alcanzar 315.000 millones en infraestructuras energéticas y de transporte, en la agenda digital y a través de pymes. La Comisión Europea cifra el impacto macroeconómico de ese plan entre el 2,5% y el 3,1% del PIB en los tres próximos años, con la creación de 3,3 millones de empleos hasta 2017 si las cosas salen bien. El dinero realmente nuevo se reduce a 2.000 millones. Y para evitar que las eventuales pérdidas generen un agujero, las instituciones europeas activan una provisión (un colchón de capital para el caso de que haya números rojos) de 8.000 millones hasta 2020. ¿En qué basa Juncker su fe en poder convertir 20.000 millones en 300 millones? Según el Ejecutivo europeo, hay liquidez en los mercados, hay inversores buscando proyectos y hay empresas con dinero suficientepero el miedo a asumir ciertos riesgos y las trabas regulatorias impiden que se reactive la inversión privada. Así que lo que hace falta son dos cosas: eliminar esos obstáculos regulatorios y un “empujón financiero inicial” que desencadene el resto de acontecimientos. Por eso la herramienta escogida -un fondo de inversión incrustado dentro del BEI- pretende ejercer de cirugía de precisión, más que de riego indiscriminado de fondos públicos.

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El fondo de inversiones, que se integrará dentro de la estructura del BEI pero permanecerá fuera de su balance, dispondrá de varios instrumentos financieros. Ninguno de ellos es nuevo. Todos se están utilizando ya en distintos programas del BEI. La idea sería agruparlos todos en un solo lugar, bajo una sola dirección. Entre ellos están: absorción de las primeras pérdidas de emisiones de bonos, garantías sobre préstamos bancarios, préstamos subordinados, e incluso la toma de participaciones accionariales en ciertos proyectos. El objetivo de todas estas herramientas es reducir el nivel de riesgo de ciertos proyectos para atraer a los inversores privados. Transformar 20.000 millones en 300.000 millones supone una ratio de apalancamiento de 15 veces. La ratio se antoja alta, especialmente después de que otros planes de estímulo del BEI y la Comisión Europea con ratios de apalancamiento de 10 veces hayan fracasado estrepitosamente. Sin embargo, fuentes conocedoras del plan aseguran que la cifra es factible. Su razonamiento es el siguiente: si la ampliación de capital de 10.000 millones de euros del BEI amplió su capacidad de endeudamiento en 60.000 millones y el historial de la institución muestra que cada euro que presta el banco moviliza dos euros del sector privado, estamos hablando de una “movilización” de 180.000 millones de euros. Esto daría un apalancamiento de 18 veces. Sin embargo, falta por ver cómo se van a estructurar esos 20.000 millones dentro del fondo y si van a tener el mismo efecto que una ampliación de capital del BCE.

Pese a que en 2012 se intentó algo similar y el experimento resultó un absoluto fracaso, es cierto que ahora la existencia del euro ya no está en cuestión y existen grandes masas de ahorro privado en el mundo, como estamos viendo recientemente en España con el aterrizaje de fondos buitres captando activos inmobiliarios e industriales. Es decir, existe liquidez disponible y el entorno monetario de tipos bajos ayuda, dado que la rentabilidad de las inversiones de los proyectos del Fondo serán más apetecibles que las de los fondos soberanos. La clave, por tanto, del plan residirá en la tipología de esos proyectos y en la capacidad de que sean apetecibles para los inversores privados. Ingente tarea para unos funcionarios poco acostumbrados a tener que seducir al elemento privado para desarrollar sus programas. Tal vez, en la mente tan alambicada como bregada de Juncker, lo que subyace como objetivo es ese cambio de mentalidad, un cambio de la forma de trabajar de las herramientas públicas y su colaboración con el sector privado. Ese espíritu colaborativo público-privado, desde luego, resulta imprescindible para poner a andar a una Europa estaninflacionada y con serios riesgos de recesión.

La mayoría de las inversiones se concentrarán en sectores estratégicos para el crecimiento a medio plazo de la Unión, en el convencimiento de que el inversor que se busca, el estable y moderado, es ahí donde fijará su atención. Las grandes obras de infraestructuras de transporte europeas, la energía entendida desde la sostenibilidad, es decir, no solo producción, sino también la eficiencia y ahorro en su uso, la economía digital con toda la potencialidad de las industrias TIC y las pymes como tejido productivo mayoritario en Europa, van a copar las atenciones del plan. Y cabe decir que Juncker ya ha logrado su primer éxito, el político, algo de lo que nadie puede negar sabe mucho. El Parlamento Europeo ha dado el visto bueno al Fondo con el apoyo incondicional de populares, socialdemócratas y liberales, una mayoría clara y holgada. Y en el Consejo Europeo no debería tener problemas, pues, el Bundestag lo ha ratificado de la mano de la Canciller alemanaMerkel y de sus socios socialdemócratas. Falta por ver el entusiasmo real de los Estados miembros y si animan la puesta en marcha del Fondo con aportaciones adicionales de sus propios bolsillos.

Al menos el plan de Juncker ha concitado el consenso general político de la necesidad de un elemento reactivador de la economía Europea y la pretensión de convertir el espacio común europeo en un lugar atractivo a las inversiones internacionales. Todo un reto que solo podrá lograrse si los europeos somos capaces de generar la credibilidad y la confianza que los mercados y los inversores privados requieren para depositar sus dineros en nuestros proyectos. Y eso como ya advirtió el presidente del BCE, Mario Draghi, supone realizar reformas estructurales profundas en países como Francia e Italia y desarrollar programas de I+D+i competitivos con otras zonas del mundo emergentes. Una vez más, hablemos de lo que hablemos, los retos para salir del marasmo económico en que andamos, depende de los mismos factores, de nuestra capacidad de cambio competitivo para coger el ritmo desenfrenado tecnológico que la revolución tecnológica que nos impone la smartización de las cosas y la globalización real. Que la Tierra está desplazando su eje de influencia y poder económico hacia el Este asiático por el Pacífico nos lo constatan año a año estadísticas de todo tipo, empezando por las demográfica. Pero ello no quiere decir que los europeos estemos abocados a la extinción o convertirnos en los conserjes de un territorio museístico del pasado.

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Hacia la tercera recesión sin freno cuesta abajo y erre que erre

La ya larga crónica de la crisis económica que nos azota desde la caía de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008, hace ya seis cruentos años, nos debería ir dejando suficientes lecciones y experiencias prueba error como para ser capaces de articular reformas del modelo que nos ha llevado hasta aquí. Sin embargo, conocido es que pese a que al ser humano le hayamos autobautizado como el homo sapiens, su capacidad para cometer errores y lo que es peor para perpetuarse en ellos, es casi ilimitada. Por desgracia, es el caso de las políticas europeas impuestas desde Alemania para el resto de la Unión. El Atlántico que debería unirnos más que separarnos, ha marcado una clara línea diferenciadora entre las medidas adoptadas en Estados Unidos por la Reserva Federal y los Gobiernos del presidente Obama y las correspondientes llevadas a efecto por laComisión Europea y el Banco Central Europeo al dictado de la canciller Merkel. Resultados a fecha de hoy de uno y otro lado: EE.UU. creciendo al 3,5% y con una tasa de paro por debajo del 5%, mientras que las principales economías de la zona euro están estancadas y con niveles de desempleo en torno al 15%. Y todo ello, con la grotesca situación monetaria de un euro valorado por encima del dólar. El hecho diferencial muy simple, mientras Estados Unidos tomó el camino de los estímulos, Europa optó por la austeridad, unos adoraron a Keynes y otros lo hicieron a Friedman.

La presidenta de la Reserva Federal Janet Yellen acaba de anunciar urbi et orbi el fin de la era de los estímulos y lo ha hecho pacíficamente señalando que ya no hacen falta. Su homólogo europeo, aun no tan todopoderoso, Mario Draghi, no se cansa de repetir a los jefes de Estado y de Gobierno que con meras medidas monetarias no saldremos de la doble W cíclica en que han convertido nuestra economía. Llevamos cuatro años, saldados los dos primeros de la crisis dedicados al absurdo esfuerzo de salvar, que no sanear, un sistema financiero especulativo y corrupto, viendo como el crecimiento aflora tímidamente, para volver a caer a los seis meses. De los brotes verdes del 2% al 0% con claros síntomas de estanflación. Y nuestros líderes se miran atónitos, escuchan a sus euritos asesores de cabecera durmientes y se quedan paralizados sin articular una sola decisión. Un continente viejo y avejentado, cuyos jóvenes buscan nuevos retos en nuevos destinos alejados de nosotros, que lo único que sabe hacer es decirle grandilocuentemente al mundo que hará todo lo que haga falta para sacarnos de la crisis.

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El diagnóstico de nuestra enfermedad no es tan complicado. A Europa le está matando la globalización, la presión de los productores emergentes en un mercado abierto y, sobre todo, su incapacidad de ser más eficiente y competitivo, no en la reducción de los costes de producción, sino en los procesos de investigación e innovación, es decir, en el conocimiento. No soy partidario de los rankings, de cualquier tipo, pero aunque solo sea como vara de medir, año tras año estamos observando cómo el liderazgo en la gestión del conocimiento humano se está desplazando del Atlántico, donde llevaba instalado casi 300 años, al Pacífico. El liderazgo del mundo ha emprendido un camino, tal vez sin retorno, contrario a la rotación solar, de Oeste a Este y hoy las universidades vanguardia están en Estados Unidos y en China. De hecho la propia China ya es la primera economía mundial y soporta el 60% de la deuda pública norteamericana. Y, por si fueran pocos nuestros males, la UE adolece de fuentes de energía de recurso propio para alimentar su industria y su consumo, un problema que también acometemos a paso de tortuga con una energías alternativas de alto coste y ridículas inversiones en investigación en este campo. ¿Para cuándo una política energética común? Pero al fin y al cabo, siempre podemos decir que en Europa se vive mucho mejor, que tenemos los mejores vinos, los mejores restaurantes y, cómo no, los mejores museos, o más bien que nos estamos convirtiendo en un enorme museo que atesora el espíritu de Occidente. Los ancianos guardianes de una civilización en proceso de extinción.

Pero que no cunda el pánico, aleluya hermanos, la semana que viene tenemos nueva Comisión Europea, ese grupo de hombres y mujeres con la fácil empresa de cambiar Europa y ponerla al frente del mundo. Claro que aunque tuvieran la voluntad de hacerlo, valor debemos suponerles, e incluso fueran capaces de hacerlo, aptitudes ya tengo más duda que tengan, tendrían que dejarles esos jefecillos de Estados venidos patéticamente a menos, que se envuelven en sus banderas dieciochescas para tratar de demostrar que aun pintan algo en un universo que se nueve a millones de giga bits por minuto y donde un fondo de inversión puede comprarles o dejar caer el 30% de su deuda en una decisión única. O sea que tenemos el pequeño inconveniente de nuestra propia insignificancia. La de tratar de permanecer en estructuras obsoletas y caducas, la de impedir el cambio y la regeneración de nuestro tejido, el económico, pero sobre todo el social.

Tal vez todo lo dicho suene a pesimismo y eso que viene de un optimista y de un europeista congénito. Pero los síntomas de la enfermedad se agravan y los responsables de la curación están más preocupados de su aspecto que de la intervención quirúrgica. Urge liderazgo en Europa, urge federalismo integrador en Europa, urge regeneración democrática en Europa, urge poner el conocimiento al frente de Europa, urge pensamiento sobre Europa, pero ante todo, urge Europa. Sin Europa unida nuestro mundo tal y como lo conocemos desaparecerá. El enemigo existe y está a las puertas nuestras fronteras de ricos acomodados. Se llama hambre, se llama ébola y también se llama un fanático cortando cabezas para exponerlas en Internet en nombre de Alá. Podemos seguir dormidos en nuestra autocomplacencia pero el reloj de la historia de nuestra caducidad no para y el de los males que nos acechan se acelera. Es tiempo de reacción.

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Super Mario al rescate de una Europa estancada o buscando el milagro del “Draghinomics”

En esta especie de absurdo juego del laberinto en el que se encuentra la economía europea, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se ha enfrentado al Minotauro con todas las armas a su alcance. Nadie le puede negar a este italiano, amante de la ópera y de la tragedia griega, su arrojo al enfrentarse incluso al criterio inflexible del Bundesbank y de los designios del Ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble y la mismísima canciller Ángela Merkel. Ha puesto encima de la mesa prácticamente todo el repertorio de medidas monetarias que desde un banco emisor se pueden poner hoy en día en marcha para tratar de reactivar la actividad económica. Pero a la vez que sorprendía al mundo con la bajada de tipos de interés hasta el 0.05%, él mismo reconocía melancólicamente que todo el esfuerzo del BCE no serviría de nada si no iban acompañadas de medidas incentivadoras y de reformas estructurales llevadas a cabo por los Estados miembros del euro.

Esperemos que Draghi no sea nuestro contemporáneo Ícaro en esta leyenda viva del laberinto de Creta, la de aquel hijo de Dédalo, arquitecto ateniense desterrado a la isla, constructor del laberinto donde el rey Minos hizo encerrar al monstruoMinotauro. Como esperamos que sus medidas no sean hoy como aquellas alas de cera que Dédalo construyó para huir su hijo y él, que les hicieron remontar los muros de su prisión y volar sobre el Mediterráneo, hasta que Ícaro desobedeciendo los consejos de su padre se acercó tanto al sol que derritió las alas y cayó al mar ahogándose. Más nos valdría acabar con la tiranía de la crisis con la habilidad con que Teseo mató al Minotauro, sirviéndose del amor de Ariadna, la hija de Minos que se enamoró de él y le enseñó el sencillo ardid de ir desenrollando un hilo a medida que avanzara por el laberinto para poder salir más tarde.

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Será que los griegos clásicos nos lo dejaron todo escrito porque nuestro trágico devenir actual se asemeja peligrosamente a las interminables luchas de los dioses del Olimpo. La cruda realidad se ha acabado imponiendo a la cerrazón de los dogmáticos del ajuste y los recortes presupuestarios. Se empeñaron en que las economías periféricas, culpabilizadas por sus excesivos déficits, debían pagar el pato del endeudamiento privado causado por los bancos, en gran medida, alemanes y el resultado no podía ser otro que la recesión y el desempleo en cifras millonarias. La consecuencia inmediata no podía ser otra que el estancamiento del crecimiento en la zona euro y la caída drástica de las exportaciones germanas a los países empobrecidos de la UE. Ahora pudiera decirse que tenemos un problema minimizado de déficits, pero seguimos pagando por generaciones la deuda adquirida, no crece nuestra economía y no somos capaces de crear empleo. Todo un éxito digno de pasar a los anales de la estulticia de los manuales de economía.

¿Qué podemos esperar ahora de un espacio regado de dinero muy barato y de la compra de deuda privada a los bancos? Desde el rigor económico es evidente que ambas medidas producen una inyección de liquidez al sistema, jamás vivida en nuestro espacio común. Pero la clave está en saber si la medicina es la adecuada para el enfermo o lo que estamos haciendo es darle una aspirina a un enfermo de cáncer terminal. Nos empeñamos los europeos desde que la crisis nos invadió importada desde Estados Unidos, en arreglar los problemas a base de talonario para sanear el sistema financiero y, sin embargo, castigando duramente el tejido productivo sin obligar a que fluya el crédito a las empresas y con la práctica desaparición de la inversión pública. Hemos permitido que se fabrique la tormenta perfecta. Ahora ya nadie duda de que el problema es de estancamiento y de riesgo severo de estanflación. Pero seguimos incurriendo en el error de poner el énfasis en el dinero, en el vil metal, en la máquina de hacer billetes. Le estamos dando al pirómano la manguera, cuando lo único que sabe hacer es incendiarnos el bosque.

Nuestro problema se evidencia mes a mes, año a año. Se llama competitividad, no tiene otro apellido, simple y llanamente la globalización nos obliga a cambiar el modelo productivo y los procesos del mismo. Y la única receta que existe útil para mejorar la competencia de nuestras empresas y de nuestros productos y servicios, es la innovación, hermana pequeña de la investigación. Ser más eficientes, es ser más rentables y ello hace posible el ciclo de la riqueza y de su redistribución. Si no invertimos mucho más en I+D+i y lo que es más importante si no cambiamos la mentalidad de los europeos, uno a uno, de nada servirán cataplasmas monetarias. Debemos innovar y eso solo se hace en sociedades educadas y formadas bajo la calidad y la excelencia de un sistema educativo universal e igualitario. Y esto no son palabras bonitas, son realidades palpables avaladas por datos palmarios. Si no invertimos un 3% de nuestro PIB en I+D+i y no alcanzamos cuotas del 7% de ese PIB en Educación, es imposible que en las próximas décadas podamos mantener nuestro modélico sistema de protección y bienestar social.

Las cuentas son claras, se trata de marcar las prioridades. Queremos tener un sistema público de salud para todos y de alta calidad: su coste siempre estará en el 10%. Queremos mantener un sistema de pensiones y protección al desempleo digno y que no deje en el desamparo y la marginalidad a nadie: un 15%. Sumémosle Educación e I+D+i: estamos ya en el 40%. Y supongamos que nos tenemos que pagar una deuda abusiva que hoy nos cuesta cerca del 20% del PIB. Todo lo demás o debe ser mucho más eficiente o nos sobra. Si fuéramos capaces de hacer estos presupuestos con visión europea, sin que lo que cuente sea el egoísmo o el abuso de cada Estado miembro, la Unión Europea no solo sería viable, sino que se convertiría en el ejemplo a seguir por el mundo. “Super Mario” no es el culpable de nuestros males, aunque en el pecado lleva la penitencia, pues, ha vivido y muy bien de los excesos del mundo financiero especulativo. La responsabilidad del cambio está en cada uno de nosotros y en no caer en la demagogia fácil e infantil de aceptar el discurso maniqueo de banqueros malos y pueblo bueno. No es la sociedad la que se debe “empoderar”, es el individuo el que debe aprender a ser mayor y defender desde su propia actitud la nueva mentalidad de cambio que requiere Europa. Esa conciencia en el trabajo y en las empresas es la única que nos puede llevar a salir del laberinto y encontrar a nuestro propio Teseo capaz de matar por fin al Minotauro.

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¿Y si nos plantamos?

Que la situación económica que vivimos está llegando a límites que afectan a la normal convivencia pacífica entre los ciudadanos parece obvio. Con más de cinco millones de personas en paro y más de un millón de familias con todos sus miembros sin trabajo, lo milagroso es que en España no ardan las calles. Esta crisis dura ya cuatros años, tres especialmente crudos, pero no es solo la duración lo que la hace insoportable, lo es sobre todo, la curva de caída, el tremendo vértigo del precipicio por el que nos estamos hundiendo. Estábamos acostumbrados a vivir de una determinada manera – por encima o no de nuestras posibilidades – y ahora casi sin solución de continuidad hemos perdido el suelo de ingresos. Ni siquiera se puede vivir de las rentas o de los ahorros, porque los activos de todo tipo de devalúan al no poder venderse y los depósitos pierden rentabilidad ante la situación de las entidades financieras y de los mercados bursátiles. Así las cosas, se está imponiendo la ética del “sálvese quien pueda”. En vez de recurrir a la herramienta de la solidaridad inteligente, la que prima la suma y la colaboración como mejor medio para crecer, estamos aplicando el egoísmo como fuente de desigualdades, sin tener en cuenta que la sociedad como la rueda se mueve por inercias colectivas. En nada ayudan a propiciar escenarios cooperativos las actitudes del gobierno que en vez de llamar a un esfuerzo común, con una meta y objetivo además de deseable alcanzable, lo único que reparte a golpe de sustos, son recortes y ajustes que empobrecen cada día nuestras esperanzas. Pero aún más inútiles resulta el espectáculo mediático que generan los que pretenden responder a sus políticas. El show indignado quedó reducido a vídeos en youtube y tuits en las redes sociales. Y el último fenómeno inventado, el asalto “express” a supermercados con aforado comunista como líder, tiene visos de acabar en un mal remedo de la serie Curro Jiménez – a cuyo actor Sancho Gracia, buen gallego de corazón, recuerdo en su fallecimiento -.

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Necesitamos respuestas, en la medida de lo posible si no milagrosas sí eficaces. Y es evidente que a grandes males, grandes remedios, pensar que de la grave situación que atravesamos se sale con medias verdades y medidas de medio pelo de lenta aplicación, es como pretender curar una neumonía a base de aspirinas. Por eso, ahora que la economía alemana da signos claros de parón y que quienes han impuesto el monólogo de los ajustes ven las orejas al lobo del estancamiento con inflación y peligran sus exportaciones, tal vez sea el momento de reflexionar sobre cuál seria el precio y las consecuencias de plantarnos anteMerkel y quienes nos imponen un camino ciego para salir de la crisis. En este mero ejercicio mental de plantear hipótesis por descabelladas que puedan parecer, podríamos plantearnos las siguientes cuestiones:

Suspender pagos: La presión a la que está siendo sometida la deuda española y la italiana ha llegado a tales niveles que ahogan la tesorería de las cuentas públicas. En los último dos meses ambos Estados han soportado primas de riesgo que nunca han bajado de los 400 puntos y en algunas ocasiones han rebasado los 650 puntos básicos, así como tipos de interés en el bono a diez años entre el 6,5% y el 7,5%. Sus capacidades para ser financiados en los mercados primarios se están agotando ante la mirada impasible de los responsables el Banco Central Europeo, con su presidente Mario Draghi y el gobernador del Bundesbank, Jens Weidman, a la cabeza. En esta circunstancia y teniendo en cuenta los cuantiosísimos vencimientos de deuda a los que tiene que hacer frente España en el último cuatrimestre, parece matemáticamente imposible no acudir a algún tipo de rescate e intervención europea para salvar los pagos ineludibles a los que un Estado con 10 millones de pensionistas y 5,6 millones de parados debe hacer frente. Ante tal sunami social al Gobierno le quedan solo dos caminos posibles salvo imponderable accidental: solicitar un rescate escalonado en función de las necesidades que vayan viniendo de tesorería y las durísimas condiciones de ajuste que acarrearán en su letra pequeña o plantarse y ante la imposibilidad de hacer frente a sus compromisos ponerse al frente de la manifestación de los indignados y suspender pagos poniendo al euro fecha de defunción.

Vivir para pagar intereses de la deuda.- De optar el Gobierno por el camino de la dócil sumisión al programa marcado por Bruselas, resulta fácil calcular que en un escenario de recesión como el que se atisba para el año 2013 y probablemente también para parte del 2014, a lo sumo se alcanzará a poder devolver los intereses de la deuda, sin ser capaces de pagar parte alguna del principal. Con un Estado cada vez más debilitado y sin capacidad alguna para invertir en políticas de fomento del empleo, en infraestructuras, en educación y en investigación, la realidad es que elegir este camino nos aboca al empobrecimiento paulatino y a enormes esfuerzos para pagar intereses a nuestros prestamistas. Ello en un país donde los jóvenes emigrarán en masa y quedarán como mucho 15 millones de población activa sobre un total de más de 46 millones de habitantes, hace inviable la recuperación en al menos una década.

Quita total ejemplos históricos.- Aunque pueda parecer que las quitas son un fenómeno relativamente nuevo, nada más lejos de la realidad. La primera quita de la que se tiene constancia fue realizada por Enrique III de Inglaterra en el año 1340, según los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, que en su obra “Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera” recogen un total de más de 260 casos de impago registrados para los que se dispone de información estadística e histórica. En1982 México declaró que sus reservas de divisas estaban agotadas. Tras esto, los prestamistas se negaron a renovar la financiación a este país y a otros en situación similar. Ese mismo año y en 1983 se produjo el impago de México y Brasil respectivamente. En 1998 Rusia declaró una moratoria unilateral en el pago de su deuda externa. El FMI no intervino. Probablemente, la quita argentina fue una de las más mediáticas, seguida en directo por televisión e internet durante el año 2001. Ahora es Grecia la protagonista del último episodio de una crónica anunciada, de la historia que se repite cuando se somete a un Estado a préstamos cuyos intereses y condiciones resultan para sus ciudadanos imposibles de cumplir. La contrapartida a la quita no es gratuita, todos los países que han pasado por estas crisis de insolvencia han devenido en la venta de sus principales activos públicos y privados a manos de capitales extranjeros.

Deuda alemana y tipos de interés de la deuda.- Alemania se ha ahorrado 60.000 millones de euros con la financiación de su deuda desde mediados de 2010, mientras que por el contrario, España ha visto duplicados los intereses de su deuda a diez años en el mercado secundario, pasando del 3,7% en 2010 al más del 7%. Mientras, los intereses germanos han llegado a reducirse a la mitad, marcando niveles inéditos en el 1,16%, el pasado mes de julio. Los 998.000 millones de deuda pública alemana a principios de 2010, le costaban 31.000 millones de euros en intereses. Pero los 1,3 billones de deuda externa pública de finales de 2011 solo le cuestan 25.000 millones de intereses anuales. Por el contrario, España, cuya deuda exterior gubernamental y del Banco de España ha pasado de 374.000 millones a 455.000 millones, tenía que recolectar casi 15.000 millones de euros para pagar intereses, y ahora necesita cerca de 26.000 millones para hacer frente a esos pagos de la deuda. Los intereses que tiene que pagar España por su deuda pública externa son los mismos que paga Alemania por una deuda tres veces mayor. Si el euro desapareciera, la paridad del marco se fijaría en función de ratios alemanes sobre el conjunto sin el beneficio que le presta actualmente la posición relativa en la eurozona, lo que con caso total seguridad elevaría los intereses de su deuda en al menos dos puntos, lo que desequilibraría sustancialmente sus presupuestos.

La rebelión sudista.- La suma de Italia y España, unidos a los ya rescatados Grecia y Portugal, suman más de 116 millones de habitantes, el PIB de Italia y España supera en 200.000 millones de euros al año y respresenta el 25% del de la eurozona. Tienen ambos capacidad de plantarse y poner al mundo en quiebra, de ahí la preocupación mostrada en los últimos meses por la Administración Obama y por los mandatarios chinos y rusos. Queda, por tanto, que Monti Rajoyevalúen los beneficios de uno u otro camino, elegir entre la sumisión o el plante y, muy probablemente, deberán escoger entre rebelarse ante las presiones externas y sofocar las revueltas internas que seguro acabarán produciéndose en sus Estados. El tiempo es inexorable y tras la tregua agosteña, el otoño amenaza con tempestades.

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¿Cuál es la agenda europea del presidente Hollande? Un nuevo plan Marshall para la Unión

La elección de François Hollande como presidente de Francia ha significado un soplo de aire fresco para toda Europa, tal vez más por la novedad del personaje y la necesidad de reequilibrar el eje franco-alemán, que por las realidades del programa del socialista galo que ofrece pocas pistas de sus intenciones.  Sabido es que la esperanza tiene la fuerza de la naturaleza conservacionista y que nos aferramos al optimismo del futuro aunque esté basado en el desconocimiento, pero también es cierto que en muchas ocasiones son esos deseos los que como un movimiento inercial son capaces de cambiar la realidad. El hombre “normal” Hollande, sustituye al fracaso de un Sarkozy tan grandilocuente como ineficaz para contraponer y negociar un modelo de la Unión al rostro de la austeridad que representa la canciller Angela Merkel.  Es precisamente la capacidad de Hollande de aportar una mirada nueva, con nuevas ideas que puedan provocar un cambio de enfoque en las políticas comunitarias la gran incógnita en torno al personaje. Tal vez vive Europa el mismo momento de expectativa que produjo en el mundo la llegada a la Casa Blanca de Barak Obama en el caso del nuevo inquilino del Palacio del Elíseo.

De todas las medidas que se esperan de Hollande, sin duda, la más importante sería la incorporación al pacto fiscal parido por el dúo “Merkozy” de un capítulo dedicado al crecimiento. Ese tratado que desde su nacimiento los propios miembros del Partido Socialista francés a menudo llaman el “tratado de austeridad”, parece que tiene los días contados, pero la realidad es que durante sus siete meses de campaña, Hollande ha mantenido la ambigüedad sobre el verdadero significado del ansiado nuevo “Plan Marshall”. Las ideas que ha incluido en su discurso, tan ambiguas como vagas, se han referido al refuerzo del papel del Banco Europeo de Inversiones y la creación de “eurobonos” como respaldado fundamental para estabilizar la deuda de los Estados de la zona euro y para financiar proyectos a gran escala de infraestructura. Es evidente que realizar un planteamiento poskeynesiano en un escenario de crisis sistémica como la que asola Europa no es tarea fácil y de ahí que Hollande haya encargado un memorando sobre el crecimiento que están preparando actualmente las principales personalidades socialistas francesas, entre ellos Elisabeth Guigou (ex asesora de asuntos de la UE del presidente François Mitterrand) y diputados del Parlamento Europeo como Catherine Trautmann y Pervenche Berès. Un documento que servirá de base a la discusión que centrará la próxima cumbre los Jefes de Gobierno en junio.

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Pero antes, la cita previa de Merkel y Hollande resultará clave para esta estrategia de renegociación, pieza central de la campaña del nuevo presidente francés para la “reorientación de Europa”.  Sin embargo, este new deal europeista no ha no ha sido bien recibido por Berlín. “Nosotros en Alemania somos de la opinión, y yo también personalmente, que el pacto fiscal no es negociable. Se ha negociado y ha sido firmado por 25 países “, anticipaba en su línea inmovilista Angela Merkel, al día siguiente de conocer la derrota de su inseparable pareja del baile de la crisis, Nicolás Sarkozy. Con todo, los dos líderes también han llevado a cabo gestos conciliatorios, mientras Merkel respaldaba al presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en su llamada a un “pacto de crecimiento”, Hollande a medida que veía más cerca su victoria electoral ha ido suavizando su posición y ha omitido hablar de la reforma del Banco Central Europeo, en función de la audiencia que le escuchaba, especialmente durante una visita en diciembre a Alemania y en la presentación de sus demandas de reforma de la UE a la prensa internacional, recientemente, el 25 de abril. Probablemente en este ejercicio de equilibrio entre los dos mandatarios resida la clave del futuro de la Unión Europea. Es evidente que Alemania, dados sus dramáticos antecedentes, no cederán en su obsesión en el papel del Banco Central Europeo como garante de la lucha contra la inflación o los equilibrios presupuestarios de los distintos gobiernos europeos. La base del tratado fiscal no parece alterable – solo Irlanda está pendiente de la celebración de un referéndum sobre el texto el 31 de mayo está pendiente de ratificarlo -, pero de la misma forma la necesidad de incorporar medidas de reactivación económica se ha convertido ya en una reclamación general de las principales economías del continente que sufren la recesión en parte motivada por las duras recetas de austeridad.

El programa de Hollande es igualmente vago al referirse al presupuesto de la UE para el período 2014-2020. La dimensión de las aportaciones de los socios al conjunto de la Unión se convertirá en el debate central el próximo año y afecta de manera fundamental a la construcción institucional europea y también al previsible proyecto de inversiones para reanimar el crecimiento económico. A pesar de que el líder galo ha manifestado su deseo de incrementar las aportaciones para poder financiar “grandes proyectos orientados hacia el futuro”, la realidad es que el compromiso no ha pasado de ser genérico y verbal. En plena reforma de la Política Agrícola Común, el portavoz de Hollande Stéphane Foll siguiendo la tradicional defensa francesa de las ayudas al sector, señaló que quería un “presupuesto ambicioso”, pero eso no significaba la cobertura de financiación “hasta el último euro”, tal y como Nicolas Sarkozy, se había en comprometido previamente en campaña. Otra diferencia respecto a su antecesor conservador radica en la posición respecto a la política regional. Francia ha sido tradicionalmente ha desdeñado las políticas de apoyo a las regiones, sin embargo, este pilar redistributivo de la UE es probable que encuentre más apoyo en Hollande, dado que prácticamente todos los gobiernos regionales francese, con la excepción de Alsacia, están dirigidos por socialistas. Él ya se ha comprometido a dar a las regiones un papel más importante en la gestión de los fondos de la UE.

Un tema en el que pueden converger como nunca hasta ahora el eje franco-alemán es en materia energética. Hollande se ha comprometido a reducir la dependencia de Francia de la energía nuclear, pasando del actual nivel de uso eléctrico de esta fuente del 75% actual al 50% en 2025. Esto implicaría grandes inversiones en energías renovables, que podrían ser financiados por los bonos del Banco Europeo de Inversiones que él propugna y que cuenta con el beneplácito germano. Demasiadas esperanzas puestas en el cambio político vivido en Francia el pasado domingo y demasiadas incógnitas en torno al programa socialista y al personaje que debe implementarlas. Deberíamos rebajar las ansiedades y ser conscientes de los plazos para la toma de decisiones a 27. Además, Hollande tiene a escasas semanas vista las elecciones legislativas francesas donde está obligado a aprovechar la circunstancia del declive del centroderecha para reforzar su acción de gobierno con una mayoría sólida en la Asamblea Nacional. Su partner alemán, Angela Merkel, se enfrenta a un rosario, sino calvario, de comicios regionales en los länder federales donde la CDU está viendo mermado su apoyo electoral y en octubre de 2013 tendrán lugar las elecciones federales al Bundestag. Hasta entonces me temo que el programa de medidas no caminará al ritmo que la calle desea.

Que Europa empezará en el próximo semestre a perfilar el plan de reconstrucción económica para hacer frente a la recesión, parece ya una realidad innegable. La fisonomía del plan, las cuantía de sus ayudas y los Estados a los que afectará en mayor medida, aún estamos lejanos a conocer su definición. Me aventuro a pensar que países del Este, con Polonia como gran protagonista y, los Estados de los Balcanes, sobre todo, cuando se produzca la incorporación de Serbia – que supondrá la entrada de cerca de 10 millones más de habitantes, junto a los 4 millones de Croacia que será miembro de pleno derecho en enero de 2013 – capitalizarán gran parte de la reconstrucción de la demanda interna de la eurozona. Supongo que pensar que Italia vaya ser ajena a este proceso es ridículo, los italianos siempre han sabido colocarse el lugar adecuado en el momento idóneo, para no perderse las oportunidades que la historia les ha brindado. Fueran quedarán las pig-nations, aquellos que han rebasado la barrera del sonido y no son creíbles ni en los mercados, ni entre sus socios comunitarios.Grecia al frente, con Portugal siguiendo sus pasos de caos social y económico, no cuentan ni siquiera en el contexto de reparación de lo demolido por la crisis. YEspaña, es la gran incógnita. Su incapacidad para acometer en tres años un presentable saneamiento de sus sistema financiero, le incapacita hoy por hoy, para ser beneficiario de la flexibilidad de la Unión y de sus ayudas. El ladrillo sigue pesando demasiado en los pasivos de la banca española y en el altísimo endeudamiento privado de su economía. A este paso, por mucho que tratemos de hacer un remake del clásico de Berlanga, nos volveremos a quedar pasmados al paso de Mister Marshall y algún gobernante al estilo de Pepe Isbert deberá darnos una explicación porque nos la debe.

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Europa en recesión, enhorabuena Frau Merkel

Tras dos años de drástricos recortes presupuestarios e inyecciones mil millonarias de euros a la banca para calmar a los mercados, Europa ha acabado con el tímido crecimiento que venía registrando, oficialmente su eurozona – el buque insignia de la economía de la UE – ha entrado en recesión y según las previsiones para todo el año 2012. La política de austeridad y equilibrio de las cuentas públicas a cualquier precio marcada al paso germánico por la Canciller Angela Merkel con la complicidad estatutaria del Banco Central Europeo y del presidente galo Nicolás Sarkozy, ha obtenido sus primeros resultados. Eso sí, los contrarios de los deseados salvo que pensemos con toda la mala fe posible que estamos en una trampa de empobrecimiento de los activos de la mayoría de los países para ejercer un control efectivo francoalemán de Europa.

Pero hoy no toca ese tipo de reflexión que aunque algunos califican de política ficción la tozuda realidad se empeña día a día a ponernos la mosca detrás de la oreja. Hoy el problema es que, con la motivación que fuera, la política ultraortodoxa liberal de Merkozy y Draghi nos ha llevado a todos al borde de la congelación. Algunos aún marcan dígitos ceranos al medio punto, casos como el de los promotores del desastre, Alemania (0,6%) o Francia (0,4%). Y otros padecemos el rigor mortis de temperaturas bajo cero, aquellos afectados por los rescates,Grecia (-4,4%) o Portugal (-3,3%) y los atacados por el mal de la prima de riesgo,Italia (-1,3%) o España (-1%). La media de la zona euro plácidamente estancada como las fétidas aguas de un mar muerto al 0%, en una palabra, ni frío ni calor, simplemente inactivos. Tampoco había que ser muy listo para darse cuenta que si aplicas elementos correctores severos al consumo y a la demanda interna de Estados cuya población en conjunto suma cerca de 120 millones de personas, todos los países del euro se verían afectados. De eso se trataba cuando hace más de 30 años nos empeñamos en la construcción de un mercado único europeo para todos. ¿O pensábamos que solo funcionaría en opulencia y ciclo alcista y que podríamos levantar muros en las fronteras cuando asomara la crisis a alguno de los territorios comunes?

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Como ocurre con las epidemias y los aviones, nuestra crisis no es encapsulable al antojo de los más ricos, acaba afectando a todos por moneda común y por balanza comercial intracomunitaria. Lo que le afecta al vecino termina por dolernos en nuestras propias carnes. Tal vez creyó Alemania cuando analizó la crisis europea de bonos nacionales que la política del castigo al socio indisciplinado le serviría para garantizar su alto ritmo de crecimiento. Y tal vez por eso se opuso hasta la saciedad a la aplicación de soluciones de consenso y a flexibilizar las penas a los pecadores. Había que ejemplarizar y cortar el problema de raíz no fuera a ser que los derrochadores sureños se comieran los abnegados ahorros del disciplinado y sufrido pueblo alemán. A los griegos les cortamos uno a uno la mano izquierda para recordarles de por vida que no deben meter la mano en la caja o vivir por encima de sus posibilidades – como es natural el que decide los posibles de Grecia son los bancos alemanes y ahora toca que no como antes tocó que si -. No son los griegos ni peores ni mejores que hace diez años cuando fundamos el euro. Seguro que mienten como entonces o dicen las mismas verdades de aquellos días. Pero les ha caído encima el castigo de los intransigentes dioses teutones y, por si fueran pocas sus tragedias, dado que con una mano no saben hacer los deberes, les acabamos de cortar la mano derecha. Tenemos ya un pueblo manco de las dos manos al que pedimos que trabaje haciendo encaje de bolillos. Como es natural los bordados son horrorosos y no hay quien venda una pieza: resultado, un país en bancarrota, sin ninguna posibilidad de crecer.

Lo peor de la cosa es que aunque nuestros ilustrados dirigentes aceptaran haberse equivocado y cambiaran de políticas para afrontar la recesión que ya padecemos, me temo que no nos queda suficiente margen de maniobra. Cualquier política poskeynesiana sensata no sería de aplicación, pues, hemos derrochado nuestras reservas para inversiones públicas en los cuantiosos fondos monetarios que ha precisado una banca privada al borde de la quiebra. Y encima ni con esas tenemos un sistema financiero drenado que proporcione créditos a nuestras pymes – el verdadero tejido empresarial europeo -. Asimismo, si optáramos por una reforma fiscal en profundidad como escudo protector de nuestro modelo de Estado del Bienestar, el paulatino desmantelamiento que del mismo ya se está produciendo y los escasos recuedsos que detentan por una crisis larga nuestras clases medias europeas, la harían ineficaz. Por último, ni la innovación, falta de recursos suficientes de mercado, ni la economía social, sin presupuestos públicos de magnitud para sostenerla, nos ofrecen esperanzas de crecimiento a corto plazo.

En el fondo los europeos volvemos a padecer nuestro mal endémico: la desconfianza en nosotros mismos o mejor dicho en el vecino, porque cada uno de nosotros seríamos un pueblo ejemplar si no fuera por pérfidos objetivos del de al lado. La única esperanza que nos queda, en mi humilde parecer, es que instalados todos en la ruina dejemos de tener celos unos de otros y nos demos cuenta que atar o amordazar al deudor de nada sirve para cobrar la deuda. Las deudas hoy ya son de todos los europeos sumidos en recesión y, por ello, las soluciones deben ser de todos y para todos porque ya nadie tiene nada que ganar por el camino que íbamos, ni nada que perder por explorar nuevas sendas. Démosle, pues, la enhorabuena a Merkel por habernos traído hasta aquí y podernos replantear las cosas, y marquemos un nuevo rumbo si es preciso con nuevos timoneles más jóvenes y más aventurados. Algo evidentemente se está empezando a mover cuando 10 jefes de gobierno instigados por CameronMontihan empezado un movimiento rebelde contra los planteamientos de Merkel y Sarkozy y, por otra parte, ambos dos se enfrentan a procesos electorales en los que las encuestas no les auguran resultados victoriosos, el uno de inmediato en abril y la otra el próximo año. Puede que los tiempos de Merkozy estén tocando a su fin.

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