Algunas verdades griegas

Conocer el desenlace final de la tragedia griega solo está al alcance de su autor. De ahí que pretender predecir a dónde nos llevará la convocatoria del referéndum del próximo domingo 5 de julio en Grecia, se me presume cuanto menos osado, algo bastante alejado de mis múltiples defectos. Pero sí creo que las declaraciones apocalípticas que estos días escuchamos por parte de unos y de otros, con visiones tan antagónicas como maniqueas, conviene sosegar el debate poniendo encima de la mesa una serie de verdades poco cuestionables sobre el pasado, presente y futuro cierto de Grecia y su transitar por la zona euro.

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Por tanto, con un carácter atípico de lo que suelen ser mis pesados posts, aquí os dejo algunos datos y hechos que por simples pueden arrojar algo de luz sobre el laberinto griego:

  • Los Gobiernos del resto de Estados de la eurozona y, por extensión, de la Unión Europea, que no comparten aprobar una quita o restructuración de la deuda griega, son tan democráticos y legítimos como el gobierno deSyriza y representan a más de 500 millones de ciudadanos, frente a los 11 millones que pueblan el territorio heleno.
  • Grecia solicitó voluntariamente su ingreso en el euro y fue firmado por su tan legítimo gobierno de entonces como el de ahora y ratificado por el Parlamento de Atenas. Similar trámite se siguió con el Tratado de Lisboa que rige actualmente la relación de los Estados miembros de la UE. En este sentido, nadie ha obligado antidemocráticamente a nada a Grecia.
  • La deuda de Grecia asciende a 550.000 millones de euros, lo que supone una deuda per cápita de 50.000 euros, es decir, cada griego debe esa cantidad a los distintos acreedores de su país. Eso en un país donde la renta per cápita media al año se sitúa actualmente en los 25.000 euros. Es decir, la deuda griega todo el mundo sabe que es impagable, lo que no quiere significa que pueda ser condonada.
  • Los acreedores actuales son por este orden, 141.100 millones al Fondo Europeo de Rescate, 27.000 millones al BCE, 25.000 millones al FMI. También hay créditos bilaterales (52.800 millones), bonos (67.500 millones), letras del tesoro (15.000 millones) y otras vías de financiación (13.000 millones). Por tanto, Grecia fundamentalmente debe al resto de los ciudadanos europeos, no ya a sus bancos, ni al FMI.
  • Una quita de deuda sobre un Estado de la zona euro recaería directamente sobre el conjunto de la moneda y su posición en los mercados internacionales, haciéndole perder de forma automática credibilidad y valor.
  • El problema de la economía griega no es su deuda, con ser gravísimo, sino su incapacidad estructural y sistémica de crecer y crear empleo. Solo por poner un ejemplo, en 2011 el porcentaje de pensionistas se elevó a 25.3 por ciento y el sistema de pensiones griego ha tenido problemas para financiarse, estimándose que cada año requiere de 450 millones de euros más al año para cubrir sus obligaciones.
  • Los principales promotores de la deuda griega fueron los bancos alemanes y su gobierno federal que concedieron cuantiosos préstamos a una economía y unas autoridades poco solventes y sin el control y fiscalización necesarios. Uno de esos auditores de las cuentas griegas fue nada menos que el actual presidente del BCE, Mario Draghi, en su anterior cargo de máximo responsable de Goldman Sachs en Europa.
  • La caída del Gobierno Papandreu mediante una intervención externa de la canciller Merkel, acabo con el programa de reformas no austericidas y concluyó con la imposición de Lukas Papadimos como primer ministro, un tecnócrata a la medida de las políticas de ajuste de la troika. Entonces en uno de estos post ya señalé que se trataba de un golpe de Estado encubierto que tendría graves consecuencias.
  • La hipotética salida de Grecia del euro tiene consecuencias más graves geopolíticas que económicas para la UE.
  • Un no o un sí en el referéndum solo afecta a la posición negociadora del Gobierno de Tsipras. El no le refuerza y obliga a Bruselas a reabrir las negociaciones y el sí le aboca a la dimisión. De hecho, nadie en Grecia votará por la salida de su país del euro.
  • El lunes 6 todos seguiremos teniendo la imperiosa necesidad de alcanzar un acuerdo que garantice una vida digna a los ciudadanos griegos y con ello, que haga creíble el euro y, sobre todo, el proyecto europeo de libertades.

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El rapto de Europa

Cuenta la leyenda mitológica griega que Zeus, en su faceta de incansable conquistador de diosas, ninfas y mortales, puso sus ojos en la bella princesa fenicia Europa. Con el fin de seducirla se transformó en un toro blanco y se mezcló con las manadas del padre de Europa, el rey Agenor. Mientras Europa y su séquito recogían flores cerca de la playa, ella quedó prendada del toro, acarició sus costados y, viendo que era manso, terminó por subir a su lomo. Zeus aprovechó esa oportunidad y corrió al mar, nadando con ella a su espalda hasta la isla de Creta. Entonces reveló su auténtica identidad y Europa se convirtió en la primera reina de Creta. El padre de Europa, corrió desconsolado el resto de su vida por todos los caminos que sus fuerzas pudieron recorrer al grito de ¡Europa!, ¡Europa!, nombre que quedó grabado en la memoria de los habitantes de los lugares por los que pasó y que, por ello, acabó dando nombre al continente. Zeus le dio tres regalos a Europa: Talos, un autómata de bronce; Laelaps, un perro que nunca soltaba a su presa; y una jabalina que nunca erraba. Hoy ha querido la historia que la leyenda ilustre la paradoja que vive nuestra Unión Europea sin cambiar de escenario, en las tierras helénicas bañadas como en los tiempos del mito por las aguas del Mediterráneo. En Grecia, de nuevo, se representa las escenas más épicas de la ya vieja Europa.

Sabido es que los griegos clásicos construyeron su universo mitológico para explicarse el cosmos y su existencia humana plagado de dioses que lejos de ser justos, adolecían de las mismas debilidades que el hombre pero dotados de poderes superlativos. Caprichosos y egoístas, ponían en riesgo el equilibrio de las cosas y no dudaban en emplear la fuerza y el engaño en sus múltiples enfrentamientos, incluso, entre dioses padres e hijos. Supongo que a todos nos suena esta situación y que cualquiera podría imaginar en las reuniones del Consejo Europeo a nuestros 27 jefes de gobierno en el Olimpo de Bruselas, discutiendo ajenos a la realidad mientras, ajenos a los comunes mortales, ciudadanos que asistimos atónitos a las consecuencias de una crisis que destruye el empleo y socava día a día los cimientos del Estado del bienestar. Encerrados en sus moradas de cristal, los políticos europeos parecen no querer enterarse de que su mundo se derrumba porque el nuestro ya se ha venido abajo. Pelean por la supremacía olímpica y por enviar al inframundo a esos dioses variables que no han cumplido las reglas del juego. MerkelSarkozy antes y ahora cumplirá el mismo roll Hollande, han enviado al invierno que supone la intervención económica a PapandreuBerlusconiCowenSócrates y Zapatero. Sus sucesores, PapademosMontiKennyPassos Coelho y Rajoy, se dedican a administrar bajo mandato de los dioses olímpicos, la penuria y la miseria de unas políticas de ajustes que han demostrado que solo sirven para condenarnos a todos a la recesión.

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Nuestro mundo, aquel que construimos con el esfuerzo de la solidaridad y la ilusión del sueño europeo común, de tanto precipitarse hacia el abismo en los últimos tres años, se viene abajo por la fuerza de la gravedad, por esa insoportable levedad del ser que se pliega a la incercia de los acontecimientos. Todos sabemos que el desastre es inminente, incluso hablamos sin rubor de sus consecuencias, pero nadie es capaz de hacer nada. Miramos al Olimpo buscando una señal que nos dé confianza, que nos marque el camino hacia esa nueva tierra prometida europeista, pero solo nos llegan los ecos de sus broncas, los rumores de desunión, los reproches mutuos y el ruido ensordecedor de sus escándalos de corrupción. Pero mientras, la gente sufre, padece el dolor de un empobrecimiento que está abriendo una brecha social profunda entre ricos y pobres. Mientras, la sanidad pública se desmantela y sus profesionales trabajan al límite malpagados. Nuestros hijos cada vez se educan peor porque no hay recursos para tener los mejores profesores. No investigamos, ni innovamos porque no tenemos ni ideas para enfocar hacia dónde mirar, ni fondos para destinarlos. Mientras nuestros mayores han pasado de ser atendidos a tener que atender a sus hijos en paro y a sus nietos sin hogar. Estamos asistiendo al desahucio social, a la expulsión a la marginalidad de una buena parte de nuestra sociedad. Y nadie hace nada…

Asistimos a una de las transformaciones del mundo más vertiginosas de la historia. Pero deberíamos tirar de Einstein y relativizar la situación, al fin y al cabo, solo estamos ante una minúscula partícula del tiempo en evolución, por mucho que para nosotros sea la única transcendental porque es la que nos ha tocado vivir. Huir del drama y la tragedia como forma de representación de lo que está sucediendo es la primera de la tareas a las que deberíamos enfrentarnos. El cambio es consustancial a la esencia terrenal y humana, algo que sin embargo sigue provocándonos temor y parálisis. Tenemos una Unión Europea de solo 50 años de vida y una moneda única de poco más de diez. Es lógico que como el adolescente al que le duelen los huesos, le sale acné y sus hormonas se revolucionan, nuestro proyecto en común en crecimiento muestre síntomas de juventud. Pero si seguimos teniendo la firme determinación de seguir creciendo, de seguir apostando por un espacio en libertad, de profundizar en la democracia y la transparencia de nuestras actuaciones, de redimensionar nuestro edificio de derechos y coberturas sociales, acabaremos madurando y demostrando al mundo que ese joven que tantos desvelos supuso un día para todos, es de nuevo el referente universal de civilización.

No tiene sentido que la Unión Europea que sigue suponiendo la organización supranacional con más calidad de vida del planeta vea cuestionado su futuro por los mercados. Algo falla de base en el planteamiento: si nuestra deuda es la más cara por las incertidumbres que provocamos, ¿qué será entonces del futuro del resto de mundo que necesita de nosotros comercialmente para seguir viviendo? ¿Pueden los mercados afirmar que el futuro de economías tan dependientes como la china, la hindú, la brasileña o la turca por poner algunos ejemplos de Estados emergentes es más predecible? Y que decir del resto del mundo aún atrapado por la hambruna y las desigualdades, África entera y gran parte de Asia o América Latina, ¿son poblaciones cuyo futuro pinta mejor a corto o medio plazo que el nuestro? Situar a Europa como el paradigma del problema mundial es tan ridículo como racionalmente insostenible. Otra cosa, bien distinta, es que se apele a nuestra responsabilidad de ricos egocéntricos para que no nos convirtamos una vez más en escenario de conflicto y seamos capaces de liderar las ideas de futuro de la humanidad. Todos necesitamos más Europa, no sólo los europeos, el resto del mundo también nos necesita. Hemos sido a la vez los pueblos más guerreros y que más sacrificios en vidas han supuesto a la humanidad en su historia y de la misma forma el continente que más ideas a aportado al ser humano. La Unión solo tiene un sentido: apostar por el lenguaje de la palabra y abandonar la semántica de las armas, algo que solo será sostenible si nuestros políticos son capaces de hacer política con mayúsculas para el ciudadano, para resolver sus problemas.

Europa como su dioses del Olimpo se enfrenta a una guerra de Titanes, la guerra contra la especulación, la avaricia, la ilegalidad, el fraude, esos dioses que gobiernan los mercados a su antojo, sin que el poder de representación pública de gobiernos e instituciones haya sido capaz de hacerles frente hasta ahora. Tenemos armas, las del derecho, las de la democracia, la de nuestros ciudadanos libres decididos a no dejarse amedrentar por las agencias de rating o las primas de riesgo. Somos más y más fuertes en razón y convicción, solo tenemos que creérnoslo. Sólo necesitamos que Zeus, sea Merkel o quien sea capaz de liderar esta contienda política, reúna a sus hermanos dioses en el próximo Consejo Europeo del 28 de junio y tomen medidas que destierren al Tártaro, el peor lugar del inframundo a los Titanes que pretenden acabar con nuestra civilización forjada a través de siglos de conquistas sociales. Salvar el euro en sus integridad, salvar a los griegos de su particular tragedia y abrir la senda del crecimiento económico son las primeras batallas de las que deben salir victoriosa y para eso Europa sigue contando con su autómata de bronce, su perro que no suelta a su presa y la jabalina que nunca yerra.

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El new deal europeo o de cómo crecer austeramente

El triunfo de François Hollande en las elecciones presidenciales francesas a hecho correr por Europa la especie de falso debate entre los defensores de la austeridad y los partidarios del crecimiento economico. Como si una cosa estuviera reñida con la otra, cuando realmente una es condición para la otra o ambas son simbiosis de la buena praxis de la gobernanza. Cierto es que la politica impulsada por la Canciller alemana Angela Merkel y seguida a pies juntillas por el expresidente galo, Nicolás Sarkozy de ajustes presupuestarios, a base de recortes sociales para alcanzar el sagrado totem del déficit cero, han provocado un movimiento pendular hacia el lado de las propuestas de inversión para fomentar el crecimiento. Un péndulo más movido por los ciudadanos a la hora de votar, que por las propias propuestas de los socialdemócratas con proyectos alternativos a los de los conservadores. La crítica de la izquierda en una Europa de nuevo en recesión y sus vagos guiños de esperanza al electorado, han sido suficientes para empezar a desalojar a la derecha gobernante.

Pero de momento, más que por una alternativa, por lo que la gente ha apostado es por la alternancia a ciegas. Los europeos, elección tras elección, estamos convirtiendo la política en una suerte de batidora que tritura a todo gobernante que ha tratado de gestionar la crisis, más allá de su color ideológico o de la fortaleza de sus líderes. BrownPapandreuBerlusconi, SócratesZapateroCowen,Rutter, Sarkozy y previsiblemente Merkel que lleva un rosario de derrotas en elecciones en los länder, han engrosado la larga lista de políticos engullidos por la vertiginosa marcha que ha impuesto la crisis. Superar un mandato, el mínimo de cuatro anos, se ha convertido en el plazo de quita y pon a que estamos sometiendo el ritmo de decisiones políticas. Tal estress, aunque resulta lógico dada la ineptitudo de todos ellos para enfrentarse a los problemas, no parece el clima más adecuado para llevar a cabo un programa de medidas solvente con proyección a medio plazo. Queremos soluciones y las queremos ya, sin pensar que probablemente las soluciones solo vendrán del cambio de modelo y para ello se precisa reflexión, ideas y tiempo para que funcionen.

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Ese es el camino del new deal europeo, una nueva era del viejo continente que debe rejuvenecerse en todo. Los requisitos que señalan aquellos que aún se dedican al desprestigiado oficio de pensar en Europa, establecen una serie de premisas para empezar a transitarlo. Los principales think tank europeos  han propuesto un decálogo para salir de esta crisis sistemica. A saber:

1. Compromiso: sin una apuesta decidida de pueblos y gobernantes para salir adelante, sin un nuevo contrato social entre todos, no hay futuro. El espacio europeo primero tiene que ser creíble y para eso tenemos que creernoslo los europeos, sentirlo y desearlo. Solo de esa pasion útil surgirá la defensa de Europa como algo propio.

2. Sacrificio: la construcción europea se basa en la cesión y en el sacrificio de todos para todos. La cultura del esfuerzo debe ser proporcionada, una forma de ser de la Unión tan imprescindible para evitar agravios comparativos dentro, como para ser tomados en serio por las potencias internacionales y no ser vistos como el club de los ricos ociosos del mundo.

3. Colaboración: abrir fronteras, posibilitar el movimiento de mercancias, capitales y personas, dotarnos de instituciones y monedas propias ha supuesto una ingente tarea política de más de medio siglo. Debemos preguntarnos cada uno de los ciudadanos europeos si estamos aprovechando esa maravillosa oportunidad que hemos sido capaces de proporcionarnos. Las posibilidades de colaboración entre empresas, entidades locales e individuos son aun enormes y porqué no hemos puesto en valor ni un 10 por ciento de sus posibilidades, segun los estudios de la Comisión Europea.

4. Juventud: los principales cambios de era en Europa los han liderado los jóvenes, siempre han actuado de vanguardia política, artística o científica. Darles el protagonismo que requieren y un futuro esperanzador es un requisito imprescindible para nuestra supervivencia.

5. Educación: solo creceremos si formamos mejor a las generaciones futuras. Nuestros centros educativos desde primaria a secundaria y, de forma muy especial, universitaria, son el eje del valor añadido del proyecto europeísta. Debemos aspirar a la excelencia educativa y volver a ser referente mundial de pensamiento.

6. Innovación: nuestros productos y servicios pueden diferenciarse por sus procesos innovadores y de investigación, distinguiéndose de competidores mundiales cuantitativos y de bajo coste. No debemos aspirar a convertirnos en un espacio de reducción de precios y de derechos como si fueramos un país emergente.

7. Solidaridad: somos más de 500 millones de habitantes con iguales derechos y debemos serlo con las mismas oportunidades. Consolidar y no perder el carácter social de Europa es una necesidad para seguir gozando del mayor espacio de paz y seguridad mundial.

8. Democracia: la transparencia y el ejercicio participativo de nuestras sociedades es un requisito básico para que los ciudadanos se sientan parte de un todo. No somos un colectivo dirigido a un objetivo ciego, con una meta de crecimiento planificado, somos un conjunto de pueblos diferenciados, con diversidad de culturas que deben ser respetadas siempre, aunque nuestros ritmos sean mas lentos de lo deseable.

Y llegamos al corolario que hoy centra el debate:

9. Austeridad: no gastar lo que no se tiene, realizar previsiones ajustadas de ingresos y gastos, llevar a cabo una gestión pública fiscalizada y con un correcto plan de prioridades, debe ser un forma de ser que no puede verse alterado por los vaivenes de los ciclos económicos.

10. Crecimiento: ese ansiado afán de toda sociedad que significa traducir los incrementos del PIB en riqueza y desarrollo social, solo puede venir de la aplicación de los nueve anteriores puntos de este decálogo. No existen recetas o medidas mágicas, que tornen la recesión en crecimiento por el mero hecho de poner en marcha una serie de cortoplacistas medidas reactivadoras. No hay otro plan Marshall para Europa que pueda servir, porque ni hemos vivido otra guerra, ni EE.UU. nos tienen que salvar. La solución está en nosotros, la solución es Europa.

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¿Cuál es el siguiente paso a la indignación? Reforma o ruptura

En 2008, fue la gota que colmó el vaso, la mecha que prendió la llama y el detonante de la crisis financiera de la que hoy seguimos sufriendo las consecuencias. Bueno, no todos. Ahora nos anuncian a bombo y platillo que la quebrada Lehman Brothers ha salido de su ruina. La bancarrota de 639.000 millones de dólares de la entidad, que dio inicio al desastroso ciclo financiero internacional que ha provocado una recesión en cadena, oficialmente ha concluido y el banco está listo para empezar a devolver los 65.000 millones dólares a sus acreedores y para volver a operar, esperemos que bajo normas de actuación más éticas y decorosas. Pero la realidad 2 años y medio después no es otra que un mundo en franca recesión, sin modelo económico global de futuro y, en el caso de Europa, sumidos en un proceso de rescate de varios países, inmersos en recortes presupuestarios y con alto riesgo de desmontaje del Estado del bienestar del que venimos disfrutando en los últimos 50 años.

Y todo empezó en Wall Street, todos nuestros actuales males surgieron como de la nada de una pesadilla de ingeniería financiera basada en el timo de la estampita. Tan vulgar como real, tan burda la trampa como descomunales sus consecuencias. Se desencadenó la tormenta, nos llevó a todos por delante y para cuando quisimos darnos cuenta, el mundo ya no era como nos lo habían hecho creer y además éramos culpables de no se sabe qué. Tardamos bastante en indignarnos porque el susto nos atenazó un tiempo, la indignación trató de manifestarse y se quedó en un ridículo gesto fotográfico de concentraciones hacia la nada. Sin propuesta alguna y sin capacidad de quemar los nuevos palacios de invierno – las bolsas -, la protesta se fue diluyendo dejando constancia de su impotencia y del triunfo del sistema que aunque caduco sigue reinando. De la confusión pasamos al pánico, de ahí a la indignación y ahora vivimos un insípido periodo de anonadamiento. Con la boca abierta al sol y dando vueltas sobre nosotros mismos, tratamos de encontrar un nuevo rumbo en un mundo que cada día es menos colectivo y más individualista, que ha apostado por el sálvese quien pueda y abandona a toda velocidad las fórmulas de soluciones solidarias a los problemas.

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La democracia para lo único que nos ha servido en este extraño periodo de la humanidad es para oficializar los cambios de gobierno. Uno tras otro han ido cayendo de distintos colores, de derechas o de izquierdas porque hacía mucho tiempo que salvo a sus siglas habían apostatado de sus ideologías y de plantear propuestas de cambio a la sociedad. Basados en la alternancia y no en la alternativa, hemos visto ser deglutidos por la crisis a George Bush, Gordon Brown, Silvio Berlusconi, Yorgos Papandreu, José Luis Rodríguez Zapatero y, de seguir así las cosas, pronto engrosarán la lista Nicolás Sarkozy y Angela Merkel. Dado que el único derecho que le queda al empobrecido ciudadano es introducir la papeleta en la urna, castiga al gobernante y busca en su oponente una oportunidad a ciegas para salir de la crisis, todo ello convenientemente revestido de una notable desidia y falta de credibilidad de la clase política.

La política se ha instaurado en el centro ideológico, lo que en palabras de un notable ministro franquista no es más que un punto en el infinito – lo decía uno que sentía un claro desprecio por las opiniones de los demás -. Pero la realidad es que por centrarse han perdido su perfil y sus aristas diferenciadoras, se han profesionalizado las bases de los partidos y funcionarizado sus programas o propuestas. Todo un compendio de males que han contribuido al gobierno de los mercados y a la incapacidad para controlarlos desde normas sociales basadas en el bien general. Lo liberal se ha ido imponiendo como sin querer, porque además ser liberal se ha convertido en una suerte de poder decir un día una cosa y al día siguiente lo contrario con solución de continuidad. De tal forma que quien contraviene su norma es un peligroso antisistema que sabe dios a dónde pretende llevarnos. La voz única se ha ido imponiendo como la única política posible ocupando un enorme espacio social de una sociedad anestesiada antes y ahora aturdida por la crudeza de la crisis.

Todos los gobiernos al darse cuenta de su absoluta incapacidad para solventar la situación con un mínimo éxito han tratado de encontrar un culpable a que responsabilizar de los males. El déficit, las agencias de rating, los derrochadores países del Sur en Europa y en España las Comunidades Autónomas esos monstruos de dos cabezas que duplican gastos y derrochan lo que no tenemos para honra y gloria de unos pequeños virreyes políticos. Explicación simplona a problemas de fondo de un modelo de sociedad, pero que se compran fácilmeTeante por una sociedad que necesita un malo de la película para lanzar contra él todos sus enfados cotidianos fruto de la caída real de sus ingresos. Y en esta política huidiza que no afronta seriamente los problemas y que frivoliza con titulares fáciles, está alimentando los neopopulismos en los extremos de los arcos parlamentarios. Surgió el Tea Party y en Europa la extrema derecha, como reverdecen posiciones comunistas nostálgicas del colectivismo. Aún no han sido capaces de alcanzar gobiernos, porque ni lo pretenden, es una extrema desvergonzada, que solo quiere condicionar, ser la llave de las políticas sin pretender cambiar el mundo como lo intentaron pese a que nos causaran no pocos dramas, el nazismo, el fascismo o el comunismo.

Sería lógico suponer que esta crisis que ya dura mucho – cuatro años a la velocidad que se mueve nuestro mundo globalizado se asemeja a una década de las de antes – debe provocar pronto un nuevo estado de ánimo entre nosotros. La indignación suele dar paso a la rebeldía y esa sensación motriz tiene dos caminos para expresarse: la reforma o la ruptura. Europa no puede seguir tratando de avanzar a base de planes de actuación o eleva la categoría de sus políticas o el cortoplacismo nos hundirá. O plantea reformas en profundidad del modelo de sociedad que tenemos hoy o llegará la ruptura, porque ya llamar revolución a los cambios radicales suena a película romántica. De una forma o de otra, más o menos cruentamente, más o menos ordenadamente, tiene que surgir una o varios voces de liderazgo que nos lleven al otro lado del río, donde nada será como hasta ahora. El momento peonza por agotamiento está llegando a su fin, toca definir un rumbo y un destino, incluso aunque no sepamos siquiera en qué consiste a ciencia cierta lo que proponemos. Dicho lisa y llanamente, necesitamos ya una nueva utopía.

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Al borde del éxodo, el último acto de la tragedia griega

Europa lleva casi dos años asistiendo al drama de Grecia, de su bancarrota, de su primer rescate, de sus baldíos intentos de ajustes y recortes, de sus huelgas generales, de su larvado estallido social, de su segundo rescate y, finalmente, o al menos así parece, a la decisión final de si se quedan o se van de la eurozona y, porqué no, de la Unión Europea. El problema de la decisión que finalmente adopte el eurogrupo no es otro tan egoísta como el posible contagio que producirá en el resto de Estados del euro que se encuentran en dificultades – Irlanda yPortugal, ya rescatados, EspañaItalia con elevados déficits y altas primas de riesgo en su deuda pública -. Del sufrimiento al que se está sometiendo a base de medidas de empobrecimiento de las rentas familiares y de desmantelamiento de la asistencia social a los griegos, de eso ya ni hablamos. A nadie o casi nadie en Bruselas les importa la suerte a que abandonamos a más de 11 millones de habitantes, al territorio que en su día alumbró la cultura y la civilización clásica y, en la actualidad, a un enclave geopolíticamente crucial en el escenario mediterráneo y, por ello, en la relación con Turquía y Oriente Medio. Así de pacatos y cortoplacistas se han vuelto nuestros políticos obsesionados por el vil metal.

Es Grecia presa de su propia paradoja. Allí se creo la tragedia griega que hoy en forma de pesadilla irónica viven sin máscaras, ni teatros, en plena calle. De ahí que me permita la licencia de recordar que la tragedia helena está estructurada siguiendo un esquema rígido, cuyas formas se pueden definir con precisión. Se inicia generalmente con un prólogo, que según Aristóteles es lo que antecede a la entrada del coro. Las características generales son que se da la ubicación temporal y se une el pasado del héroe con el presente, pueden participar hasta tres actores, pero sólo hablan dos y el otro interviene o puede recitar un monólogo. Se informa al espectador del porqué del castigo que va a recibir el héroe y en esta parte no interviene el coro. Verdad que nos suena: el héroe el pueblo greigo, dos actores, MerkelSarzoky, con el monólogo de la Canciller, con el coro del eurogrupo. El castigo se anunció tras el primer rescate. Prosigue lapárados, que son cantos a cargo del coro durante su entrada en la «orchestra». En esta parte se realiza un canto lítico, donde se dan danzas de avance y retroceso. En la realidad que vivimos, se escenificó con las primeras huelgas y violencia en las calles de Atenas, mientras su clase política trataba de dar pasos hacia adelante y hacia atrás sin alcanzar acuerdos.

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Luego comienzan los episodios que pueden ser hasta cinco. En ellos hay diálogo entre el coro y los personajes o entre personajes; es la parte más importante por ser la dramática por excelencia y expresa el pensamiento e ideas del personaje. Entre los episodios se hallan los estásimos, que son intervenciones del coro en las que se expresan las ideas políticas, filosóficas, religiosas o morales del autor. Aquí nos encontramos tras dimitir Papandreu y forzar la UE un gobierno de coalición presidido por el tecnócrata Lukas Papademos. Por último, el éxodo es la parte final de la tragedia, hay cantos líricos y dramáticos; el héroe reconoce su error. A veces es castigado con la muerte por los dioses y es allí donde aparece la enseñanza moral. A punto estamos de dictar esta trágica sentencia contra el pueblo griego y con ello condenarnos eternamente a la derrota del proyecto europeísta.

Volviendo a la cruda situación conviene analizar qué está exigiendo la troika de acreedores –Comisión EuropeaFMIBCE – al gobierno griego. El acuerdo sobre Grecia se basa en tres pilares. El compromiso de nuevos ajustes sociales por parte del Gobierno y los partidos políticos griegos, un acuerdo con la banca por el que acepte unas pérdidas o quita de la deuda de hasta el 70% de su inversión en Grecia y la aceptación por parte de la UE y el FMI de conceder un segundo paquete de ayudas que podría oscilar entre 130.000 y 145.000 millones de euros. El capítulo de recortes es especialmente traumático para un país que empieza su quinto año de recesión y que está cada vez más próximo a la explosión social. Los ajustes que se debaten ahora, muchos de los cuales son compromisos anteriores no aplicados aún, incluyen una reducción de gastos sanitarios de 1.100 millones; recortes en Defensa y en la Administración local, de 400 millones en cada caso; reducción del salario mínimo en 22% (pasaría de 750 euros brutos a 586 en 14 pagas), reducciones del 15% en las pensiones complementarias y aplicación del acuerdo anterior de eliminar 15.000 empleos del sector público.

La encrucijada a la que se está sometiendo a Grecia es tan simple como quedarse en el euro para sufrir décadas de pobreza e inestabilidad social o salirse y pasar a ser los parias de la Unión. Además, desde el punto de vista jurídico comunitario, no está regulada la salida del un miembro del euro, mientras que sí lo está cuando se sale Unión Europea, por lo que la caída de Grecia podría suponer que el Estado heleno se viera expulsado del club europeo. Hecho que podría convertirle en un oscuro objeto de deseo de potencias hostiles a los intereses europeos, dado el caos social que produciría quedarse en tierra de nadie en el escenario internacional.

El éxodo griego, de producirse, tendrá indudables efectos sobre la imagen de la Unión Europea y su ya tocada credibilidad en los mercados financieros. Así lo reconocía el ministro de Economía español Luis de Guindos al manifestar que «si Grecia va a la quiebra, puede haber contagio». El temido efecto dominó sobre países con sus cuentas públicas cuestionadas alarga su sombra sobre el continente. De ahí que todos debamos ser muy conscientes de la trascendencia de cualquier decisión que se tome sobre Grecia porque del final de la tragedia griega depende en gran medida el futuro de Europa.

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