Tocando fondo, Spain is touching bottom

Aunque sabido es que todo puede empeorar, no es menos cierto que los últimos indicios dramáticos que rodean a la economía española hacen presagiar los mejores augurios de futuro. Estamos tocando fondo, eso sí ayudados por nuestros socios europeos y el tenaz seguimiento de nuestros pasos por parte de las instituciones de Bruselas. Retrocedemos a tal velocidad sobre nuestros pasos dados con denuedo durante décadas, que estamos sorprendiendo una vez más a propios y extraños. Fuimos un día el milagro europeo creciendo por encima del 2% durante más de diez años y ahora hemos sido capaces de caer por debajo de dichos niveles de desarrollo. Hacemos el cangrejo a la misma misma velocidad que surcábamos antes los mercados a tranco de guepardo. Somos, en fin, un auténtico portento de la naturaleza Estado-Nación. La Bolsa está por debajo de niveles de 2003, la renta per cápita retrocede a ratios de los 90, la morosidad se acerca a la de los inicios de los 80… se impone la moda retro o lo que es lo mismo, volvemos a situaciones anteriores a nuestra entrada en la Unión Europea– entonces Comunidad Económica Europea -. Los fondos de cohesión y estructurales que de la mano de Europa han servido para transformar el paisaje español y revalorizar los activos en infraestucturas, las mismas joyas que están prontas a venderse ante la falta de liquidez del Estado.

Sin embargo, debemos observar los últimos acontecimientos como los síntomas de una posible recuperación. Desde hace tres años, cuando nos sacudió la resaca de la crisis financiera internacional, banqueros y clase política gobernante se han empeñado en negar la realidad. Unos por defender intereses tan bastardos como cuantiosos en suma de privilegios y otros por desconocimiento, irresponsabilidad o falta de coraje. Cuando todas las entidades bancarias deAlemaniaFranciaBélgicaReino Unido u Holanda pusieron en cuestión los valores de sus activos y la posición de su pasivo, nosotros alardeamos de buena salud tapando unos a otros las vergüenzas, sabedores como eran todos de su comatoso estado de salud fruto del endeudamiento privado desproporcionado en productos inmobiliarios. El círculo vicioso era perfecto: el increíble riesgo asumido por todos en torno al sector de la construcción tenía su base en los altísimo niveles de consumo que el crecimiento de nuestra economía generó durante más de diez años. Ello llevó a promotores y bancos a entrar en una espiral del quien da más que inundó el mercado de hipotecas. La realidad es que cuando la recesión se echó encima traduciéndose en elevadas cifras de paro, la construcción se paró en seco y la mayoría de las empresas del sector, grandes, pequeñas y advenedizas, empezaron a desaparecer endosando sus tóxicos activos – que no es otra cosa que algo de dudoso valor – a bancos y cajas. Ya era, pues, cuestión de tiempo que en los balances de las entidades financieras españolas aflorara la realidad contable de unas pérdidas que rondan los 250.000 millones de euros.

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Hemos agotado el tiempo de las mentiras, primero dentro de casa y luego fuera con nuestros socios de la UE. Nuestra credibilidad se ha ido agotando, primero por el descuadre de nuestras cuentas públicas, todas ellas también afectadas por el síndrome del ladrillo dada la dependencia que las administraciones locales y autonómicas tuvieron del sector inmobiliario también. Déficits no confesados con facturas en los cajones y agujeros negros de pérdidas en cajas de ahorro – casualmente residenciadas en ambos casos en la Comunidad de Madrid y en laComunidad Valenciana – han puesto la gota que ha colmado el baso de los incumplimientos de una economía demasiado pesada para ser rescatada al uso sin acarrear graves consecuencias al euro. Ahora, por tanto, que estamos a la espera de los resultados de las auditorias financieras externas – tan externas que el Banco de España no pinta nada en su labor supervisora – y que las cuentas públicas de todas nuestras administraciones deben presentarse a su control en elMinisterio de Hacienda y en la Comisión Europea cada mes, podemos proclamar orgullosos que hemos tocado fondo.

En situaciones críticas solo del reconocimiento de la verdad pueden venir las soluciones y por eso mismo llegar a tocar fondo suele ser un requisito imprescindible para iniciar la reconstrucción del sistema. De ahí que si el gobierno de Mariano Rajoy tuviera una hoja de ruta clara para afrontar esta posguerra, es el momento ya no de pedir sacrificios a los que la mayoría de la población está más que resignada, sino de hacer el relato de la tierra prometida. Hacia dónde vamos, por duras que sean las penurias que debamos pasar, y cómo debemos afrontar la travesía, son las dos grandes cuestiones aún sin respuesta. No se puede pedir a los ciudadanos que asuman recorte tras recorte de sus derechos, mientras asisten atónitos a la salida a flote de la escandalosa gestión del pasado, sin ofrecerles la esperanza no mesiánica sino en forma de políticas sostenibles.

Es evidente que lo primero que debemos reconocer es la pérdida de valor de activos y de caída de renta de los españoles. Somos más pobres y aún lo seremos más. Según diversos cálculos nos estamos jugando caer entre un 30% y un 50%, lo que nos llevaría en una especia de viaje en el tiempo a los primeros años de la década de los 80. Aclimatados a la nueva circunstancia, tanto a nivel público como privado, es urgente un planteamiento de modelo de competitividad de nuestra economía y un plan de contingencia social para salvaguardar las bases del Estado del bienestar – sanidad, educación y servicios sociales – en una sociedad que envejece a toda velocidad. Las reformas de fondo del siglo XXI que precisamos, ya llevan más de una década de retraso dado que vivíamos en la opulencia, dormidos en el sueño de morfeo sin pensar que el futuro no estaba conquistado.

La práctica quiebra de Bankia se ha convertido en el detonante definitivo de la hora de la verdad bancaria. Más allá de las soluciones coyunturales que se puedan articular de acuerdo con las instituciones europeas para producir los inevitables rescates de las entidades financieras españolas afectadas por el mal inmobiliario, la realidad es que el conjunto de entidades y su volumen se verá sustancialmente disminuido. Ello afectará de forma decisiva a economías locales y regionales con la práctica desaparición de cajas de ahorro centenarias que han cumplido labores básicas de financiación en dichas comunidades. En un marco de concentración con incorporación de capital de países europeos y con menor capacidad de competencia, las empresas pequeñas y medianas seguirán por mucho tiempo teniendo difícil su acceso a las líneas de crédito imprescindibles para su actividad. La sangría vivida por empresas y trabajadores a manos de responsables bancarios que se han comportado obviando el código del sentido común y la buenas conductas del gobierno, requieren la exigencia de responsabilidades. Es inasumible seguir siendo testigos mudos de la caída de entidades cuando paralelamente los causantes de la misma salen por la puerta de atrás con los maletines de sus cuantiosas y blindadas prejubilaciones. Hemos tocado fondo y ahora debemos ponernos en pie, pero por dignidad para empezar a caminar tenemos que juzgar y depurar las culpabilidades de lo sucedido.

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Merkel descubre su jugada: el estado de excepción «económica» para los periféricos

La llegada al parisino palacio del Elíseo de François Hollande y con él la de los aires programáticos de los socialdemócratas galos a Bruselas han obligado a la canciller Angela Merkel a descubrir sus cartas. Alemania ha tenido que improvisar un documento con sus planteamientos para reactivar el crecimiento en la zona euro y en él, siempre según filtración al diario Der Spiegel, destila las que son sus verdaderas intenciones para sacar provecho particular de la crisis en la Unión Europea. De los seis puntos destaca uno por la trascendencia del planteamiento: la creación de zonas de excepción económica para los Estados periféricos del euro. Casi nada con lo que se descuelgan nuestros socios germánicos después de que llevemos sufriendo tres años la crisis con sus consiguientes recortes por ellos impuestos.

Nos hace Merkel esta brutal propuesta basándola en la similar decisión que su antecesor Gerhard Schröeder tomó hace ahora exactamente diez años cuando Alemania pagaba la cuantiosa factura de la reunificación y la economía de la ex República Federal no daba a basto para relanzar el crecimiento de la ex República Democrática. Paradojas de la vida, aquellos presupuestos del Estado alemán elevaron su endeudamiento hasta cerca de los 40.000 millones de euros y el entonces ministro de Finanzas Hans Eichel, se vio obligado a declarar el estado de excepción económica ya que la Constitución alemana solo permite que el endeudamiento sea superior a las inversiones cuando se produce un desequilibrio de la economía. Alemania superó finalmente en un punto y medio el 3% fijado en el Pacto de Estabilidad y convergencia que llevó aparejada la puesta en marcha del euro. Todos lo entendimos y lo aceptamos por lo que Alemania no tuvo sanciones de la Comisión Europea por sus desequilibrios presupuestarios. A veces la memoria debería servir para algo. Sin embargo, por contra su propuesta actual es convertir a las economías desequilibradas, ya no solo en zonas supervisadas sino sometidas a una especie de dictadura tecnócrata.

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El estado de excepción consistiría en ventajas fiscales y regulaciones menos estrictas que sean capaces de atraer inversiones extranjeras a los países que hoy viven ahogados por la presión de los intereses de la deuda. Y como es natural esos inversores también se verán favorecidos por un amplio programa de privatizaciones llevadas a cabo a través de “instituciones de desconfianza”. En una palabra podrán adueñarse de los principales activos de ese país a precio de saldo y si esos hipotéticos inversores hablan alemán hemos cuadrado el círculo. Para rematar su gloriosa propuesta para nuestro crecimiento Merkel pretende que adoptemos el modelo dual de formación profesional que ha convertido a Alemania en una masa de trabajadores de bajo coste laboral pero intercambiable entre sectores, es decir flexible y de alta movilidad. A cambio la República Federal se ve obligada a importar con arduas dificultades ingenieros o científicos investigadores.

En el fondo y simplificando las intenciones de Merkel, estamos ante una propuesta de neocolonialismo puro y duro del centro hacia la periferia, una forma de pax germánica concluída la conquista de la eurozona. A cambio de seguir en la moneda del imperio tendremos que malvender las joyas de la abuela y las mejores de la corona y después pasaremos a ser trabajadores baratos en las colonias. Suena feo la verdad pero dado que llevamos años vomitando de vértigo al borde del abismo, lo normal es que nos veamos obligados a aceptar nuestra triste condición de periféricos esclavos. Como muy bien señalaron en sendos artículos bajo el mismo tema, Slavoj Zizek y José María Ridao, vivimos en un permanente estado de excepción económica que ha llegado a justificar la caída de gobiernos legítimos emanados de las urnas en Grecia e Italia para ser sustituidos por ejecutivos tecnócratas que como hemos podido observar tampoco son capaces de salir del marasmo en que nos tiene inmersos esta crisis. Pero en aquellos países donde el cambio de gobierno se ha solventado en las urnas, como es el caso de Portugal o España, los nuevos gobenantes actúan como autómatas deterministas al dictado de la tecnocracia imperante desde Berlín vía Bruselas. Y volviendo a las paradojas de este drama continental algunos se empeñan en que se nos olvide que el gran préstamo para Atenas se utiliza para cancelar la deuda griega con los grandes bancos franceses y alemanes o que la financiación pública para ayudar a la banca española a limpiar sus cimientos de basura inmobiliaria está resultando un excelente negocio para esos mismos bancos alemanes que reciben préstamos al 1% y prestan al 8%.

Enfrente, quitando los planteamientos iniciales de reeqiilibrio del eje franco-alemán por parte del presidente Hollande, lo único que ha habido es indignación sin encauzar, ciudadanos desesperados manifestando su confusión, simplemente una negativa generalizada a que se desmonte el Estado de bienestar. Ni una idea, ni una propuesta. Deberíamos tomar conciencia de que periféricos somos todos, sobre todo, cuando alguien ha decidido convertirse en el centro del universo Europa. La batalla se ha desencadenado cuando alguien ya se pensaba triunfadora, pero las urnas, la bendita democracia parecen haber torcido el destino de la Unión. Sigamos confiando, pues, en más democracia y más Europa para salir del estado de excepción económica.

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Un nuevo sistema financiero internacional es posible y urgente

Que la profunda crisis económica que vivimos en el mundo tiene sus orígenes, al menos noticiosos, en la ya histórica quiebra de Lehman brothers el 15 de septiembre de 2008, nadie lo duda. Que detrás del hundimiento de la firma deWall Street, en sus podridos cimientos, residían los males enfermizos de una sociedad cuyos valores habían degenerado, también es un hecho reconocido. Y que, todo aquello fue posible por el efecto trepidante de la globalización y, con ella, la aparición de Estados emergentes en el escenario geoestratégico internacional, tampoco es refutable. Si estamos de acuerdo en el diagnóstico y que las consecuencias de la caída del sistema financiero y monetario internacional están provocando la parálisis de la economía productiva, resulta inverosímil observar cómo los mandatarios mundiales son incapaces de poner en marcha medidas con la urgencia que la situación precisa, para instaurar un sistema nuevo acorde con las nuevas necesidades que los ciudadanos requerimos.

El Sistema Financiero Internacional es el conjunto de instituciones públicas y privadas (Estado y particulares) que proporcionan los medios de financiación a la economía internacional para el desarrollo de sus actividades. Estas instituciones realizan una función de intermediación entre las unidades de ahorro y las de gasto, movilizando los recursos de las primeras hacia las segundas con el fin de lograr una más eficiente utilización de los recursos. Esa necesaria colaboración entre las Instituciones Públicas: Bancos Centrales, Organizaciones Supranacionales, Ministerios de Economía, etc. y las Instituciones Privadas: Bancos y Cajas, Grandes Superficies, Compañías de Seguros, Grandes Constructoras… requiere de una normativa de fiscalización de actividades cuyo único fin debe ser el de garantizar el correcto funcionamiento del sistema. Algo que es obvio que en el pasado reciente y en el presente no existe.

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Heredamos de Bretton Woods – la conferencia que instituyó el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial – un Sistema Monetario que se encuentra en transición fundamentalmente por el cambio en el equilibrio de poder que está teniendo lugar en la economía mundial a favor de las potencias emergentes. Asimismo, las actuales reglas de funcionamiento del SMI se han mostrado poco efectivas para resolver los desequilibrios macroeconómicos globales de forma coordinada (algunos de ellos se han reducido por el propio efecto de la crisis pero no por la cooperación entre Estados) y plantean dudas sobre los elementos de liquidez y confianza debido a que el dólar está cada vez más cuestionado como moneda de reserva global. Sin embargo, por increíble que parezca, no se vislumbran alternativas claras al actual patrón flexible basado en el dólar como porque el actual statu quo sirve bien a los intereses de corto plazo tanto de EE.UU.como de China. Ambos juegan hipócritamente a tirarse los trastos a la cabeza mientras los demás pagamos los platos rotos de su teórico desencuentro monetario.

En la eurozona, mientras no se resuelvan los problemas de la crisis de la deuda soberana, será difícil que pueda adoptarse una posición común y firme en asuntos monetarios internacionales que permita a la Unión ganar poder e influencia. En Europa estamos ante un momento decisivo, pues, si la crisis del euro sirve para fortalecer los mecanismos de gobernanza internos de la moneda única y avanzar en reformas que permitan a las economías europeas aumentar su potencial de crecimiento, se allanaría el camino tanto para que el euro tenga un mayor peso internacional como para que la zona euro pueda moldear los cambios que en el futuro se habrán de producir en el SMI. Nuestros gobernantes deben ser conscientes de que en sus manos está cambiar el sistema y convertir de nuevo a Europa en eje de las ideas de progreso mundial.

El mundo se acelerado al globalizarse y son muchos más los decisores en los mercados, esa ecuación relativizada de la economía está tensionando las grandes estructuras de la banca internacional, incapaz de dar servicio desde sus atalayas de poder a un paisaje complejo y cambiante. La esencia de  la actividad financiera no es otra que la movilización del ahorro y ponerlo a disposición de quienes necesitan financiación externa para crear riqueza, es decir, la actividad financiera, es fundamental en cualquier economía. Nadie puede pretender renunciar a ella para volver a los tiempos de trueque en una especie de regresión a la imaginaria arcadia paleolítica. Ante el pánico que generan las entidades financieras, no se trata de salir corriendo a sacar el dinero de los bancos, sino de poner en marcha un nuevo sistema, mucho más ético y eficaz para el mundo actual. En lugar de ser un sistema cada vez más centralizado y concentrado, como quieren los dueños de la banca privada para controlar mejor a los mercados y a la sociedad, deberíamos optar por un sistema descentralizado, creando redes y un sistema de finanzas multinivel y multifuncional, porque es fundamental que la gente que ahorra sea dueña también del destino de su ahorro, que intervenga a la hora de decidir su uso. En el fondo, se trata de devolver el poder al ahorrador y al demandante de financiación, convirtiendo al intermediario en lo que es, una herramienta al servicio de aquellos.

Nos gobierna una suerte de capitalismo financiero o de accionistas anónimos, el poder de los “intereses financieros” sobre la economía “real” ha aumentado enormemente, subordinando todas las actividades económicas a obtener beneficios en los mercados financieros y creando instrumentos financieros para obtener beneficios sólo a través de los mercados financieros, fracasando a la vez en dar servicio a la producción y agricultura sostenibles, y al ahorro estable de los clientes “normales”. Se requieren nuevos mecanismos de control internacional de las transacciones; de fiscalización de los receptores de crédito – para que estudiantes o homeless como ha ocurrido no se conviertan en tapaderas de negocios de ingeniería ficticia financiera -; grabar las actividades especulativas de los movimientos a corto; control público de las agencias de calificación; lucha contra el fraude especialmente en paraísos fiscales o limitar los llamados productos derivados y exigencia de responsabilidades penales a los directivos que hayan incurrido en malas praxis en su gestión. La tarea requiere de un diálogo y consenso general pero los europeos podemos convertirnos en la vanguardia de un proceso que no podemos aceptar que no sea posible y cuyo carácter de emergencia nadie puede rebatir, salvo aquellos muy pocos que se enriquecen a costa del empobrecimiento de los demás.

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El new deal europeo o de cómo crecer austeramente

El triunfo de François Hollande en las elecciones presidenciales francesas a hecho correr por Europa la especie de falso debate entre los defensores de la austeridad y los partidarios del crecimiento economico. Como si una cosa estuviera reñida con la otra, cuando realmente una es condición para la otra o ambas son simbiosis de la buena praxis de la gobernanza. Cierto es que la politica impulsada por la Canciller alemana Angela Merkel y seguida a pies juntillas por el expresidente galo, Nicolás Sarkozy de ajustes presupuestarios, a base de recortes sociales para alcanzar el sagrado totem del déficit cero, han provocado un movimiento pendular hacia el lado de las propuestas de inversión para fomentar el crecimiento. Un péndulo más movido por los ciudadanos a la hora de votar, que por las propias propuestas de los socialdemócratas con proyectos alternativos a los de los conservadores. La crítica de la izquierda en una Europa de nuevo en recesión y sus vagos guiños de esperanza al electorado, han sido suficientes para empezar a desalojar a la derecha gobernante.

Pero de momento, más que por una alternativa, por lo que la gente ha apostado es por la alternancia a ciegas. Los europeos, elección tras elección, estamos convirtiendo la política en una suerte de batidora que tritura a todo gobernante que ha tratado de gestionar la crisis, más allá de su color ideológico o de la fortaleza de sus líderes. BrownPapandreuBerlusconi, SócratesZapateroCowen,Rutter, Sarkozy y previsiblemente Merkel que lleva un rosario de derrotas en elecciones en los länder, han engrosado la larga lista de políticos engullidos por la vertiginosa marcha que ha impuesto la crisis. Superar un mandato, el mínimo de cuatro anos, se ha convertido en el plazo de quita y pon a que estamos sometiendo el ritmo de decisiones políticas. Tal estress, aunque resulta lógico dada la ineptitudo de todos ellos para enfrentarse a los problemas, no parece el clima más adecuado para llevar a cabo un programa de medidas solvente con proyección a medio plazo. Queremos soluciones y las queremos ya, sin pensar que probablemente las soluciones solo vendrán del cambio de modelo y para ello se precisa reflexión, ideas y tiempo para que funcionen.

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Ese es el camino del new deal europeo, una nueva era del viejo continente que debe rejuvenecerse en todo. Los requisitos que señalan aquellos que aún se dedican al desprestigiado oficio de pensar en Europa, establecen una serie de premisas para empezar a transitarlo. Los principales think tank europeos  han propuesto un decálogo para salir de esta crisis sistemica. A saber:

1. Compromiso: sin una apuesta decidida de pueblos y gobernantes para salir adelante, sin un nuevo contrato social entre todos, no hay futuro. El espacio europeo primero tiene que ser creíble y para eso tenemos que creernoslo los europeos, sentirlo y desearlo. Solo de esa pasion útil surgirá la defensa de Europa como algo propio.

2. Sacrificio: la construcción europea se basa en la cesión y en el sacrificio de todos para todos. La cultura del esfuerzo debe ser proporcionada, una forma de ser de la Unión tan imprescindible para evitar agravios comparativos dentro, como para ser tomados en serio por las potencias internacionales y no ser vistos como el club de los ricos ociosos del mundo.

3. Colaboración: abrir fronteras, posibilitar el movimiento de mercancias, capitales y personas, dotarnos de instituciones y monedas propias ha supuesto una ingente tarea política de más de medio siglo. Debemos preguntarnos cada uno de los ciudadanos europeos si estamos aprovechando esa maravillosa oportunidad que hemos sido capaces de proporcionarnos. Las posibilidades de colaboración entre empresas, entidades locales e individuos son aun enormes y porqué no hemos puesto en valor ni un 10 por ciento de sus posibilidades, segun los estudios de la Comisión Europea.

4. Juventud: los principales cambios de era en Europa los han liderado los jóvenes, siempre han actuado de vanguardia política, artística o científica. Darles el protagonismo que requieren y un futuro esperanzador es un requisito imprescindible para nuestra supervivencia.

5. Educación: solo creceremos si formamos mejor a las generaciones futuras. Nuestros centros educativos desde primaria a secundaria y, de forma muy especial, universitaria, son el eje del valor añadido del proyecto europeísta. Debemos aspirar a la excelencia educativa y volver a ser referente mundial de pensamiento.

6. Innovación: nuestros productos y servicios pueden diferenciarse por sus procesos innovadores y de investigación, distinguiéndose de competidores mundiales cuantitativos y de bajo coste. No debemos aspirar a convertirnos en un espacio de reducción de precios y de derechos como si fueramos un país emergente.

7. Solidaridad: somos más de 500 millones de habitantes con iguales derechos y debemos serlo con las mismas oportunidades. Consolidar y no perder el carácter social de Europa es una necesidad para seguir gozando del mayor espacio de paz y seguridad mundial.

8. Democracia: la transparencia y el ejercicio participativo de nuestras sociedades es un requisito básico para que los ciudadanos se sientan parte de un todo. No somos un colectivo dirigido a un objetivo ciego, con una meta de crecimiento planificado, somos un conjunto de pueblos diferenciados, con diversidad de culturas que deben ser respetadas siempre, aunque nuestros ritmos sean mas lentos de lo deseable.

Y llegamos al corolario que hoy centra el debate:

9. Austeridad: no gastar lo que no se tiene, realizar previsiones ajustadas de ingresos y gastos, llevar a cabo una gestión pública fiscalizada y con un correcto plan de prioridades, debe ser un forma de ser que no puede verse alterado por los vaivenes de los ciclos económicos.

10. Crecimiento: ese ansiado afán de toda sociedad que significa traducir los incrementos del PIB en riqueza y desarrollo social, solo puede venir de la aplicación de los nueve anteriores puntos de este decálogo. No existen recetas o medidas mágicas, que tornen la recesión en crecimiento por el mero hecho de poner en marcha una serie de cortoplacistas medidas reactivadoras. No hay otro plan Marshall para Europa que pueda servir, porque ni hemos vivido otra guerra, ni EE.UU. nos tienen que salvar. La solución está en nosotros, la solución es Europa.

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¿Cuál es la agenda europea del presidente Hollande? Un nuevo plan Marshall para la Unión

La elección de François Hollande como presidente de Francia ha significado un soplo de aire fresco para toda Europa, tal vez más por la novedad del personaje y la necesidad de reequilibrar el eje franco-alemán, que por las realidades del programa del socialista galo que ofrece pocas pistas de sus intenciones.  Sabido es que la esperanza tiene la fuerza de la naturaleza conservacionista y que nos aferramos al optimismo del futuro aunque esté basado en el desconocimiento, pero también es cierto que en muchas ocasiones son esos deseos los que como un movimiento inercial son capaces de cambiar la realidad. El hombre “normal” Hollande, sustituye al fracaso de un Sarkozy tan grandilocuente como ineficaz para contraponer y negociar un modelo de la Unión al rostro de la austeridad que representa la canciller Angela Merkel.  Es precisamente la capacidad de Hollande de aportar una mirada nueva, con nuevas ideas que puedan provocar un cambio de enfoque en las políticas comunitarias la gran incógnita en torno al personaje. Tal vez vive Europa el mismo momento de expectativa que produjo en el mundo la llegada a la Casa Blanca de Barak Obama en el caso del nuevo inquilino del Palacio del Elíseo.

De todas las medidas que se esperan de Hollande, sin duda, la más importante sería la incorporación al pacto fiscal parido por el dúo “Merkozy” de un capítulo dedicado al crecimiento. Ese tratado que desde su nacimiento los propios miembros del Partido Socialista francés a menudo llaman el “tratado de austeridad”, parece que tiene los días contados, pero la realidad es que durante sus siete meses de campaña, Hollande ha mantenido la ambigüedad sobre el verdadero significado del ansiado nuevo “Plan Marshall”. Las ideas que ha incluido en su discurso, tan ambiguas como vagas, se han referido al refuerzo del papel del Banco Europeo de Inversiones y la creación de “eurobonos” como respaldado fundamental para estabilizar la deuda de los Estados de la zona euro y para financiar proyectos a gran escala de infraestructura. Es evidente que realizar un planteamiento poskeynesiano en un escenario de crisis sistémica como la que asola Europa no es tarea fácil y de ahí que Hollande haya encargado un memorando sobre el crecimiento que están preparando actualmente las principales personalidades socialistas francesas, entre ellos Elisabeth Guigou (ex asesora de asuntos de la UE del presidente François Mitterrand) y diputados del Parlamento Europeo como Catherine Trautmann y Pervenche Berès. Un documento que servirá de base a la discusión que centrará la próxima cumbre los Jefes de Gobierno en junio.

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Pero antes, la cita previa de Merkel y Hollande resultará clave para esta estrategia de renegociación, pieza central de la campaña del nuevo presidente francés para la “reorientación de Europa”.  Sin embargo, este new deal europeista no ha no ha sido bien recibido por Berlín. “Nosotros en Alemania somos de la opinión, y yo también personalmente, que el pacto fiscal no es negociable. Se ha negociado y ha sido firmado por 25 países “, anticipaba en su línea inmovilista Angela Merkel, al día siguiente de conocer la derrota de su inseparable pareja del baile de la crisis, Nicolás Sarkozy. Con todo, los dos líderes también han llevado a cabo gestos conciliatorios, mientras Merkel respaldaba al presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en su llamada a un “pacto de crecimiento”, Hollande a medida que veía más cerca su victoria electoral ha ido suavizando su posición y ha omitido hablar de la reforma del Banco Central Europeo, en función de la audiencia que le escuchaba, especialmente durante una visita en diciembre a Alemania y en la presentación de sus demandas de reforma de la UE a la prensa internacional, recientemente, el 25 de abril. Probablemente en este ejercicio de equilibrio entre los dos mandatarios resida la clave del futuro de la Unión Europea. Es evidente que Alemania, dados sus dramáticos antecedentes, no cederán en su obsesión en el papel del Banco Central Europeo como garante de la lucha contra la inflación o los equilibrios presupuestarios de los distintos gobiernos europeos. La base del tratado fiscal no parece alterable – solo Irlanda está pendiente de la celebración de un referéndum sobre el texto el 31 de mayo está pendiente de ratificarlo -, pero de la misma forma la necesidad de incorporar medidas de reactivación económica se ha convertido ya en una reclamación general de las principales economías del continente que sufren la recesión en parte motivada por las duras recetas de austeridad.

El programa de Hollande es igualmente vago al referirse al presupuesto de la UE para el período 2014-2020. La dimensión de las aportaciones de los socios al conjunto de la Unión se convertirá en el debate central el próximo año y afecta de manera fundamental a la construcción institucional europea y también al previsible proyecto de inversiones para reanimar el crecimiento económico. A pesar de que el líder galo ha manifestado su deseo de incrementar las aportaciones para poder financiar “grandes proyectos orientados hacia el futuro”, la realidad es que el compromiso no ha pasado de ser genérico y verbal. En plena reforma de la Política Agrícola Común, el portavoz de Hollande Stéphane Foll siguiendo la tradicional defensa francesa de las ayudas al sector, señaló que quería un “presupuesto ambicioso”, pero eso no significaba la cobertura de financiación “hasta el último euro”, tal y como Nicolas Sarkozy, se había en comprometido previamente en campaña. Otra diferencia respecto a su antecesor conservador radica en la posición respecto a la política regional. Francia ha sido tradicionalmente ha desdeñado las políticas de apoyo a las regiones, sin embargo, este pilar redistributivo de la UE es probable que encuentre más apoyo en Hollande, dado que prácticamente todos los gobiernos regionales francese, con la excepción de Alsacia, están dirigidos por socialistas. Él ya se ha comprometido a dar a las regiones un papel más importante en la gestión de los fondos de la UE.

Un tema en el que pueden converger como nunca hasta ahora el eje franco-alemán es en materia energética. Hollande se ha comprometido a reducir la dependencia de Francia de la energía nuclear, pasando del actual nivel de uso eléctrico de esta fuente del 75% actual al 50% en 2025. Esto implicaría grandes inversiones en energías renovables, que podrían ser financiados por los bonos del Banco Europeo de Inversiones que él propugna y que cuenta con el beneplácito germano. Demasiadas esperanzas puestas en el cambio político vivido en Francia el pasado domingo y demasiadas incógnitas en torno al programa socialista y al personaje que debe implementarlas. Deberíamos rebajar las ansiedades y ser conscientes de los plazos para la toma de decisiones a 27. Además, Hollande tiene a escasas semanas vista las elecciones legislativas francesas donde está obligado a aprovechar la circunstancia del declive del centroderecha para reforzar su acción de gobierno con una mayoría sólida en la Asamblea Nacional. Su partner alemán, Angela Merkel, se enfrenta a un rosario, sino calvario, de comicios regionales en los länder federales donde la CDU está viendo mermado su apoyo electoral y en octubre de 2013 tendrán lugar las elecciones federales al Bundestag. Hasta entonces me temo que el programa de medidas no caminará al ritmo que la calle desea.

Que Europa empezará en el próximo semestre a perfilar el plan de reconstrucción económica para hacer frente a la recesión, parece ya una realidad innegable. La fisonomía del plan, las cuantía de sus ayudas y los Estados a los que afectará en mayor medida, aún estamos lejanos a conocer su definición. Me aventuro a pensar que países del Este, con Polonia como gran protagonista y, los Estados de los Balcanes, sobre todo, cuando se produzca la incorporación de Serbia – que supondrá la entrada de cerca de 10 millones más de habitantes, junto a los 4 millones de Croacia que será miembro de pleno derecho en enero de 2013 – capitalizarán gran parte de la reconstrucción de la demanda interna de la eurozona. Supongo que pensar que Italia vaya ser ajena a este proceso es ridículo, los italianos siempre han sabido colocarse el lugar adecuado en el momento idóneo, para no perderse las oportunidades que la historia les ha brindado. Fueran quedarán las pig-nations, aquellos que han rebasado la barrera del sonido y no son creíbles ni en los mercados, ni entre sus socios comunitarios.Grecia al frente, con Portugal siguiendo sus pasos de caos social y económico, no cuentan ni siquiera en el contexto de reparación de lo demolido por la crisis. YEspaña, es la gran incógnita. Su incapacidad para acometer en tres años un presentable saneamiento de sus sistema financiero, le incapacita hoy por hoy, para ser beneficiario de la flexibilidad de la Unión y de sus ayudas. El ladrillo sigue pesando demasiado en los pasivos de la banca española y en el altísimo endeudamiento privado de su economía. A este paso, por mucho que tratemos de hacer un remake del clásico de Berlanga, nos volveremos a quedar pasmados al paso de Mister Marshall y algún gobernante al estilo de Pepe Isbert deberá darnos una explicación porque nos la debe.

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Nos azotan vientos de neopopulismo europeo: navegando entre ultras y piratas

Sabida es la afición twittera del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, para comunicar su agenda de trabajo, pero resulta novedoso que emplee la red social para lanzar mensajes con sus preocupaciones políticas más íntimas. “Desgraciadamente, vientos de populismo amenazan a uno de los grandes logros de la integración europea: la libre circulación de las personas en el seno de la UE”, deploró el mandatario europeo. Van Rompuy expresó esta preocupación durante una visita oficial a Rumania, cuya adhesión al espacio Schengen (de libre circulación) está bloqueada por el gobierno holandés, bajo la presión de la formación de extrema derecha Partido por la Libertad (PVV) de GeertWilders. La misma que hace una semana obligaba a dimitir al Ejecutivo neerlandés y a convocar a la reina Beatriz elecciones anticipadas demostrando así su capacidad para quitar y poner gobiernos. Esa es una de las principales características de los fenómenos neopopulistas europeos. Ya no exploran la vía revolucionaria para la toma del poder, lejanos a los fascismos y comunismos de antaño, que pretendían cambiar la sociedad conquistando la cúspide de las estructuras decisorias, ahora sólo trabajan para tener la llave de la gobernabilidad, con el mínimo esfuerzo construyen minorías de bloqueo que condicionan las decisiones más trascendentes para la vida de los ciudadanos.

Resulta muy fácil en las actuales circunstancias de crisis económica que asola Europa levantar la bandera de la indignación para tras ella y convenientemente aderezado de discursos populistas esconder viejos prejuicios xenófobos y planteamientos antidemocráticos. Protestar desde el cabreo que la gente tiene contra la actual clase política es tan legítimo como necesario, pero combatir las irregularidades del sistema, su mala praxis o incluso reivindicar un cambio de modelo, nada tiene que ver con las ideas totalitarias que de nuevo algunos pretenden imponer en el continente europeo. El increíble ascenso del Frente Nacional de la mano de su lideresa, Marine Le Pen, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, asomándose a la cota del 20% de votantes y a solo seis puntos de Sarzoky, la opción del centro derecha republicano, ha levantado todas las alarmas en las élites de poder. Esas mismas élites que son las responsables de la situación al haber alimentado la quiebra de su relación con el colectivo que gobiernan. Población y gobernantes ya no pertenecen a la misma clase social, ya no representan los unos a los otros o los ciudadanos ya no se sienten representados por sus representantes. Una fractura de representatividad que se manifiesta mediante la paulatina caída de la participación en los comicios – especialmente aquellos que más cercanos, municipales, regionales… que no cuentan con el espectáculo mediático de las grandes citas electorales – y con la aparición de opciones radicales que atraen poco a poco el sustrato más popular de la población con la idea simplona de un nacionalismo pasional, sin inteligencia, que solo habla a los corazones amedrentados de personas asustadas por la pérdida de derechos a manos del neocapitalismo y de una inmigración que sienten como enemiga. Son hijos del Estado del Bienestar acomodado y no quieren perder su estatus, una suerte de chauvinismo del bienestar.

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Las opciones ultras calan con enorme facilidad en los jóvenes europeos que afrontan su futuro cada vez con más temor, abocados al fatal destino del paro o la emigración a otros continentes. En España, el desempleo juvenil supera el 50%, uno de cada dos jóvenes no encuentra trabajo y lo que es peor la mayoría de ellos se convierten en parados de larga duración. Su nivel de alejamiento de ese Estado del Bienestar construido por sus padres y que hace aguas por todas partes es día a día mayor. Del sistema solo reciben malas noticias y casos de corrupción de sus dirigentes, el mercado les impone la realidad vital sin que nadie levante por ellos el dedo meñique para defender su dignidad. Son carne de cañón para el neopopulismo y las ofertas más radicales, al fin y al cabo, a sus ojos las únicas capaces de salirse del pactismo entre los grandes partidos del quítate tú para ponerme yo. El modelo de consenso social fraguado en la posguerra mundial basado entre las fuerzas de centro derecho y centro izquierda y con las centrales sindicales como garantes externos del diálogo, hace mucho tiempo que ha degenerado en una suerte de pasteleo oligárquico que molesta profundamente a aquellos a los que debería servir. Lo increíble es que en sociedades asoladas por el paro y la pérdida de coberturas sociales como GreciaPortugal o España no hayan saltado ya por los aires las instituciones que han creado este caos y siga adormecida la sociedad a base de fuerzas del orden cada vez más presentes y de resignación sumisa de una gran parte de la población.

Mientras las recetas de la derecha, no solo no han fracasado, sino que han sido en gran medida las causantes del desastre, la izquierda balbucea mensajes carentes de credibilidad por su falta de coraje para poner en marcha un programa alternativo de desarrollo sostenible en Europa. La socialdemocracia se vendió con demasiada comodidad a los planteamiento neoliberales cuando el crecimiento trampa convertía todas las decisiones políticas en fáciles y, los comunistas democráticos europeos, mezclados sus postulados con los partidos verdes y un confuso conglomerado de opciones minoritarias, siguen teniendo tentaciones totalitarias en su ideario como receta contra la crisis. Todos ellos adolecen de falta de credibilidad, el tiempo los ha desgastado y, además, tienen la obligación de concretar sus discursos, esperamos de ellos que nos aporten soluciones específicas a problemas reales. El neopopulismo, sin embargo, no precisa de medidas o programa, canta la marsellesa, se enrolla en la bandera y nos promete tiempos mejores de la mano de esa gran familia llamada Nación, eso sí, una vez limpiada de todos los infectos colectivos causantes de los males que nos afectan con los inmigrantes a la cabeza. Cumplido su plan de depuración del solar patrio, la arcadia gloriosa del territorio nacional reinará tan grandiosa como solitaria. La globalización no va con ellos y la solidaridad solo es interpretable con el que piensa, reza o es del mismo color que tú. La vieja idea fundadora de los padres de Europa, la unión política de los pueblos, perece a manos de burócratas de la política en urbes sin personalidad que clonan sociedades de consumo con los estándares americanos de forma de vida. La identidad propia se ha diluido, la forma de hacer diversa y rica de cada cual ha perdido valor, la fuerza de la colaboración entre territorios se devalúa ante el creciente avance de unos falsos nacionalismos de pandereta, que tópico en ristre asolan a su paso las grises estructuras de la tecnocracia de sus Estados.

El balance provisional del avance de la ultraderecha les acerca a niveles de entre el 15% y el 20% en muchos Estados de la Unión. En los países escandinavos, donde la crisis del euro apenas se siente y la inmigración por dimensión no representa un problema, la ultraderecha se ha fortalecido elección a elección. EnFinlandia, los Verdaderos Finlandeses obtuvieron el 20 por ciento de los votos con el eslogan “No vemos por qué tenemos que pagar por Portugal” y en Suecia, losDemócratas de Suecia entraron por primera vez en el parlamento en 2010. EnAustria, el Partido de la Libertad de Austria y la Unión por el Futuro suman cerca del 30% de los sufragios, mientras en Benelux, en Bélgica el Vlaams Belang y elFront Nacional alcanzan cerca del 13% y en Holanda el Partido por la Libertad que ha tumbado el gobierno se sitúa en el 16%. En los Balcanes, la Unión Nacional por el Ataque en Bulgaria obtuvo el 10%, en Serbia el Partido Radical Serbio se acercó al 30%, en Hungría, el Movimiento para una Hungría Mejor un 18% y enGrecia, la Concentración Popular Ortodoxa creció hasta el 6%. Casos aparte suponen los de dos de los grandes Estados de la Unión, Italia, donde la Liga Norte, se mueve en porcentajes entorno al 10% y en Francia, el Frente Nacional, cuyo último dato ya citado de las elecciones presidenciales les ha llevado nada menos que hasta el 20%, con casi 6 millones y medio de votantes. No deberíamos olvidar que en la II Guerra Mundial, cerca de 250.000 voluntarios de las SS alemanas provinieron de países europeos, un dato escalofriante de una legión dispuesta a matar por el nazismo, que la historiografía de los vencedores ha mantenido silenciado. Hoy el mapa ultra y radical se extiende como una mancha de aceite y pese a que sus planteamientos son corpantimentos estancos, basados en el proteccionismo y el aislamiento de posiciones europeistas, el contagio en una sociedad globalizada donde la información y las opiniones se multiplica a toda velocidad en la red está garantizado.

En Alemania, aún bajo el poderoso efecto de la dramática historia del nacionalsocialismo que costó a la humanidad un holocausto de millones de víctimas y la partición y control de su territorio por cuatro décadas, crece el fenómeno antisistema representado por el Partido Pirata que ya cuenta con más de 20.000 afiliados y las últimas encuestas les sitúan en un 12% de intención de voto. Sus éxitos recientes entrando en el parlamento del länder de Berlín y en el deSarre, les han obligado a reformular parte de sus postulados en el reciente Congreso celebrado por la formación. Han tratado formalmente de alejarse de las posiciones neonazis, aunque de forma individual alguno de sus integrantes sigue manteniendo reivindicaciones de revisionismo de la historia del III Reich. Su esencia y origen es el del partido protesta, promulgando la transparencia y la participación como elementos regenaradores de la acción política. Lo que “ayer” representaron los Verdes con su defensa del medio ambiente como impulso de una formación política global, ahora lo es la defensa del medio de comunicación de la gente: internet. En ambos casos con la bandera de la renovación política frente a la vieja casta del fraude y la impunidad: pretenden abordar el galeón de los corsarios con corbata. Son los guerreros de la Red, pero en su tránsito a la madurez tienen enormes dificultades para estructurar una organización y formular unas propuestas concretas que sirvan a la sociedad para progresar. A su manera y sin pretenderlo, son nuevas formas de neopopulismo que se nutren del mismo sustrato: el descontento. Todos ellos, ultras o piratas, avanzan como el nuevo viento que azota una Europa confusa, enferma de falta de liderazgos integradores. Enfrente solo encuentran gobernantes atrincherados en la mercadotecnia política, en el control de medios de comunicación incapaces de ser independientes por sus carencias de autofinanciación y en la adocenada sumisión a las doctrinas que emanan de los mercados financieros. Ultras y piratas navegan con viento fresco y arrasan los sargazos de la política. De nada vale descalificarles o no querer atender a sus airadas voces, más nos valiera escuchar el quejido de una sociedad atemorizada por el mañana y ponernos a la tarea de ofrecer alternativas desde la democracia y la libertad, una rebelión ética, estética pero desde las ideas. Una reacción eficaz y capaz de cambiar el destino. De no ser así el paisaje de la vieja Europa volverá a cerrar fronteras y a encerrarse en ancestrales luchas de poder.

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