España gira a la derecha sin frenos y cuesta abajo

El resultado electoral de los comicios del pasado domingo 20 de noviembre no deja lugar a dudas: los españoles han optado claramente por un giro político hacia la derecha para tratar de poner remedios a la difícil situación económica por la que atraviesa el país. Se lleva a cabo la alternancia más que la alternativa, pues, el Partido Popular solo ha tenido que esperar sentado esperando a ver el cadáver de su adversario, el Partido Socialista, lastrado por los errores cometidos por su gobierno en la gestión económica de la crisis. Mariano Rajoy alcanzará el cargo de presidente a la tercera, tras dos derrotas a manos de Rodríguez Zapatero, aunque ambas por mayoría minoritaria. Su principal virtud en estos ocho años de travesía del desierto ha consistido en el aguante, en saber guardar el complejo equilibrio obre todo cuando en el interior del partido han cuestionado una y otra vez su valía y capacidad para liderar el país. Poco a poco ha sabido reconvertir la dirección política del PP, liberándose de la vieja guardia de Aznar para incorporar a gente de su confianza. Llega pues a La Moncloa – en palabras suyas – “sin hipotecas, sin deber nada a nadie” y, por tanto, con casi total grado de libertad para aplicar las medidas que estime convenientes para sacarnos de la crisis. Y llega además, avalado por una mayoría absoluta de 186 escaños que le permiten gobernar como quiera.

Con esta victoria el PP culmina la extensión de un mapa de poder casi total, pues, además del gobierno central gobierna en 14 de las 17 Comunidades Autónomas – todas salvo País Vasco, Cataluña y Andalucía – y en 33 de las 50 capitales de provincia fruto de su rotunda victoria en las elecciones autonómicas y municipales del pasado mes de mayo. Nunca en la reciente historia de la democracia española un partido había acumulado tanto poder y tantos cargos electos. Es más, el resultado del domingo alcanzado por Mariano Rajoy es el mejor alcanzado por líderes de su partido, por encima de las dos victorias de José María Aznar. Políticamente el PP ha recibido en medio año el mayor crédito que jamás han concedido los españoles a una opción política. Es obvio que si lo vemos a la inversa, el PSOE ha quedado fuera de las principales instituciones del país, es oposición muy mermada en todas las instancias políticas y se enfrenta a una profunda crisis interna que debería tratar de empezar a remediar en el ya anunciado congreso ordinario del partido que se celebrará en febrero de 2012. Cambio total de ciclo debido casi exclusivamente por el severo juicio que los ciudadanos han hecho de la gestión de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero. La mayoría de los presidentes autonómicos y alcaldes socialistas perdieron las elecciones en mayo por la pesada herencia que les transmitía su líder desde la presidencia del gobierno. Y ahora, un candidato que era parte del naufragio, Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro y vicepresidente durante todos estos años con Zapatero, ha perdido como auguraban todos los sondeos con el peor resultado de un socialista aspirante a la presidencia del gobierno.

Este vuelco electoral se ha debido sencillamente a dos fenómenos: un alto porcentaje de votantes socialistas se han quedado en casa mientras que el PP ha sido capaz de movilizar a todo su electorado más fiel y, por otro lado, una parte de los votantes de centro que basculan entre las dos opciones mayoritarias, se han pasado del PSOE al PP. Zapatero y la incapacidad del Partido Socialista de tener vida propia más allá de la deficiente gestión de su secretario general y presidente del Ejecutivo, son los responsables de esta derrota sin paliativos de los socialistas. Se cumple la triste tradición de las última legislaturas de que el que sale victorioso de las urnas lo hace más por los errores del contrario que por los aciertos propios, ya que salvo contadas medidas tímidamente esbozadas, desconocemos el programa real de gobierno de los populares. Aunque de lo único que tienen pocas dudas los españoles es de que se enfrentan a una serie de medidas muy duras, de recortes presupuestarios que afectarán a las prestaciones sociales de las que aún gozan y al bolsillo por la incorporación de figuras impositivas que incrementen los ingresos del Estado y con ello contribuyan a la reducción del déficit público. El nuevo gobierno que previsiblemente tomará posesión en los días inmediatamente anteriores a la Navidad, a buen seguro aprobará el su primera reunión un paquete de medidas económicas en la línea de austeridad reseñada. Aprovechará la paz familiar navideña para dar una segunda vuelta de tuerca – la primera se la dejó hecha Zapatero con la congelación de las pensiones y del sueldo de los funcionarios – a las en muchos casos exhaustas economías domésticas.

Entre el PP y el PSOE se han repartido 295 escaños – de los 186 obtenidos por los populares uno corresponde a Unión del Pueblo Navarro que se integrará en el Grupo Mixto – de los 350 que componen el Congreso de Diputados. Los 54 restantes diputados se pueden englobar en tres tipologías. Por una lado, los de las formaciones nacionalistas, por otro las formaciones que optan por ser bisagras estatales del sistema político y, finalmente, las opciones minoritarias de implantación más local. Los nacionalistas – me refiero evidentemente a los no nacionalistas españoles – han incrementado sustancialmente su presencia en la cámara. El tercer grupo más nutrido del Congreso lo constituirá Convergencia i Unió, la formación nacionalista catalana que ha obtenido un espléndido resultado pasando de 11 a 16 diputados y eso pese que gobierna la Generalitat de Catalunya y su presidente Artur Mas está aplicando un drático ajuste presupuestario con medidas que podían pensarse serían muy impopulares. Irrumpen en la Cámara Baja los representantes de la Izquierda Abertzale vasca, bajo las siglas de Amaiur con 7 diputados, claramente favorecidos por el cese de la violencia de la organización terrorista ETA. El PNV, partido nacionalista vasco, con 5 diputados, sin embargo, ha sido de largo el más votado en Euskadi aunque por el reparto de circunscripciones electorales haya cosechado menos escaños. En cualquier caso, serán 13 los diputados nacionalistas vascos, pues a PNV y Amaiur se une el escaño de Geroa Bai, la nueva marca de Nafarroa Bai, que repite escaño desde sus posiciones vasquistas y abertzales navarras. Junto a ellos los tradicionales escaños del Bloque Nacionalista Gallego (2), de Coalición Canaria (2) y de Esquerra Republicana de Catalunya (3) completan un total de 46 diputados que reivindican con fórmulas más o menos moderadas o radicales, la soberanía e independencia de sus pueblos.

La segunda categoría de opositores a la mayoría popular la componen dos opciones que pugnan por convertirse en un futuro en bisagras del bipartidismo imperante PP-PSOE. Tratan pues de relevar a los grupos nacionalistas de ese papel que siempre les ha correspondido a ellos. Y por vez primera los números empiezan a serles favorables aunque aún muy alejados de dicha posibilidad – según sus quejas porque la ley electoral les perjudica frente a las opciones territoriales -. Por un lado Izquierda Unida, coalición liderada por el Partido Comunista con 11 escaños y por otro UPyD desde el radicalismo españolista con 5 se han abierto un hueco, al menos mediático, en el panorama político español. Aunque difícilmente en esta legislatura de mayoría clara popular tendrá relevancia su acción política, han puesto la pica en Flandes para avanzar hacia sus objetivos de ruptura del modelo de los dos grandes partidos. Su voz se escuchará mucho más que anteriormente, es muy probable que sean la oposición más dura del Partido Popular y tratarán con ello de rentabilizar la posición de cara a las próximas elecciones generales. Por último, completan los bancos del palacio de la Carrera de San Jerónimo, los partidos minoritarios locales, Foro Asturias de Francisco Álvarez Cascos, el exvicepresidente del Gobierno de José María Aznar, una excisión local del PP que ha logrado arrebatarle un escaño en el Principado asturiano, UPN que realmente obtiene el diputado bajo las siglas del PP y Compromís-Equo la coalición de la opción valenciana con el partido ecologista.

Se inicia la X Legislatura de la moderna democracia española, marcada por la crisis, con 5 millones de parados, la prima de riesgo de la deuda disparada y el crecimiento del PIB prácticamente estancado. La tarea del gobierno se antoja a la medida de los héroes de tragedia griega. Con la presión de los mercados pegado a su nuca y las prisas de la canciller Merkel – la líder total de una europa alemanizada – acuciando la toma de medidas de austeridad, Rajoy se enfrenta a una situación que puede hacer estallar la calle a modo de protestas y huelgas. Tiene todo el poder político pero eso no le garantiza casi nada, debe convencer a los mercados, calmar a Merkel y evitar que ardan las barricadas. Para un político cuyo deporte favorito es el ciclismo, supongo que se sentirá como si se lanzará cuesta abajo y sin frenos.

Crónica europea de una III Guerra Mundial incruenta pero dolorosa

Si quisiéramos contar la historia de esta dura y compleja crisis por la que atraviesa Europa en clave de ciencia ficción, bien poco nos costaría realizar el relato de una IIIª Guerra Mundial iniciada como sus conflictos antecesores en suelo continental. Y como ya ocurriera en la IIª gran guerra con la Guerra Civil española, todas tienen sus guerra locales en los prolegómenos, como fue el caso de las guerras balcánicas que escenificaron la disolución de la antigua Yugoslavia. En dicho tablero se desplegaron no pocas influencias y juegos de posiciones internacionales, especialmente por parte de una Alemania que pretendía consolidar un amplio colchón de mercado dependiente entorno a su territorio unificado. Primero fue la ruptura de Checoslovaquia y luego el precoz reconocimiento de Croacia. Una Serbia empequeñecida y aislada fue el resultado de esta primera fase de la contienda.

También es habitual cuando un pueblo se alza en armas contra otro que la justificación sea defensiva o basada en una hipotética agresión. En este caso, Alemania ha basado toda su actuación en los últimos tres años en la defensa del euro ante los ataques despiadados de los mercados y sus decisiones internas en la defensa de los intereses de los ciudadanos alemanes ante los despilfarros de las países del sur de Europa. Argumentos asépticamente intachables y que han justificado la dureza en sus planteamientos de la canciller Angela Merkel a la hora de no aprobar medidas de mayor coordinación en política económica en el seno de la Unión. El resultado de tanta dilación ha sido más que evidente: los países cuyas economías presentaban mayores desequilibrios presupuestarios, obligados a recurrir a fuertes y rápidos endeudamientos, han sufrido la presión insostenible de los mercados de la deuda con tipos de interés impagables. Así las cosas, esta segunda fase de la contienda concluyó con los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal, que quedaron al amparo de cumplir unas condiciones de recortes que además de resultar cruentos para sus ciudadanos, eran prácticamente imposibles de cumplir.

Estaban puestas la bases para una intervención aún más decidida por parte de Alemania en el escenario europeo. Para ello, Merkel tenía que consolidar el eje franco-alemán o mejor dicho proceder a una “ocupación de las decisiones” del presidente galo Nicolás Sarkozy, quien bajo la apariencia de formar un tandem ocultaba las vergüenzas de una economía incapaz de llevar la contraria a su vecina teutona. Con una razonable puesta en escena, Merkel instauró un nuevo régimen de Vichy en Francia y puso en marcha una nueva fase de la expansión del IV Reich. Eso sí, por medio garantizó el abastecimiento de energía – gas – de sus territorios mediante un acuerdo estratégico bien pagado con Rusia y estrecho profundamente los lazos con China que ha venido a representar el aliado asiático que otrora interpretara Japón – hoy demasiado deprimido – en el Eje.

El siguiente paso consistió en controlar los sistemas de medidas, de evaluación y control económico. A su todopoderoso referente del bono alemán a 10 años, la sacrosanta medida de todas las cosas, se unieron las condiciones de los test de estress para la banca europea, donde las entidades alemanas siempre han salido milagrosamente indemnes pese a sus graves posiciones de riesgo en la deuda griega. Siguió oponiéndose a la emisión de bonos europeos y reclamando mayores medidas de recortes sociales en los países del sur entre los que ya se encontraban Italia y España, próximos objetivos a conquistar. Como es natural ninguna de sus políticas ha sido capaz de frenar la desconfianza de los mercados en Europa, bien al contrario ha alentado la inversión de los especuladores en la caída del euro y de los principales países de la eurozona, pero mientras Alemania seguía haciendo un buen negocio de la debilidad de quienes le rodean.

Con la situación suficientemente madura, en la última semana se ha lanzado a la batalla de Grecia y de Italia, hasta que sus tropas económicas han tomado Atenas y Roma. En unas decisiones que no tienen parangón en la democracia europea, los gobiernos de Grecia y de Italia en las personas de sus primeros ministros, Papandreu y Berlusconi, eran obligados a dimitir en 48 horas para ser sucedidos por dos tecnócratas del euromercado, claramente bajo la disciplina de la doctrina germana de la interpretación de la crisis. Lucas Papademos y Mario Monti han destronado a dos gobernantes fracasados pero legítimamente elegidos en las urnas, los dos son hijos de las entidades financieras que nos llevaron a la quiebra y los dos han pasado por la ortodoxia del BCE. Son los nuevos políticos de la nueva era, los consejeros delegados de la multinacional en que pretende convertir Merkel a Europa.

A España de momento le ha salvado el tiempo muerto que representan las elecciones generales del próximo domingo 20 de noviembre. Su ganador – con toda probabilidad según las encuestas Mariano Rajoy – se enfrentará al apocalipsis de la salida del euro o a sucumbir sin rechistar a las condiciones alemanas para la permanencia: recortes y más recortes, caída del valor de los principales activos del país y plan de privatizaciones baratas. No parece que haya alternativa hoy por hoy a la imparable marcha de las tropas alemanas por los campos de batalla financieros de Europa. Tal vez estemos en los albores de la nueva Europa, más Europa y más alemana o la rebeldía de los países donde los sacrificios lleguen a ser insoportables encenderá la mecha de la rebeldía. Es pronto para saberlo, pero la guerra va a paso rápido como el mundo globalizado. Y en todo caso, siempre nos quedará el recurso de pensar que lo que nos está sucediendo no es más que un episodio de un serie de ciencia ficción.

Debate electoral o bipartidismo asfixiante: Rajoy y Rubalcaba pactan el resultado ante las cámaras

El debate electoral o pretendido “cara a cara” entre el candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba y el popular Mariano Rajoy, auspiciado por la Academia de la Televisión y difundido por la práctica totalidad de las cadenas del Estado, probablemente solo haya servido para confirmar ante el electorado el resultado que la mayoría de las encuestas vaticinan en los comicios generales del próximo 20 de noviembre: mayoría absoluta del PP y derrota histórica del PSOE. Un debate, pues, que a falta de diez días de campaña convierte en puro trámite, salvo imprevistos de última hora que en política están a la orden del día, la recta final hacia las urnas.

Puestos a analizar mínimamente tan intrascendente debate, hagámoslo en sus tres aspectos principales: estrategia, fondo y forma.

Estrategia: si el punto de partida de uno y otro era dispar – Rajoy llegaba de candidato ganador y Rubalcaba de previsible perdedor – lo lógico hubiera sido que el candidato socialista que sigue representando al gobierno en funciones hubiera tratado de equilibrar los papeles y, sin embargo, decidió adoptar el roll de líder de la oposición empeñado en fiscalizar el programa y futura acción del gobierno de Mariano Rajoy. El propio candidato popular se vio sorprendido porque su adversario le diera por ganador de las elecciones y buscara simplemente la menor derrota posible en las urnas. En una palabra, Rubalcaba trabajó más para ser secretario general del Partido Socialista que por ocupar el Palacio de la Moncloa, seguro como está de que la herencia dejada por Rodríguez Zapatero – el innombrable que solo fue citado en un lapsus de confusión o no de Rajoy – y de la que es cómplice como coautor, significa una losa insalvable para darle la vuelta a las encuestas. Por su parte, Rajoy que aceptó el debate para sacudirse la pertinaz crítica de su programa oculto y no dar la sensación de temor al enfrentamiento o desidia propia de su vago carácter, se sentó en el plató con la sana intención de no meter la pata y pasar el trago. En definitiva, el planteamiento estratégico de ambos abocaba a un debate pactado, con tongo de dos boxeadores que de vez en cuando cruzaban algún golpe disimulando emplearse en el ring. Pero es obvio que están encantados de haberse conocido y Rajoy desea a Rubalcaba de opositor caduco y disminuido en el Congreso, tanto como Rubalcaba sueña con sentarse en la bancada socialista a esperar dulcemente los errores de Rajoy como presidente en tiempos de crisis atroz.

Fondo: el candidato popular recurrió a planteamientos difusos o de grandilocuentes palabras comunes para eludir sus propuestas a los principales problemas a los que se enfrenta el Estado español: paro, déficit, sostenibilidad de las prestaciones sociales del Estado del bienestar como la sanidad, la educación o las pensiones o papel de España en la Unión Europea. Tal fue su ambigüedad calculada que se permitió leer una frase de alumno de primaria al referirse a la política internacional cuando declaró sobre la misma que “es muy importante y que habrá que ver que pasa en países como China o Brasil” o que “España tiene que tener más peso en Europa”. Mientras, Rubalcaba adoptó la posición ideológica más a la izquierda de su partido tratando de recuperar en ese espacio a su votante desencantado y frenar la sangría de votos del PSOE hacia Izquierda Unida y sus postulados filocomunistas. El discuro obvio consistió en demandar impuestos para quitarle el dinero a los ricos y demostrar a la audiencia las oscuras intenciones del PP de desmantelar cualquier tipo de prestación pública en cuanto lleguen al poder en una suerte de borrachera privatizadora. La única sorpresa es que se permitió el brindis al sol de quien se sabe perdedor al solicitar una demora de dos años para el cumplimientos del déficit pactado con Bruselas.

Forma: en un medio audiovisual es evidente que la fuerza de la imagen y del gesto se imponen a la palabra y es precisamente en esta faceta donde fallaron estrepitosamente ambos candidatos. Los dos nerviosos y poco televisivos cuando se trata de políticos que si algo les sobra es la veteranía. El uno, Rajoy leyendo papeles mal mirando a la cámara ojos pérdidos y movimientos de manos blandos. El otro balbuceante al principio y excesivamente incisivo hasta la exageración verbal en el final. Los dos de indumentaria gris oscuro y corbatas azules a tono con la tristeza del debate. Pobre escenografía, moderador anticuado y demasiado formalista, escaso ritmo y realización de los primeros tiempos de la tele. Si lo llegan a emitir en blanco y negro ningún telespectador se habría sorprendido salvo por pensar que lleva 25 años rememorando el día de la marmota.

En conjunto, el debate nos recordó la peor expresión de un bipartidismo axfisiante, obsoleto en las formas, carente de fondo que resuelva los graves problemas a los que nos enfrentamos y con la única estrategia de una altenancia decimonónica donde prima el quítate tu para ponerme yo, pero nos guardamos los dos la silla. Se obvió por supuesto el debate del modelo territorial y de convivencia en Catalunya o Euskadi, donde una clara mayoría social reinvindica mayores cotas de soberanía cuando no la independencia, temas en los que no solo no quieren, entrar sino que dejan para conversaciones de mesa camilla al margen de la luz y taquígrafos que requieren. Y salvo utilizar la demagogia para flirtrear con sus electorados holigangs, ni una idea nueva y original que aportar para sacarnos de la triste realidad que vivimos.

No sé quien ganó el debate porque creo que perdió la ciudadanía que merece ya un nuevo sistema político más participativo y con una representación de mayor calidad. Que clama ya en puntos clave de la geografía estatal por un nuevo marco de relación con Madrid y faltó que alguien nos dijera a dónde pretende ir y con qué hoja de ruta. En fin, el debate fue el fiel reflejo del tiempo gris y mediocre que impera y la ocupación del poder por una generación de políticos que representan a la Coca Cola y a la Pepsi Cola identificados en los dos grandes y sacrosantos partidos estatales, PP y PSOE. Y, sobre todo, perdimos la oportunidad de vislumbrar un futuro esperanzador gracias a una mínima luz de ilusión en boca o gesto de aquellos que aspiran a gobernarnos.

Cumbres iberoamericanas: un juguete roto

La XXI Cumbre Iberoamericana celebrada en Asunción ha sido calificada por los propios mandatarios presentes y por los medios de comunicación de la región como un auténtico fracaso. Lo más sonoro del encuentro han sido las ausencias, esta vez más que notables. Faltaron la mitad de los invitados, 11 jefes de Estado (los de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela y Uruguay) nada más y nada menos. Una cumbre para tratar temas de gran calado sobre la región sin personajes de la entidad política de Cristina Fernández, Dilma Rousseff o Juan Manuel Santos, estaba abocada al descalabro. La SEGIB – Secretaría General Iberoamericana – un invento inspirado por la diplomacia española hace cerca de cinco lustros, cumplió con creces en sus orígenes la función para la que fue creada. Eran tiempos de escasa vertebración de la política regional americana y bajo el paraguas de la “madre patria” y el inestimable buen hacer de un personaje de reconocido prestigio en Iberoamérica como Enrique Iglesias, se alcanzaron éxitos aunque solo fueran de imagen ante la opinión pública. Poner en valor parte del trabajo realizado en las cumbres y como derivado de ellas, es de recibo y justicia. Pero a fecha de hoy es imprescindible una profunda revisión del modelo relacional, desde una perspectiva española y, sobre todo, latinoamericana.

El mundo vive una suerte de “cumbritis”, una pandemia que lleva a los mandatarios mundiales a tratar de resolver los gravísimos problemas económicos del planeta a base de reuniones grandilocuentes, con galerías interminables de fotos de familia y besa manos, y escasos resultados prácticos. No hay continente o región que no se precie que no tenga su cumbre, más las intercontinentales, las que promueve la ONU o las del otrora G7, ahora G20. Buenas intenciones, sonrisas para las cámaras y alto grado de insatisfacción de los ciudadanos por los pobres frutos de tanta reunión inútil. Solo en América Latina conviven cerca de una decena de organizaciones supranacionales, una auténtica sopa de letras que produce solapamientos funcionales y relacionales – OEA, Mercosur, UNASUR, Aladi, SELA, CAFTA, CARICOM… etc). Y a eso se une en la relación con España y Portugal, la SEGIB y las cumbres EUROLAT para el trato con la Unión Europea. Aunque tuvieran los líderes latinoamericanos la buena voluntad de dar satisfacción a todos los organismos a los que pertenecen, sería por agenda prácticamente imposible estar presente en todas las citas anuales que tanta actividad diplomática despliega. En la era de las telecomunicaciones y de la realidad digital, se han acrecentado las reuniones presenciales, toda una paradoja que viene a resumir la confusión que vive hoy la política y la complejidad de los desafíos a los que se enfrenta.

Tan sonadas ausencias en la cumbre de Paraguay como las reseñadas con anterioridad han llevado a una, en mi opinión, falsa interpretación por parte de analistas e informadores. Se ha escrito que América Latina ha dado la espalda a Europa y ya mira hacia Asia. Esa simplificación es inadmisible porque parte de la base de un visión infantil por parte de los grandes países americanos. Brasil, México, Argentina e incluso Chile, Colombia o Perú, son Estados en crecimiento económico, con proyección internacional, que han diversificado sus relaciones internacionales. Tienen una relación bilateral que sigue siendo prioritaria, ¿cómo no?, con Estados Unidos, a eso se añade la pujante realidad de relaciones económicas con China y tratan de entablar relaciones de igual a igual con dos áreas de enorme valor estratégico como bloques, el sudeste asiático y la Unión Europea. Pensar que Brasil o México, como grandes potencias de la región, miran solo a derecha o a izquierda, arriba o abajo de su entorno geopolítico es sencillamente ridículo. Otras cosa distinta es que cuando dirigen sus miradas hacia un lugar u otro y hacen determinados guiños, las mejores respuestas las están recibiendo a través del Pacífico y no por nuestro océano Atlántico.

Por tanto, entonemos los europeos una vez más el mea culpa de la escasa relación que entre América Latina y la UE existe hasta la fecha, pues, como unidad no hemos sido capaces de avanzar en un escenario duradero de cooperación. La mejor prueba es el bloqueo sistemático a que se ven sometidas las rondas negociadoras con Mercosur sin que sea posible llegar a mínimos acuerdos comerciales entre los dos bloques. Tratar de interesar a las opiniones públicas de ambos lados cuando no se es capaz siquiera de firmar un tratado comercial, es imposible. Se supone que la creación de la Fundación EULAT debe engrasar la relación desde bases muy prácticas y con un quehacer diario basado en la colaboración público – privada europea y latinoamericana. El año que viene verá la luz, su presentación oficial, estatutos y presupuesto incluidos, debería celebrarse antes de final de año y confío plenamente en las dos personas que deben conducir dicha nave – su presidenta, Benita Ferrero y su director ejecutivo, Jorge Valdés -, pero deben tomar nota de los fracasos que les preceden para no repetir errores. Aunque puedan resultar incómodas mis palabras a oídos interesados en mantener el actual estatus, creo que el trabajo de la SEGIB ha cumplido su ciclo vital. Que de nada sirve pagar por una estructura organizativa cuyas tareas se diluyen en nuevas fórmulas de relación más integradoras y capaces.

España debe entender que más allá de su relación bilateral con cada uno de los países que integran América Latina, que deben cuidarse y primarse por lazos económicos – notable presencia de multinacionales españolas en la zona -, sociales y culturales, a los latinoamericanos les interesa la propuesta que Europa sea capaz de hacerles como región modelo de democracia y de desarrollo social. El ejemplo que los Estados del bienestar de los que gozamos la inmensa mayoría de los miembros de la UE representa para los Estados emergentes latinoamericanos resulta trascendental para consolidar aquella región como área mundial de progreso y prosperidad. En ese camino España tiene que ser puente, impulsor y promotor, pero su exceso de protagonismo para lo único que sirve ya es para estorbar el avance de una profunda relación de bloques que es a lo que debemos aspirar.

La próxima cumbre iberoamericana se celebrará en Cádiz (España) como colofón de las celebraciones del bicentenario de la Constitución española de 1812. Una carta magna que se inspiró en la carta de derechos humanos y que se exportó a muchos países latinoamericanos que recorrían su camino de liberación contra el imperio español. No es mal momento para reconocer muchos errores en la relación mutua, empezando por reconocer pública solemnemente los pecados de la conquista y colonización española de América, parar saldar definitivamente cuentas abiertas con comunidades indígenas y gobiernos que los representan. Pero, sobre todo, es la mejor de las oportunidades para la diplomacia española para dar un paso atrás en su visibilidad en la relación, para cederla al nuevo Servicio Exterior de la Unión Europea. Si Europa se toma en serio la relación con América Latina, los españoles habremos dejado nuestro mejor legado al continente que hace más de 5 siglos pisamos por vez primera. Los hijos de uno y otro lado del Atlántico nos lo agradecerán. Lo único que tenemos que hacer es no comportarnos como niños pensando que se nos ha roto el juguete.

UE: de cumbre en cumbre, de remiendo en remiendo, mejor hacernos un traje nuevo

Una nueva cumbre europea agónica, con soluciones y acuerdos in extremis, caminando a la pata coja en el borde del precipicio. Mismos nervios de siempre y mismas declaraciones altisonantes al finalizar, dando por sentado los principales líderes de los Estados miembros que con sus últimas decisiones el futuro del euro está garantizado. ¿Pero a costa de qué y de quiénes?, ¿con qué rumbo y hacia qué destino? Preguntas siempre sin respuesta porque nuestros dirigentes se enfrentan a la realidad como gallinas descabezadas, corriendo de esquina a esquina cacareando enloquecidamente.

Ahora nos dicen que toca recapitalizar la banca y dicen que lo haremos sin el dinero de todos, el dinero público. Al menos no destinaremos todos nuestros recursos como hicimos hace un par de años en garantizar el futuro de unas entidades financieras acostumbradas a mentir con habilidad contable, que son las mismas que hoy demandan nuevas soluciones. Dado que el milagro de los panes y los peces no está al alcance de los humanos, es dudoso que la banca afectada por el incremento del porcentaje de core capital hasta el 9% sean capaces de encontrar inversores privados dispuesto a resolver sus problemas de solvencia y liquidez. Por tanto, pueden pasar solo dos cosas: o que veamos por fin la quiebra de alguna entidad financiera con la consiguiente responsabilidad para sus administradores o que nos vuelvan a engañar y acabemos pagando entre todos la factura de sus irresponsabilidades.

La segunda gran decisión tiene que ver con la deuda griega. Los más afectados por sus impagos, Alemania y Francia, deciden aceptar una quita del 50% y toman las riendas y el control del país heleno. Convertida Grecia en un protectorado del eje franco-alemán, cabe preguntarse porqué han tardado tanto en tomar una decisión descontada por los mercados y cantada para todos desde hace meses y, sobre todo, que nos ha costado a otros países como España e Italia por el contagio de la exposición de las deudas soberanas. Tarde y mal se decide una condonación que tampoco asegura que el otro 50% sea efectivamente pagado por unas arcas griegas exhaustas en una economía deprimida y una población empobrecida severamente. En esta suerte de III ª Guerra Mundial que vivimos, Grecia es el primer país invadido económicamente, que pierde prácticamente su independencia.

Y siguiendo la interpretación bélica – aunque no sangrienta, sí cruenta – los europeos tratamos de buscarnos un aliado, hasta ahora inconfesable, en la batalla. La apelación a la colaboración con China del presidente Sarkozy, suena a un cambio de partner tradicional por parte de Europa. En las anteriores guerra mundiales, a una Europa enfrascada en sus problemas internos, le sirvió Estados Unidos para salvarse de agresiones exteriores. Ahora nuestro aliado tradicional está tan en crisis de liquidez como nosotros. Por tanto, se busca en China, la gran potencia emergente, cash para financiar nuestros problemas. Y como es natural los mandatarios chinos, reyes de la oficialidad, ante el anuncio callan. Con lo cual se abre la segunda incertidumbre sobre las decisiones de la cumbre.

Los bancos españoles son los grandes perdedores de la cumbre. El sistema financiero español que al inicio de la crisis alardeaba de su estabilidad y solvencia frente al resto de sus colegas europeos, ha sufrido los embates de dos test de estress que han penalizado de forma muy especial as las entidades financieras españolas por no admitir las provisiones de las mismas recomendadas desde hace más de una década por el Banco de España. Y en esa circunstancias entidades como el Santander y el BBVA, que se encuentran entre los 20 bancos más grandes del mundo se ven obligados en circunstancias del mercado muy adversas a tratar de dotarse de capital por valor de más de 20.000 millones de euros. Supongo que sus competidores europeos se están frotando las manos con una decisión política tan arbitraria. Aunque me temo que les está bien empleado a ambos, pues, han sido cómplices de la burbuja inmobiliaria creada en España. La frivolidad crediticia con que las cajas y bancos repartieron hipotecas sobre proyectos con suelos inflacionados, pesan hoy sobre los balances de todas las entidades. Y lo que es peor, tercera incógnita, nadie sabe cuál puede ser la evolución de esos activos tóxicos a futuro. Lo normal es pensar que seguirán devaluándose y descapitalizándose.

Con todo, como es natural y suele ocurrir, las bolsas europeas han reaccionado con euforia a las decisiones de la cumbre. La volatilidad especulativa no debería hacernos creer que con estas medidas hemos dejado de recorrer nuestra particular montaña rusa de la crisis. Sobre todo porque la falta de capacidad crediticia a la que fuerzan a los bancos supondrá que el préstamo se retraerá y unido a los recortes fiscales puede abocarnos a una recesión general en la zona euro a lo largo del primer semestre del 2012. Tras tanto remiendo sobre remiendo, la verdad es que sería de agradecer que los europeos fuéramos capaces de hacernos un traje nuevo, pero me temo que el problema de fondo es que los sastres son un desastre.