Vivimos nuevos tiempos de “Realpolitik”

Si la política consiste en el arte de lo posible, parece evidente que en el arranque de este año 2014, ha derivado el axioma hacia el posibilismo más descarnado, hacia su peor forma de pragmatismo. La “Realpolitik”, esa política de la realidad basada en intereses prácticos y concretos, sin atender a la teoría o la ética como elementos “formadores de políticas” se impone sin ambages. Esa diplomacia que aboga por el avance en los intereses de un país de acuerdo a las circunstancias de su entorno y que no repara en los medios empleados para alcanzar el fin deseado, impera en las negociaciones para solventar los conflictos. En cada situación de crisis que surge se percibe la urgencia de anteponer las soluciones basadas en el utilitarismo que las que buscan el diálogo que propende hacia la justicia. Los equilibrios de fuerzas en el nuevo orden mundial impuesto por la globalización parecen abocarnos a esa suerte de política realista, que en otras épocas nos precipitó a grandes desastres y contiendas. Ejemplos como los que vivimos estos días en Ucrania o en Siria, demuestran como las potencias juegan al ajedrez diplomático de control de posiciones, olvidando el fondo de los problemas y buscando asegurar posiciones tácticas que no les compliquen en exceso la vida cotidiana. Así se están comportando EE.UU. y la Unión Europea, ante las posiciones claramente agresivas de la Rusia de Putin.

Curiosamente los orígenes de la “Realpolitik” buscaban lo contrario de lo que finalmente sucedió. El canciller alemán Otto von Bismarck acuñó el término al cumplir la petición del príncipe Klemens von Metternich de encontrar un método para equilibrar el poder entre los imperios europeos. El equilibrio de poderes debía significaba la paz, y los practicantes de la realpolitik intentaban evitar la carrera armamentística. Sin embargo, durante los primeros años del siglo XX, la realpolitik fue abandonada por no ser capaz de aportar soluciones efectivas a los problemas de fondo de las sociedades europeas y en su lugar se practicó la doctrina “Weltpolitik” y la carrera armamentística recobró su brío y abocó, juntamente con otras circunstancias, a la Primera Guerra Mundial que hoy celebra su centenario. Uno de los precursores más famosos fue Nicolás Maquiavelo, conocido por su obra “El Príncipe”. Maquiavelo sostenía que la única preocupación de un príncipe (o gobernante) debería ser la de buscar y retener el poder para así conseguir el beneficio de su Estado, proclamando que las consideraciones éticas o religiosas eran inútiles para este fin. Sostenía además Maquiavelo que el bienestar del Estado dependía de que el gobernante aprendiera a utilizar el mal para lograr el bien, asumiendo que el “príncipe” debía realizar los engaños e intrigas que fuesen necesarias para no caer en los engaños e intrigas de sus rivales. Sus ideas fueron más tarde expandidas y practicadas por el Cardenal Richelieu en su “raison d’etat durante la Guerra de los Treinta Años.

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En alemán, el término realpolitik es más frecuentemente utilizado para distinguir las políticas modestas (realistas) de las políticas exageradas. Un ejemplo histórico es el hecho que el Reino de  Prusia no hubiera anexado territorio austrohúngaro después de ganar la Guerra de las Siete Semanas en 1866, siendo éste un resultado del seguimiento de la realpolitik por el canciller Bismarck con el fin último de lograr la reunificación alemana bajo mandato prusiano. Aquí, Prusia no buscaba la clásica expansión territorial sino debilitar fatalmente a Austria, la única potencia que podía perjudicar sus planes. No resulta nada complicado realizar similitudes de lo vivido en las dos últimas décadas en el continente europeo, tras la reunificación alemana primero con la desaparición de la Unión Soviética y las guerras vividas en losBalcanes que supusieron también la desmembración del Estado Yugoslavo. Europa ha vuelto a convertirse en un escenario del tactismo, donde se ejercitan juegos de posiciones para salvaguardar intereses particulares. Ucrania es hoy el territorio de las escaramuzas, sin tener en cuenta los anhelos de los pueblos y de sus ciudadanos, las potencias se reúnen en Ginebra para reajustar sus posiciones, armar y desarmar a la población a la espera del siguiente movimiento del contrario. Los prorrusos ceden por unos meses, mientras los proeuropeos se retiran de sus posiciones simbólicas en la plaza de Maidan. La “Realpolitik” en su perverso juego de tronos.

El origen del problema de esta nociva forma de hacer política de Estados se encuentra en la falta de exigencia democrática que persiste en la comunidad internacional. La imposibilidad de la aplicación de una justicia universal que sea capaz de sentar a los gobernantes responsables de crímenes contra la humanidad acaba por imponer la política del todo vale y la ley del más fuerte. Perder los principios vuelve a sumir a Europa en intereses particulares y en la defensa de posiciones aislacionistas. Rusia y, sobre todo, su despótico presidente, VladimirPutin, es perfectamente consciente de las crisis de valores en la que se haya sumida la Unión Europea y la batalla táctica emprendida por libre por la canciller alemana, Ángela Merkel. No hay casualidades en su posicionamiento violento ante la crisis de Ucrania, como la hubo a la hora de parar los pies en la comunidad internacional a EE.UU. ante una posible intervención militar en Siria a la vista de los terribles crímenes de Estado llevados a cabo por su mandatario Bashar al-Asad. Rusia huele debilidad estratégica en las posiciones que defiende una UE sumisa a los intereses germánicos y un presidente Obama ensimismado en sus problemas interiores. Los sueños de Putin de reconstrucción imperial de la Rusia de los soviets inspiran una diplomacia con mano de hierro, perfectamente interpretada por su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov. Y todo acompañado por un emporio comunicativo al más puro estilo norteamericano, entorno al Russia Today, el medio oficialista que difunde las virtudes rusas en el mundo y ataca certeramente las contradicciones occidentales.

Pero la nueva “Realpolitik” no entiende ya de territorios o escenarios concretos, es sobre todo, una forma de actuar, un desprecio explícito por la ética en política. Y sirva como otro ejemplo de la mala praxis que impera en las decisiones de nuestros gobernantes la actitud con que displicentemente han observado la continuidad del régimen argelino del presidente Buteflika. Tras los fracasos sonados de las llamadas “primaveras árabes”, auspiciadas por los gobiernos occidentales a bombo y platillo mediático y conclusos en revoluciones islamistas de corte radical,  la UE ha observado con acomodo de realismo político el nuevo triunfo de un jerarca en silla de ruedas, tan envejecido en sus formas como en sus ideas, pero que controla con firmeza el ejército y sus mandos militares y que ante todo, garantiza los suministros de gas a “coste razonable” a Europa a través de España.  Qué pronto nos hemos olvidado de los anhelos democráticos del pueblo argelino cuando a raíz de la crisis ucraniana lo que está en juego son las importaciones de energía a nuestro continente drogodependiente en esta materia básica. Está claro que nuestras conciencias acomodadas delante de un televisor soportan mal el dolor ajeno retransmitido en directo, pero es mucho más sensible a a una buena calefacción cuando el frío invierno europeo se instala. Es lo que tiene ser rico y no querer dejar de serlo, que todo lo demás pasa a un plano secundario.

Pudiera parecer que criticar la pragmática política va contra el interés general de las naciones y los ciudadanos para las que se aplica, pero lo que quiero advertir son las consecuencias de obrar de forma tan cortoplacista y dejando a un lado las verdaderas razones que generan los problemas y los conflictos. Esa suerte de trilerismo político solo conduce a poner parches que en verdad generan mayor insatisfacción rn los entornos afectados. Olvidar a los agentes implicados en los conflictos y obviarles a la hora de negociar soluciones ha sido durante siglos el proceder de los gobernantes en nuestra vieja Europa y la consecuencia última de tal conducta no ha sido otra que una terrible sucesión de guerras fraticidas y campos de batallas sembrados de cadáveres. Resulta absurdo que a mayor teórico grado de madurez del proyecto europeo se esté imponiendo la “Realpolitik” de sus Estados miembros. Se supone que avanzar en los grados de consenso político comunitario debería propiciar políticas hacia el exterior basadas en los principios de Estado social y de derecho que hemos impuesto como dogma en el interior. Y, sin embargo, lo que nos imponemos como norma en la Unión resulta intrascendente cuando se trata de establecer las relaciones con terceros. Frenar las desatadas ansias expansionistas de un dictador como Putin, parar el genocidio al qué está sometiendo a su pueblo Al-Asad o mandar a la jubilación política a un oligarca como Buteflika, son deberes que la UE debería imponerse de la misma magnitud que la Unión Bancaria. De otro modo, ni seremos creíbles en el mundo, ni serviremos como interlocutores fiables y, mucho más importante, los ciudadanos europeos dejaremos de creer en nosotros mismos.

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Europa o el lucrativo negocio de los paraísos fiscales

La Unión Europea se atrevió finalmente a centrar su Consejo del mes de mayo casi con un único tema en el orden del día: el acuerdo para la eliminación de paraísos fiscales en su territorio y aledaños asociados. No era poco que por fin los mandatarios europeos se decidieran a dejar a un lado su hipocresía para poner sobre la mesa uno de los mayores escándalos sociales que afecta a la UE. La presión social y de algunas ong’s dedicadas durante años a la denuncia de las prácticas de fraude fiscal llevado a cabo en Estados de la Unión logró calar en diversos grupos del Parlamento Europeo cuyo debate forzó a una posición de combate por parte de la Comisión Europea y, finalmente, ha obligado a los líderes gubernamentales a tratar tan espinoso asunto. Unos políticos que escudados en la cínica excusa de los asuntos internos de cada país, habían obviado de manera más o menos descarada hasta ahora, la injusticia que supone que algunos se vayan de rositas sin pasar por  la hacienda pública mientras se aprovechan de un sistema de protección y bienestar social montado gracias a la contribución vía impuestos del resto de los paganos. Se ha logrado el primer aunque tímido objetivo, meter en la dilatada agenda de los mandamases europeos el fraude de los paraísos fiscales, pero como siempre era demasiado pedir que se pusieran de acuerdo para acabar en plazo digno con esta verdadera lacra social.

Para que nos hagamos una idea de la dimensión del problema baste decir lo siguiente: EUROPA PIERDE 1 BILLON DE EUROS AL AÑO Y ALBERGA OTROS 14 BILLONES EN PARAÍSOS FISCALES EN SU SENO Y ALEDAÑOS ASOCIADOS. Y lo escribo con mayúsculas porque mayúsculo es el tremendo daño que este delito organizado por Estados, nos cuesta al mundo. La propia UE estima según un informe encargado por la Eurocámara, que se pierden al año 864.282 millones de euros por prácticas evasivas. Una cifra superior a los presupuestos destinados a sanidad en cada país europeo. Pero lo más grave no es lo que dejamos de recaudar los ricos europeos por estas prácticas lucrativas para algunos Estados miembros, mucho peor resulta el roto que realizamos al resto del mundo. Los países pobres pierden cada año 124.000 millones de euros por los impuestos que no pagan las empresas con filiales en sus territorios. Con menos de la mitad, 51.000 millones de euros, se podría acabar con la pobreza extrema, segúnBrookings Institute de EEUU. Según estos datos hechos públicos la ongIntermón Oxfam dos terceras partes del dinero escondido por las mayores fortunas del mundo se ubican en paraísos fiscales europeos. En un momento donde los ciudadanos -procedentes de países ricos y pobres-, están sufriendo los efectos de la pobreza multiplicada por los recortes en los Estados desarrollados, Oxfam estima que al menos 14 billones de euros pertenecientes a fortunas individuales se esconden en paraísos fiscales repartidos por todo el mundo. Este dinero perdido representa el doble de lo necesario para que cada persona del mundo pueda vivir con más de 1,25 dólares al día, es decir, para acabar con la pobreza extrema.

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Ante tanto despropósito no queda otra que señalar a los responsables país por país y exigirles primero explicaciones y luego un cambio de normas para poner coto a estos desmanes. La lista o mapa de países paraíso fiscal o centros financieros offshore de Europa es amplia y compleja en sus modalidades y prácticas. La Tax Justice Network – Red de Justicia Fical – una organización surgida del Foro Social Mundial, aporta el siguiente listado y descripción de campos abonados para la evasión y el fraude fiscal en Europa:

Andorra: El mini estado independiente de los Pirineos, que no es parte de la Unión Europea, pero es miembro asociado, ofrece un lugar con secretismo para el dinero de los  que residen en países vecinos. Particularmente atractivo es el servicio personal ofrecido allí por los asesores bancarios. Resulta muy fácil  para los españoles y franceses llegar allí en coche para despositar dinero en efectivo. Después se puede llenar el depósito del coche y comprar cigarillos , por supuesto libre de impuestos.

Austria: Como país que comparte fronteras con Alemania, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Italia, Republica Checa y Suiza , Austria atrae el dinero prometiendo  secreto a los titulares de cuentas bancarias. Atrae especialmente a la población europea de habla alemana. Pero también ciudadanos de países latinoamericanos que, por ejemplo, combinan la inversión en bonos austríacos con las ventajas del secreto bancario. Precisamente debido a la falta de transparencia financiera y  a su ubicación geográfica, Austria también ha atraído durante décadas el patrimonio de dictadores del mundo

Islas del Canal: La islas británicas del Canal, Jersey, Guernsey y Sark son el hogar de cientos de instituciones financieras y compañías de seguros atraídas por sus bajos y sencillos impuestos. Mientras que  probablemente  esconde los negocios más sucios, Guernsey es la más innovadora. Con las denominadas empresas auto protegidas, un aparente empresa individual está organizada en células con muros legales protectores entre ellas. Y en Sark, de acuerdo al diario británico The Guardian, hay 24 empresas registradas por cada uno de los aproximadamente 600 habitantes.

Chipre: Chipre es el ejemplo perfecto de lo que puede salir mal cuando se depende tanto de un modelo tan dudoso. Está particularmente orientado hacia los países de la extinta Unión Soviética y actuaba como un centro de enlace entre ellos. Las transacciones entre empresas de fachada trajo dinero a Chipre, y después se retornaba a países como Rusia, evitando así a las autoridades tributarias. Pero desde la quiebra de Chipre, en parte por la Unión Europea, la isla mediterránea tendrá que  arreglárselas con un nuevo modelo de negocio.

Inglaterra: Londres, representa una de los más grandes centros de enlace para la evasión de impuestos y  de capitales. Es la madre de todos los paraísos fiscales desde el momento en que la Zona, que no responde a la Corona, ha desarrollado una red que continúa trayendo dinero al antiguo imperio. El dinero fluye desde allí  a las Islas británicas del Canal como  Guernsey, Jersey o la  Isla de Man, después a territorios de ultramar británicos en el Caribe como las Islas Caimán o la Islas Vírgenes, o en Europa a  Gibraltar. Londres es las sede de muchas empresas de fachada dudosas que solo existen en Internet.

Alemania: Alemania protege los datos de los inversores extranjeros , los cuales  no tienen que pagar impuestos sobre los intereses . Sólo los alemanes o extranjeros residentes en Alemania, tienen que pagar una tasa plana sobre los ingresos por intereses La información sobre estos depósitos raramente sale de Alemania, añadió : “los inversores extranjeros con cuentas alemanas están protegidos por un cierto grados de anonimato.Por eso es por lo que Alemania está en la novena posición de la clasificación mundial del secreto financiero para TJN.

Gibraltar: En el extremo sur de la Península Ibérica, Gibraltar se ha especializado  en permitir las empresas o sociedades pantalla llamadas “trusts.” La estructura de estos trusts significa que no hay propietario real de a empresa. Se utilizan con frecuencia para añadir capas de secreto a las sociedades fachada, lo que es particularmente bueno para el blanqueo de capitales. El final sucio del espectro para traer de vuelta el dinero a los mercados financieros. La presencia de muchos casino de juego también interviene  en el juego.

Irlanda: Se le lama el “doble irlandés” en el mundo financiero: una empresa funda dos subsidiarias en Irlanda con su tasa de impuestos del 12,5%. Entonces, una reclama  estar basada en un paraíso fiscal diferente  (el impuesto comparable en EEUU , por ejemplo está alrededor del 35%). Mientras que una empresa hace negocio en Europa realiza el pago a la otra de los derechos de patente. El beneficio se evapora ya que los costes y los ingreso se igualan en el balance. Esto es completamente ilegal en Irlanda, y por ello es una ubicación optima para empresas como  Google, Apple o Amazon. Aunque otros países como Holanda ofrecen modelos similares, la diferencia es que en  Irlanda la gente trabaja realmente lo que al menos crea algunos puestos de trabajo y un poco de crecimiento en el país.

Isla de  Man: Esta isla entre Escocia , Inglaterra e Irlanda no tiene impuestos para las herencias y las rentas de capital , mientras que el más alto nivel de impuestos es del 20%. El impuesto de sociedades no existe . Es un destino especialmente querido para los millonarios británicos.

Luxemburgo: Es el Segundo centro de enlace financiero más grande de Europa después de Londres.. Innumerables inversores y alrededor de 150  bancos disfrutan de un tasa impositiva de gracias en el centro europeo de acciones y bonos. El estatus de Luxemburgo como miembro de la UE le hace particularmente atractivo para las empresas europeas y el mercado internacional,  explicó. Si quieres evitar las leyes alemanas, por ejemplo, puedes hacerlo a través de Luxemburgo, será por ello que 40 bancos alemanes hacen negocio allí.

Malta: Con sus bajas tasas de impuestos, Malta como Chipre ha atrajo capital extranjero durante largo tiempo. Aunque  los impuestos sobre sociedades alcanzan  el 35%, las empresas puede conseguir la devolución de la mayoría de ellos. Es el destino favorito de las empresas alemanas la cuales consiguen un beneficio más alto si están basadas en Malta. Aunque es claramente un paraíso fiscal para las empresas, no está claro que lo sea para las personas físicas.

Mónaco: Sigue siendo el hogar de los ricos y famosos.  Los millonarios se establecen felizmente allí debido al hecho de que  no pagan impuestos por los ingresos  ni por las herencias. La ciudad estado no persigue los delitos financieros que se cometen en el extranjero.  No obstante, los negocios sí pagan impuestos en tasas de alrededor del 33 % .  Francia, aunque no juega un papel activo , presta una mano protectora.

Holanda: Lo que es  Luxemburgo para los inversores privados lo es Holanda para las grandes corporaciones. Los impuestos a la actividad económica son increiblemente bajos , con muchas ventajas tributarias para los ingresos por intereses y licencias. Con el “sandwich holandés,” una empresa matriz tiene una filial en Holanda y la usa como una base de impuestos bajos para desarrollar sus negocios europeos

Suiza: Aunque se supone que no existen ya cuentas bancarias completamente anónimas en Suiza ( y el vecino Liechtenstein), continua atrayendo grandes volúmenes de dinero debido a su secreto bancario. En consideración al volumen de dinero en Suiza, ésta ocupó el primer lugar en el Indice de Secreto Financiero de TJN.

Vergonzoso panorama en el territorio que consagra la libertades, la solidaridad, la cohesión social y la democracia como normas básicas de convivencia. Esta brutal hipocresía en forma de injusticia que mueve cantidades multimillonarias de dinero de forma opaca debe convertirse en una de las principales batallas políticas de la Unión Europea. Pero una vez más estamos ante un delito legal y moral que afecta a personas jurídicas y también físicas. Nadie está libre de la responsabilidad de cumplir con sus obligaciones como ciudadano, como de denunciar con pruebas los casos que a su alrededor se dan. La presión social es la única fórmula para que la clase política europea afronte de una vez el problema por muchos que sean los intereses creados y por poderosas que sean las fortunas protegidas por la evasión.

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El futuro de las pensiones una responsabilidad de todos

La reciente reforma emprendida por el Gobierno Rajoy del sistema de pensiones tiene como objetivo, según sus defensores, impulsar el “envejecimiento activo”. Como eufemismo semántico no está mal, pero la traducción es clara: la sostenibilidad de la Seguridad Social pasa por trabajar y, por tanto, cotizar más años. Si la ecuación la combinamos con ajustes sutiles en los números de años cotizados para el cálculo futuro de la pensión, tenemos la receta perfecta para la supuesta continuidad del sistema que no consiste en otra cosa que en reducir derechos y prestaciones. Obviar la necesidad de aplicar reformas a un sistema que se siente cada vez más presionado por un número de personas atendidas creciente y de contribuyentes decreciente, sería una absoluta irresponsabilidad. Nadie en su sano juicio puede negarse a adecuar las pensiones a la realidad demográfica y macroeconómica. Sin embargo, resulta igualmente inasumible la teoría determinista que proclama machaconamente que la única solución resulta de alargar la vida laboral combinada con el recorte de prestaciones. Ese atajo fácil al que estamos entregados en buena parte de los Estados de la Unión Europea, no deja de ser una forma de rendición incondicional y desmontaje parcial del sistema de protección que articula y vertebra nuestro desarrollada sociedad europea. Sin no somos capaces de adaptar al alza nuestras coberturas sociales, será imposible evitar el derrumbe del edificio de derechos que constituye la UE.

Afortunadamente la realidad es mucho más rica y compleja aunque nos obligue a un esfuerzo colectivo para sostener nuestro sistema de pensiones. Si queremos afrontar el tema con una visión global debemos tener en cuenta factores como: reparto del trabajo, trayectoria laboral, seguridad social dinámica, utilización responsable de las prestaciones, proporcionalidad de renta / prestaciones o colaboración público-privada. Hagamos un somero recorrido por cada uno de ellos.

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Reparto del trabajo: es evidente que el nivel de ingresos de la caja de la Seguridad Social resulta el elemento fundamental para poder garantizar la sostenibilidad en el tiempo de las pensiones. En este sentido, lo que no podemos permitirnos son tasas de desempleo del 50% entre los jóvenes, formados y en edad de trabajar. Su incorporación como fuente de recurso a largo plazo para el sistema es imprescindible. Similar reflexión podemos realizar respecto a la mujer, donde aún quedan porcentajes sustanciales para alcanzar la igualdad de género y que requieren modalidades de contratación que hagan realmente posible la conciliación de la vida familiar. Pero de la misma forma, debemos tener en cuenta que la asistencia social a pensionistas y mayores ha de suponer el cuarto sector de empleo de las economías europeas. Potenciar el empleo social puede representar un vuelco de cotizantes en sociedades donde las enfermedades neurodegenerativas se están convirtiendo en la nueva pandemia europea.

Trayectoria laboral: si comparamos los cálculos de cotización requeridos en los Estados de la Unión para el cobro de las pensiones, nos acercamos mucho al mapa del desarrollo de nuestras sociedades. Así en Alemania se utiliza el concepto de salario medio de trayectoria profesional sobre el conjunto de 40 añ0s de actividad y la edad de jubilación es a los 65 años. Por su parte, en Francia se computa una mezcla de los 10 mejores años de salario con el salario medio de la trayectoria profesional, se precisan 37,5 años de cotización, siendo la edad de jubilación los 60 años. Por contra, en EspañaGrecia o Portugal, se reducen sustancialmente los años de cálculo, a 8, 2 y 5, sobre 35 años de cotización para cobrar el 100% de la pensión y la edad de jubilación de está elevando hasta los 67 años. Desde el punto de vista de justicia social y progresividad no cabe duda a cuál de las tendencias deberíamos optar.

Seguridad Social dinámica: Los cambios demográficos y el propio concepto de familia; la nueva dinámica del empleo y de la economía; el papel de las tecnologías y sus efectos en el mundo laboral y social; estos son fenómenos nuevos que colocan en tensión los principios bajo los cuales se construyó la seguridad social tradicional. Este nuevo modelo debe ser:

Inclusivo: incluye a todas las personas, en especial a aquellas personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad por su situación de pobreza o ancianidad. También aquellos sectores que se encuentran en la economía informal o fuera del mercado laboral. Adecuado: responde a las necesidades y expectativas de la población. Sostenible: todo sistema de seguridad social ya sea que se encuentre financiado con contribuciones de los beneficiarios o con impuestos específicos o generales, debe sostenerse a través de un equilibrio actuaria. Proactivo y preventivo: la cultura de la prevención (por ejemplo, en accidentes laborales y cuidado preventivo de la salud) produce importantes ahorros a la seguridad social y mejoraran la calidad de vida de las personas. Económicamente productivo: el sector social no debe ser una variable de ajuste sino un factor de estabilización y cohesión social y de recuperación económica.

Utilización responsable de las prestaciones: no podemos concebir el futuro del sistema sin introducir como concepto básico del mismo la responsabilidad de todos los actores. Por supuesto de la Administración que gobierna los recursos, pero de la misma forma los receptores de las prestaciones deben ser conscientes de la trascendencia del buen uso del sistema. Evitar los fraudes y el mal gasto de las prestaciones debe convertirse en la garantía inexcusable del futuro de las pensiones.

Proporcionalidad renta / prestaciones: la jubilación debe formar parte de un modelo de fiscalidad integral que realice una acomodación continua de los niveles de renta y patrimonio con los servicios y prestaciones que el sistema concede a los ciudadanos.

Colaboración público – privada: los modelos complementarios con los debidos controles públicos ha demostrado en determinados países componer un fondo compensatorio de enorme utilidad para el equilibrio del sistema. Las mutualidades creadas en Austria y Alemania con fondos sindicales y patronales, así como las fundaciones empresariales de los países escandinavos, son ejemplos probados en este sentido.

La mera enunciación de conceptos como los arriba apuntados, nos demuestran que las pensiones son una responsabilidad colectiva y que su mantenimiento depende de un modelo complejo. Nuestra sociedad envejece por el aumento de la esperanza de vida y por la reducción de las tasas de fertilidad. Europa se enfrenta en las próximas cuatro décadas a su mayor desafío poblacional. Mil millones de habitantes de los que cada vez menos trabajarán para mantener al resto. La estabilidad de nuestras clases medias depende de que seamos capaces de generar una economía social de retorno de riqueza en torno a las prestaciones a mayores. Pero, sin duda, el futuro dependerá de que todos tomemos conciencia del problema y abramos un debate general entre ciudadanos, políticos y agentes sociales, Estado a Estado y de forma coordinada en el conjunto de la Unión. Una Europa sin fronteras no puede aislar los problemas como si fueran responsabilidad de este o aquel país. El reto de es de todos los europeos, convivir digna y civilizadamente requiere un nuevo consenso en torno al sistema de pensiones.

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La Unión Europea al rescate de los jóvenes ninis

Hay días y propuestas que llegan desde Bruselas que me reconcilian con el espíritu europeísta y demuestran la fuerza que la unidad y la colaboración tienen cuando las instituciones funcionan. La Comisión Europea por boca de su titular de Empleo, Laszlo Andor, ha lanzado un grito de apoyo en forma de propuesta a los millones de jóvenes que en el espacio europeo – el más desarrollado del mundo – ni estudian, ni trabajan. No alcanzo a imaginar un drama superior para una sociedad que la de arruinar su futuro, la misma forma de fracasar que condenar a sus jóvenes a no tener esperanzas de progreso. Frente a la monótona cantinela de no tener otra política, que lo único que esconde es la incapacidad para proponer ideas y propuestas para solucionar problemas, la Comisión ha alzado su voz para establecer un ambicioso programa de medidas de “garantía juvenil”. Es evidente que la competencia de estas políticas residen en los Estados miembros y que pese a que el comisario se ha comprometido a dotar el plan de fondos de ayudas, la voluntad de ponerlo en marcha de establecer los imprescindibles mecanismos de colaboración residen en los gobiernos nacionales. Pero al menos ahora sabemos que Europa quiere luchar contra esta lacra y se retratarán aquellos políticos en sus países que permanezcan varados al pairo ante tan tremendo problema.

El desafío no es fácil, la magnitud del drama se ha acrecentado en la última década, no solo en cuantía sino también en la extensión de los países afectados. Aproximadamente siete millones y medio de jóvenes de entre 15 y 24 años ni trabajan, ni estudian, ni siguen ninguna formación. Debido a la crisis económica es mucho más difícil encontrar empleo. La proporción de jóvenes parados es de más de uno de cada cinco y, en Grecia y España, de más de uno de cada dos. En toda Europa, aproximadamente el 30% de los jóvenes en paro están sin trabajo desde hace más de doce meses. En 2011 eran 1,6 millones, cuando en 2008 habían sido 900.000. El coste de no integrar en el mercado laboral a la generación nini supone una pérdida semanal de 3.000 millones de euros. En total, 153.000 millones por año o el 1,2% del PIB europeo, 15.700 millones solo en España, el 1,47% de su PIB. Y esto además de los costes estructurales del desempleo para la economía y del aumento del riesgo de exclusión y de pobreza resulta humanamente inaceptable. Para ayudarles, la Comisión propone un paquete de medidas, entre ellas una recomendación para que los países de la UE introduzcan un programa de garantía de empleo y formación para jóvenes de hasta 25 años. Con estos programas, los países de la UE garantizarían que todos los jóvenes tuvieran una oferta de trabajo, un aprendizaje o un periodo de prácticas en un plazo de cuatro meses desde que acabasen los estudios oficiales o se quedaran en paro. La Comisión apoyaría los programas nacionales ofreciendo financiación de la UE y creando redes de intercambio de ideas sobre las mejores maneras de dar empleo o formación a los jóvenes.

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Frente a los que proclaman muchas veces la inutilidad de este tipo de programas públicos o su vertiente meramente utópica, Bruselas ha puesto de ejemplo países que ya los han implementado con éxito. Finlandia y Austria ya tienen programas de garantía de este tipo. Tales programas supondrían un gasto de dinero del contribuyente –unos 21.000 millones de euros–, pero que no llega ni con mucho al coste que representa dejar a los jóvenes en el paro. En el caso finlandés, con una tasa de paro juvenil del 18,9%, el 83,5% de los jóvenes que buscaron empleo en 2011 lo encontraron dentro de los tres meses posteriores a su inscripción en la oficina del paro gracias precisamente a una garantía que será relanzada a comienzos de 2013, para que tanto los menores de 25 años como los licenciados recientes menores de 30 reciban una oferta en un plazo de 90 días. Según las previsiones del gobierno de Helsinki, entre 2013 y 2016 destinarán a este objetivo 60 millones anuales. No es el único modelo en el que se ha fijado Bruselas para hacer sus recomendaciones. En el caso de Austria, con un desempleo juvenil que roza el 10%, el sistema cuenta con dos herramientas para dar salidas a los trabajadores menores de 25 años. La primera, una garantía de formación para aprendices de hasta 18 años que no han encontrado empresa para que puedan seguir formándose en centros financiados por el gobierno, y, la segunda, una garantía de empleo y formación destinada a jóvenes de entre 19 y 24 años inscritos en la oficina del paro a quienes se ofrece trabajo en empresas privadas. Mientras tanto, en países como Dinamarca, que dedican un 40% del fondo social europeo a los jóvenes, no existe una garantía pero sí se reconoce el derecho de los menores de 30 años a ser entrevistados en una oficina de empleo en un plazo máximo de un mes tras enrolarse en la lista del paro. Es evidente que poner la prioridad en las políticas activas de empleo y, sobre todo, hacerlo en el ámbito juvenil lo primero que requiere es voluntad real, un deseo que se expresa en medidas y que cada caso requiere su propia especificidad.

La UE está trabajando para reducir el desempleo juvenil y de aumentar la tasa de empleo en línea con el más amplio objetivo de la UE de lograr una tasa de empleo del 75% para la población en edad de trabajar (20-64 años). Las acciones clave que ha puesto en marcha son muy variadas y de muy diversa índole:

– Juventud en Movimiento es un conjunto amplio de iniciativas políticas en materia de educación y empleo para los jóvenes en Europa.

– Iniciativa Juvenil de Oportunidades incluye acciones para reducir el desempleo juvenil.

– Tu primer trabajo EURES tiene como objetivo ayudar a los jóvenes para cubrir puestos de trabajo en toda la UE.

– Paquete de Empleo de los Jóvenes es el seguimiento de las acciones en materia de juventud establecidos en el más amplio paquete de empleo e incluye: Una propuesta a los Estados miembros a establecer una “garantía de juventud”; una segunda fase de consulta de los interlocutores sociales de la UE para la evaluación de la calidad para las prácticas; el anuncio de una Alianza Europea de Aprendizaje y las maneras de reducir los obstáculos a la movilidad de los jóvenes; programa de convalidaciones de título de la UE.

– Panorama es una herramienta de información en toda la UE sobre recopilación de las necesidades de cualificación, la previsión y la evolución del mercado de trabajo.

A la vista de tan amplio plan y de la última llamada de atención lanzada por el comisario europeo de Empleo, lo primero que tendríamos que preguntarnos es por el grado de conocimiento que los europeos y, en especial los jóvenes, tienen de estos programas, de estas ideas puestas en marcha para resolver su problema de falta de trabajo. ¿Por qué se silencian en los países miembros de la Unión estas iniciativas en vez de promocionarlas y potenciarlas? La segunda pregunta tiene que ver con el escaso grado de colaboración entre los propios socios de la UE para colaborar más a la creación de ese espacio común de trabajo que debería representar Europa para sus ciudadanos. Pero de la misma forma deberíamos preguntarnos todos nosotros, sin acudir exclusivamente a las responsabilidades que sin duda tienen nuestros representantes políticos, qué hacemos por hacer valer nuestros derechos como europeos y porqué no hacemos pleno uso de los mismos para demandar empleo o formación en otros Estados de la Unión.

Sentirse europeo es ante todo sentirse libre en movilidad para trabajar o colaborar en su conjunto y si no pensamos ya en esos términos no culpemos a nadie, sino a nosotros mismos, del fracaso de la idea de Europa. En la práctica de nuestra vida diaria, más allá del uso del euro y de no tener que pasar fronteras – y eso solo en los países de la zona euro y del espacio Schengen – seguimos siendo más alemanes, franceses o españoles que europeos. En una palabra, estamos pagando el precio de una Europa con estructuras políticas y administrativas muy caras, sin sacar rentabilidades suficientes a la unidad. Nuestros jóvenes no pueden esperar más a a ser verdaderos europeos, hay que ayudarles ya, no podemos esperar a que pase la crisis y la economía se recupere. Cuanto más tiempo permanezcan los jóvenes sin empleo ni experiencia laboral mayor será el riesgo de que estén apartados del mercado de trabajo cuando la economía vuelva a crecer. Pero, lo que es peor, menos creerán en Europa y más calarán los postulados aislacionistas y xenófobos.

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Un premio Nobel para la paz europeista

Es evidente que con la concesión del Premio Nobel de la Paz a la Unión Europeala polémica está servida. Nos hemos acostumbrado a mirar los acontecimientos con cultura digital, de forma on line, sin perspectiva histórica y con miopía de futuro. Si lo que la academia Nobel premia es la situación puntual que viven las instituciones europeas podemos establecer un rico debate sobre la buena o mala salud de las mismas y sobre los problemas que sin duda afronta la Unión y los Estados que la forman. Y en ese caso deberíamos empezar por reconocer que la crisis que nos afecta es global y que no se trata de una dolencia endogámica o intrínsecamente europea. Pero el jurado del Nobel no se ha fijado en el punto concreto en que se encuentra el proyecto de construcción europea, sino en el propio proyecto en sí y en el valor como garante de paz que ha tenido en el continente durante más de cincuenta años. Seis décadas ininterrumpidas de cese de la violencia bélica en un territorio que históricamente ha protagonizado las más cruentas y numerosas guerras de la humanidad. De ahí que las primeras críticas recibidas por el Nobel europeo resulten profundamente injustas cuando se compraran con el concedido al presidente estadounidense Barak Obama, pues, se contrapone la labor colectiva de los europeos durante 50 años con el de una persona en tres años. De la misma forma que escuchar en boca del presidente checo, Václav Klaus, reputado euroescéptico o al también Nobel de la paz, LechWalesa, su decepción con el galardón, resulta paradójico dado que difícilmente la libertad en sus países alcanzada tras la caída del Muro de Berlín serían posible sin la contribución realizada por una Europa unida.

Para cualquier persona en su sano juicio debería ser motivo de satisfacción que los pueblos europeos que generaron tragedias tan terribles como las guerras imperiales del Renacimiento, las confrontaciones napoleónicas y las dos guerras mundiales, hayamos convertido la práctica totalidad del espacio continental en un área de comercio común, donde las personas, los capitales y las ideas fluyen en libertad y defendido por derechos comunitarios. Los europeos le guste a quien le guste y le pese a quien le pese, hemos borrado siglos de enfrentamiento por décadas de paz y prosperidad. Nada tiene que ver la forma en que estamos encarando la actual crisis económica en como lo hemos venido haciendo en nuestro tiempo pretérito. La cooperación, el diálogo y la negociación se han impuesto a la fuerza de las armas. El vértigo de la guerra, el miedo a la muerte extendiéndose una vez más por los viejos campos de batalla, unió a los padres fundadores de la Europa del Tratado de Roma. De ese vértigo fue naciendo la conciencia de que juntos somos más fuertes y unidos se defiende mejor nuestro modelo de sociedad, sean cuales sean las dificultades que nos proponga la globalización. Es ya muy fuerte el entramado de intereses y el tejido institucional creado paso a paso lentamente a base del famoso acerbo comunitario como para tirarlo por la borda y volver al abismo de las fronteras irreconciliables.

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Muchas han sido las personas que han participado en la construcción de las Comunidades Europeas, primero, y de la Unión Europea (UE), después, a partir de la llamada Declaración Schuman de 1950. Muchas de estas personas han jugado un papel destacado en la vida de sus propios países de origen, papel que incluso puede ser más significativo que el que han representado en el seno de la Unión. Muchos, pues, son merecedores personalmente del Nobel de la paz, aunque normalmente se conoce como “Padres de Europa” a AdenauerMonnet,Schuman y Gasperi, la Comisión Europea oficialmente considera como tales a Konrad Adenauer, Jean Monet, Winston Churchill, Robert Schuman, Alcide de Gasperi, Paul-Henri Spaak, Walter Hallstein y Altiero Spinelli. Una historia que se alumbra en Roma el 25 de marzo de 1957 con la firma de los Tratados de la Comunidad Económica Europea (CEE) y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom). Ambos tratados fueron firmados por la República Federal de AlemaniaBélgicaFranciaItaliaLuxemburgo, y los Países Bajos, los Estados fundadores. El tratado estableció, entre otras cosas la Unión Aduanera: la CEE fue conocida popularmente como el “Mercado Común”. Se acordó un periodo transitorio de 12 años, en el que deberían desaparecer totalmente las barreras arancelarias entre los Estados miembros. Y la Política Agrícola Común (PAC): esta medida estableció la libre circulación de los productos agrícolas dentro de la CEE, así como la adopción de políticas proteccionistas, que permitieron a los agricultores europeos evitar la competencia de productos procedentes de terceros países. Ello se consiguió mediante la subvención a los precios agrícolas. Desde entonces la PAC ha concentrado buena parte del presupuesto comunitario. Este tratado estableció la prohibición de monopolios, la concesión de algunos privilegios comerciales a las regiones ultraperiféricas, así como algunas políticas comunes en transportes.

La actual Unión Europea ha vivido seis ampliaciones consecutivas en su ya larga historia. La primera supuso la incorporación de IrlandaReino Unido y Dinamarca. La segunda de Grecia, la tercera de España y Portugal, la cuarta de Suecia,Austria y Finlandia y la quinta fue la más amplia de MaltaChipre y ocho países del Este, EstoniaLetoniaLituaniaPoloniaHungríaRepública Checa,Eslovaquia y Eslovenia. Y, por último, la sexta la de los vecinos Rumanía yBulgaria. En total 27 países miembros, que serán uno más el próximo mes de enero con la integración de Croacia. Desde el punto de vista jurídico, el proceso de unión europea ha vivido desde el Tratado de Roma cinco grandes reformas y otros tantos nuevos tratados que constituyen la ley de leyes para sus Estados miembros. En 1986 se aprueba el Acta Única Europea cuya finalidad fue reformar las instituciones para preparar la adhesión de España y Portugal, y agilizar la toma de decisiones para preparar la llegada del mercado único. Los principales cambios fueron la ampliación de la votación por mayoría cualificada en el Consejo (para hacer más difícil el veto de las propuestas legislativas por un único país) y creación de los procedimientos de cooperación y dictamen conforme, que dan más peso al Parlamento. En 1992 entra en vigor el Tratado de Maastricht, cuyo objetivo fue la implantación  la Unión Monetaria Europea e introducir elementos de unión política (ciudadanía, políticas comunes de asuntos exteriores y de interior). Significó el establecimiento de la Unión Europea e introducción del procedimiento de codecisión, dando más protagonismo al Parlamento en la toma de decisiones. Nuevas formas de cooperación entre los gobiernos de la UE, por ejemplo en materia de defensa y de justicia e interior. En 1997 se reforman los tratados por el acuerdo de Amsterdam en materias menores y en 2001 el Tratado de Niza viene a facilitar la toma de decisiones después de la incorporación de numerosos países y, finalmente, en 2007 el Tratado de Lisboa vigente en la actualidad pone el énfasis en hacer la UE más democrática, más eficiente y mejor capacitada para abordar, con una sola voz, los problemas mundiales, como el cambio climático y aumenta las competencias del Parlamento Europeo, establece el cambio de los procedimientos de voto en el Consejo, la iniciativa ciudadana, el carácter permanente del puesto de Presidente del Consejo Europeo, el nuevo puesto de Alto Representante para Asuntos Exteriores y el nuevo servicio diplomático de la UE.

Un camino proceloso repleto de tira y aflojas, de marchas adelante y parones que ha conformado una realidad interna y externa protagonista se quiera o no en el escenario mundial. Porque a las incorporaciones de Estados y poblaciones hasta sumar los 500 millones de personas actuales y un marco legal de compleja regulación y basada en la transferencia de soberanía, hay que añadir la existencia de una moneda única, el euro, vigente en 17 Estados miembros y la creación de un Banco Central Europeo que ya actúa como autoridad monetaria del eurogrupo y que avanza en su funcionamiento como reserva federal al estilo de la de losEstados Unidos. En 50 años la Europa que camina unida ha logrado establecer normas comunes comerciales, de movilidad laboral, de capitales, de moneda única y, recientemente, está poniendo en marcha la diplomacia más ambiciosa y voluminosa del mundo. Negar los problemas y dificultades que hoy acechan a la UE sería vivir al margen de la realidad. A cada paso que damos se producen nuevos retos y mayores inconvenientes. Mantener la riqueza de la diversidad en un espacio que cada vez ensancha más supone la obligación de reinventarnos desde el convencimiento de que juntos podemos seguir siendo un referente mundial.

La memoria humana es tan débil que por supervivencia pronto olvida el drama y la tragedia. Para poner en valor lo que los europeos hemos logrado en estas seis últimas décadas bien valdría reproducir machaconamente la desolación producida en Europa por las dictaduras fascistas y por los regímenes comunistas. La democracia y el Estados social de derecho desde una visión humanista basada en nuestra mejor historia, ha dado fruto en la época más próspera y pacífica que hemos conocido en nuestro continente. El premio que ahora todos recibidos es un acicate y un impulso para los que aún creemos en el proyecto europeista frente a las veleidades populistas y ultras de quienes quieren volver a la defensa de intereses particulares que fomentan el enfrentamiento egoísta. Hay que ser muy estúpido o muy malintencionado para defender que la Europa deHitlerMussolini y Stalin es mejor que la que vivimos hoy de la mano de nuestros gobernantes, por mucho que los actuales puedan errar. Sus errores que sin duda los tienen, son parte de nuestro derecho a equivocarnos juntos y con la enorme capacidad de reconvenirlo en las próximas elecciones. Tenemos problemas económicos, de falta de integración política, de credibilidad internacional, de respeto a minorías, de defensa de derechos humanos en el mundo…, pero seguimos siendo una isla modélica en la humanidad de libertades y calidad de vida. El Nobel de la paz no es más que una llamada de atención a no perder lo que hemos alcanzado, a no dejar de ser referente para el mundo. Nuestra obligación más que nunca es colaborar en la resolución de los problemas mundiales desde la vanguardia de la innovación y la investigación o convertirnos una vez más en el escenario del conflicto. Elegir entre Europa como dilema o como solución. El europeismo ahora premiado además de un bello anhelo es ya un repertorio de hechos incuestionables que nos garantizan vivir en paz.

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El euro y Europa son ahora más fuertes… o ¿no?

Con una frase tan rotunda como vacua, terminó su rueda de prensa tras la cumbre europea de verano el presidente Mariano Rajoy: “el euro y Europa son ahora más fuertes”. Después de dos días de intenso trabajo, los jefes de Gobierno de la Unión salían desubicados – en palabras del presidente del Consejo Van Rompuy– sin tener muy claro si era de día o de noche. Y todo ello debido al plante por sorpresa de España e Italia al plan de crecimiento de no tratarse y aprobarse antes los nuevos mecanismos de financiación a la banca, en especial la española. Una jugada que en la reunión de la pasada semana en Roma entreMerkelHollandeMonti y Rajoy ninguno descubrió y que puso patas arriba el plenario del Consejo Europeo y del Eurogrupo. Parece que el presidente español a base de aplicar su galleguidad a la política europea, está logrando sumir a todos sus colegas en el marasmo del ni si, ni no, sino todo lo contrario cuando se refiere a la parte contratante de la primera parte que será considerada como la parte contratante de la primera parte. Al más puro estilo marxista – evidentemente no ideológica, sino la ironía de los hermanos – la UE lleva enzarzada dos meses con el rescate – norescate español, sin ser capaz de formular una propuesta concreta.

Es cierto que gracias al vértigo con que se han acostumbrado a acudir los dirigentes europeos a sus cumbres, todos se asoman al precipicio en la madrugada del jueves a viernes a cogidos de la mano se disponen a bailar el ritual de la yenka, un pasito para adelante y dos pasitos para atrás. Después, a la mañana siguiente todos se esfuerzan en realizar su particulares visiones de los acuerdos, dejando muy claro que ninguno de ellos han cedido nada y que salimos reforzados como europeos. Y para concluir la representación, el lunes los mercados se encargan de poner a cada uno en su sitio, que últimamente no es otro que en el de la falta de credibilidad institucional europea. Pero no es menos cierto que a base de miedo, diría pánico, la Unión sigue caminando o al menos no se rompe. Además en esta cumbre ha quedado de manifiesto que Europa ya no avanza al paso monocorde que marcaban Merkel y Sarkozy, algo ha empezado a cambiar en estas 48 horas y en la previa llevada a cabo en la Ciudad Eterna. Los nuevos equilibrios políticos empiezan a mostrar señales, Francia ha trabajado de “tapado” de las posiciones defendidas por España e Italia y a Alemania le quedan como fieles escuderos, su cinturón de hierro, formado por  HolandaEslovaquia,LuxemburgoFinlandiaAustriaEslovenia y Estonia. El Mediterráneo se ha alzado ante la política calvinista de austeridad y ajustes. Al menos ahora el debate está abierto.

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Alemania aceptó a regañadientes en la reunión de Roma la puesta en marcha de un plan de crecimiento para la UE basado en su Estrategia 2020 de Economía Inteligente. La recesión que se extiende por el continente – Francia se ha frenado ya en el último trimestre – ha obligado a Merkel a asumir que se destinen 120.000 millones de euros a proyectos de innovación, investigación e infraestructuras. Su contraataque en la Cumbre de Bruselas no se hizo esperar. Sabedora de que a fecha de hoy por la situación que aún atraviesa la economía alemana tiene una posición de predominio, quiso aprovechar la ventaja para proponer avances en la unión política, fiscal y bancaria. Más Europa, aunque eso sí, a la alemana. Algo que causa problemas al novel presidente francés, François Hollande, dado lo sensible que es la opinión pública francesa a ceder soberanía – recordemos el no francés en el referéndum de la Constitución Europea -. Así las cosas, Merkel ha logrado que antes de detallar de dónde saldrán los fondos y cómo se gestionarán, la Comisión proponga medidas para avanzar en la homogeneidad fiscal, es decir, presupuestaria nacional.

Una vez más, aquellas economías y con ellas sus ciudadanos que sufren la caída de demanda en forma de desempleo y pérdida de poder adquisitivo de las familias, tendrán que esperar al menos otros seis meses para que se pongan en marcha medidas de reactivación. Seguimos moviéndonos muy lento, mucho más que el entorno que nos rodea, como un paquidermo enfermo al que lo único que le queda es la memoria con su recuerdo de lo peligroso que puede llegar a ser una Europa desunida. La prioridad, por desgracia, seguirán siendo los ajustes presupuestarios, la refinanciación de la banca y, después, con suerte, hablaremos de crecimiento. No nos engañemos porque no caerá del cielo el maná ansiado de un plan marshall europeo sin que antes los posibles receptores estén en las condiciones que el donante pretende, es decir, suficientemente diezmadas sus arcas públicas y privadas como para prestar la ayuda en forma de compraventa.

Al menos esa sigue siendo la intención de una Merkel que llegó a afirmar desafiante en las vísperas de la cumbre que ella no vería en vida el nacimiento de los eurobonos. Por tanto, resulta difícil seguir creyendo al presidente Rajoy cuando se empeña en decirnos que el plan de saneamiento de la banca española no incluye “ninguna condicionalidad macroeconómica”. Algo que el presidente delBanco Central Europeo Mario Draghi contradecía casi en comparecencia contigua en hora y lugar al señalar que ”todas estas cosas, para ser creíbles, deberían ir acompañadas de una condicionalidad estricta. Esto es esencial, en caso contrario no serán creíbles”. O en palabras aún más claras las pronunciadas por Van Rompuy, “nada es gratis”. Lo cuenten como lo cuentes, pues, la realidad es tozuda y Rajoy, de todas formas sale aparentemente vencedor de este round europeo y que vive al día, se enfrenta ahora a la necesidad de seguir tomando medidas que desde la Comisión, el BCE y el FMI le piden ya a gritos.

La subida del IVA de productos y servicios básicos – que podría pasar del 4% o el 8% hasta el 18% -; el copago del medicamento sacando mas 450 fármacos del catálogo de cobertura de la Seguridad Social; las subidas de la luz y del gas que ya conocemos, son solo el inicio de un nuevo rosario de recortes de los que difícilmente podrán librarse los sueldos de los funcionarios y los contratos de interinos de la Administración y la edad de jubilación o el pago a los pensionistas. En este particular via crucis que venimos sufriendo los ciudadanos y en la senda regresiva de caída en nuestras rentas y en nuestros derechos, nos quedan aún muchos pasos atrás. Si ya nos movemos en términos relativos en situaciones como las vividas a principios de los 90, todo hace pensar que llegaremos a parecernos a la España de inicios de los 80, pero nada nos asegura que no tengamos que vivir como en los años 50 y nos tengamos que conformar con el biscúter porque no podamos comprar un 600.

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Nos azotan vientos de neopopulismo europeo: navegando entre ultras y piratas

Sabida es la afición twittera del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, para comunicar su agenda de trabajo, pero resulta novedoso que emplee la red social para lanzar mensajes con sus preocupaciones políticas más íntimas. “Desgraciadamente, vientos de populismo amenazan a uno de los grandes logros de la integración europea: la libre circulación de las personas en el seno de la UE”, deploró el mandatario europeo. Van Rompuy expresó esta preocupación durante una visita oficial a Rumania, cuya adhesión al espacio Schengen (de libre circulación) está bloqueada por el gobierno holandés, bajo la presión de la formación de extrema derecha Partido por la Libertad (PVV) de GeertWilders. La misma que hace una semana obligaba a dimitir al Ejecutivo neerlandés y a convocar a la reina Beatriz elecciones anticipadas demostrando así su capacidad para quitar y poner gobiernos. Esa es una de las principales características de los fenómenos neopopulistas europeos. Ya no exploran la vía revolucionaria para la toma del poder, lejanos a los fascismos y comunismos de antaño, que pretendían cambiar la sociedad conquistando la cúspide de las estructuras decisorias, ahora sólo trabajan para tener la llave de la gobernabilidad, con el mínimo esfuerzo construyen minorías de bloqueo que condicionan las decisiones más trascendentes para la vida de los ciudadanos.

Resulta muy fácil en las actuales circunstancias de crisis económica que asola Europa levantar la bandera de la indignación para tras ella y convenientemente aderezado de discursos populistas esconder viejos prejuicios xenófobos y planteamientos antidemocráticos. Protestar desde el cabreo que la gente tiene contra la actual clase política es tan legítimo como necesario, pero combatir las irregularidades del sistema, su mala praxis o incluso reivindicar un cambio de modelo, nada tiene que ver con las ideas totalitarias que de nuevo algunos pretenden imponer en el continente europeo. El increíble ascenso del Frente Nacional de la mano de su lideresa, Marine Le Pen, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, asomándose a la cota del 20% de votantes y a solo seis puntos de Sarzoky, la opción del centro derecha republicano, ha levantado todas las alarmas en las élites de poder. Esas mismas élites que son las responsables de la situación al haber alimentado la quiebra de su relación con el colectivo que gobiernan. Población y gobernantes ya no pertenecen a la misma clase social, ya no representan los unos a los otros o los ciudadanos ya no se sienten representados por sus representantes. Una fractura de representatividad que se manifiesta mediante la paulatina caída de la participación en los comicios – especialmente aquellos que más cercanos, municipales, regionales… que no cuentan con el espectáculo mediático de las grandes citas electorales – y con la aparición de opciones radicales que atraen poco a poco el sustrato más popular de la población con la idea simplona de un nacionalismo pasional, sin inteligencia, que solo habla a los corazones amedrentados de personas asustadas por la pérdida de derechos a manos del neocapitalismo y de una inmigración que sienten como enemiga. Son hijos del Estado del Bienestar acomodado y no quieren perder su estatus, una suerte de chauvinismo del bienestar.

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Las opciones ultras calan con enorme facilidad en los jóvenes europeos que afrontan su futuro cada vez con más temor, abocados al fatal destino del paro o la emigración a otros continentes. En España, el desempleo juvenil supera el 50%, uno de cada dos jóvenes no encuentra trabajo y lo que es peor la mayoría de ellos se convierten en parados de larga duración. Su nivel de alejamiento de ese Estado del Bienestar construido por sus padres y que hace aguas por todas partes es día a día mayor. Del sistema solo reciben malas noticias y casos de corrupción de sus dirigentes, el mercado les impone la realidad vital sin que nadie levante por ellos el dedo meñique para defender su dignidad. Son carne de cañón para el neopopulismo y las ofertas más radicales, al fin y al cabo, a sus ojos las únicas capaces de salirse del pactismo entre los grandes partidos del quítate tú para ponerme yo. El modelo de consenso social fraguado en la posguerra mundial basado entre las fuerzas de centro derecho y centro izquierda y con las centrales sindicales como garantes externos del diálogo, hace mucho tiempo que ha degenerado en una suerte de pasteleo oligárquico que molesta profundamente a aquellos a los que debería servir. Lo increíble es que en sociedades asoladas por el paro y la pérdida de coberturas sociales como GreciaPortugal o España no hayan saltado ya por los aires las instituciones que han creado este caos y siga adormecida la sociedad a base de fuerzas del orden cada vez más presentes y de resignación sumisa de una gran parte de la población.

Mientras las recetas de la derecha, no solo no han fracasado, sino que han sido en gran medida las causantes del desastre, la izquierda balbucea mensajes carentes de credibilidad por su falta de coraje para poner en marcha un programa alternativo de desarrollo sostenible en Europa. La socialdemocracia se vendió con demasiada comodidad a los planteamiento neoliberales cuando el crecimiento trampa convertía todas las decisiones políticas en fáciles y, los comunistas democráticos europeos, mezclados sus postulados con los partidos verdes y un confuso conglomerado de opciones minoritarias, siguen teniendo tentaciones totalitarias en su ideario como receta contra la crisis. Todos ellos adolecen de falta de credibilidad, el tiempo los ha desgastado y, además, tienen la obligación de concretar sus discursos, esperamos de ellos que nos aporten soluciones específicas a problemas reales. El neopopulismo, sin embargo, no precisa de medidas o programa, canta la marsellesa, se enrolla en la bandera y nos promete tiempos mejores de la mano de esa gran familia llamada Nación, eso sí, una vez limpiada de todos los infectos colectivos causantes de los males que nos afectan con los inmigrantes a la cabeza. Cumplido su plan de depuración del solar patrio, la arcadia gloriosa del territorio nacional reinará tan grandiosa como solitaria. La globalización no va con ellos y la solidaridad solo es interpretable con el que piensa, reza o es del mismo color que tú. La vieja idea fundadora de los padres de Europa, la unión política de los pueblos, perece a manos de burócratas de la política en urbes sin personalidad que clonan sociedades de consumo con los estándares americanos de forma de vida. La identidad propia se ha diluido, la forma de hacer diversa y rica de cada cual ha perdido valor, la fuerza de la colaboración entre territorios se devalúa ante el creciente avance de unos falsos nacionalismos de pandereta, que tópico en ristre asolan a su paso las grises estructuras de la tecnocracia de sus Estados.

El balance provisional del avance de la ultraderecha les acerca a niveles de entre el 15% y el 20% en muchos Estados de la Unión. En los países escandinavos, donde la crisis del euro apenas se siente y la inmigración por dimensión no representa un problema, la ultraderecha se ha fortalecido elección a elección. EnFinlandia, los Verdaderos Finlandeses obtuvieron el 20 por ciento de los votos con el eslogan “No vemos por qué tenemos que pagar por Portugal” y en Suecia, losDemócratas de Suecia entraron por primera vez en el parlamento en 2010. EnAustria, el Partido de la Libertad de Austria y la Unión por el Futuro suman cerca del 30% de los sufragios, mientras en Benelux, en Bélgica el Vlaams Belang y elFront Nacional alcanzan cerca del 13% y en Holanda el Partido por la Libertad que ha tumbado el gobierno se sitúa en el 16%. En los Balcanes, la Unión Nacional por el Ataque en Bulgaria obtuvo el 10%, en Serbia el Partido Radical Serbio se acercó al 30%, en Hungría, el Movimiento para una Hungría Mejor un 18% y enGrecia, la Concentración Popular Ortodoxa creció hasta el 6%. Casos aparte suponen los de dos de los grandes Estados de la Unión, Italia, donde la Liga Norte, se mueve en porcentajes entorno al 10% y en Francia, el Frente Nacional, cuyo último dato ya citado de las elecciones presidenciales les ha llevado nada menos que hasta el 20%, con casi 6 millones y medio de votantes. No deberíamos olvidar que en la II Guerra Mundial, cerca de 250.000 voluntarios de las SS alemanas provinieron de países europeos, un dato escalofriante de una legión dispuesta a matar por el nazismo, que la historiografía de los vencedores ha mantenido silenciado. Hoy el mapa ultra y radical se extiende como una mancha de aceite y pese a que sus planteamientos son corpantimentos estancos, basados en el proteccionismo y el aislamiento de posiciones europeistas, el contagio en una sociedad globalizada donde la información y las opiniones se multiplica a toda velocidad en la red está garantizado.

En Alemania, aún bajo el poderoso efecto de la dramática historia del nacionalsocialismo que costó a la humanidad un holocausto de millones de víctimas y la partición y control de su territorio por cuatro décadas, crece el fenómeno antisistema representado por el Partido Pirata que ya cuenta con más de 20.000 afiliados y las últimas encuestas les sitúan en un 12% de intención de voto. Sus éxitos recientes entrando en el parlamento del länder de Berlín y en el deSarre, les han obligado a reformular parte de sus postulados en el reciente Congreso celebrado por la formación. Han tratado formalmente de alejarse de las posiciones neonazis, aunque de forma individual alguno de sus integrantes sigue manteniendo reivindicaciones de revisionismo de la historia del III Reich. Su esencia y origen es el del partido protesta, promulgando la transparencia y la participación como elementos regenaradores de la acción política. Lo que “ayer” representaron los Verdes con su defensa del medio ambiente como impulso de una formación política global, ahora lo es la defensa del medio de comunicación de la gente: internet. En ambos casos con la bandera de la renovación política frente a la vieja casta del fraude y la impunidad: pretenden abordar el galeón de los corsarios con corbata. Son los guerreros de la Red, pero en su tránsito a la madurez tienen enormes dificultades para estructurar una organización y formular unas propuestas concretas que sirvan a la sociedad para progresar. A su manera y sin pretenderlo, son nuevas formas de neopopulismo que se nutren del mismo sustrato: el descontento. Todos ellos, ultras o piratas, avanzan como el nuevo viento que azota una Europa confusa, enferma de falta de liderazgos integradores. Enfrente solo encuentran gobernantes atrincherados en la mercadotecnia política, en el control de medios de comunicación incapaces de ser independientes por sus carencias de autofinanciación y en la adocenada sumisión a las doctrinas que emanan de los mercados financieros. Ultras y piratas navegan con viento fresco y arrasan los sargazos de la política. De nada vale descalificarles o no querer atender a sus airadas voces, más nos valiera escuchar el quejido de una sociedad atemorizada por el mañana y ponernos a la tarea de ofrecer alternativas desde la democracia y la libertad, una rebelión ética, estética pero desde las ideas. Una reacción eficaz y capaz de cambiar el destino. De no ser así el paisaje de la vieja Europa volverá a cerrar fronteras y a encerrarse en ancestrales luchas de poder.

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Falacias sobre el copago sanitario en Europa

El debate sobre la utilidad o no del sistema de copago para la financiación del sistema sanitario se ha abierto en España a raíz de la aprobación por parte del govern de la Generalitat de Catalunya de una tasa de 1 euro por receta – el llamado ticket moderador – en el Servei Catalá de la Salut. De la misma forma que en la mayoría de los Estados más asolados por la crisis de la deuda – Grecia,IrlandaPortugal – se han introducido medidas de este tipo, parece por los indicios que el gobierno del Partido Popular en España, pese a negarlo una y otra vez, está llevando a cabo reuniones “técnicas” con las consejerías de Sanidad de las Comunidades Autónomas para el estudio primero y posterior implementación de medidas de copago sanitario. Convendría, pues, en este clima preimpositivo analizar sin sesgos ideológicos  y sin fundamento o prejuicios carentes de rigor, las virtudes y los defectos de este tipo de reformas. Lo digo partiendo de la base de la trascendencia que en nuestras vidas tiene garantizar un sistema de salud público de calidad, de acceso garantizado universal y equitativo. Nos jugamos demasiado en las decisiones que sobre el tema tomemos como para que el debate se produzca con opiniones de algunos políticos o tertulianos basadas en generalidades y lugares comunes, en vez de en datos contrastados o hipótesis elaboradas por profesionales de la sanidad. Son éstos, que además en el caso del Estado español, lo son de reconocido prestigio y compromiso con el sistema, quienes más tienen que decir sobre una reforma que solo debe pretender hacer viable la sostenibilidad de uno de los mejores modelos de salud pública de Europa y, por ello, del mundo.

El objeto aludido para introducir el copago es la insuficiencia financiera del modelo. Se nos dice que no tenemos recursos suficientes para mantener un sistema tan bueno, pero tan caro. Yo niego la mayor. Lo primero que tenemos que decidir es qué sistema de salud público queremos tener y cuál es su relación con las ofertas de sanidad privada. Dimensionar la cartera de servicios sanitarios que queremos tener es el primer trabajo, así como establecer qué orden de importancia le concedemos en el conjunto de gasto público. Porque si como parece, todos pensamos que junto con el pago de las pensiones y la educación gratuita e igualmente universal, son los gastos comprometidos ineludibles, a partir de aquí serán otras las partidas a reformar. Por tanto, una vez que definamos el tamaño del sistema y consiguientemente sus necesidades de recursos, podremos pasar a definir las partidas de ingresos sobre las que lo sustentamos. Empiezo por deshacer otra falacia del copago por introducir, porque el copago en el Estado español ya está implantado. En primer lugar, mediante las cuotas a la Seguridad Social que pagamos todos los trabajadores y empresarios, en esa suerte de mutualidad aseguradora de diversas prestaciones que supone. En ese sentido, sería muy convenientes que dichas cuotas vinieran desglosadas en sus diferentes aportaciones para que pudiéramos saber claramente a qué se dedica la caja única: tanto para su sanidad, tanto para su pensión, tanto para su prestación por desempleo si ha lugar… Así evitaríamos la mala praxis habitual, que han llevado a cabo todos los gobiernos, de meter la mano en la caja para sufragar otro tipo de gastos. En segundo lugar, pagamos un porcentaje de los medicamentos – excepto los pensionistas – que nos receta la sanidad pública. Por lo tanto, no debemos hablar de copago como novedad, sino de extender a nuevos tipos de impuesto la financiación de la salud.

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Si echamos un vistazo a la situación de nuestro entorno europeo, veremos que el copago en distintas modalidades existe en todos. En veintisiete se realiza el copago farmacéutico. En todos salvo en DinamarcaEspaña, Grecia – y ahora se va a introducir – y Reino Unido, existe el copago en atención hospitalaria. En todos menos en España, Grecia – y también pagarán ya –, HungríaLituania, Reino Unido y República Checa se paga algo por la atención especializada. Y respecto a la atención primaria, donde menos está implantado el copago, es totalmente gratuita en España, Grecia – y se les acaba – Holanda, Hungría, Italia, Lituania,Polonia, Reino Unido y República Checa. Es decir, los Estados con menor nivel de copago y, por tanto, de aportación directa de los ciudadanos al coste de los servicios sanitarios que emplean, son el Reino Unido y España. En ambos casos, somos según diversos baremos e indicadores dos de las mejores sanidades del mundo y en el caso español, el tercer país del mundo en esperanza de vida. Además, resulta útil combinar este dato con el de la rentabilidad de la inversión del gasto sanitario, es decir, qué porcentaje sobre el total del PIB empleamos en sanidad. Así en España nos sale muy barata esa salud pública de calidad. La media de los países desarrollados en Europa está alrededor del 9% del PIB, llegando a cifras mucho más altas en EE.UU. (14%). En España el porcentaje es de los más bajos de Europa (8,4%), por debajo de la media europea, solamente por delante de Finlandia, Hungría, Polonia y la República Checa y muy por debajo de lo destinado en Suiza (11,3%), Alemania (10,6%), Bélgica (10,4%), Francia(11,1%), Austria (10,1%), Dinamarca (9,5%), Holanda (9,3%), Islandia (9,2%),Suecia (9,2%), Grecia (9,1%) e Italia (8,7%).

Se supone que el principal argumento a favor de la extensión del modelo de copago es la disminución del “consumo” sanitario. En ese sentido, deberíamos recordar que la enfermedad, en general, se contrae, no se desea y, más importante aún, que quien discrimina el uso del sistema son sus profesionales, es decir, aquellos en quienes depositamos la confianza en nuestra curación o cuidado. Partir de la base del abuso del sistema supone quebrar la confianza en él y, en todo caso, si existen los excesos atajense, pero no se introduzcan impuestos indiscriminados que culpan a aquellos que nada tienen que ver con los que se aprovechan indebidamente. En cualquier caso, en los países europeos donde más experiencia por tiempo y extensión del copago tienen, está demostrado que efectivamente disminuye el “consumo”, si bien a costa de importantes pérdidas en el reparto equitativo. Es evidente que pese a que se reduzca la aportación del copago a las capas con menores niveles de renta, el hecho de tener que pagar establece una discriminación que afecta más al que menos tiene y que le disuade de acudir al médico. Ello supone a largo plazo que al desaparecer la labor preventiva de la consulta periódica, se pierde el contacto con el paciente y el historial clínico es menos rico en datos, por lo que una enfermedad puede revelarse más grave cuando aparece y propender a convertirse en dolencia crónica. Es decir, que lo barato a la larga se vuelve caro. Y, como dato adicional, la cuantía que se recauda por las distintas fórmulas de copago no son relevantes a efectos del conjunto del gasto sanitario, con ellas no se garantiza la sostenibilidad del sistema. En resumen, demasiado coste social para poco retorno económico.

Si el problema se centra en la financiación del sistema y éste resulta prioritario en nuestras vidas, deberíamos plantearnos una reforma fiscal en profundidad que lo haga viable. De igual forma que el Pacto de Toledo aseguró un consenso básico para garantizar el pago a largo plazo de las pensiones, se requiere un Pacto de Estado para la Salud, dado que además la responsabilidad de su gestión está plenamente transferida a las Comunidades Autónomas. A éstas se les puede marcar y se debe, el mínimo de servicios y prestaciones a las que está obligada por ley, pero en absoluto se les puede impedir a aquellas que mejor gestionan o son capaces de hacer frente a sus necesidades de recursos, que dejen de prestar una asistencia de máxima calidad porque en otras comunidades se malgasta o despilfarra. La solidaridad interterritorial solo es exigible cuando existe paralelamente la fiscalización del gasto y la responsabilidad de cada uno en el mismo. En todo caso, más que imponer una tributación especial en función de la renta personal a los usuarios de los distintos sistemas de salud como ha propuesto el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoó, parece mucho más coherente y eficaz, acometer una reforma fiscal global que ante la situación de ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres en España, suponga un nuevo modelo de redistribución de la riqueza y, con ello, de financiación de la sanidad, pensiones, desempleo o educación. Cualquier otra medida es un parche intencionado para encubrir la privatización del sistema.

El modelo público de Salud en el Estado español no requiere un cambio radical, ni siquiera en su esquema de financiación. Eso solo lo defienden los que buscan su desaparición. Requiere mejorar los modelos de gestión y, sobre todo, implicar más y contar más con sus profesionales que siguen siendo los mejores defensores del sistema. Requiere un redimensionamiento de sus recursos y una evaluación de sus necesidades de inversión para no quedarse obsoleto en equipamientos y en formación de sus clínicos. Pero con eso no estamos hablando de nada que no sea un trabajo continuo en el ámbito más importantes de nuestras vidas, algo que debemos hacer día a día, no excepcionalmente. No podemos asumir con debates superfluos y vacuos la introducción de un impuesto a la enfermedad, una suerte de tributo por no estar sano, porque eso rompe el equilibrio de una sociedad que cree en la solidaridad y en la red de apoyo que supone que tus congéneres paguen por ti cuando tú lo necesitas igual que tú harías por ellos si así sucediera. En eso nos diferenciamos los europeos, para bien, de modelos de sociedad como el de Estados Unidos, donde curarse es un privilegio o de sociedades donde los derechos solo están al alcance de los más ricos. No podemos permitir que entre nosotros se instale el egoísmo de aceptar que nuestros niños o ancianos podrán vivir en función de su renta. Si así lo hacemos, habremos matado el concepto mismo de Europa.
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¿Cómo acabar con el miedo al miedo? Las agencias de rating, el coco que asusta a los Estados

El pasado viernes 13 de febrero, muy a la americana, la agencia de ratingStandard and Poor’s, decidió sacar la motosierra y realizar su particular versión de la matanza en Texas en el escenario del mercado de la deuda de los Estados europeos. Estandar y de los pobres – la traducción al castellano del nombre y apellido de la agencia no tiene desperdicio – decidió rebajar la categoría a 9 de los 17 Estados de la eurozona, con ejemplos tan llamativos como el de Francia yAustria que dejaron por el camino su Triple A, pasando de AAA a  (AA+). Mientras que España, Italia y Portugal, le rebajaron dos escalones sus notas. Con lo que los títulos de deuda de Portugal y España quedan en la categoría especulativa. ”Las acciones de hoy son fruto de nuestra creencia de que las iniciativas políticas tomadas por los líderes europeos en las últimas semanas pueden ser insuficientes para atajar totalmente el estrés sistemático en la zona euro”, señaló como justificación a tal medida la agencia de calificación en el comunicado.

Con esta decisión S&P concluía el proceso de revisión para una posible rebaja iniciado el pasado mes de diciembre en torno a la solvencia de quince de los diecisiete países de la zona euro, y que finalmente ha mantenido la triple “A” aAlemania,  además de a FinlandiaLuxemburgoPaíses Bajos. Mientras que degradaba en dos escalones la deuda de España, Italia, Portugal y Chipre, y en un escalón la calificación de la de Francia, Austria, MaltaEslovaquia yEslovenia. Bonita escabechina de la zona euro, que curiosamente no fue ratificada por la hermana gemela en calificaciones, la agencia Moody´s que el lunes mantuvo la nota de Francia aunque dejando claro los graves riesgos de la deuda entorno al euro. Formalmente una vez más la batalla la ganado Angela Merkel y además de seguir haciendo pingues beneficios en la colocación de la deuda, vuelve a remarcar la necesidad de medidas de ajuste como única medicación para recuperar los equilibrios presupuestarios. O sea que si no querías aceite de ricino, dos cucharadas.

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Ante tal asalto a Europa en forma de malas notas en los mercados financieros, a uno le pide el cuerpo soltar cinco boutades, que espero tratan de ser ingeniosas y espero que lo consigan:

1.- El propio concepto de calificación resulta esencialmente perverso, pues, lo primero que deberíamos de preguntarnos es ¿quién es quién para calificarnos? y ¿con qué criterios nos califica?. Su propiedad e intereses son demasiado oscuros como para que legitimemos a las agencias de rating y les concedamos el valor y la carga de la prueba cuando lo que se está juzgando es la capacidad que tenemos cientos de millones de ciudadanos para hacer frente a nuestras deudas. ¿Pretenden hacernos creer que el mayor espacio de libertad y desarrollo del mundo civilizado es incapaz de pagar a sus acreedores? Eso seria como admitir que tenemos que echar el cierre del sistema y reinventarnos todos, empezando por ellos.

2.- Cabe hacerse una segunda pregunta más inocente aún pero relevante a efectos de inventario de la situación: ¿a quién afecta la calificación, es decir, quién gana y quién pierde en este juego? Tal vez si analizamos el resultado entenderíamos a favor de quién pitan estos árbitros que se han convertido en auténticos dictadores de la política europea.

3.- El mercado de la deuda de la eurozona se ha convertido en un chollo sin riesgo para sus inversores. Invierten en valores que saben seguros porque Europa acudirá al rescate a cualquier precio de sus partes en peligro, pero para aumentar sus intereses tienen que sumir a los Estados en una campaña de desprestigio y descrédito que encarezca su salvación.

4.- El origen de esta broma perversa en que se está convirtiendo la crisis no es otro que la especulación financiera y sus principales causantes las entidades financieras privadas, esto es, la banca. Para sarcasmo general son los bancos los más beneficiados con la situación de la deuda soberana de países con siglos y siglos a sus espaldas. Ellos van saneando sus chapuzas en balance, las que nos llevaron hasta aquí y el que paga no es otro que el ciudadano que ve recortados tras realizar cuantiosas aportaciones a los fondos de rescate de la banca, sus derechos de prestaciones sociales – educación, sanidad, pensiones… -, incrementados sus impuestos para pagar intereses de la deuda y, finalmente, mermado su poder adquisitivo y su nivel de vida.

5.- En la línea de posibles soluciones a la trampa en la que nos hallamos sumidos solo habría que tener valor suficiente o de otra forma dicho, perder el miedo al miedo y ser capaz de poner en marcha tres mecanismos que depende tan solo, pero nada más y nada menos, que de la decisión de nuestros políticos:

  • Creación de una agencia pública europea de rating como organismo calificador oficial utilizado por el Banco Central Europeo.
  • Creación de entidades públicas de créditos en los países de la eurozona para fomentar la inversión en la economía productiva, la consiguiente creación de empleo y fomento de la innovación europea. El BCE prestaría a estas entidades al 0,01% y estas al mercado al 0,1% para financiar deuda y posteriormente a tipos del 3% muy inferiores a los 6% y 9% con que los Estados están colocando su deuda.
  • Puesta en marcha de la tasa o impuesto sobre transacciones financieras de base especulativa, tal y como proponen varios países de la UE con Francia a la cabeza. Algo que no es otra cosa que la resurrección y puesta al día de la vieja tasa Tobin.

Quizá si una mañana nuestros mandatarios se levantaran como si hubiera acabado la pesadilla, se miraran al espejo y se dieran cuenta que fuera en la calle está su gente, la que está esperando que decidan por ellos, por sus derechos y por sus libertades, se verían con fuerza para encarar el futuro y mandar a las agencias de rating exactamente al lugar que se merecen …

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