Una nueva Comisión, ¿para una nueva Europa?

La nueva Comisión Europea Juncker 1, sucesora de la Barroso 2, está a escasas semanas de tomar posesión. A partir del 1 de noviembre este órganismo que es una especie de injerto de Ejecutivo y de Legislativo de la UE, cambiará de titulares y deberá enfrentarse a una agenda interna y externa repleta de retos y problemas. El equilibrio inestable diseñado por el veterano político luxemburgués es auténtico encaje de bolillos para contentar a los Estados miembros y las familias políticas que componen desde mayo el nuevo Europarlamento. Pero por si fuera poco, la nueva Comisión por deseo de su presidente tendrá una alta complejidad de interdependencias entre depsrtamentos, lo que obligará a mayores niveles de coordinación por parte de los vicepresidentes, hasta ahora mero apellido de una cartera de contenido específico. Nada de esto debería sorprendernos teniendo en cuenta que a raíz de la plena entrada en vigor del Tratado de Lisboa, se ha producido una auténtico sismo en el terreno de los equilibrios de poder de las instituciones europeas.  La otrara todopoderosa Comisión, en el último período ha perdido su capacidad normativa casi omnímoda a manos de un Parlamento empoderado, que ejercer cada día más su poder de codecisión. Y ante este nuevo reparto de papeles y urgidos por una crisis económica interminable, el Consejo Europeo, el hogar de los jefes de Gobierno, ha apretado el acelerador de la mano firme de la Canciller, Ángela Merkel.

De ahí que Juncker, uno de los políticos europeos con más arrugas en su rostro a base de reuniones comunitarias, haya optado por alambicar los procesos y horizontalizar las decisiones. Prefiere ir más lento, pero más seguro. No en vano es el primer presidente de la Comisión salido de las urnas, pues, los jefes de Gobierno de los Estados miembros no les quedó más remedio que avalarle como el candidato más votado y, por tanto, el que ccontaría con mayoría suficiente en el Parlamento. Como tampoco olvida que son los eurodioutados los que pueden cesarle en el cargo a él y a todo el colegio de comisarios. Y una buena representación del grandilocuente poder que pretende ejercer la Eurocámara lo han representado los hearings o exámenes que cada uno de los aspirantes a comisarios han pasado ante las comisiones del Parlamento y si no que se lo digan al español Miguel AriasCañete obligado a pasar un duro trago al responder a las preguntas de la izquierda europea. Un ejercicio que debería servir para tomar conciencia de la seriedad institucional que rodea a la Unión. Se trata de un caso único en la práctica parlamentaria, hacer pasar a los miembros de un gobierno un exhaustivo control con declaraciones de incompatibilidad previas, de descripción del planteamiento político con que se encara el cargo y un duro repertorio de preguntas ligadas a los curriculas personales y declaraciones realizadas con poco acierto. Es uno de esos ejercicios que debería ayudar a recuperar la credibilidad de la clase política y a tener más fe en conjunto en el proyecto europeo en el que todos estamos embarcados.

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Parece, pues, evidente que las instituciones europeas han entrado en un proceso de furiosa competencia por ocupar el espacio que consideran natural. Y las personas que ostentan cargos no resultan intrascendentes en este momento de relevo histórico en Bruselas. El Parlamento lo sigue presidiendo el socialdemócrata alemán Martin Schulz, convencido europeista que sin duda dará imagen a una eurocámara crecida y repleta de eurodiputados con deseo de protagonismo. La Comisión de la mano de un veterano de la política europea,  Jean Claude Juncker, que no terminará sus días de actividad sin pena ni gloria. Y en el Consejo la única incógnita por despejar, la del polaco Donald Tusk, una apuesta descarada de Merkel, sin experiencia internacional y algo lego en idiomas. No se lo han puesto fácil para defender la posición del Consejo ante dos políticos conchabados en llevar adelante el proyecto europeo pese al presidente de Gobierno que le pese. Si el Consejo se duerme ensimismado en sus asuntos y calendarios electorales patrios y la Comisión y el Parlamento deciden pisar el acelerador, podemos encontrarnos con la grata sorpresa de una Europa que cabalgue sola a lomos de comisarios y eurodiputados.

A expensas de la última palabra del Parlamento, la nueva Comisión tendrá siete vicepresidentes, seis además de la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad (Federica Mogherini), cada uno de los cuales dirigirá un equipo de proyecto. Dirigirán y coordinarán el trabajo de un determinado número de comisarios cuya composición podrá cambiar en función de las necesidades y de que se desarrollen nuevos proyectos con el paso del tiempo. Estos equipos de proyecto reflejarán las Directrices políticas. He aquí algunos ejemplos de esas composiciones: «Empleo, Crecimiento, Investigación y Competencia», «Mercado único digital» o «Unión de la Energía». Con ello se asegurará una interacción dinámica de todos los miembros de la Comisión, eliminando cotos y abandonando estructuras estáticas. Los vicepresidentes actuarán como auténticos adjuntos del Presidente.

Un Vicepresidente primero (Frans Timmermans) será la mano derecha del Presidente. Por primera vez habrá un comisario consagrado a que haya un programa para legislar mejor, que garantice que cada propuesta de la Comisión sea verdaderamente necesaria, es decir que los objetivos no puedan alcanzarse por los Estados miembros. El Vicepresidente primero desempeñará asimismo una labor de control, defendiendo la Carta de los Derechos Fundamentales y el Estado de Derecho en todas las actividades de la Comisión. La nueva cartera de Mercado Interior, Industria, Iniciativa empresarial y Pymes (encomendada a ElžbietaBieńkowska) será la sala de máquinas de la economía real. También por primera vez se incluye específicamente a las pequeñas y medianas empresas, la columna vertebral de nuestra economía. La nueva cartera de Asuntos Económicos y Financieros, Fiscalidad y Aduanas (a cuyo frente estará Pierre Moscovici) velará por que las políticas fiscal y aduanera de la Unión sean parte integrante de una Unión Económica y Monetaria profunda y auténtica y contribuyan al buen funcionamiento del marco de la gobernanza económica general de la UE. Se ha creado una cartera de Consumidores importante. La Política de los Consumidores ya no estará repartida entre varias carteras y ocupará un lugar prominente en la de Justicia, Consumidores e Igualdad de Género (Věra Jourová). Como el Presidente electo anunció en el discurso que pronunció ante el Parlamento Europeo el 15 de julio pasado, habrá una cartera específica dedicada a la Migración (atribuida a Dimitris Avramopoulos) que dé prioridad a la elaboración de una nueva política de migración para abordar decididamente la migración irregular y lograr, al mismo tiempo, que Europa sea un destino atractivo para los grandes talentos. Se han reestructurado y racionalizado algunas carteras. En este sentido cabe destacar que se han juntado en una sola Medio Ambiente y Asuntos Marítimos y Pesca (al frente del cual estará KarmenuVella) con el fin de reflejar la doble lógica del Crecimiento «azul» y «verde»: las políticas de conservación del medio ambiente y del medio marítimo también pueden y deben desempeñar un papel fundamental a la hora de crear empleos, preservar recursos, estimular el crecimiento y fomentar la inversión. Proteger el medio ambiente y mantener nuestra competitividad tienen que ir de la mano, pues en ambos casos de lo que se trata es de que el futuro sea sostenible. Esa misma lógica se ha aplicado al decidir crear una cartera de Acción por el Clima y Política de Energía (encomendada a Miguel Arias Cañete). Reforzar la proporción de las energías renovables no solo es una cuestión que debe abordar una política de cambio climático responsable; también es un imperativo de la política industrial si Europa quiere disponer de energía asequible a medio plazo. Estas dos nuevas carteras contribuirán al equipo del proyecto «Unión de la Energía» dirigido y coordinado por Alenka Bratušek. La cartera de Política Europea de Vecindad y Negociaciones para la Ampliación (confiada a Johannes Hahn), junto con una política de vecindad reforzada, se centra en la continuación de las negociaciones para la ampliación a la par que se reconoce que no habrá nuevas adhesiones a la Unión Europa durante los próximos cinco años, tal como estableció el Presidente electo Juncker en sus Orientaciones políticas. La nueva cartera de Estabilidad Financiera, Servicios Financieros y Unión de los Mercados de Capital (atribuida a Jonathan Hill) centrará los conocimientos técnicos y la responsabilidad en un solo punto, una Dirección General de nueva creación, y garantizará que la Comisión siga estando vigilante y activa en lo que atañe a la aplicación de las nuevas normas de supervisión y liquidación de bancos.

Está claro que nos enfrentamos a un nuevo escenario europeo y que por todos los motivos reseñados estamos ante un nuevo modelo de Comisión, donde no solo han cambiado las personas. Nos queda por saber si ambos, personas y modelo, están a la altura de las circunstancias. La agenda de la UE interna y externa es abrumadora y ha quedado patente que el funcionamiento institucional de la última década ha dejado mucho que desear. De nada valdrá haber acercado el Parlamento a los europeos si los nuevos comisarios no comprenden la alta tarea a la que se enfrentan. Europa necesita esta nueva Comisión para crear una nueva Europa. No son cargos de mero trámite, les corresponde poner a la Unión al galope de la innovación,  defender la imagen de defensa de los derechos humanos en el mundo, ampliar la base de igualdad y equidad de la ciudadanía, recuperar el crédito de la política y, sobre todo, crear empleo en todo el espacio común. Ingente tarea por delante que requiere visión de la misión encomendada. Suerte comisarios porque nos va Europa en ello.

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¿De qué nos sirve una Unión Bancaria si no armonizamos la fiscalidad europea?

Tras casi 17 horas consecutivas de negociación, Eurocámara y Consejo Europeo acordaron la creación de un Mecanismo Único de Resolución (MUR), el segundo pilar de la unión bancaria y el proceso más ambicioso de integración europea tras la introducción del euro. Ha costado años desde el inicio de la crisis con la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008 que los europeos alcancemos un acuerdo para rescatar nuestras entidades financieras y con ello nuestra moneda el euro. Así de lento caminamos porque los intereses de algunos países,Alemania a la cabeza y los beneficios de los principales banqueros nos han impuesto los sacrificios para la teórica recuperación que dicen vivimos. Pero todos estos años de ardua negociación nos están poniendo a las puertas de una auténtica política monetaria común y de convertir al BCE en el supervisor al estilo de la Reserva Federal de EE.UU. que precisamos. No pondré pegas a un paso ansiado y necesario, pero si me gustaría advertir de que finalmente estamos construyendo una Unión Bancaria, como ya sucedió con el euro, a la medida de Alemania y, en segundo lugar, que mientras no se avance en políticas que posibiliten la armonización fiscal en la zona euro, seguiremos cojos, sino paralíticos, en la defensa de un espacio económico común.

El MUR permitirá liquidar bancos problemáticos de la zona euro desde una autoridad central y financiar las operaciones con un fondo de 55.000 millones de euros aportados gradualmente por las propias entidades. El acuerdo final respeta muchas de las líneas rojas trazadas por Alemania, como el veto a una red de seguridad pública que financie al fondo si se queda sin dinero, pero a cambio, cede en un punto clave: la mutualización de riesgos, aunque progresiva, se concentrará en los primeros años.

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Conviene reseñar los detalles principales de este trascendental paso:

1) La banca aportará los 55.000 millones de euros en 8 años, frente a los 10 propuestos inicialmente por el Consejo Europeo. Según los cálculos del Ministerio de Economía, a España le corresponderá un 15% de esa cantidad, unos 8.200 millones de euros.

2) La mutualización de riesgos de ese fondo se concentrará en los primeros años: 40% en el primer año y 20% más en el segundo. A partir del tercer año, se sumará un 6,7% anual durante 6 años. El fondo estará 100% mutualizado en ocho años.

3) Tanto el BCE como el Consejo de Resolución del MUR (su cúpula directiva) podrán decidir que un banco está a punto de quebrar e iniciar el proceso que podría acabar en liquidación de la entidad.

4) La Comisión Europea diseñará los planes de liquidación de los bancos problemáticos y el Consejo solo participará a petición de la propia Comisión. Sin embargo, en caso de discrepancia entre la Comisión y el Consejo de Resolución, la última palabra la tendrá el Consejo. Además, la mayoría de decisiones importantes se adoptarán por el Consejo de Resolución al completo (que incluye las autoridades de resolución nacionales), por lo que los Gobiernos conservan mucha influencia en todo el proceso.

5) La decisión de liquidar una entidad podrá realizarse en un fin de semana.

6) Durante la fase de transición, el MUR, concretamente su Fondo Único de Resolución, podrá pedir prestado en el mercado, aunque sin respaldo público paneuropeo. Para la fase permanente, los Gobiernos estudiarán un mecanismo de apoyo común.

7) Afectará a unos 300 bancos de la zona euro (aproximadamente el 80% del volumen total de capital bancario): los que operan en varios países y los que el BCE supervisará directamente.

Además de una batalla por la supremacía germánica de la Europa unida, en este acto de la tragicomedia que supone la construcción europea, se han enfrentado dos poderes institucionales, el Consejo, es decir, los jefes de Gobierno de los Estados y el Parlamento. De momento es evidente que son las naciones las que siguen marcando el paso de las reformas, pero es evidente que los representantes directos de la soberanía popular europea en esta última legislatura, al amparo de las atribuciones reforzadas que les concede el Tratado de Lisboa, se han empoderado y han plantado cara al Consejo así como a la Comisión Europea. Y esto no es más que un avance de lo que viene. El 25 de mayo los europeos votamos una Eurocámara que elegirá, salvo que los jefes de Gobierno decidan saltarse a la torera la decisión democrática de los ciudadanos de los 28 Estados miembros, cosa que no preveo, al próximo presidente de la Comisión Europea y posteriormente a todos y cada uno de su comisarios. Nacerá, por tanto, ese Parlamento y esa Comisión tendrán mayor legitimidad para contrarrestar el peso omnímodo del Consejo en estos años de la crisis. Merkel lo sabe y por eso está tratando de pisar el acelerador ante lo que puede ser una verdadera rebelión contra sus decisiones.

Pero la reflexión de fondo que quería dejaros tiene más que ver con la necesidad y urgencia de avanzar en la armonización fiscal en Europa que en el progreso que se ha producido en Bruselas entorno a la Unión Bancaria. El euro ha sido el mejor aliado de Alemania para realizar un perverso juego entre sus exportaciones a los demás miembros de la UE y cederles crédito para que pudieran comprar sus productos. Ese vaso comunicante en la balanza de pagos, entre la de cuenta corriente y la de cuenta de capital, les ha permitido no solo afianzar su liderazgo comercial, sino ser la única economía que no se ha visto brutalmente sacudida por el desempleo y que, para colmo, ha reducido su endeudamiento hasta niveles mínimos cuando venían de las mayores tasas de su historia fruto de la reunificación y el alto coste de inversiones que supuso en la Alemania del Este. El euro, pues, ahora lo comprobamos sin lugar a dudas es un excelente invento alemán para los alemanes. Lo cual no quiere decir que no lo sea o pueda ser para el resto de los europeos. Y sin duda ese es el punto crítico, la evolución de las políticas económicas europeas una vez de vaya consolidando la Unión Bancaria ahora esbozada. La única fórmula que les queda a los gobiernos para tratar de paliar sus déficits de competitividad, una vez que la devaluación monetaria no es posible, es la herramienta fiscal. Con ella vienen jugando unos y otros para hacerse dumping en un espacio que debería armonizar los tributos fundamentales. Ahora resulta más trascendental que nunca buscar un reequilibrio entre ricos y pobres de la Unión más allá de situaciones macroeconómicas de cada uno de los Estados. Se requiere una política fiscal que salte fronteras y busque el fomento del empleo y que redistribuya la riqueza. Todo lo demás seguirá siendo un modelo hegemónico de unos sobre otros, de los países del Norte sobre los del Sur, de los ricos sobre los pobres, en el fondo una Europa basada cada día más en las desigualdades.

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Europa dice adiós a la recesión pero no sabe dar la bienvenida a la recuperación

El Consejo Europeo de otoño ha visualizado una especie de stand by en la política comunitaria. Por una lado ha servido para oficializar la salida de la recesión de la zona euro, a la vez que los jefes de gobierno de los 28 daban claras muestras de ser hoy por hoy incapaces de poner en marcha un plan de recuperación que introduzca a la UE de nuevo en la senda del crecimiento económico sostenido. Tal vez por ello han dedicado su doble jornada en Bruselas a cuchichear sobre los chismorreos que el espionaje desleal de EE.UU. para con su aliados puede contener. Merkel, la única líder europea que ha superado la revalida de las urnas de la crisis en las recientes elecciones alemanas, se ha encargado de interpretar el papel de la indignada oficial. Dado que no tenemos nada que ofrecer a nuestros ciudadanos, aunque todos somos conscientes de la existencia de la “inteligencia cloaquera” de los Estados, nos hacemos los ofendidos para pasar página hasta que se nos ocurra algo que hacer con los millones de parados que Europa acumula. En todo caso, ha quedado evidenciado que el calendario 2014 marca parón en la construcción europea. Primero porque todo está pendiente del nuevo examen a las entidades bancarias para saber si el sistema financiero europeo está definitivamente sano y, en segundo lugar, porque las elecciones europeas del próximo mayo se acercan con un mar de incógnitas a su alrededor.

En la antesala del Consejo Europeo nos encontramos con las voces y los sus ecos de diversos entusiastas de la supuesta recuperación económica. EmilioBotín, presidente del Banco Santander hablaba desde Nueva York del “momento fantástico que vive España, porque todo el mundo tiene interés de invertir en España y llega dinero de todas partes”. Es evidente que el banquero ve la realidad desde su particular prisma de rico muy rico, de forma muy similar a cuando en 2009 ante los primeros síntomas de la crisis, la definió como “un catarro pasajero como el pasan los niños”. Lo que para Botín es inversión, para muchos otros no es más que especulación y buitreo sobre activos a precio de saldos. Es una cuestión de apreciación de la realidad o lo que es lo mismo de como le va el baile a cada uno. A unos pocos esta crisis les ha servido para enriquecerse más aun de lo que lo estaban antes de producirse y a muchos para empobrecerse, ensanchándose la brecha de desigualdad. Conviene recordar que el propio Botín hace escasos cinco años se vio afectado por la bancarrota de Lehman Brothers, hasta septiembre de 2008 el cuarto mayor banco de inversión de Estados Unidos, y el fraude de más de 50.000 millones de dólares de BernardMadoff han sido “dos de los máximos exponentes” de la crisis financiera, según laCNMV. La quiebra de Lehman Brothers tuvo un “importante” alcance en España, al afectar a más de 11.000 clientes por un importe total de 1.148 millones de euros. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha revelado los datos ofrecidos por 20 entidades de crédito sobre el impacto de la quiebra del gigante financiero estadounidense. El 75% del importe total fue comercializado por cinco entidades y se refería a 314 emisiones. Los inversores afectados presentaron 733 reclamaciones entre septiembre y diciembre de 2008. Además, el hundimiento del banco de inversión afectó a 459 instituciones de inversión colectiva (IIC) que tenían inversiones por 300 millones de euros en deuda y acciones de la entidad, un 0,13% del patrimonio gestionado. El hundimiento del banco se sumó a la estafa de Madoff en los resultados del Santander. El agujero de más de 400 millones de euros provocado en Banif, la filial bancaria para grandes patrimonios del Santander, hizo que la entidad saliese al rescate ofreciendo a sus clientes acciones preferentes. No hace falta añadir la suerte que han corrido muchos de los inversores de estas tipo de vehículos financieros.

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Pero a la par que nuestro principal banquero y el propio Banco de España confirmaban que dejábamos atrás la recesión macroeconómica, Cáritas se encargaba de aportar la otra cara de la realidad. Su informe del Observatorio de la Realidad Social pegado al terreno nos dejaba las siguientes conclusiones: 1.- Nuestro modelo económico se caracteriza por el comportamiento “contracíclico” de la desigualdad en la renta, que aumenta en etapas de recesión, pero que no reduce las diferencias cuando se registra expansión económica. 2. En los últimos años se ha producido un descenso de la renta media, lo que supone un proceso de empobrecimiento de nuestra sociedad, que afecta especialmente a las personas y familias más vulnerables. 3. Lapobreza severa (con menos de 307 € al mes) alcanza ya a 3 millones de personas, el doble de los que estaban en esta situación antes de la crisis. 4.Asistimos al aumento de la cronicidad, constatado en el incremento de los parados de larga duración, especialmente el grupo de mayores de 50 años, y en el hecho de que una de cada tres personas atendidas en Cáritas lleva más de tres años demandando ayuda. Esta situación afecta también a las relaciones sociales y al horizonte vital de las personas. 5. Se incrementa la desigualdad en España, con el valor más elevado de toda Europa: el 20% de la población más rica concentra 7,5 más riqueza que el 20% más pobre. 6. Está tendencia corre el riesgo de verse incrementada por el elevado nivel de desempleo; la pérdida de capacidad adquisitiva de la población (descenso de la renta media desde 2007 en torno a un 4% y aumento de los precios en torno al 10%); y el debilitamiento de las políticas sociales y el recorte progresivo de derechos. 7. Existen necesidades básicas (alimentación, gastos relativos a la vivienda, ropa y calzado…) que no están cubiertas desde nuestro modelo de bienestar. 8.Aquellas personas cuya situación les impide cubrir por sus propios medios estas necesidades, se ven obligadas a acudir a la familia o a entidades sociales de carácter privado en busca de ayuda. 9. Asistimos al riesgo dedesbordamiento de la función protectora de la red familiar, que sigue siendo la primera estrategia de supervivencia para hacer frente al impacto de la crisis. 10. La desprotección social de las personas y familias más vulnerables está agravada al restringirse las condiciones de acceso a derechos como la sanidad, la educación, los servicios sociales y la dependencia. 11. Diversos cambios en las políticas sociales tienen consecuencias negativas directas sobre las personas más vulnerables, como el cambio en el sistema de prestaciones sanitarias y grado de cobertura, la modificación de los requerimientos administrativos para el acceso a las prestaciones, o la difícil adaptación de los servicios sociales a las nuevas realidades que ofrece la coyuntura de crisis. 12. Aunque los primeros efectos de la crisis económica se amortiguaron por las prestaciones por desempleo y el apoyo de las familias, el agotamiento de las ayudas económicas, la prolongación de las situaciones de desempleo, las políticas de ajuste y sus recortes, unido a las dificultades en las familias, han creado un caldo de cultivo para la irrupción de una segunda oleada de empobrecimiento y exclusión social con efectos más intensos. 13.Desde que se inició la crisis, Cáritas ha triplicado tanto el número de personas atendidas, hasta alcanzar la cifra de 1.300.914 personas en el año 2012, como el volumen de recursos destinados a ayudas económicas directas a las familias, que fueron de 44 millones de euros el año pasado.14. Respecto al perfil de las personas acompañadas en Cáritas, lasmujeres siguen siendo el rostro más visible de las situaciones de pobreza y exclusión. Se registra, además, un elevado número de desempleados, que han pasado de ser “recientes” –al inicio de la crisis– a ser de larga duración en este momento de consolidación de la estructura, así como los casos de parejas jóvenes (de entre 20 y 40 años de edad) con hijos, la mujeres solas con familiares a su cargo, las personas donde la intensidad laboral del hogar es muy baja y los ciudadanos extracomunitarios.

Ante una realidad tan tremenda y descarnada la UE se ha dado un respiro en su incansable trabajo en pro de la estabilidad de los que más tienen. Agotada en su ingente tarea de asegurar el sistema que nos ha metido en esta injusta crisis, una vez que ha garantizado los beneficios de la banca, ha decidido tomarse un descanso antes de ponerse a pensar en el problema diario de millones de familias que no tiene dinero para llegar a final de mes. Son los mismos gobernantes que se enfrentan asustados al vaticinio de las elecciones europeas, cuyos sondeos predicen un incremento desorbitado de las opciones antieuropistas, encabezados por partidos de ultraderecha, xenófobos, antisistemas y fuertemente localistas. La ruptura del bipartidismo europeo que rige el continente desde el final de la II Guerra Mundial podría producirse en menos de 8 meses y lo puede hacer en los comicios de más trascendencia desde el Tratado de Roma. La eurocámara que elegiremos en mayo será la responsable directa a su vez de nombrar al presidente de la Comisión Europea y a todo el colegio de comisarios. Curiosa paradoja de la democracia que puede conceder a las minorías de bloqueo el privilegio de decidir el futuro de la Unión. Sin un plan específico y urgente de reactivación de la actividad económica y de fomento del empleo desde presupuestos públicos, resultará muy difícil convencer a los europeos de que lo que hemos logrado entorno a la UE es algo más que lo que fue la Europa de los mercaderes y hoy lo es de los banqueros. Y en ese escenario nadie puede negarle a los ciudadanos su sagrado derecho de elegir la seguridad del voto en aquellos que dicen defender sus intereses particulares con más firmeza y cercanía. El proyecto europeo no puede seguir sosteniéndose en el vértigo de los riesgos de ruptura del pasado y en la utopía ilusoria de los padres de Europa. Debe recuperar su capacidad pragmática de conceder bienestar a las personas por integrarse en un proyecto colectivo. Ha de ser capaz de demostrar que sumando ganamos todos y tiene que empezar por ayudar a los que más lo están necesitando dentro y en los límites de sus fronteras. Tragedias como las de Lampedusa e informes como el de Cáritas son torpedos en la línea de flotación de la Unión Europea.

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La UE ante la reválida: las tareas europeas del nuevo curso político

El curso político que arranca en septiembre podría definirse como decisivo para la suerte del proyecto europeo. La Unión se enfrenta a retos de enorme trascendencia y a hitos institucionales únicos hasta ahora. Podríamos calificar estos próximos 12 meses de auténtica reválida de Europa. Un examen que tiene cuestiones muy diversas desde las incógnitas económicas a las propiamente organizativas y de funcionamiento de los 28. La agenda de asuntos propios es descomunal, pero las obligaciones de protagonismo en la comunidad internacional no son menores y esa posición global todavía complica más el recorrido inmediato de la UE. Seguramente a la vuelta del verano de 2014 tendremos que hablar de una nueva Europa y el rostro que nos presente dependerá mucho de su capacidad para hacer las tareas que tiene por delante, de manera que puede salir plenamente fortalecida o incluso pueda resquebrajarse como en nuestras peores pesadillas de la historia del siglo XX. Esa suerte repleta de incógnitas a las que nos enfrentamos no es responsabilidad única de nuestros representantes políticos, la obligación individual de cada europeo es absoluta, sobre todo, teniendo en cuenta la relevancia de las elecciones europeas del próximo mes de mayo. Por ello un análisis somero de los temas clave que debemos acometer resulta más necesario que nunca.

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La propia Comisión Europea a principios de año establecía su agenda de prioridades que sigue estando vigente. Consideraba que en su programa de trabajo debía poner el crecimiento de la economía y del empleo en la prioridad principal. Para ello señalaba los siguientes objetivos:

  • Hacia una auténtica unión económica y monetaria.
  • Crecer para crear empleo.
  • Más competitividad a través del mercado único y la política industrial.
  • Conectarse para competir, una relación colaborativa entre las empresas europeas.
  • La inclusión social y la excelencia en los servicios públicos.
  • Aprovechar mejor los recursos comunes de Europa para competir mejor dentro y fuera de ella.
  • Construir una Europa segura y protegida.
  • Promover la presencia de Europa como actor global.

Más allá de lo ambicioso del plan y de lo genérico de los objetivos, a la vuelta de estos primeros ocho meses del 2013, la realidad nos habla de los primeros indicios de la salida de la recesión en la eurozona y del frenazo a la destrucción de empleo. Los déficits públicos también parece que empiezan a estar controlados y salvo el caso muy reducido de Grecia, no parece que los rescates financieros vayan a ser los protagonistas a futuro. La proyección de las previsiones macroeconómicas de la Comisión nos hablan de lenta recuperación, con niveles de creación de empleo muy bajos. Por tanto, el primer gran reto al que nos enfrentamos es al de ser capaces de generar políticas de fomento del empleo o lo que es lo mismo, generar mayores niveles de demanda interna e incrementar las exportaciones de nuestros productos y servicios. Lo que verdaderamente está en juego en el diseño de la salida de la crisis es el paisaje final de la misma. Si queremos mantener nuestro actual sistema de bienestar social, base del proyecto europeo, debemos ser capaces de sostener los servicios públicos y de protección en base a una fiscalidad adecuada que no drene las posibilidades de inversión de las empresas, ni de consumo de las personas. La cuestión se centra en trabajar mejor, no más, sino con más productividad, un esquema de rentabilidad que depende hoy en día, sobre todo, de la innovación y el conocimiento de los mercados que de los costes laborales y las horas hombre. Son las empresas y los trabajadores los que más pueden hacer por mejorar las ratios de productividad de la Unión Europea, por lo que de nada vale refugiarse en la crítica fácil a los políticos para esconder las vergüenzas propias de cada cual. A la política sí le podemos exigir las condiciones de inversión en la creación del clima favorable para ese círculo de excelencia que precisamos.

La consolidación definitiva de la unión bancaria supondrá la real fusión de la economía de la UE. El día en que el Banco Central Europeo funcione como verdadero banco y reserva de la zona euro el proyecto europeo será prácticamente incuestionable, como sucedió en su día con el Banco y la Reserva Federal de los Estados Unidos de América. Quedan escasos meses para que ese sueño común sea una realidad y la supervisión de las entidades financieras sea total y única por parte del banco emisor. La posibilidad de emitir deuda común con la garantía euro y de más de 500 millones de habitantes cambiará radicalmente los planteamientos de los mercado internacionales y consolidará definitivamente el euro. Salvo accidente imprevisto de última hora, el tren de la unión bancaria tiene ya plazo de llegada a su destino. Todo el complejo entramado técnico monetario deberá estar concluido y puesto en marcha antes de las elecciones europeas de mayo de 2014. El Consejo Europeo de primeros de dicho mes, deberá botar definitivamente este buque insignia de la Unión. Alemania que ha sido el principal enemigo y dilatador de este objetivo, una vez pasados sus comicios de octubre, debería allanar el camino hasta la meta fijada.

Desde el punto de vista organizativo y de funcionamiento institucional, dos son los grandes retos de la UE en este curso: el programa marco Horizon 2020 y el despliegue del Servicio de Europeo de Acción Exterior (SEAE). Nos enfrentamos a un nuevo plan financiero plurianual que abarcará desde enero de 2014 y hasta diciembre de 2019. Seis años con una nueva definición conceptual de las ayudas europeas. Europa ha puesto sus objetivos prioritarios en la investigación, la innovación y la sostenibilidad energética. El resto de ayudas se concederán a los Estados o regiones objetivo 1, es decir, con niveles de desarrollo por debajo de la media europea. El motor básico de la UE será la gestión del conocimiento y la gestión eficaz de los recursos medioambientales y energéticos. Además, pasarán a ser las empresas y universidades, y no las administraciones, las principales protagonistas de la recepción de ayudas a proyectos. Este cambio total de mentalidad, sin duda, requiere de un periodo de formación acelerado para conocer las nuevas vías de financiación y para montar redes de contactos en distintos países de la UE para acudir a las licitaciones de ayudas. Esa colaboración es otro de los principales objetivos que se persigue con el nuevo programa marco y de la voluntad de las empresas dependerá su éxito o fracaso. Respecto al SEAE, más allá de la dificultades burocráticas que su despliegue significa, el verdadero reto consiste en dotar a la Unión de un verdadero servicio diplomático global. A finales de año deberá haberse completado su primera fase y habrá que evaluar sus resultados y revisar los presupuestos a futuro. Además en 2014 los Estados miembros podrán decidir los servicios que quieren les realice el SEAE e incluso de que delegaciones diplomáticas piensan prescindir para ser representados por el Servicio, en aquellos países que no sean de relevancia especial para ellos.

Pero sin duda, el momento de máxima trascendencia del calendario del curso político europeo, vendrá marcado por la fecha de las elecciones europeas, 25 de mayo de 2014. El Parlamento que todos los europeos con derecho a voto elegiremos tendrá una enorme trascendencia concedida por el Tratado de Lisboa. Esos eurodiputados tendrán la tremenda responsabilidad de elegir al presidente la Comisión Europea, que ya no será nombrado por los gobiernos de los Estados miembros. Y será ese político electo quien presentará su equipo de gobierno al propio Parlamento Europeo para su aprobación uno a uno. Este cambio en la fórmula de designación acerca claramente Europa a la elección directa de sus gobernantes, por lo que la evolución del funcionamiento de sus instituciones este cambio tendrá un peso garantizado. Ese o esa presidenta de la Comisión, es evidente que tendrá que tener muy en cuenta la voluntad de los líderes de los gobiernos nacionales, expresada en el Consejo Europeo, pero seguro que tendrá más presente aún que quien le nombra y le cesa son los eurodiputados. A la vista de las encuestas que se manejan, el tradicional bipartidismo europeo – centroderecha / socialdemócraras – parece cercano a romperse con múltiples minorías desde la ultra izquierda y ultra derecha a verdes y movimientos euroescépticos o nacionalistas. Ese panorama hace aún más difícil prever las condiciones del rodaje de la nueva eurocámara y sus responsabilidades reforzadas.

La realidad es que la agenda detallada no hace sino cargar la prueba del europeismo en los ciudadanos. Bien sea como trabajadores, empresarios o votantes, este curso estamos más obligados que nunca a expresar la Europa que queremos. De nada sirve que construyamos una superestructura política en Bruselas, si no aprovechamos el ser más para ser mejores. La exigencia a nuestros gobernantes debe tener la contrapartida de la exigencia propia de los deberes como ciudadanos europeos. Los mimbres están puestos, las instituciones y las políticas generales europeas están básicamente enfocadas para acometer la reválida de Europa. Ahora toca ponerse a la tarea individual y presionar como nunca a esos políticos que viven de su ombliguismo localisla para construir una Unión más sólida y con más protagonismo en la escena mundial. Cómo salir de la crisis y la fisonomía futura de Europa dependen en gran medida de lo que suceda en este próximo curso. Los ciudadanos convivimos a base de derechos pero también de obligaciones y ahora tenemos la obligación de informarnos, formarnos, debatir, trabajar y votar, pensando más en Europa.

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Consejo Europeo de verano: la UE sigue haciendo sus deberes… con 5 raspado

Ya se sabe que desde popularización de la teoría de la relatividad, es decir, que todo es según se mire, podemos ver la realidad como una botella medio llena o medio vacía. Yo cuando observo el proceso de construcción europeo trato de hacerlo con perspectiva, con la que su trayectoria e historia nos ha enseñado y desde esos parámetros, son los pequeños pasos los que más han hecho por este proyecto de unión complejo y dificultoso. Por eso creo que el último Consejo Europeo, el de verano, preludio de las vacaciones de nuestros líderes políticos, nos ha dejado un racimo de decisiones, que sin tirar cohetes, suponen un aprobado raspado, suficiente para seguir caminando juntos. Se han puesto las bases definitivas y los plazos fijos para la entrada en vigor de la Unión Bancaria; se ha dotado en cuantía, aunque raquítica, también con fecha de pago, el fondo para el empleo juvenil y se ha instrumentado a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI) una línea de crédito para las pymes europeas. Y por si fuera poco, el presupuesto enmendado por el Parlamento ya tiene el visto bueno del Consejo y la imprescindible reforma de la Política Agrícola Comunitaria (PAC) parece cercana a llegar a buen puerto. Todo ello a escasas fechas de la incorporación oficial de un nuevo socio, Croacia, que ensancha nuestras fronteras y nuestra riqueza diversa. Seguro que para los euroescépticos y para los euroutópicos, como casi siempre este es un Consejo fallido, pero Europa nunca se ha construido a base de filias y fobias, más bien se diseñó y se ha ido haciendo realidad a base de trancas y barrancas, de parones y arreones, pero en ese bailar la conga a que nos tiene acostumbrados la Unión, lo mejor siempre han sido los pasitos cortos hacia adelante.

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Pero vayamos por partes y analicemos el alcance de zancada que las decisiones tomadas en Bruselas suponen. El Ecofin había allanado con una decisión previa el asunto de la Unidad Bancaria. Los ministros de Economía de los Veintisiete lograron el jueves al segundo intento un acuerdo sobre la nueva directiva para gestionar la reestructuración y liquidación de bancos, que establece qué acreedores deben asumir pérdidas en futuras crisis bancarias. La norma garantiza que en ningún caso se tocarán los depósitos inferiores a 100.000 euros y otorga una protección especial a los de más de 100.000 euros en manos de pymes y particulares, que sólo sufrirán pérdidas como último recurso. Los Veintisiete siguen firmes, a pesar de los continuos retrasos y de las objeciones deAlemania, en el tortuoso viaje hacia la unión bancaria, que debería estar lista a final de año. Para ello deben alcanzarse acuerdos definitivos sobre la directiva de resolución —el cierre— de bancos. Por tanto, estamos a las puertas de contar con un verdadero Banco Central que funcione como Reserva, de ahí a la emisión de bonos quedará un suspiro. Si tenemos en cuenta que en Estados Unidos el dólar empezó a circular en 1785 y la FED, la Reserva Federal empezó a funcionar en 1913, los europeos habremos tardado bastante menos en contar con un sistema financiero propio, dado que el euro lleva en funcionamiento desde 1995 y el BCEfue instituido en 1998. En menos de 20 años habremos completado un proceso monetario y financiero para el que EE.UU. necesitó 120 años y una guerra civil. Un siglo menos si bien los tiempos y las necesidades poco tienen que ver hoy.

Por fin hemos tenido una Cumbre que no ha centrado sus debates en el euro y en los rescates a países. Y ello ha posibilitado que de una vez la mirada abandone la sede de los banco y mire tímidamente a la calle y al drama que viven los ciudadanos en plena crisis económica. Los Jefes de Estado o de Gobierno han decidido un Pacto por el Crecimiento y el Empleo en el que se recoge la actuación que deben emprender los Estados miembros y la Unión Europea con el fin de relanzar el crecimiento, la inversión y el empleo, así como hacer que Europa sea más competitiva. La UE hace los deberes que puede dado que las políticas de empleo son patrimonio y competencia de los Estados miembros. El pacto tácito alcanzado hace más de un año entre François Hollande, Mario Monti y MarianoRajoy logró arrancar en un principio a Angela Merkel un paquete para el crecimiento y el empleo de 120.000 millones de euros que debería gastarse en medidas con un efecto inmediato en el crecimiento. El Consejo ha aprobado la mínima cifra de 8.000 millones, eso sí de los un tercio serán para España, líder europeo en paro juvenil. Supone destinar 2.000 euros a cada parado juvenil español. Sin embargo, resulta más relevante la recomendación que puede tornarse exigencia de la UE a que cada Estado aplique fondos y medidas para reducir esta lacra. Ahora le queda a los jefes de Gobierno la tarea de profundizar la línea trazada por Bruselas. A quiénes no se apliquen, la Comisión y sus ciudadanos se lo reprocharán.

En el caso de las pymes, las expectativas estaban puesta en el plan conjunto Comisión Europea-Banco Europeo de Inversiones (BEI) para reciclar 10.000 millones de fondos estructurales y, mediante ingeniería financiera, convertirlos en hasta 100.000 millones de créditos a pymes. Pero este plan afronta obstáculos técnicos (el BEI quiere mantener su triple A y en la versión más ambiciosa, el programa conlleva un apalancamiento de hasta 10 veces) y políticos (obliga a los socios europeos a utilizar parte de sus fondos estructurales). Además, la última versión del borrador ata más en corto al BEI. El documento mantiene el respaldo a la iniciativa, pero añade que se deben respetar “los principios de solidez financiera y transparencia, así como los límites de crédito acordados por el BEI”. Es decir, el BEI podrá asumir más riesgo, pero sin pasarse. Por eso mismo, los Veintisiete retrasan al mes de julio el debate sobre los detalles técnicos de este instrumento, ya que en función de cómo se articule, el BEI y los socios europeos asumirán más o menos riesgos y se ayudará a más o menos pymes. La decisión sobre el diseño de este instrumento, y su dotación máxima, vuelve aplazarse hasta julio, según figura en el proyecto de conclusiones, que no menciona ninguna cifra. El único compromiso que han asumido los líderes europeos es que el plan esté operativo “en enero de 2014″.

Sin duda la decisión más trascendente e histórica que han tomado los jefes de Gobierno es la del visto bueno a la negociación con Serbia para su adhesión a la Unión Europea. Tras un largo camino, el inicio de esos contactos, fijado para enero del año próximo como fecha límite, representa un paso clave en el futuro comunitario: Europa se dispone a restañar sus últimas heridas de guerra. Cuando el próximo 1 de julio Croacia se convierta oficialmente en el Estado miembro número 28 de la Unión, Serbia estará a las puertas de poder serlo. La mayoría de países defendía abrir en octubre las negociaciones con Serbia, candidato a la adhesión desde marzo de 2012, pero Alemania ha insistido en retrasarlas hasta enero tras rechazar la propuesta de compromiso de abrirlas en diciembre. Los ministros de Asuntos Europeos de la UE recomendaron el martes abrir negociaciones con Serbia “a más tardar en enero de 2014″, pero dejaron en manos de los líderes, como quería Berlín, decidir si ellos también debían dar su visto bueno al mandato o marco de negociación del acuerdo o bastaba con el visto bueno a nivel ministerial como es lo “normal”, así como iniciar negociaciones de un Acuerdo de Asociación con Kosovo.

“E la nave va” podríamos decir fellinianamente. La Unión sigue sorteando problemas y tratando de ensanchar su espacio sin perder sus referentes y valores diferenciales: la democracia, el respeto a los derechos humanos y el Estado del bienestar. Lo hace como lo ha hecho siempre, no nos engañemos, a trompicones, con socios poniendo palos en las ruedas y con poco apasionamiento. Pero lo hace y mal haremos si despreciamos sus avances o si hacemos caso omiso a lo que en Bruselas se decide. Europa es nuestro destino común, el que nos relaciona con el mundo y el lugar donde nos jugamos nuestros sueños. Resulta increíble que siendo la plaza donde se dirimen los asuntos más trascendentales de la cosa pública, los españoles sigan siendo ágrafos de lo que allí sucede. Culpa dolosa tienen los distintos Gobiernos que no han querido o sabido hacer pedagogía de la importancia de conocer los mecanismos decisorios y las noticias que en Bruselas se cuecen. Pero responsables son todos los que han convertido la UE en la diana de las críticas de todos sus males, cuando ni siquiera saben quién es el presidente del Consejo o la Comisión Europea, ni lo que decide su Gobierno o lo que de soberanía ha cedido ya hace lustros a la Unión. Será que están más ocupados en saberse la alineación de “la roja” que de saber que Irlanda pasa a Lituania el testigo de la presidencia de turno el próximo 1 de julio… ¡país!.

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Presupuesto UE 2014 – 2020: la increíble Europa menguante

Los líderes de la Unión Europea siguen acostumbrándonos al ridículo espectáculo de sus interminables citas contrarreloj para arreglar problemas que llevan meses encima de la mesa. Cualquiera diría que vivimos en el siglo XIX y que de nada sirve que puedan hablar unos con otros en el día a día como para no conocer perfectamente las posiciones enfrentadas y las alternativas de consenso. Pues no, parece que nuestros dirigentes le han tomado el gusto al género de suspense y necesitan 26 horas seguidas de reuniones, sin dormir apenas, y con pausas bilaterales continuas, para alcanzar un acuerdo relevante. Esta vez les tocaba en suerte un asunto no menor: el presupuesto de los 27 – el 1 de julio seremos 28 con la incorporación de Croacia -, la expresión en cifras de las intenciones de la Unión Europea para sí y para el resto del mundo. Las dificultades para su aprobación han hecho necesario un Consejo Europeoextraordinario dado que las posiciones se enquistaron en una doble matriz diabólica: norte/sur, ajustes/crecimiento, Merkel/Hollande y para colmo, el ultimátum en forma de referéndum del Reino Unido. Todo un reto, por tanto, para la cumbre de Bruselas que se ha saldado como casi siempre, in extremis, al borde del precipicio y con la solución menos mala, pero no buena. Podría decirse en forma metafórica que Europa camina firme hacia su futuro como el síndrome del “increíble hombre menguante”.

En 1956, Richard Matheson, uno de los grandes guionistas de Hollywood, escribía su novela llevada al cine un año después por Jack Arnold, “El increíble hombre menguante”. En el film, su protagonista pasando un agradable día en un barco prestado se ve envuelto de repente en una especie de niebla radioactiva y es cubierto por ella.  Sin saberlo, ésta le provoca problemas de estatura y peso. Pasan los meses y descubre que todo su cuerpo está empequeñeciendo, por lo que es sometido a multitud de pruebas, con las que llega a la conclusión de que la niebla es la causante de su cambio de tamaño. En poco tiempo, su cuerpo se ve reducido a pocos centímetros, lo cual cambia su carácter y su vida. La trama de la película se convierte en el intento de Scott Carey – el protagonista – por trata de superar los problemas que acarrea su pequeño tamaño, antes desconocidos para él. De esta forma, el autor nos enfrenta a la inevitable pregunta que se hace el hombre frente a la adversidad: “¿Quién soy?”. La solución del protagonista es reinventarse ante su nueva realidad, sobrevivir a pesar de todo. Scott Carey comprende la necesidad de trascender sus creencias, obligado a adaptar su mapa mental y enfrentarse a los peligros desde una nueva dimensión. ¿A que nos suena el guión a lo que nos está sucediendo en el último lustro en la Unión Europea? Esa enfermedad repentina que aqueja Europa ante una crisis económica y monetaria impredecible y de desconocidas consecuencias, ha convertido a sus gobernantes en unos personajes menguantes que están empequeñeciendo a su vez a Europa. Europa disminuye de perfil en sus cuentas, en sus planteamientos políticos y en su presencia internacional.

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Dicho esto, los europeístas convencidos debemos adaptarnos a la circunstancia y seguir trabajando por el proyecto común del mayor espacio de libertad y progreso que sigue existiendo en el mundo. Por eso debo reconocer que Herman van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo, ha logrado seducir a todos. A los ‘amigos del mejor gasto’, con un presupuesto por primera vez más reducido que el anterior y con un recorte de 93.000 millones de euros respecto al texto de la Comisión, y a los ‘amigos de la cohesión’, con un fondo para combatir el desempleo juvenil y compensaciones en agricultura y las regiones. En concreto, el presupuesto europeo contará con 34.000 millones menos que en el período 2007-2013 a repartir entre 28 Estados miembros. Conciliar las posiciones de Reino Unido y Alemania, en sus ambiciones de recortes y a Francia y España, en sus deseos de poner en marcha políticas de cohesión para la creación de empleo y los fondos para la agricultura. No obstante, el documento contempla un recorte adicional de 13.000 millones de euros respecto a su plan de noviembre, situando el tope de los compromisos en 960.000 millones.

Si lo miramos conceptualmente, es decir, partida a partida, política comunitaria a política comunitaria, la realidad es compleja. Mientras que han aumentado en 34.000 millones de euros la partida de competitividad y crecimiento respecto al actual marco financiero, lo que asegura que se salvará el programa de intercambio Erasmus y dará aire a la iniciativa de apoyo al transporte, la energía y las telecomunicaciones “Conecta Europa”,  en cambio, si se compara con la propuesta de la Comisión, la reducción es de 39.000 millones y el dinero destinado al plan europeo de infraestructuras se queda en 30.000 millones de euros, 20.000 millones menos de lo esperado. La política de cohesión ha sufrido un nuevo tijeretazo que ha dejado los fondos en 325.149 millones de euros, 55.000 millones menos que en el texto del Ejecutivo comunitario y 30.000 millones por debajo de lo establecido en el marco actual. Para no cebarse con ‘los amigos de la cohesión’, el recorte a la agricultura fue más moderado, de 17.000 millones. Disminuyen los cheques, no así el británico, y España, que se mantiene como receptor neto, recibirá una compensación para desarrollo rural de 500 millones de euros.

Por otro lado, el desempleo se hace un hueco en el presupuesto. Los Veintisiete han aprobado un plan de 6.000 millones de euros para combatir el paro juvenil en las regiones más afectadas por esta lacra, como España, donde ya roza el 56%. De ese monto la mitad correspondería a dinero nuevo y los otros 3.000 millones procederían del Fondo Social Europeo. En cuanto a los gastos administrativos, la partida que nutre los salarios de los funcionarios europeos, y que en noviembre se libró de la quema, sufre un recorte de 1.000 millones de euros, que ha servido para calmar los ánimos británicos. Se mantiene la propuesta de la Comisión de reducir un 5% el personal, a cambio de incrementar el número de horas laborales. Aunque los sueldos no se rebajarán, sufrirán una congelación de dos años. Así las cosas, se abren siete años de presupuesto recortado, cicatero, pero también es cierto que con una clara intención de cambio de prioridades. La agricultura con precios garantizados pierde peso; las infraestructuras de los países del Este tendrán que esperar; el empleo se cuela entre las políticas de fomento europeas; la investigación, la innovación, eficiencia energética o la educación, se salvan de la psicosis de la tijera. La administración como gran perceptor de los fondos y ayudas ven mermado su poder, para dar paso a la interlocución más directa de la Comisión con las empresas. Y esa todopoderosa maquinaria funcionarial de Bruselas, deberá aprender a vivir de forma más austera, aunque sus ratios de eficiencia población/funcionario, sea la mejor del mundo.

No hablar de vencedores y vencidos en estas cumbres y más cuando se discuten los dineros que se deben poner en los próximos siete años sería infantil aunque lo cierto es que mejor nos iría si habláramos más de Europa y menos de nuestros intereses nacionales. El teórico gran vencedor David Cameron, se lleva como él mismo dijo la decisión de recortar por primera vez en la historia lo que la tarjeta de crédito europea puede gastar. El perdedor más claro, el presidente de la Comisión Europea, Barroso,  que pierde la batalla en cuantía, aunque no en calidad de las políticas. Merkel como casi siempre se ha salido con la suya en su obsesión austera y se alía con los británicos en su cruzada. De los grandes, Francia es la peor parada y Hollande a su soledad en su operación militar en Malipara luchar contra los yihadistas islámicos, añade otra derrota en sus pretensiones de lanzar políticas de reactivación económica desde los sectores públicos. España se lleva una de cal y otra de arena, seguirá siendo receptor neto y recibe 1.000 millones para la lucha contra el empleo juvenil, pero pero pierde los 1.000 millones de euros para las Comunidades Autónomas que planteaba la propuesta de noviembre. La última palabra, sin embargo, la tiene el Parlamento Europeo que en los próximos tres meses debe ratificar las cuentas. Hoy por hoy, los principales grupos del europarlamento, popular, socialista, liberal y el de los verdes, se han manifestado enormemente críticos con unos presupuestos que consideran debilitará el crecimiento y la competitividad y “conduce a la UE a un déficit estructural”. Veremos si los representantes de todos los europeos son capaces de ejercer su responsabilidad sin plegarse a las presiones de sus partidos nacionales. En el juego de enmiendas se pondrá de manifiesto el protagonismo que el Parlamento Europeo al que le queda un año para ir a elecciones quiere tener. Estaría bien que los gobernantes tan preocupados por salvaguardar su cuota de poder tuvieran que aceptar correcciones significativas de aquellos a los que hemos elegido para hacer más grande la Unión. La democracia es la mejor medicina para combatir la enfermedad menguante de Europa.

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El euro y Europa son ahora más fuertes… o ¿no?

Con una frase tan rotunda como vacua, terminó su rueda de prensa tras la cumbre europea de verano el presidente Mariano Rajoy: “el euro y Europa son ahora más fuertes”. Después de dos días de intenso trabajo, los jefes de Gobierno de la Unión salían desubicados – en palabras del presidente del Consejo Van Rompuy– sin tener muy claro si era de día o de noche. Y todo ello debido al plante por sorpresa de España e Italia al plan de crecimiento de no tratarse y aprobarse antes los nuevos mecanismos de financiación a la banca, en especial la española. Una jugada que en la reunión de la pasada semana en Roma entreMerkelHollandeMonti y Rajoy ninguno descubrió y que puso patas arriba el plenario del Consejo Europeo y del Eurogrupo. Parece que el presidente español a base de aplicar su galleguidad a la política europea, está logrando sumir a todos sus colegas en el marasmo del ni si, ni no, sino todo lo contrario cuando se refiere a la parte contratante de la primera parte que será considerada como la parte contratante de la primera parte. Al más puro estilo marxista – evidentemente no ideológica, sino la ironía de los hermanos – la UE lleva enzarzada dos meses con el rescate – norescate español, sin ser capaz de formular una propuesta concreta.

Es cierto que gracias al vértigo con que se han acostumbrado a acudir los dirigentes europeos a sus cumbres, todos se asoman al precipicio en la madrugada del jueves a viernes a cogidos de la mano se disponen a bailar el ritual de la yenka, un pasito para adelante y dos pasitos para atrás. Después, a la mañana siguiente todos se esfuerzan en realizar su particulares visiones de los acuerdos, dejando muy claro que ninguno de ellos han cedido nada y que salimos reforzados como europeos. Y para concluir la representación, el lunes los mercados se encargan de poner a cada uno en su sitio, que últimamente no es otro que en el de la falta de credibilidad institucional europea. Pero no es menos cierto que a base de miedo, diría pánico, la Unión sigue caminando o al menos no se rompe. Además en esta cumbre ha quedado de manifiesto que Europa ya no avanza al paso monocorde que marcaban Merkel y Sarkozy, algo ha empezado a cambiar en estas 48 horas y en la previa llevada a cabo en la Ciudad Eterna. Los nuevos equilibrios políticos empiezan a mostrar señales, Francia ha trabajado de “tapado” de las posiciones defendidas por España e Italia y a Alemania le quedan como fieles escuderos, su cinturón de hierro, formado por  HolandaEslovaquia,LuxemburgoFinlandiaAustriaEslovenia y Estonia. El Mediterráneo se ha alzado ante la política calvinista de austeridad y ajustes. Al menos ahora el debate está abierto.

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Alemania aceptó a regañadientes en la reunión de Roma la puesta en marcha de un plan de crecimiento para la UE basado en su Estrategia 2020 de Economía Inteligente. La recesión que se extiende por el continente – Francia se ha frenado ya en el último trimestre – ha obligado a Merkel a asumir que se destinen 120.000 millones de euros a proyectos de innovación, investigación e infraestructuras. Su contraataque en la Cumbre de Bruselas no se hizo esperar. Sabedora de que a fecha de hoy por la situación que aún atraviesa la economía alemana tiene una posición de predominio, quiso aprovechar la ventaja para proponer avances en la unión política, fiscal y bancaria. Más Europa, aunque eso sí, a la alemana. Algo que causa problemas al novel presidente francés, François Hollande, dado lo sensible que es la opinión pública francesa a ceder soberanía – recordemos el no francés en el referéndum de la Constitución Europea -. Así las cosas, Merkel ha logrado que antes de detallar de dónde saldrán los fondos y cómo se gestionarán, la Comisión proponga medidas para avanzar en la homogeneidad fiscal, es decir, presupuestaria nacional.

Una vez más, aquellas economías y con ellas sus ciudadanos que sufren la caída de demanda en forma de desempleo y pérdida de poder adquisitivo de las familias, tendrán que esperar al menos otros seis meses para que se pongan en marcha medidas de reactivación. Seguimos moviéndonos muy lento, mucho más que el entorno que nos rodea, como un paquidermo enfermo al que lo único que le queda es la memoria con su recuerdo de lo peligroso que puede llegar a ser una Europa desunida. La prioridad, por desgracia, seguirán siendo los ajustes presupuestarios, la refinanciación de la banca y, después, con suerte, hablaremos de crecimiento. No nos engañemos porque no caerá del cielo el maná ansiado de un plan marshall europeo sin que antes los posibles receptores estén en las condiciones que el donante pretende, es decir, suficientemente diezmadas sus arcas públicas y privadas como para prestar la ayuda en forma de compraventa.

Al menos esa sigue siendo la intención de una Merkel que llegó a afirmar desafiante en las vísperas de la cumbre que ella no vería en vida el nacimiento de los eurobonos. Por tanto, resulta difícil seguir creyendo al presidente Rajoy cuando se empeña en decirnos que el plan de saneamiento de la banca española no incluye “ninguna condicionalidad macroeconómica”. Algo que el presidente delBanco Central Europeo Mario Draghi contradecía casi en comparecencia contigua en hora y lugar al señalar que ”todas estas cosas, para ser creíbles, deberían ir acompañadas de una condicionalidad estricta. Esto es esencial, en caso contrario no serán creíbles”. O en palabras aún más claras las pronunciadas por Van Rompuy, “nada es gratis”. Lo cuenten como lo cuentes, pues, la realidad es tozuda y Rajoy, de todas formas sale aparentemente vencedor de este round europeo y que vive al día, se enfrenta ahora a la necesidad de seguir tomando medidas que desde la Comisión, el BCE y el FMI le piden ya a gritos.

La subida del IVA de productos y servicios básicos – que podría pasar del 4% o el 8% hasta el 18% -; el copago del medicamento sacando mas 450 fármacos del catálogo de cobertura de la Seguridad Social; las subidas de la luz y del gas que ya conocemos, son solo el inicio de un nuevo rosario de recortes de los que difícilmente podrán librarse los sueldos de los funcionarios y los contratos de interinos de la Administración y la edad de jubilación o el pago a los pensionistas. En este particular via crucis que venimos sufriendo los ciudadanos y en la senda regresiva de caída en nuestras rentas y en nuestros derechos, nos quedan aún muchos pasos atrás. Si ya nos movemos en términos relativos en situaciones como las vividas a principios de los 90, todo hace pensar que llegaremos a parecernos a la España de inicios de los 80, pero nada nos asegura que no tengamos que vivir como en los años 50 y nos tengamos que conformar con el biscúter porque no podamos comprar un 600.

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La nueva sinfonía europea: crecer sí, pero ¿cómo?

La cumbre celebrada en Roma entre los mandatarios de las cuatro principales economías del euro – AlemaniaFranciaItalia y España – parece alumbrar un nuevo modelo de actuaciones para afrontar la crisis económica que asola la Unión Europea desde hace tres años. MerkelHollandeMonti y Rajoy han acordado poner en marcha un plan de crecimiento cifrado en nada menos que 130.000 millones de euros, el 1 por ciento del PIB de la UE y una cantidad similar a la aportación anual de los socios de la Unión a los presupuesto comunitarios. La música suena bien y podría calificarse como la primera decisión sensata que nuestros dirigentes toman desde que se iniciara esta pesadilla plagada de malas noticias. Por fin se pone en marcha el new deal europeo que debe ser capaz de hacer sostenible el Estado del bienestar, que nos ha concedido a los europeos el mayor periodo de paz y prosperidad de los últimos siglos, gracias a la alternancia de medidas de austeridad y politicas de crecimiento. En el fondo, algo de tanto sentido común como gastar en lo prioritario y fomentar aquello que nos hace progresar.

La novedad del enfoque tiene no solo transcendencia de fondo, sino también en su esencia formal. Estos últimos años hemos asistido en la UE a un gobierno en la sombra entorno al eje franco-alemán, donde las directrices de la canciller alemana eran sumisamente aceptadas por el presidente francés – una dependencia que le costó la derrota electoral a Sarkozy -. La escenografía ha cambiado con la llegada del socialista François Hollande al Palacio del Elíseo y fruto también, hay que reconocerlo de los buenos oficios del primer ministro italiano, Mario Monti – algo que hubiera sido inviable de la mano del escandaloso Silvio Berlusconi -. En la foto se ha colado de rondón y en el último minuto del presidente español Mariano Rajoy, seguramente para dar un espaldarazo de confianza a la maltrecha economía española, al borde oficial de la intervención y del rescate financiero. Y también su presencia se deba quizás a que el cuadrilatero aunque no sea en absoluto rectangular, representa una forma geométrica de gobernanza mucho más equilibrada que un triángulo isósceles donde Italia jugaría el papel de criada pobre de las dos potencias europeas ahora enfrentadas en una velada discusión sobre su idea de cómo encarar el futuro de la UE. La foto evidentemente tiene valor, valor de marca y valor a futuro.

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Sin embargo, hechos los merecidos halagos al golpe de timón en la política del euro, que debemos fundamentalmente a Hollande, al programa de los socialistas galos y a los ciudadanos franceses que le han dado su confianza, queda la tarea fundamental por hacer: ponerle letra a la música, pasar de la sintonía de fondo, a la armonía de una composición que debe ser sinfónica, pues, debe acompasar tiempo e instrumentos para sacarnos de la recesión que nos invade y amenaza. Hemos cambiado el monótono y arcaico compas del dos por dos impuesto por Merkel, al compas de compasillo, el cuatro por cuatro, auspiciado por Hollande, con mejor ritmo pues engloba a mas del 70 por ciento del PIB y de la población de la zona euro. Toca ahora componer, llenar ese pentagrama en blanco que espera a conocer las notas, los tonos y los silencios que nuestra economía requiere. Sabemos la cuantía pero no sabemos la forma en que cada Estado lo desembolsará, ni el organismo encargado de gestionarlos.

Nos queda también saber qué instrumentos serán los encargados de interpretar la nueva melodía. En otras palabras, debemos decidir en qué invertir, cuáles creemos que son los pilares sobre los que destinar fondos que generen la creación de empleo y con ello de riqueza en el continente. La Comisión Europea y posteriormente el Parlamento y el Consejo, ya marcaron las líneas fuerza en la llamada Estrategia 2020 de la UE –  “para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador” – y ahora toca acelerar los plazos. Son la educación, la innovación, la investigación y las infraestructuras, los ejes motores del desarrollo, siempre desde el absoluto respeto a la sostenibilidad medioambiental. Yo solo hecho en falta un nuevo sector adicional, el de los servicios sociales. Si no somos conscientes de nuestra realidad demográfica presente y futura, de una población que envejece en progresión geométrica, todas nuestras previsiones económicas resultarán inválidas. Tenemos que ser capaces de construir un sector económico viable en torno a la actividad asistencial a nuestros mayores, discapacitados, enfermos crónicos y todo ciudadano en especial situación de necesidad y desprotección.

En todo caso, que nadie piense que solo inyectando fondos resolveremos nuestros problemas. Será necesaria una política fiscal armonizada, que apueste por la economía productiva y no especulativa, que incluya, por supuesto, la ansiada tasa sobre transacciones financieras y un sistema de gobernanza económica y, por lo tanto, también política más automático, con más capacidad para preveer situaciones y plantear medidas. Europa tiene que ser más ágil en sus decisiones y para ello tiene que ser más homogénea, algo que lejos de estar reñido con la diversidad que nos enriquece, debe servir para evitar desigualdades injustas en nuestro espacio común. No podemos seguir haciéndonos competencia desleal con tipos y figuras impositivas divergentes. Estamos obligados a consensuar un modelo fiscal europeo, donde impuestos directos, indirectos y tasas sobre el consumo o el uso se muevan en bases similares, con la solidaridad como valor principal inspirador.

Pero sea como sea, no cabe duda que esta oportunidad que se nos presenta a raíz del anuncio de los líderes de los principales Estados europeos realizado en la ciudad eterna, solo llegará a buen puerto si es una tarea colectiva. Resetear Europa, cuyo software se ha quedado colgado, requiere de la participación de todos. No podemos depositar la responsabilidad de reiniciar el proyecto europeo en cuatro mandatarios, más o menos legitimados por sus ciudadanos. Esta es tarea de la Europa de los pueblos y de la Europa de los ciudadanos. Si no se profundiza en un nuevo modelo de relación de la política con la ciudadanía, si no se hace partícipe a las personas del proceso de cambio que debemos producir, volveremos a fracasar. Más democracia y más participación son elementos imprescindibles para el éxito. Las próximas elecciones europeas de junio de 2013, dentro de menos de un año, elegiremos una cámara de representación que nombrará directamente al presidente de la Comisión Europea, un hecho que desconoce, según encuestas de la propia institución, más del 97% de los ciudadanos de la Unión. No desaprovechemos la posibilidad de implicarnos políticamente en el momento clave de la construcción europea, esta crisis nos ha puesto a todos en el disparadero del precipicio hacia el futuro. El salto al vacío requiere un cambio de mentalidad ciudadana, que empieza en el individuo como parte de una comunidad.

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Cómo crecer en una Europa donde hay 1,6 millones de puestos de trabajo vacantes y 4 millones de empresas cierran siendo viables

Bajo el muy ambicioso título de “Soluciones para el crecimiento” se ha celebrado en Bruselas el encuentro anual “European Business Summit” que reúne, además de lo más granado de las autoridades políticas de las instituciones europeas – con Van Rompuy y Barroso a la cabeza – y a 1.000 líderes empresariales de la UE y en el que he tenido la oportunidad de participar. El hecho de que se haya puesto el acento en el crecimiento nos habla del clima de rebelión a bordo que se vive contra las políticas monotemáticas de ajuste y austeridad que impone la canciller alemana Angela Merkel al conjunto de los Estados de la Unión. La feroz crisis mutante que afecta a Europa ha tocado fondo estructural al entrar en recesión economías como la española o la del Reino Unido y seguir poniendo únicamente el foco en los desequilibrios presupuestarios públicos, la deuda pública o la de las entidades financieras está dejando desarbolada el sustrato base de la economía productiva, la que generan las pequeñas y medianas empresas que constituyen el 80% de la actividad de la eurozona. Estranguladas por la falta de liquidez, por la caída de los pedidos basados en inversiones o servicios públicos y deprimidos por el descenso creciente del consumo privado, las empresas claman ya por un cambio de políticas, por un golpe de timón que ha encontrado momento y personaje simbólico, tras la celebración de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas del 6 de mayo.

En la apertura del foro empresarial, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, anunció la celebración de una cena informal con los jefes de gobierno de los 27 para discutir con ellos iniciativas para el crecimiento con anterioridad a la celebración de la Cumbre de junio en Bruselas. Según el político belga, el crecimiento es en estos momentos la máxima prioridad de Europa y cifra el escenario 2014 a 2020 como decisivo para ver los resultados de esa nueva política expansiva que precisamos. Un dato revelador lanzado por el máximo responsable comunitario es que incluso si establecemos el tope de aportación de los Estados miembros a la Unión en el 1% del PIB, generaremos un billón de euros que deberían ser claves para contribuir a esas políticas que generen crecimiento. Si hemos sido capaces de poner en marcha un programa Erasmus con mucho menos inversión, que ha promovido una movilidad de los estudios de 2,3 millones de europeos en los 22 años de su existencia, deberíamos de ser capaces también de lanzar un modelo similar en el ámbito laboral. Un Erasmus para el trabajo sería el gran objetivo, sobre todo, si tenemos en cuenta el dato aportado por la Comisión Europea de que en estos momentos 1,6 millones de puestos de trabajo en Europa se encuentran vacantes por falta de herramientas de gestión de colocación coordinadas entre los Estados miembros o por incapacidad para ajustar la oferta a la demanda. Factores como la educación en idiomas y la homologación de titulaciones son las principales trabas para resolver por un lado el drama del paro para muchos jóvenes y por otro de muchas empresas que desaprovechan oportunidades de negocio por no contar con el recurso humano necesario.

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Estos son los verdaderos desajustes de la economía europea, más allá de determinados desmanes presupuestarios que deben pasar al control riguroso de las cuentas. El rigor y la lógica austeridad no son virtudes de las que hacer gala en periodo de vacas flacas y olvidar en la opulencia, son sencillamente comportamientos éticos y obligaciones marcadas por el sentido común que debe regir la gobernanza tanto pública como privada. Parece evidente que mucho más grave que un Estado se desvíe en su déficit público un 1% de su PIB es el hecho de que más de 4 millones de empresas cierren en Europa siendo claramente viables en su actividad y funcionamiento, porque no son capaces de transferir su negocio, es decir, de establecer alianzas de colaboración para captar nuevos mercados o vender su conocimiento a empresas que tienen canales de distribución más amplios. Para quien quiera escucharlo, en Europa tenemos un problema de falta de eficacia, no tanto en los esquemas productivos o de competitividad, sino en las herramientas o habilidades puestas en común. La unidad económica ha dado importantes frutos comerciales, pero no nos ha inculcado una nueva cultura colaborativa entre empresas de distintos Estados y con distintos mercados, ni nos ha transferido la necesaria movilidad profesional de nuestra mano de obra. No es cierto que nuestro principal problema sea de costes laborales, ni tampoco de investigación o innovación. Europa sigue siendo el espacio del mundo donde más se invierte en I+D+i y ello supone que somos los más capaces para vender productos de alta gama. Ese es nuestro espacio de competitividad, el problema es que seguimos haciendo cada uno la guerra por nuestra cuenta.

Es imprescindible un acuerdo entre la estabilidad fiscal y la inversión para el crecimiento. No sé si será a Hollande si llega a ser presidente de la República al que le tocará bailar con la más fea – y que nadie piense que me refiero a Merkel porque no me permito expresiones de carácter tan machista -. Me refiero al difícil balanceo en el eje franco-alemán, entre las pulsiones de las autoridades alemanas, tanto políticas como económicas, que pueden poner el énfasis en la austeridad porque su país aún sigue creciendo y una amplia mayoría de europeos que ver cercenados sus derechos sociales mientras sus posibilidades de vivir con un trabajo digno son cada vez más remotas. Y una buena forma de salirse de la melé de posiciones tan encontradas sería poner el énfasis en los otros ajustes que mencionaba con anterioridad. Ajustar nuestros mercados, hacerlos más eficaces, especialmente el del recurso humano, el principal de nuestros recursos. Olvidar por un solo minuto, siquiera por un día, a la prima de riesgo y las cotizaciones bursátiles, dejar de lado por un lapso inconsciente el vil metal, las decisiones puramente monetarias y pensar en los problemas de fondo de nuestras empresas y nuestros trabajadores. Pensar en porqué no vendemos más y porqué no empleamos más trabajadores. Pensar en definitiva en porqué no sumamos más siendo 500 millones de ciudadanos con una alta formación y unas instituciones mucho más consolidadas que la mayoría de nuestros entornos mundiales. Ese diálogo europeo se produce solo en los despachos de Bruselas, se estudia solo en las mesas de los funcionarios comunitarios, denostados injustamente, porque a su manera demasiado cicatera y sumisa a los poderes políticos estatales, vienen escribiendo y diciendo soto voce a quien quiera leerlos y escucharlos, que tenemos que invertir más en colaborar, ser más europeos y sumar más. Y lo dicen además, desde la puesta en valor de la riqueza diferencial, desde el poderío identitario local puesto en común y siguen siendo las estructuras cada vez más virtuales de los Estados heredados de la II Guerra Mundial las que impiden una construcción más cohesionada de Europa.

Si no somos capaces de realizar este auténtico esfuerzo de construcción europea vencerán poco a poco las posiciones neopopulistas que crecen por doquier en Europa. El domingo pasado Marine Le Pen y su Frente Nacional se asomaban al 20% de votos en las elecciones francesas y un día después la ultraderecha holandesa obligaba a dimitir al gobierno de su país y conovocar elecciones. No quieren tomar la sociedad, no son revolucionarios, solo son antosistemas dentro del sistema, que quieren tener la llave del poder, las minorías de bloqueo y basan su discurso ya no euroescéptico sino eurfóbico en el descontento de la sociedad, sobre todo clases bajas populares y jóvenes, con una Europa que no aporta las ventajas que de ella esperaban y que solo les habla de crisis y de recortes. Para eso mejor transitar solos por la vida, sería el mensaje simplón que los ultras cada vez más desideologizados proclaman. Si juntos en Europa solo recibimos intervenciones que socavan nuestros derechos, preferimos envolvernos en nuestras viejas banderas guerreras y hacer la guerra por nuestra cuenta. El resultado, volver la vista atrás más de 60 años y encontrarnos en los campos de batalla que en cementerios de armas recorre nuestra historia y nuestras poblaciones. A esos discursos xenófobos y aislacionistas solo se les puede combatir con más democracia y con más eficacia en las políticas comunes, una receta fundadora de la Unión que los líderes europeos han olvidado en la mesilla de noche.

Tenemos que poner en marcha una “Marea de cambio” en Europa, basada en la generación de crecimiento, reconstruyendo herramientas e inventado nuevos modelos de colaboración público privada y entre empresas. Hemos de ser conscientes que caminamos con una pesada losa producida por nuestra estructura demográfica. Los europeos somos muy viejos en comparación con el resto del mundo y somos los que menos oportunidades concedemos realmente a nuestros jóvenes, porque los puestos de liderazgo y responsabilidad están okupados por auténticos okupas del poder. Nos quedan pocas décadas para no asistir al derrumbe de nuestro mundo, probablemente el plazo de supervivencia y regeneración europea espira ese emblemático 2020 que marca toda la Estrategia de la UE. Por eso no podemos dejar todo en manos de nuestros gobernantes asistiendo inertes a sus decisiones amparados en el silencio de los corderos. La revolución que debe suponer esa marea de cambio es antes individual que colectiva, es un cambio de mentalidad que empieza en los hogares y sigue en las empresas, de ser conscientes de lo que nos jugamos. Más Europa es más futuro, pero para eso cada uno de nosotros tiene que querer entenderlo y ponerse a la tarea, salir del aislamiento acomodado, coger las maletas virtuales de nuestras capacidades y buscarnos un socio europeo para conquistar la esperanza.

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Construyendo puentes: Unión Europea – América Latina Caribe

Se ha celebrado esta semana en Bruselas el seminario organizado por el diarioAquí Europa bajo el título “Construyendo puentes, Europa, América Latina, Caribe”. Los ponentes – dirigentes del ParlamentoComisión y Consejo europeos,Eurochambres, embajadores ante la UE de MéxicoBrasilChile y Colombia,Fundación EULAC y compañías globales como Microsot Telefónica – han puesto encima de la mesa los distintos temas que a lo largo del año 2012 van a centrar la agenda de relación entre las dos regiones. A saber, objetivos y temario de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno UE-ALC – América Latina Caribe – de Santiago de Chile en enero de 2013; la ratificación de los acuerdos comerciales de la UE con Colombia, Perú y Centroamérica; la negociación de la Ronda Mercosur; el arranque de la Fundación EULAC y el inicio de conversaciones para un tratado comercial preferente con EcuadorBolivia.

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A modo de pinceladas gruesas, impresionistas, del termómetro de la relación UE-ALC les dejo a continuación escritas frases y datos de los cualificados ponentes del seminario:

“Es necesario impulsar el concepto de diplomacia económica con cinco vectores básicos: 1) transparencia de negocio creando un Registro Mercantil común; 2) dotar de confianza legal con órganos de arbitraje UE-ALC; 3) clima de negocio gracias a la formación en común empresarial; 4) movilidad empresarial mediante un Erasmus para empresarios de los dos lados y 5) innovación promovida desde clusters UE-ALC”.

“La relación debe dejar de ser retórica para pasar a la acción y debe cambiar el lenguaje de la cooperación para el desarrollo por el de la colaboración económica”.

“La cumbre de Santiago será la primera que producirá entre dos organismos supranacionales, la UE y CELAC – Comunidad de Estados Latinomericanos y Caribeños – lo que demuestra un alto grado de madurez en procesos integradores”.

Brasil es el cuarto inversor mundial en la UE con 80.000 millones de € al año y ésta invierte en América Latina más que ChinaRusiaIndia juntos. América Latina podría exportar ya un 30% más a la UE. Europa exporta a ALC bienes de alta gama y calidad que son complementarios y no competitivos como los chinos de los productos latinoamericanos. La evolución de las exportaciones mundiales a ALC en la última década muestra un fuerte descenso de EE.UU. aprovechado por China mientras la UE ha sido capaz de mantener niveles similares en estos años”.

“La Unión Europea y América Latina componen el mayor espacio de paz y democracia del mundo hoy: 60 Estados y 1.100 millones de habitantes”.

“La crisis en la UE es mutante como la piel de una serpiente, primero fue financiera, después de la deuda soberana, luego de crecimiento y ahora de empleo, por eso llegamos siempre tarde para resolverla, nos lleva con la lengua fuera. Seguramente porque el viejo continente se está convirtiendo en un continente de viejos, mientras que el nuevo mundo latinoamericano está gestando un mundo nuevo. Por eso la crisis es una llamada a la humildad y a la oportunidad de una relación más madura de igual a igual”.

Más allá de lo expuesto en Bruselas, la realidad cruda es que Europa vive inmersa en un proceso de reducción de déficits públicos y de reestructuración de la deuda soberana de algunos de sus Estados, en pleno escenario de crisis, con bajos niveles de crecimiento económico, inflación al alza y destrucción de empleo. Un panorama que caracterizó en la década de los 80 y de los 90 a las grandes economías latinoamericanas, en casos tan paradigmáticos como el de Argentina, México o Brasil. Fueron años de intervención del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, de “corralitos” monetarios, de dolarización y mercados negros, de insolvencia de sus entidades financieras y de impagos de compromisos internacionales en la Región. La credibilidad de Latinoamérica estaba por los suelos y sus sistemas políticos alternaban etapas de democracia sumida en la corrupción, con periodos de caudillismos, populismos o dictaduras sin reparos en la vulneración de los derechos humanos. Desde entonces el camino recorrido por gobiernos, pero sobre todo por la ciudadanía del otro lado del Atlántico, ha transformado profundamente los indicadores de la Región. Con todos los riesgos que se le quieran poner, el continente crece, crea empleo, controla sus déficits y se siente joven para acometer los complejos retos de futuro en una economía globalizada.

Los tiempos han cambiado tanto, que ahora es en Europa donde interviene el Fondo Monetario Internacional, pero por otro lado, las inversiones directas de empresas alemanas en Latinoamérica y el Caribe se han duplicado en los últimos 10 años. La presencia española en sectores como el financiero y el de las telecomunicaciones en cuantiosa. Y FIAT es más grande en Brasil que en Italia. En Europa, en las actuales circunstancias, crece el interés por América Latina. No hay mejor terreno para retomar el crecimiento ante los límites de sus maduras y traumadas economías. Por ello un tema clave es  descifrar hasta qué punto la comprometida situación financiera y fiscal de la Euro Zona sustraerá liquidez para sostener el ritmo de inversión extranjera europea en la región latinoamericana. Así las cosas, Latinoamérica tiene una posición muy privilegiada para consolidar cadenas de valor apoyadas en la asociación con capitales europeos.

Pero no nos engañemos, para que la realidad de una necesaria cooperación europea prospere, primero tenemos que conocernos, no podemos seguir ignorándonos. Del conocimiento mutuo entre nuestras heterogéneas opiniones públicas surgirá el encuentro necesario. La oportunidad que supone la cumbre de enero en Santiago de Chile debe ser aprovechada con el trabajo a lo largo de este año. Si no nos conocemos, no nos entenderemos y si no nos entendemos no cooperaremos. Socios globales: ese es el estatus de relación birregional al que debemos aspirar dos áreas de civilizaciones comunes. Tenemos mucho que aprender los unos de los otros, pero más que hacer el retórico repertorio de oportunidades, toca trabajar en serio por ellas.

Si tenemos que mirar hacia adelante para explorar las enormes posibilidades que nos brinda la colaboración birregional convendría recordar las palabras que nos han dejado escrito dos grandes humanistas de nuestro espacio intelectual universal. El mexicano Carlos Fuentes nos advirtió de que “tenemos un pasado que debemos recordar, pero que sobre todo tenemos un porvenir que podemos desear”. Y unos cuantos años antes, el español Miguel de Unamuno nos recomendó que “procuremos más ser padres de nuestro porvenir, que hijos de nuestro pasado”. Extraordinario reto el de europeos y latinoamericanos de labrarnos un provenir común. Dialoguemos y trabajemos por él.

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