¿Fui yo un niño tonto?
Seguramente lo siga siendo…
Disparo a las paredes.
Disparo al techo.
Camino con la caca de un perro negro
en
una
bolsa
de plástico negro.
Y no me asusto cuando digo
que tengo un hacha en
el maletero.
¿Fui yo un niño tonto?
Seguramente lo siga siendo…
Disparo a las paredes.
Disparo al techo.
Camino con la caca de un perro negro
en
una
bolsa
de plástico negro.
Y no me asusto cuando digo
que tengo un hacha en
el maletero.
Me gustaría poder
manipular los semáforos
con un Lenovo portátil desde
mi balcón.
Me gustaría caminar erguido
con una bandeja de horno entre las manos
y reconocer que un horno sólo sirve para esconder
sartenes quemadas,
sartenes llenas de aceite usado,
sartenes sucias y rayadas que ya no
sirven para nada.
Vuelve Cikus.
Vuelve a tu posición fetal.
Puede que así la vida,
no te duela
más.
Si quieres yo te preparo.
Si quieres yo te puedo preparar.
Pelo ralo, barba hirsuta.
Vete Cikus, vete ya.
Si quieres yo te adorno.
Si quieres yo te puedo adornar.
Patines y tacones, una buena combinación.
Vino del reyno en una mano
y en la otra un bastón.
(Cikus es alguien horrible que me acabo de inventar.
Cikus es algo que se supera. Cikus es algo
que se puede superar.)
Busco monedas cerca de los parquímetros,
bebo agua de las fuentes que son gratis,
pienso que no es un problema
de gremios, lanzo una piedra
y escondo la mano.
¿Que por qué lo hago?
Pues porque
una paloma encima de un banco,
un descampado, un edificio…
Y eso lo sabemos
tú, yo, y cuatro
más.
Y por eso faltamos tú, yo, y cuatro más
en esa carretera desierta,
en esa noche infinita,
en esa tienda de
mochilas de
tela.
Ya no busco monedas ni bebo agua
de las fuentes que son gratis,
te busco a ti, te lanzo una
piedra y te abro la
cabeza.
Me gusta
imaginar dos cosas a la vez.
Me gusta imaginar que yo soy tu bebé.
¿Has visto Dios?
¿Has visto cómo robo?
Da igual,
siempre saco
las cosas de contexto.
Todo lo que toco
acaba oliendo
a basura.
¿Has visto Dios?
¿Has visto cómo huele?
No se me
da bien la caridad.
No se me da bien casi nada.
Aquí no sé dónde está
nada.
EN ESTE MUNDO, aquí no sé
dónde está nada.
A VECES
me da por pensar como piensa
un insecto en la
bañera.
A VECES ME DA POR PENSAR.
Pero no soy un insecto, al menos eso me han dicho.
Me pongo en el futuro pero
no me veo.
Últimamente
vuelvo a las pantallas
del presente pero me sigo sin ver.
EN ESTE MUNDO, aquí no sé
dónde está nada.
Nada, no te
veo.
Yo no sabía que nuestro
destino era estar
juntos.
Lo supe cuando esa vieja de pelo corto
me gritó en plena cara:
¡Subnormal!
Lo supe cuando esa vieja me dijo
apretando mi cuello
con fuerza:
¡Reubicar es sinónimo de matar!
Y así acabamos,
juntos pero siempre al acecho,
hace tiempo que no veo,
a la vieja de pelo
corto.
A Hola Puta
le cuesta moverse de casa.
Si organizas un plan, Hola Puta
se hace el remolón.
Mientras tanto,
un gato flaco se lava
en su jardín.
A Hola Puta no le gusta
recoger colillas
del suelo.
A Hola Puta le gusta tener dinero
para poder comprar sus
propios cigarrillos.
Y es que la vida de Hola Puta,
su vida, pretende ser
sencilla.
Ahora he quedado con Hola Puta.
Seguro que me viene con que
los jevis son personas
como tú y como
yo.
Seguro que me recuerda que una lata de cerveza
en el fondo de un lago puede ser una casa
para un pez.
Y luego me saldrá con la
historia del tritón que guardado
en una mano se convirtió en mano loca.
Siempre la misma historia.
Y así empieza mi primer día en el pueblo.
Rodeado de lagartijas.
Esos pequeños dragones que por una razón biológica
necesitan transmitir el calor del cemento
a su fino y escamado corazón.
Y así empieza mi primer día en el pueblo.
Rodeado de una plaga de mariposas
devoradoras de boj.
Son bonitas pero
son plaga.
Y en mi pueblo hay un gallo cabrón
que canta por las mañanas,
pero a mí no me
molesta.
Dos perros atados a una farola.
Uno ladra, el otro no.