
ODIO el primer y mejor invento de la humanidad.
ODIO la rueda.
ODIO el invento más importante de la
pre
historia.
ODIO la rueda y la polea.
Voy a tallar de madera
una rueda en forma de caja
y la pienso llamar
caja de galletas.
He cambiado mi contraseña de Gmail.
He soñado que tenía una espinilla en la barbilla.
En mi sueño, el suelo resbaladizo se movía contra la pared.
En mi sueño todo era al contrario, todo era al revés.
Salgo a la calle.
A lo lejos, en la carretera, un TONTO desde su TONTOMÓVIL
utiliza el claxon para saludar a otro TONTO.
Tres
horas
caminando
entre dinosaurios.
Y no me aburro de mirarlos.
Uno come de un árbol.
Otro se divierte moviendo unas piedras.
Uno con plumas me pasa
rozando.
Se hace de noche.
Creo que me tocará dormir al raso.
Los dinosaurios se retiran en manada.
Verdes, rojos, amarillos, todos me dan de lado.
Ya no queda nadie, ni un herbívoro, solo un ruido lejano.
Una
jineta muerta
en medio de la carretera
más tiesa que una
vela.
Y se acerca por la derecha una manifestación
de cuatro personas.
Y se acerca por la izquierda un gilipollas
silbando a pleno
pulmón.
No tengo escapatoria en medio de la carretera.
Salto la jineta muerta, salto la cuneta
y me adentro en el
bosque.
Cuando
me muera quiero
que me quemes, y que mis
cenizas las entierres en esa pequeña
parcela del cementerio del pueblo que de pequeños
reservamos para nuestro
perro.
¿La recuerdas?
Cerca de allí solo había monte.
A veces el viento recorría los campos
y a veces llegaba hasta
el
bosque.
A veces el viento se colaba en el cementerio
y acariciaba las tumbas.
Te recuerdo y te imagino allí rezando y mirando ese viento.
Hablando conmigo, hablando del tiempo.
Mirando esa pequeña parcela en la que solo
crecía hierba y que nadie
jamás
había pisado.