TE REVIENTO LA CABEZA

Tú.
Yonki del verbo.
Tragaldabas de la palabra.
Lentejo fascinado por la oración.

Entiendo
lo de tus lumbares.
Y también entiendo que no te secas las piernas
cuando sales de la
ducha.

Pero tú no entiendes nada.
Cenutrio de revista.
Amapolo.

Cabeza de tubérculo.

¿Cómo quieres que te crea si eres feo leyendo un libro?
Está mojado, está mojado y arrugado…

¿Y a mí qué me importa?

No me digas que me importe.
Te reviento la
cabeza.

LLEGÓ A SU BODA EN BURRO Y LLENO DE BARRO

Alfonso
antes miraba las flores.
Se lo tomaba con calma hasta que se tuvo que casar.
Salió de Pamplona del norte
y llegó hasta Barcelona
del sur.

Llegó a su boda en burro y lleno de barro.

En la iglesia los invitados no daban crédito.
Alfonso limpiaba con agua una bolsa de papel.
Lo hacía con cara de loco, diligente, como si no hubiera
nadie
a su alrededor.

-Como dicen en Pamplona, cuando me pica, pues me arrasco.

Dijo gritando.

Y de lo que pasó luego no hablo
porque no viví para
contarlo.

DOMINGO DE VERANO

¡A el cura Don Francisco se le ha caído la sotana!

Eso dijeron los monaguillos del pueblo.
Luego salieron todos pitando de la iglesia y se fueron directos
al bar.

Los padres fumaban trujas y bebían güisqui.
Los niños comían pipas de girasol y chupaban polos helados.

Todos muy contentos y enredados
con sus alegrías y sus
tristezas.

´´´
A mediodía
los monaguillos y los niños
se colaron en las obras de la nueva urbanización.

Necesitaban tablas y clavos.

Y los padres siguieron bebiendo más güisqui mientras
sus tías abuelas ultimaban los preparativos
de una gran comilona con
ensaladilla
rusa.

ESCOMBROS

Junio es un mes horrible.

Llevo meses decidiendo decisiones.
Fantaseo con el hecho de pasar una navidad
en soledad.

Cuando mi hermano Iñigo y yo hicimos planes
del tipo hacer puntería, lanzamos piedras a una botella
en un descampado.

También lanzamos un neumático de tractor por una cuesta.
Los escombros nos rodeaban.

LIMA LIMÓN

Cuando era pequeño y no podía dormir
por la tos y el calor lo pasaba
muy mal.

Entonces mi madre me solía calmar.

A veces me daba agua,
a veces un caramelo.
A veces me daba una pastilla de algo mentolado,
a veces un placebo.

A veces me contaba historias.

Como la del pez que saltó de su pecera y murió.
O
la de cuando mi padre se quedo encerrado en una iglesia.

+

Yo siempre me quedaba dormido escuchando su voz.
Soñaba con lima limón, ese sabor
del verano.
O
con esa vez que pisé un charco de vómito
en chanclas.