
A veces pienso que soy tonto.
A veces pienso que soy realmente corto.
Luego se me pasa y pienso que tontos y cortos
fueron, son y serán
los que consiguieron
que me sintiera como tal.
Así, tal cual.
Se hizo añicos la ilusión.
Ahora veo de verdad.

Tenía tres chucherías y se comió la cuarta.
Caminó por Barcelona, la gran
manzana podrida.
Se tumbó en la acera
como se tumba una paloma vieja, moribunda,
esperando su
hora.
Le hablaron de una tienda en el centro.
Le dijeron:
Las
coberturas
de chocolate que
hacen son impresionantes.
No podía llegar al centro, no tenía fuerzas.
Estas fueron sus últimas palabras:
Lo que pasa es que el gran público no está muy por el jazz.
Y
despareció del mapa
como acaba desapareciendo del mapa
una paloma vieja, moribunda,
esperando su
hora.

Como un niño
al que le obligan a cortarse el pelo
y llora, y llora, y llora.
Y cuando llora
los pelos cortados se mezclan
con sus lágrimas, y se le meten en los ojos
y en la boca, y se le extienden
por toda la
cara.
Bajan
flotando
como ramas de árbol,
como troncos finos por una cascada.
Qué tristeza.
Así lloro yo ahora.

Me dan asco muchas cosas.
Los pelos afeitados y luego crecidos en los brazos.
Las orejas con granos y los viejos maleducados.
Odio las fechas señaladas.
Cumpleaños, navidades, aniversarios…
Sólo consiguen que si estás solo te sientas más solo.
Sólo consiguen que si estás triste te sientas
más triste.
Y si estás contento.
¿Para qué quieres estarlo más?

Estoy diciendo
lo contrario de lo que quiero decir.
¿Captas la ironía de que no hay ironía que valga?
Digo la verdad, mi poesía es sincera.
Joder, no puede ser más
de verdad.
¿Captas la ironía?
Sabes que te quiero mucho, como la trucha al trucho.
Hay un ápice de verdad en esta frase.
¿Captas la ironía al menos?