CAMARERO

Camarero:
No me reflejo en los radiadores.

Camarero:
Mi vida es difusa.
A trompicones me caigo y me levanto.
A trompicones camino y me caigo de nuevo.

Camarero:
Me voy a comer esa naranja como se la comería un mono.
A mordiscos y tirando la piel hecha trizas al suelo.
O mejor salgo a la calle a observar cómo
caga ese pastor alemán.

Mira.
Observa.
No digas nada.
Observa.
Mira.

Camarero:
Su mierda es del tamaño de
una zanahoria
grande.

ME HAGO VIEJO EN DOS DÍAS

Me han salido tres arrugas en la mejilla derecha.
Cuarenta canas en la patilla izquierda.
Ayer me tiré un pedo y me cagué.
Hoy en la calle me he resbalado y me he caído al suelo.

Casi me parto el brazo.

Me voy a comprar un bastón.
Me voy a comprar una alfombrilla antideslizante para la bañera.
Es más, voy a quitar la bañera y poner un plato de ducha.
Me voy a comprar un móvil con teclas grandes.

Me hago viejo en dos días.

Me voy a mirar obras y a dar de comer
a las palomas.

UN PELO DEL BIGOTE DE UN CALVO

De pequeños mirábamos el sol hasta quedarnos ciegos.
Luego cerrábamos los ojos y llorábamos.

Los
chicles de fresa,
los chicles de menta,
todos los chicles formaban parte del suelo de la plaza de nuestro pueblo.

No podíamos matar animales muertos.
Los perros atropellados ya estaban muertos cuando llegábamos.

Nadie nos hacía ni caso y eso nos brindaba cierta libertad.
Éramos como un pelo del bigote de un calvo.