Hace muchos años viví con un fantasma.
Se apagaba cigarros en la lengua
y estudiaba la biblia.
Entraba y salía de casa con sigilo.
Nunca sabía si estaba o si se había ido.
Ahora vivo con una persona viva.
Entra y sale, avisa, sabe cuándo y cómo reírse.
Es todo luz, baña de luz el suelo que pisa.
Tiene mala leche pero sin lactosa.
Es guapo, limpio y ordenado.
Ahora el fantasma soy yo.