De pequeño
no
necesitaba
un suelo perfecto
para pelar avellanas.
Me valía cualquier suelo.
De pequeño
me fascinaban las moscas verdes
y azules que se posaban
en las mierdas de
los perros.
Una
por una y con la paciencia
que sólo las patas de las moscas conocían.
Así aprendí que las moscas
también comían.