¿Cómo de grande tiene que ser un charco
para que pueda nadar un pato,
para que sea un lago?
¿Cuándo empieza y termina de ser un lugar
donde los animales juegan?
¿Cuánto pesa un rebeco muerto
relleno de papel?
¿Lo consigue levantar
un ave rapaz?
Todas estas preguntas y muchas más me hago
cuando un reflejo en mi ventana consigue
lo que yo no puedo conseguir con
un espejo en la mano,
que de pronto el sol
se contemple a sí
mismo.