Y qué bonitos y qué nocturnos eran los erizos.
Y qué bonitos y qué nocturnos eran los gatos.
Y qué bonitos y qué nocturnos eran
los murciélagos.
Y qué bonitos y qué nocturnos
eran los sapos.
Y
qué bonitos
y qué nocturnos éramos
nosotros sentados en
el barro.