Te regalo mi copa preferida para que si te pido
de beber, me sirvas en
mi copa.
No es un cambio, es una obligación
que te impongo, limpia mi copa,
seca mi copa, llena mi copa
de vino tinto, y mírame
a los ojos cuando
te hable.
Te regalo mi copa preferida para que si te pido
de beber, me sirvas en
mi copa.
No es un cambio, es una obligación
que te impongo, limpia mi copa,
seca mi copa, llena mi copa
de vino tinto, y mírame
a los ojos cuando
te hable.
Se convirtió en la barra de pan
que compraba todos los días,
después de tantos años
comprando la misma
barra de pan en
la misma
panadería,
se convirtió en su barra
de pan preferida.
Edgar, que danza con la vida,
no tiene palabra en la discoteca Búfalo Bill 2,
no tiene palabra porque la música está muy alta,
sale a la calle y escribe sobre una ventana sucia,
TE QUIERO MI CHOLITA,
y se mancha el dedo, y con su cholita querida
se marcha corriendo, y los dos a la vez
se topan con un champiñón
cerca de la carretera.
Voy a beber de esa fuente – dice Edgar.
Y la fuente le sabe a lápiz, dos llorones se agitan
cerca de un banco, y la fuente
no funciona.
[He supuesto que Edgar bebe de la fuente
y escrito (↑) que la fuente le sabe a lápiz
antes de que Edgar intentara beber,
la poesía siempre quiere ir por
delante, se anticipa sin
tener en cuenta que
Edgar danza con
la vida.]
Si
alguien
hiciera una foto
de cómo me siento y escribo esto,
de cómo me siento y escribo algo
que tengo escrito en
este papel.
¿Qué mira ese hombre?
¿Por qué retrocede y observa el paisaje?
Si alguien
hiciera una foto
de cómo me invento
EL SALUDIÓN, ese personaje que piensa
que si no saluda por la calle al
dueño del videoclub de
toda la vida, ya no le
queda saludar
a nadie.
Si alguien hiciera una foto de todo esto,
un viejo con muletas, una gota de
lluvia se cuela entre las letras
y emborrona el texto.
(Ese
mundo al revés),
que llega del futuro y aterriza
en el presente, ese mundo al revés,
que se desmorona, y el paso del tiempo,
que decepciona poco a poco, se transforman,
luchando contra el barro, en la guerra contra el barro,
barro que poco a poco, se deposita en las calles,
ese barro forma el mundo.
¡Eran más negros José Antonio! –dice una generación.
¡Necesito un par de meses! –dice la otra.
¿No has tenido suficiente? – dice
la generación definitiva
(Ese mundo al revés…)
Va
a ser
decepcionante
y lo sabes de sobra.
Tres fantasmas de colores,
tres toallas de colores,
tres toallas colgadas
de una percha.
Te afecta el malditismo, te afecta
el catarro que contagias,
las cajas están llenas
de cajas.
El tiempo hace tijera con el ano,
caga de pie, los jóvenes te
defienden a ultranza.
Te marchas y te regalan
una rosa verde y una
libélula gigante.
Volviendo
para casa he visto
cosas bonitas bajo la lluvia.
Una vieja silla de ruedas cerca de un contenedor,
una vieja nevera sin puerta y con comida
podrida en su interior cerca de un
contenedor, y mi pelo mojado,
y mi viejo rostro seco y
blanco reflejado
cerca de un contenedor,
cerca de casa.
Por esos
golpes tontos,
por esos que nadie puede ver,
merece la pena seguir
intentándolo.
Y no me refiero a fumo menos,
como menos y me cuido
más.
No, me refiero a que a pesar del hartazgo,
vamos a cantar, vamos a robar
guitarras, como hicimos
antaño.
Vamos al tanatorio a descojonarnos,
es ilegal pero lo hacen, todos lo hacen,
se descojonan y luego dicen que necesitan
tu ayuda y dinero.
Degradado el crédito simiesco sólo nos queda
decir Hakuna matata, vive y se feliz, ningún problema
debe hacerte sufrir, lo más fácil es saber decir,
Hakuna matata.
A veces
me siento ese árbol,
ese al que le cayó un rayo hace ochocientos mil años,
ese que empezó a arder, a veces siento que se acerca un Homo Erectus,
y que me tiene miedo, y que cree que soy un animal, y que
si me toca le voy a morder, pero a veces también siento,
que se acerca un curioso, y que piensa que
tengo algo que decir,
que sirvo para algo.