Me daba pena, me daba mucha
pena mi cabeza
pequeña.
Me daba pena,
me daba mucha pena
mi cabecita
y por eso atropellé un globo rojo,
y por eso lloraba y gritaba
dentro del coche.
La cosa es que nunca tuve mi público
y por eso me quedé absorto
mirando al búho.
Ese árbol tiene
tan pocas hojas que casi se pueden contar
con los dedos de ochenta manos,
mira cómo dobla sus hojas
el viento, mira cómo
las dobla.