Reinas espantadas

SE dice que quien no aparece en televisión es que no es nada, vamos, que vivir vivimos pero que la vida de quienes no asomamos por la caja tonta no vale nada. También es cierto que la mayoría lo tenemos asumido y sólo unos pocos se rompen la cara por hacerlo. Pero salir en la tele tiene una finalidad muy clara. Uno aparece o bien para que le paguen por ello o para promocionar, y luego vender, algo. Javier Sardá publicó al principio del verano un libro que apenas tuvo una promoción televisiva a la altura de una estrella del medio. El caso es que pasado el estío el tipo anda ahora soportando las bromas y experimentos de El hormiguero de Pablo Motos para hacer como Umbral: hablar de su libro. Y ya sabemos que uno de los atractivos de este programa son esos locos experimentos en los que lo mismo hacen explosiones por reacciones químicas que provocan una avalancha de porexpan que, como ocurrió el otro día, casi mata a Motos y Marron, los protagonistas. Lo que sí parece que ha provocado una avalancha ha sido la vuelta de Mª Teresa Campos a las mañanas de tv. Un regreso triunfal para el que contó con el mismísimo Zapatero y que la encumbró hasta el liderato. Posición que luego ha ido perdiendo, como era de esperar. La fórmula Campos tuvo su momento y parece que sus diferentes reediciones ya no alcanzan el tirón de entonces. La mañana sigue siendo un horario maltratado en el que, con mucha frecuencia, se dan cita la pereza imaginativa con el insulto a la audiencia. Se apuesta por hacer programas para jubilados sin pretensiones y lo que están consiguiendo es, afortunadamente, mandarlos a hacer otras actividades más constructivas que recordarles sus problemas de salud y los chismorreos. Las reinas de la mañana están trabajando a conciencia en la bonita tarea de que sus súbditos consigan la república pero fuera de casa.

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