A bombo y platillo

HAY temas en nuestra televisión más insondables que los caminos del Señor. Uno de ellos es la emisión ilimitada de publicidad. España es el país de Europa con más anuncios en la televisión: Telecinco, Cuatro y Antena 3 ocuparían el podio de esta sobredosis publicitaria que, desde luego, no hace que la televisión sea mejor. Porque nadie en su sano juicio puede pensar que la gran mayoría de los espectadores sigue delante del televisor cuando llegan los llamados intermedios que rozan los 20 minutos de duración. Que alguien me explique qué sentido tiene el emitir seguidos la friolera de hasta 55 spots. Está claro que esta gente tiene una fe ciega, más que en su producto, en la memoria de los sufridos espectadores que, en diez días, pueden llegar a ver unos 1.000 anuncios. Pero va a ser que no. Hay teorías que hablan de la pérdida de efectividad de éstos a partir del corte y que la atención se recupera justo cuando el espectador vuelve a conectar con el espacio que estaba viendo. No es que a estas alturas queramos rasgarnos las vestiduras. Al fin y al cabo, el tema de los cortes publicitarios nació con la televisión misma, pero lo cierto es que lo que generan son minutos de televisión basura que nadie ve y que contamina el medio de manera exagerada. Este despilfarro publicitario debería estar más controlado. De momento, la Comisión Europea ha abierto un expediente al Gobierno español, que es quien debería poner mayor celo en vigilar estas prácticas abusivas y que parece se llama a andana. Como respuesta, los responsables gubernamentales han dicho que exageran. Que los europeos confunden publicidad con autopromociones de cada cadena, y que eso no cuenta. Pues que le den duro al somos los mejores , que por lo menos algo tienen claro: ¿qué sería de los gobiernos si no estuvieran con el autobombo a todas horas?

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