Tele de verano

SI como decía Fernando Fernán Gómez las bicicletas son para el verano, la televisión es un instrumento de invierno. Eso no quita para que se hagan programaciones específicas de verano: concursos con niños tipo ¿Eres más listo que un niño de Primaria? En este sentido Telecinco ha estrenado precisamente El programa del verano, que ocupa prácticamente toda la mañana y que finaliza con el colofón culinario de Arguiñano. Este año, sin embargo, no vemos que el cocinero mediático por excelencia se haya instalado en ese cenador a pie de playa de Zarautz, desde donde grababa a diario sus programas, que se habían convertido en estampas características del buen tiempo. Un ejemplo de que la televisión, como los ciudadanos, necesita refrescarse de vez en cuando. Sin embargo, las cadenas apuestan por utilizar estos meses para introducir series que han tenido éxito en la televisión norteamericana. Se ha extendido la teoría del mínimo esfuerzo: si es buena para aquella audiencia es buena para la nuestra. Sin embargo, de allá nos llegan algunos ladrillos vendidos como novedades. Cosas del marketing. Jericho, por ejemplo: una serie que si no fuera por los teléfonos móviles y algunos datos como el atentado de las Torres Gemelas, se podría pensar que es de la década de los setenta: coetánea de Hombre rico, hombre pobre. Nada más y nada menos que treinta años. No digo que la serie sea mala, ni mucho menos: de momento los 4 capítulos apenas han presentando a los personajes sin aburrir. Pero ocurre que uno tiene la impresión de que aquello ya nos lo han contado mil veces. El martes, Mi querido Klikowsky se despidió hasta septiembre con su segundo mejor dato de la temporada, sólo superado por el estreno. La tele tiene más enigmas que los programas de Íker Jiménez.

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