Miedo parabólico

Si el otro día la columna fue creciendo hacia abajo con la defensa de la gente del cine, porque lo más rancio del país se los quería comer con patatas a cuenta de la gala de los Goya, qué podemos decir hoy cuando vemos las imágenes de otros descerebrados que mandan disparos desde los tejados de Palestina intentando amedrentar a los periodistas occidentales por haberle hecho alguna caricatura a su profeta. Vivimos en un planeta lleno de fronteras y atestado de antenas. Los muros no impiden que desde el tercer mundo la gente busque los poros por los que penetrar al lado rico del planeta que tan bien conocen a través de las parabólicas. La televisión de nuestros días es el principal testigo de este espectáculo macabro de muertes en pateras y jirones de piel en alambradas. Un goteo permanente de seres humanos que se la juegan por entrar en esta sociedad y, a veces, lo único que consiguen es ser un cuerpo grabado y expuesto en los salones occidentales a la hora de la comida. Es cierto que todo esto puede sonar a soflama tremendista, pero algo asusta. Unos encapuchados disparaban al aire advirtiéndonos de algo. De pronto, desde las chabolas de Ramala, donde la intolerancia es algo más real que un plano de televisión, unos jóvenes lanzan su amenaza al mundo con la certeza de que serán vistos en pocos minutos en todo el planeta. Por aquí seguimos con los papanatas. Hace dos semanas estrenaron la serie Fuera de control y una asociación de periodistas granadina ha pedido su retirada porque ofrece una imagen confusa de la profesión y por proponer una imagen sexista de la mujer. Que a estas alturas alguien pida la retirada de un programa que aspira al humor con este rollo es penoso. Cierto que estos argumentos no acojonan, pero son igual de patéticos que esos disparos palestinos al corazón de las ondas.

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