
Me
bebo un café
y me vuelvo a la cama,
y sueño que mis ojeras crecen.
En mi sueño también aparecen tortugas
y una reflexión.
Creo que para conseguir ser feliz
me tocará intentar ser feliz
el resto de mis días.
No
es tan
importante el baile.
No lo es.
No pasa nada si nadie baila.
Podéis mover una teta con esa camiseta.
Podéis mover el pito dentro del calzoncillo.
Haced lo que queráis pero dejad de bailar por favor.
Tengo carcajadas y cuajadas para el que quiera.
Tengo carcajadas pero cero bailes.
Hoy no se baila en mi poema.
Hola, me llamo Mario.
Entre semana trabajo en un párking subterráneo.
Mi jornada diaria es lenta
y
perfecta.
Tengo gruesos los pelos de las cejas.
Gruesos como patas
de
insecto.
Los viernes por la tarde, cuando salgo de trabajar,
me gusta ir a la biblioteca.
Me gusta ese camino vespertino.
Por las noches, mientras me lavo los dientes,
miro tu ventana iluminada.
Caminas de un lado a otro en bragas.
Nada reseñable.
Me vuelvo a la cama.
Dos mil quinientos quince mil es raro.
Dos mil quinientos quince mil no es correcto.
Lo correcto sería decir dos millones
quinientos quince
mil.
Pero
en este
poema lo correcto
se puede ir a la mierda.
Y por eso beso a una cucaracha
Y por eso beso a una paloma
Y por eso beso a una rata.
Lo correcto sería matarlas.
Me hago daño masticando patatas
fritas de bolsa y sigo masticando
patatas fritas de bolsa.
Me hago daño y sigo.
¿Será el glutamato?
Supongo que se trata es de algo
implícito en la naturaleza
del ser humano.
Me mata pero me gusta.
Resulta estúpido.
¿No creéis?
De todas formas seguiré haciéndome
daño y vosotros también.
Os hace sentiros vivos.
¿Lo reconocéis?