No abundan las ideas.
Sólo abundan trozos rotos
de cuaderno
roto.
Me rodean un montón de monjas carmelitas.
Cada una de un sabor.
Cada una de un
color.
Una
monja roja
me pide pipas sin mirarme a la cara.
– Dame pipas.
Una monja verde considera:
– Todo puede cambiar cuando nada cambia.
Una
monja rosa dice
algo que no comparto:
– El cambio ha sido brusco y por eso no sientes nada.
No paran de hablar.
Yo no he decidido que aparezcan.
¡Para nada!
Monjas carmelitas de colores…
¡Marchaos!
¡Sólo
abundan trozos
rotos de cuaderno roto
pero eso no justifica vuestra horrible presencia!
¡Demonias de colores ataviadas!
La única monja que no es un color,
la monja vestida de negro
me contesta:
– El negro no es un color, el negro es todos los colores, dame pipas.